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614 - La imagen soberana
Nunca la imagen se había impuesto con tanta fuerza en nuestro mundo estético, técnico, cotidiano, político, histórico, pero, a pesar de eso, no vivimos en una civilización de la imagen, vivimos en una civilización de clichés y la tarea que se impone es el mirar profundo o la construcción de imágenes que deconstruyan los clichés

 Imagenes como chispas de condensación que no deben naturalizarse y desactivarse en su consumo por medio de su igualación particularizada

Hay que trabajar bastante para poder mirar

hender la imagen, hurgar en sus pliegues, manteniendo su latencia, su fogosidad, su potencia, su punzante existencia

La tarea es mirar la rosa hasta incendiarnos los ojos (Pizarnik citada por Didi -Huberman) para luego sin devenir un impostado oculto poder entrar en conversación en un encuentro intempestivo que provoque algo novedoso

La imagen debe expresar su potencia, debe ser forzada a que diga lo que no dice a primera vista, abrir su intenso ahora sin diluir su intensidad, reencontrarla constituyendo un nuevo mundo de sentido donde recobre una nueva significación

Estamos acostumbrados a considerar el acto de mirar como un hecho dado por la sensibilidad, simple, natural, directo, sin mediación y que, por lo tanto, puede transformarse en cliché; por eso mismo hay que llevar la atención más allá de la pura visión, más allá de la información inmediata, porque miramos también con palabras y a veces mal. Necesitamos del tiempo para mirar mejor

Al analizar las imágenes de una fotografía, se percibe que el hecho de devolver la realidad no dice nada de esta realidad. Si lo que el contemplador está mirando solo le hace pensar en clichés lingüísticos entonces está ante un cliché visual. Si, por el contrario la legibilidad de las imágenes ya no está dada de antemano puesto que está privada de sus clichés, primero supondrá suspense, la mudez provisoria ante un objeto visual que le deja desconcertado, desposeído de su capacidad para darle sentido, incluso para describirlo. Luego impondrá la construcción de ese silencio en un trabajo del lenguaje capaz de operar una crítica de sus propios clichés

El arte rompe el límite de toda representación. Una imagen bien mirada sería por lo tanto una imagen que ha sabido desconcertar, después renovar nuestro lenguaje y por ende nuestro pensamiento

Saber mirar una imagen sería, en cierto modo, volverse capaz de discernir el lugar donde arde, el lugar donde su eventual belleza reserva un sitio a una “señal secreta”, una crisis no apaciguada, un síntoma. El lugar donde la ceniza no se ha enfriado

Las imágenes configuran un espacio como un núcleo privilegiado para la investigación de la dinámica de nuestra sociedad porque visibilizan aspectos, hasta ahora no planteados, sobre cultura y realidad

Estamos tan poblados de imágenes que a veces es difícil hacernos inmunes a ellas. No sabemos precisar si se banalizaron o si hubo un cambio de percepción en la sociedad pero algo es indiscutible, la banalización no es efecto ni procede de la técnica, sino de la mirada

Si bien es cierto que la tecnología es responsable de las mutaciones, lo que importa es que esa mutación está en las mentes, no en los dispositivos. Algo tuvo que cambiar en nuestros cerebros para que las nuevas tecnologías se expresen, y evidentemente algo cambió pero eso no significa que hemos aprendido a mirar, quizá solo lo hacemos en forma diferente

Se mira con todo el cuerpo, y en segundo lugar con el lenguaje

Las imágenes no son solo cosas para representar, son ellas mismas cosas que están al extremo de nuestros cuerpos. Son inocentes, lo que es culpable es la utilización que se hace de ellas. La mirada contemporánea está determinada por los medios de comunicación masivos, y condicionada a producir ciertas cegueras, cierta visibilidad y ciertos clichés. No obstante aporta un material enriquecedor en todos los campos de conocimiento. Son la médula de la cultura y la comunicación actuales, sobre todo en la provocación mediática. Nos invaden, se insilian en nuestra mente, configuran nuestra retina y por ende, reformulan el sentido, y aun tratando de no verlas, igual generan una especie de captura instantánea con una gran llegada subliminal que trabaja y mella aún en su ausencia. Pareciera que la “realidad” no puede propagarse libre de las máscaras que pretenden hacerla no solo soportable sino hasta mágica en lo más pedestre

Hoy la imagen ha expandido tanto su territorio que es difícil pensar sin tener que orientarnos en ella. Todo análisis de la imagen tiene una dimensión política, y toda imagen la tiene y la dimensión artística siempre está en un sismo dialéctico frente a ella

El pensamiento filosófico vivirá un viraje más decisivo cuando la imagen en tanto mentira de la tradición platónica sufra una alteración capaz de promover la verdad como imagen

El estudio de las imágenes ha llegado a configurar las bases de una reflexión filosófica ya que la historia del pensamiento es también la historia de las imágenes y el cambio experimentado ha incrementado su valor y autonomía como lugar propio del pensamiento

Por un lado, las imágenes son elementos ad hoc para el estudio de lo cultural como constructos óptimos para rastrear los cruces del lenguaje, la historia, la representación y la imaginación. No solo vehiculizan contenidos sino que son como huellas impresas de su desarrollo y crecimiento, como una puesta en escena que va resumiendo la relación con el cuerpo como signo de reconocimiento y análisis de la vida social, ya que

la cultura visual es el estudio de la construcción social del campo visual y de la construcción visual del campo social

Son maneras en las que la historia social y política dialogan con las imágenes. Se hace carne en ellas

La proliferación de la comunicación en tiempo real, especialmente a través de las imágenes, transforma fatalmente nuestras formas de percepción y de relación con la realidad. Es el instantaneísmo, la simultaneidad y la omnipresencia de lo que vemos lo que constituye su cara oculta y transforma las condiciones de nuestra percepción sobre la relación inmediata que entablamos con el entorno, nuestra relación con el mundo. Así, nuestro cuerpo deja de responder de una manera propia, “natural”, a las impresiones que el mundo envía, deja de estar integrado a él y de esta manera, las imágenes conforman una especie de estética de la desaparición, el espacio se disuelve y los objetos solo se manifiestan como ausentes, reapareciendo como deseo, ocupando los huecos de nuestra fantasía

Todo se acelera cada vez más entorpeciendo las funciones productivas y perceptivas que de esta forma se automatizan debido a que son demasiado lentas frente al mundo que el ser humano está construyendo, o dejando construir, para vivir. De esta manera el mundo medializado se transforma en un poderoso motor normalizador, unificador de experiencias e identidades. Nos provee de una especie de soporte de sentido que nos convierte en colaboradores inadvertidos del hacerse del mundo creado y manipulado por quienes detentan la autoridad de persuadirnos y distraernos del desierto de lo real, manteniéndonos anclados en el engranaje de la imitación de la vida

El individuo, en esta especie de espacio distópico, un escenario entre la realidad inventada en la que vive y la de la imagen, carece de consistencia real, es algo así como un simulacro - pura-mirada-sin-cuerpo-, apto para” vivir-repetir” lo que las imágenes dictan, fundadas en el distanciamiento insalvable del sujeto-cuerpo y del mundo, convirtiéndolo en un espectador a-crítico sin más, un mero receptor de imágenes que no alcanza a ser observador ya que las imágenes son reflejos de los objetos y es a través de ellas como se relaciona con la realidad produciéndose el quiebre entre lo sensible y lo inteligible, un ser humano sin encarnar, puro espíritu alejado de las cosas

La industria de la información fabrica tiempo, inventa nuevos dispositivos de percepción y la sincronización de las percepciones borra el conflicto. Aparece como la fusión perfecta, transparente, entre realidad y ficción. De lo que se trata hoy es de deconstruir la sincronización como simulación o ilusión de presencia que exige un nuevo tipo de deconstrucción, la de la independencia de la conciencia que nivela las diacronías y las culturas y permite pensar que se puede nivelar globalmente la inteligencia y sintetizar sobre un mismo modelo todas las percepciones

O sea que, desde este punto de vista, la cultura visual sería una manera de estudiar la genealogía y las funciones de la vida cotidiana desde la perspectiva del consumidor más que desde el productor. Aquí lo fundamental es la apropiación y el cambio de sentido que sufren los mensajes visuales

Con el giro icónico, en cambio, la presencia de la imagen misma ha cobrado un papel importante pues ya no se interpone la barrera de sentido o el significado entre el sujeto y objeto. Ya no se trata de que la imagen nos refiera a una ideología más allá de ella, sino que se trata de una situación en la que

la imagen demanda una proximidad más directa que cubra la inmediatez de su tiempo y espacio en su propia potencia, o sea que se convierta en una imagen soberana

una especie de significación muda centrada en la forma, una capacidad para generar sentido mediante sus propios parámetros, o sea desde el momento en que la imagen deja de ser una mera percepción y se convierte en un objeto definido

Es una capacidad principalmente propia del artista, del creador, que es capaz de ver una imagen donde los demás ven manchas o formas difusas. Ocurre cuando el artista abre la posibilidad de ver algo más, lo expuesto, lo descubierto

Tras la imagen se encuentra lo indistinto en su abundancia, tras la palabra, el ser humano en su poder silencioso

Hay un viraje de lo subjetivo a lo intersubjetivo - la distancia nos permite imaginar - pero también hay una gran preocupación por la pérdida de la distancia crítica y por la imposibilidad de decodificar el mundo que generamos

Numerosos son los pensadores de la imagen así como los grandes debates acerca de su inscripción. Algunos piensan que el significado del giro icónico se encuentra en los cambios de paradigma y en los cambios sociales y tecnológicos, pero rechazan que esté únicamente fundado en las nuevas imágenes que surgen de la tecnología. Análisis inspirados en la crítica ideológica de la representación buscan develar qué hay detrás y alrededor de las imágenes, social, política y culturalmente, donde la inscripción de la visión y la visualidad así como la historia del pensamiento sobre las mismas en la historia y la cultura se proponen como uno de los motivos privilegiados. Otros se desmarcan porque no aplican esta compleja interacción a la crítica de la ideología sino al orden de lo visible apoyándose en la diferencia histórica que pauta la imagen y que está asociada con sus distintos contextos

Su giro es un criticismo de la imagen más que de la ideología

La pregunta por el qué de la imagen ha sido reemplazada por el cuándo y el cómo, por la pregunta sobre los mecanismos y los procesos de creación de sentidos icónicos

Se trata de esclarecer cómo funcionan, cómo crean sentido, cuál es su manera específica de producir significado y cómo está relacionada con, y anclada en el ser humano y sus capacidades, el mundo material que éste crea y el espacio simbólico del que se provee

Por un lado se la considera una clase especial de signo y por otro, de acuerdo a la corriente fenomenológica, se subrayan las características perceptivas específicas que la imagen pone de relieve. También se ha reconsiderado la semejanza ya que las imágenes son signos pero además contamos con la idea de que vemos algo en ellas

La tradición fenomenológica hacía de la percepción el elemento central de la teoría de las imágenes. Ha pasado tiempo y las cuestiones principales han cambiado sustancialmente. En un principio la preocupación se centraba en los elementos derivados de una conciencia de la imagen, era un modo de ver en el mundo, un poder de expresión propio, pero actualmente se ha trasladado la pregunta hacia el cómo tiene lugar la creación de ese sentido de la imagen

El poder de imaginar es el que permite el rehúso de la conciencia que dará el acceso a la abstracción. La capacidad de crear imagines es la actitud específica humana –no el habla o el lenguaje

Es la extraña capacidad de retirarse del mundo de los objetos a la propia subjetividad

Es la capacidad de relacionar dos clases de imágenes que por lo general están alejadas, las internas de la imaginación y las externas o materiales, pero este dualismo es una falacia, una construcción ficticia

El lugar de la imagen es únicamente el ser humano. Su estudio pertenece a la antropología, a la profundización del conocimiento sobre el ser humano y la imaginación es la capacidad básica y fundamental que define nuestra singularidad como especie

Cuando el hombre imagina pone entre él y el mundo un medio. La imagen interna es un entre-medio entre el ser humano y el mundo, y es de la imaginación de donde emergen los modos que construyen los seres humanos para intermediar con el mundo, la manera con la que cuenta para acceder a él desde su ex-istencia, desde fuera de él. Es preciso alejarse del objeto, apartarse de él para poder verlo, alejarse del mundo para volver a entrar en él. Eso es imaginar. Cuando imaginamos nos alejamos del mundo y entramos en nosotros mismos. Ese entrar en nosotros es un no-lugar

O sea,

la imaginación es nuestra capacidad para alejarnos de la realidad hacia ese no-lugar para que el mundo deje de ser una oposición contra la que chocamos y pase a ser un lugar donde las cosas se interrelacionan

Todos estos atajos hacia la imagen buscan traducir conceptualmente las formas de significación de una filosofía propia de la imagen

Los contenidos de las imágenes no pueden considerarse desvinculados del modo de su manifestación. Su estructura cimentada en la tensión de los opuestos es la que le otorga su potencia inagotable, su densidad que es a su vez lo más vacío, la no-figura, la  indeterminación en la apertura de infinitas posibilidades, ya que el vacío requiere un exceso de lo imaginario y aquí la imagen encuentra su poder y permite el acceso a lo ausente

El poder de lo visible reside en la transformación de materia en sentido. El de la imagen es mostrar que puede ser de otra manera. Aquí se inscribe la negación en potencia de la imagen: todo lo que se muestra podría mostrarse de otra manera

Imagen y signo no son agregados que dupliquen las cosas de un mundo externo sino medios en los que la realidad se representa a sí misma de una manera específica

No se trata de observar cosas que son imágenes sino de atender al carácter de imagen de las cosas. Vemos en la imagen, no vemos una imagen

 

 

 

 

Mayo 2 de 2024