Se sabe que la escritura es embaucadora, simula ser la plenitud del habla, pero oculta un resto no descifrable que evita una interpretación categórica. Y es ese resto lo que permite que el texto pueda permanecer abierto e inapropiable.
Hay un conflicto irresoluble entre amor y discurso, porque el lenguaje es siempre mediato, en cambio el deseo es inmediato y absolutamente subjetivo e incompartible. No hablamos aquí de discursos amorosos de novelas que son la actuación de este conflicto, ya que que son el producto real de una búsqueda de lo irreal. Es la imposibilidad de hablar de lo inefable, por eso la sociedad provee un discurso que "expresa" el amor, una retórica que ocupa este vacío expresivo. Se expresa así lo inexpresable del contenido no el contenido de lo inexpresable
El amor desposee, nos sustrae del peso de ser, provoca un vaciamiento de nosotros mismos, un des-reconocerse. No se puede vivir el amor si pretendemos ser nuestros dueños. Somos la pura posibilidad que ignoramos, ese otro que nos habita y desconocemos, que nos falta. Todo es cambio, movimiento, fuego, y el amor, una emoción de cara a un “tal vez”, nunca una relación de dominio
El amor es devenir, no hay lugar absoluto, no hay centro, solo movilidad, deslizamiento
El enigma del amor perturba por eso queremos comprenderlo, explicarlo, acotarlo. Saber todo sobre el otro produce una idea de dominio incompatible con el amor. Al permitir que ese secreto del otro nos envuelva accedemos a lo imponderable
Puede parecer abstruso hablar del amor en estos términos cuando hemos sido formados a través de un relato social que diluye las reales aristas de ese sentimiento, como así también de todos los modos de sentir que afecten la continuidad del conveniente funcionamiento del sistema donde se asienta la sociedad. Así se intenta destruir la distancia frente al otro para “acercarlo”, despojarlo de su alteridad, convertirlo en un objeto listo para consumir. Suscribimos una historia de sentimientos que aparecen como naturales, pero son nada más que fabricaciones humanas
La alteridad parece haberse evaporado en desmedro del amor a favor de los narcisos que reducen a quienes dicen amar en objetos reivindicadores de su ego. El otro no es más que el soporte para el amor que el yo refleja en él, como una manera de satisfacer su necesidad de identificarse
En la sociedad de lo unívoco donde ventilar la intimidad apunta a crear esa pátina de aparente “igualdad”, identidad perversa que nos reúne en una comunidad homogénea y donde la híper visibilidad tiende a desestabilizar y a volvernos cada vez más vulnerables y convenientes, el amor es la más grande transgresión, es el triunfo de lo equívoco, de lo insondable, la extrañeza como hueco por donde asoma el asombro
La saturación de las modulaciones del amor en todas sus variantes testimonian una sola cosa: su ausencia
La carne, el verbo y el alma como ausencia
Lo velado, lo encriptado, erotiza, es el arma de seducción más potente, el murmullo apenas audible de lo más secreto. Nos enamoramos de quien provoca nuestra hondura más secreta, ese abismo que nos habita y habitamos
Somos seres discontinuos, oscilando en el abismo de una aventura ininteligible pero con nostalgia de la extrañeza, la locura, la herida, el fuego, la pasión, que duermen bajo el amor de magazine, seres discontinuos que añoran recuperar una continuidad imposible e ilusoria, una compenetración originaria entre los cuerpos y los seres, el eslabón perdido de la escena originaria.
El hombre es una mirada deseante que busca la imagen que le falta...Llevamos en nosotros el desconcierto de haber sido concebidos. No hay imagen que nos afecte que no nos recuerde los gestos que nos hicieron
El amor real, el único, es el que logra zafar de las trampas del lenguaje y del entorno social, creando un Lugar propio, una manera de vivirlo alejado de toda intromisión
Es necesario deshablar al mundo y nombrarlo todo de nuevo, crear una gramática que nos recuerde quienes somos
Hay que buscar ese silencio que ha dejado de ser un callarse