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615 - Lo que me mira
¿Por qué cuando vemos lo que está frente a nosotros, por qué siempre nos mira algo que es otra cosa?

¿por qué impone un “en” un adentro? Se pregunta Didi-Hubermann al comienzo de su enorme libro “Lo que vemos. Lo que nos mira”

Lo que vemos no vale a nuestros ojos más que por lo que nos mira. Pero es inevitable, sin embargo, la escisión que separa en nosotros lo que vemos de lo que nos mira. O sea, el acto de ver solo se despliega al abrirse en dos? Es la ineluctable modalidad de lo visible, dijo Joyce. Ineluctable y paradójica

En su monumental Ulises, con las impresionantes imágenes que despliega nos alimenta de pensamientos. Lo que piensa aquí no surge sino como una travesía física, algo que pasa a través de los ojos

 

Ineluctable modalidad de lo visible (ineluctable modality of the visible): "por lo menos eso, si no más pensado a través de mis ojos. Señales de todas las cosas que aquí estoy para leer, huevas y fucos de mar, la marea que viene, esa bota herrumbrosa. Verde moco, azul plateado, herrumbre: signos coloreados. Límites de lo diáfano. Pero él agrega: en los cuerpos. Entonces él los había advertido cuerpos antes que co-- loreados. ¿Cómo? Golpeando su sesera contra ellos, caramba. Despacio. Calvo era y millonario, maestro di color che sanno. Límite de lo diáfano en. ¿Por qué en? Diáfano adiáfano. Si puedes poner los cinco dedos a través de ella, es una verja, si no, una puerta. Cierra los ojos y mira)

La visión se topa siempre con el inevitable volumen de los cuerpos humanos. Los cuerpos son esos objetos primeros, de todo conocimiento y de toda visibilidad, son cosas para tocar, acariciar, obstáculos, pero también cosas de las que salir y a las que entrar, volúmenes dotados de vacíos, de bolsillos, o receptores orgánicos. Y aquí la gran pregunta del comienzo:

Por qué cuando vemos lo que está frente a nosotros, siempre nos mira algo que es otra cosa, por qué impone un “en”, un “adentro”

Debemos cerrar los ojos para ver cuando el acto de ver nos abre un vacío que nos mira, nos concierne y en un sentido, nos constituye

Ver no se piensa y no se siente sino en una experiencia del tacto, el fundamento de toda fenomenología de la percepción. Así Merleau-Ponty señalaba que es preciso que nos acostumbremos a pensar que todo visible está tallado en lo tangible, todo ser táctil prometido en cierto modo a la visibilidad, y que hay un encaje, un encabalgamiento, no solo entre lo tocado y lo tocante, sino también entre lo tangible y lo visible que está incrustado en él

Cuando Stephen Dedalus contempla el mar quieto frente a él, este no es meramente el objeto privilegiado de una plenitud aislada perfecta y desprendida. No se le aparece ni uniforme, ni abstracta ni pura en su opticidad: una superficie que solo es plana para disimular y, al mismo tiempo, indicar la profundidad que la habita

Esa modalidad de lo visible, cuando su instancia se hace ineluctable, inevitable, asume la forma de una coacción ontológica respecto a que todo lo que hay que ver es mirado a través de la pérdida, “la llama viva de su corazón”

 

“Cada cosa por ver, por más quieta y neutra que sea su apariencia se

vuelve ineluctable cuando la sostiene una pérdida

y desde allí nos mira, nos concierne, nos acecha”, unque no sea por una simple asociación de ideas o de un juego de lenguaje

Toda visión tiene lugar en alguna parte del espacio táctil

“la llanura veo, luego pienso la distancia, lejos, cerca, llanura veo”

Así lo dicho, si bien toda cosa que vemos no es el objeto privilegiado de una plenitud visual aislada, y remite a la profundidad que la habita, todos los componentes teóricos hacen de un simple plano óptico (el mar, por ejemplo)al que vemos, una potencia visual que nos mira en la medida misma en que pone en obra el juego rítmico, de la superficie y del fondo, del flujo y del reflujo, de la tracción y de la retracción, de la aparición y de la desaparición, allí nos encontramos con la modalidad de lo visible cuando se hace ineluctable

Debemos abrir los ojos para experimentar lo que no vemos o para experimentar lo que con toda evidencia no vemos (la evidencia visible) que nos mira empero como una obra visual de pérdida. Pero la modalidad de lo visible deviene ineluctable, es decir, condenada a ser, a una cuestión de ser, cuando ver es sentir que algo se nos escapa ineluctablemente, o sea, cuando ver es perder, ya que todo está allí

 

En la Edad Media se diferenciaba el concepto de imagen del de vestigio, huella, ruina. Así explicaban de qué manera lo que es visible ante nosotros, alrededor nuestro - los cuerpos, la naturaleza - no debería verse sino como lo que lleva la huella de una semejanza perdida, arruinada

¿Cómo mostrar un vacío, la destrucción, la desaparición de los objetos o los cuerpos?

¿cómo hacer de ese acto una forma que nos mira?

A propósito de las imágenes que provoca la tumba de su madre y todos los signos de su muerte, hay algo imposible de ver, la angustia de mirar hasta el fondo - al lugar de lo que lo mira - la angustia de quedar librado a la cuestión de saber (de no saber)en qué se convierte su cuerpo, la capacidad de su volumen y la de ofrecerse al vacío, la de abrirse. Podría hundirse en la lucidez de la melancolía o suturar la angustia, lo que sería reprimir, colmar ese vacío

 

Una de las actitudes sería mantenerse más acá de la escisión abierta por lo que nos mira en lo que vemos, atenerse a lo que se ve, creer que todo el resto no nos mirará más, postular todo como inexistente (no ir más allá del volumen visible), expulsar todo al dominio de lo invisible. Aquí nos encontramos con una especie de horror de lo pleno y en

la voluntad de no ir más allá de las aristas discernibles del volumen, un horror al vacío, una voluntad de limitarse a lo que vemos para ignorar que ese volumen no es indiferente y simplemente convexo, puesto que forma la concavidad de un cuerpo hueco que se vació de su sustancia

Esa doble negación equivale a ver, un ejercicio de la tautología propuesta como pantalla de una verdad más subterránea y temible, una victoria miserable del lenguaje sobre la mirada, de que no hay allí nada más que un volumen

El hombre de la tautología invierte hasta el final el proceso llamémoslo fantasmático. Pretenderá eliminar toda construcción temporal ficticia, querrá permanecer en el presente de su experiencia de lo visible, eliminar toda imagen “pura” aun, no querrá ir más allá de lo que ve, específicamente. Habrá fundado su ejercicio de visión en toda una serie de obligaciones con la forma de falsas victorias sobre los inquietantes poderes de la escisión.Lo hizo para recusar los silencios del objeto, o sea, para afirmar que ese objeto que veo es lo que veo, un punto, eso es todo. Lo habrá hecho todo en consecuencia para impugnar la temporalidad del objeto, el trabajo de la memoria, o del asedio en la mirada. Lo habrá hecho para recusar el aura del objeto, proclamar una actitud de indiferencia con respecto a lo que está allí debajo oculto, presente, yacente. Y esa misma indiferencia se atribuye el estatus de un modo de satisfacción frente a lo que es evidente, evidentemente visible: lo que veo es lo que veo y eso me basta

Frente a la tautología, en el otro extremo, más allá de la escisión abierta por lo que nos mira en lo que vemos, el hombre de la creencia prefiere vaciar las tumbas de sus carnes putrefactas para llenarla con imagenes corporales sublimes, depuradas, hechas para consolar e informar, vale decir, fijar nuestras memorias, nuestros temores y nuestros deseos. Se trata de querer superar tanto lo que vemos como lo que nos mira que equivale a producir un modelo ficticio en el que todo podría reorganizarse, subsistir, seguir viviendo dentro de un gran sueño, despierto

Esta actitud consiste en hacer de la experiencia del ver una verdad que no es ni de perogrullo ni profunda, sino que se da en cuanto verdad superlativa e invocante, etérea pero autoritaria. Es una victoria obsesiva del lenguaje sobre la mirada, la afirmación fijada en el dogma de que hay allí algún Otro que hace revivir todo eso y le da un sentido teológico de verdades del Más allá

Es otra represión que no se refiere a la existencia de la escisión como tal sino al estatus de su intervención lógica y ontológica

 

El acto de ver no es el acto de una máquina de percibir lo real en tanto que compuesto por evidencias tautológicas. El acto de dar a ver no es el acto de dar evidencias visibles a unos pares de ojos que se apoderan del “don visual” para satisfacerse unilateralmente con él. Dar a ver es siempre inquietar el ver, en su acto, en su sujeto. Ver es siempre una operación de sujeto, por lo tanto, una operación hendida, inquieta, agitada, abierta. Todo ojo lleva consigo su mancha, además de las informaciones de las que en un momento podría creerse el poseedor

La creencia quiere ignorar esa escisión; la creencia, que se inventa el mito de un ojo perfecto (perfecto en la trascendencia y el “retraso teleológico); también la ignora la tautología que se inventa un mito equivalente de perfección, (una perfección inversa, inmanente e inmediata en la clausura)

 

Mirar sería tomar nota de que la imagen está estructurada como un delante – adentro inaccesible y que impone su distancia, por más próxima que esté – puesto que es la distancia de un contacto suspendido, de una imposible relación de carne a carne. Esto quiere decir - y de una manera no solo alegórica – que la imagen está estructurada como un umbral. Una trama singular de espacio abierto y cerrado al mismo tiempo, una puerta abierta por ejemplo, una brecha en una pared o un desgarramiento construido, como si hiciera falta un escultor para dar forma a nuestras heridas más íntimas. Para dar a la escisión de lo que nos mira en lo que vemos una especie de geometría fundamental

La verdad de la imagen no aparece en el desvelo; más bien, aparece en un proceso que podríamos designar analógicamente como el incendio del velo, un incendio de la obra donde la forma alcanza su significado de luz

                               Rilke

 

Si ver era el fuego exigía la plenitud del fuego

y si ver era el contagio de la locura deseaba ardientemente esa locura

                              Blanchot

Mayo 4 de 2024