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57 - Aire de red
Divagar sobre lo que van a ser los siglos que vienen es un ejercicio de percepción crítica de lo que ya ha ocurrido y una prospectiva de lo que está casi ya en ciernes así como un desesperado intento de tenerlo presente y no acompañar el desfile de máscaras atolondradas que hoy nos rodea

El mundo ha olvidado el olvido, ha dejado su fe al pie de los altares, ha enterrado el pasado, ha matado a dios y vive de sus sombras, ha convertido la política en economía. Ha cambiado su rostro que se ha convertido en un gran pentimento. El mundo se ha arrepentido de ser. La revolución digital primordialmente ha inundado el suelo sobre el que hasta no hace mucho se asentaba la humanidad y ha desterritorializado sus fundamentos ofreciendo confortables poltronas desde donde negociar lo innegociable

Internet ha sido el emblema del gran cambio, un tsunami de información que ha  rebasado fronteras culturales, costumbres y lenguas convirtiendo al texto del mundo en un gran híper texto, un continuum donde fluyen los elementos más heterogéneos desafiando a la linealidad de la cultura del pasado que ha sido avasallada a partir del estallido de las redes sociales, su uso y abuso, y de la participación colectiva de formas de cultura alternativas que desplazan totalmente la verticalidad en favor de la horizontalidad, un viraje hacia lo colectivo en esta híper reconexión de culturas de hibridación, reciclado, mix y remix, que se disemina en una masa indiscernible y en la que no debería medrar la singularidad de lo cualitativo que se ve reemplazada por una cohorte de seguidores y amigos que prestan su conformidad y se ofrendan a sí mismos comprometiendo sus cerebros

Paradójicamente, lo que nos parecía la gran expansión soñada nos llevó a vivir en el reino de la selfie, del gif, del meme - como gran osadía de la imaginación - felices y distraídos en este mundo distópico que hemos creado a través de la magia digital

Las redes son un mercado persa de falsas identidades, trolls, buscadores de fama inmediata, stalkers, haters, hooligans, hoygans, spammers, dobles y avatares. Actúa como un ineludible paradigma de validación social y laboral - una prueba de la capacidad de relacionarse del postulante -  un marco ideológico que atraviesa todas las zonas de la experiencia contemporánea, abarcando lo pensable hasta sus mismos límites dándole la espalda al acontecimiento, desvaneciendo la potencia imaginativa y obturando toda posible capacidad de crecimiento de la sociedad

Es la sociedad del disfraz, un despiadado retrato de la exacerbación de las miserias humanas, espionaje, competencia desaforada, varias identidades simultáneas, traiciones de bajo calibre… una parodia de lo que la humanidad ha devenido al aceptar las reglas de este juego que acabó por convertirse en lo que hoy es el mundo, seres perdidos que se refugian en una pertenencia que los suma, los somete y los controla a cambio de unas pocas monedas de celebridad. Fatalmente todos respiramos la misma atmósfera viciada, y aun los que se resisten igualmente forman parte de ese aire de red, inevitablemente necesario para funcionar en los variados ámbitos que suscriben sus utilidades

Los usuarios fuimos cautivados y cautivos de un omnímodo mercado de producción y distribución de contenidos digitales, último escalón de una cadena que comenzó con la irremediable atracción de una apabullante información. Solo la lucidez permitiría resolver esa impotencia reflexiva que nos convence de que cualquier tipo de problemas puede ser resuelto a través de la tecnología. Esa ilusión de creer en lo afortunado que somos al vivir en una época excepcional solo resume la banalidad de un criterio reduccionista respecto al hoy de la web. O es una falsa conciencia?

Frente a las voces que aclamaban que la tecnología favorecería la democratización de la sociedad y que hoy sabemos que solo ha sido una caída horizontal en la mediocridad, comprobamos que la red transa con los regímenes totalitarios que controlan la vida de los ciudadanos y monitorean su actividad de todos los días con un puntillismo en el detalle hasta hoy desconocido. La promesa de garantizar la libertad se eclipsa frente a los intereses económicos en pugna. El usuario que ingresa a la red confiado de que va a vender su producto, pasa a ser un producto a vender y hasta sus datos se le sustraen sin consultarlo. Son las reglas de este gran juego que cambian todos los días para lograr más poder y más control. No hay problema que no se resuelva con una app, y este ejercicio podría afectar la potencia de nuestro cerebro que descansa esperando que su prótesis digital se lo resuelva

Uno de los grandes problemas que enfrenta esta época radica en la naturalidad con que se asume el discurso de la red, que hoy es ni más ni menos que el Mundo, nada hay fuera de ella, y otro, es el bajísimo nivel intelectual de este medio que impide la crítica y la asunción de que aun considerando sus grandes logros, la red no es una panacea: la falta de privacidad, la fuga de datos, la sociedad que supo modelar -voyeurista, narcisista, entronizadora de la imagen como sumo bien en desmedro de la persona – y el slogan de un mundo más abierto e igualitario que resultó una falacia son algunas de sus lacras pero esto no implica detractar la red – notorios  y conocidos son sus aportes – solo ser su conciencia y no ver la nuestra usurpada por un criterio totalitario y consumista

 

No sabemos si en los siglos venideros quedará algún intempestivo que no se sienta “contemporáneo” de este futuro que quizá ya imaginan unos cuantos, pero lo cierto es que al tratar de descoser el envoltorio de este Hoy le costará creer cómo la humanidad intentó de todos modos plasmar la estolidez, cavando su propio precipicio


 Marzo 2017