El mundo ha olvidado el olvido, ha dejado su fe al pie de los altares, ha enterrado el pasado, ha matado a dios y vive de sus sombras, ha convertido la política en economía. Ha cambiado su rostro que se ha convertido en un gran pentimento. El mundo se ha arrepentido de ser. La revolución digital primordialmente ha inundado el suelo sobre el que hasta no hace mucho se asentaba la humanidad y ha desterritorializado sus fundamentos ofreciendo confortables poltronas desde donde negociar lo innegociable
Internet
ha sido el emblema del gran cambio, un tsunami de información que ha rebasado fronteras culturales, costumbres y
lenguas convirtiendo al texto del mundo en un gran híper texto, un continuum
donde fluyen los elementos más heterogéneos desafiando a la linealidad de la
cultura del pasado que ha sido avasallada a partir del estallido de las redes
sociales, su uso y abuso, y de la participación colectiva de formas de cultura
alternativas que desplazan totalmente la verticalidad en favor de la
horizontalidad, un viraje hacia lo colectivo en esta híper reconexión de culturas
de hibridación, reciclado, mix y remix, que se disemina en una masa
indiscernible y en la que no debería medrar la singularidad de lo cualitativo
que se ve reemplazada por una cohorte de seguidores y amigos que prestan su
conformidad y se ofrendan a sí mismos comprometiendo sus cerebros
Paradójicamente, lo que nos parecía la gran
expansión soñada nos llevó a vivir en el reino de la selfie, del gif, del meme - como gran osadía de la imaginación - felices y distraídos en este mundo
distópico que hemos creado a través de la magia digital
Las redes son un mercado persa de falsas
identidades, trolls, buscadores de fama inmediata, stalkers, haters, hooligans,
hoygans, spammers, dobles y avatares. Actúa como un ineludible paradigma de
validación social y laboral - una prueba de la capacidad de relacionarse del
postulante - un marco ideológico que atraviesa
todas las zonas de la experiencia contemporánea, abarcando lo pensable hasta sus mismos límites dándole la espalda al acontecimiento, desvaneciendo la potencia
imaginativa y obturando toda posible capacidad de crecimiento de la sociedad
Es la sociedad del disfraz, un despiadado
retrato de la exacerbación de las miserias humanas, espionaje, competencia
desaforada, varias identidades simultáneas, traiciones de bajo calibre… una
parodia de lo que la humanidad ha devenido al aceptar las reglas de este juego
que acabó por convertirse en lo que hoy es el mundo, seres perdidos que se
refugian en una pertenencia que los suma, los somete y los controla a cambio de
unas pocas monedas de celebridad. Fatalmente todos respiramos la misma
atmósfera viciada, y aun los que se resisten igualmente forman parte de ese aire
de red, inevitablemente necesario para funcionar en los variados ámbitos que
suscriben sus utilidades
Los usuarios fuimos cautivados y cautivos de un
omnímodo mercado de producción y distribución de contenidos digitales, último
escalón de una cadena que comenzó con la irremediable atracción de una
apabullante información. Solo la lucidez permitiría resolver esa impotencia
reflexiva que nos convence de que cualquier tipo de problemas puede ser
resuelto a través de la tecnología. Esa ilusión de creer en lo afortunado que
somos al vivir en una época excepcional solo resume la banalidad de un criterio
reduccionista respecto al hoy de la web. O es una falsa conciencia?
Frente a las voces que aclamaban que la
tecnología favorecería la democratización de la sociedad y que hoy sabemos que
solo ha sido una caída horizontal en la mediocridad, comprobamos que la red
transa con los regímenes totalitarios que controlan la vida de los ciudadanos y
monitorean su actividad de todos los días con un puntillismo en el detalle
hasta hoy desconocido. La promesa de garantizar la libertad se eclipsa frente a
los intereses económicos en pugna. El usuario que ingresa a la red confiado de
que va a vender su producto, pasa a ser un producto a vender y hasta sus datos
se le sustraen sin consultarlo. Son las reglas de este gran juego que cambian
todos los días para lograr más poder y más control. No hay problema que no se
resuelva con una app, y este ejercicio podría afectar la potencia de nuestro
cerebro que descansa esperando que su prótesis digital se lo resuelva
Uno de los grandes problemas que enfrenta esta
época radica en la naturalidad con que se asume el discurso de la red, que hoy
es ni más ni menos que el Mundo, nada hay fuera de ella, y otro, es el bajísimo
nivel intelectual de este medio que impide la crítica y la asunción de que aun
considerando sus grandes logros, la red no es una panacea: la falta de
privacidad, la fuga de datos, la sociedad que supo modelar -voyeurista,
narcisista, entronizadora de la imagen como sumo bien en desmedro de la persona
– y el slogan de un mundo más abierto e igualitario que resultó una falacia son
algunas de sus lacras pero esto no implica detractar la red – notorios y conocidos son sus aportes – solo ser su
conciencia y no ver la nuestra usurpada por un criterio totalitario y
consumista
No sabemos si en los siglos venideros quedará algún intempestivo que no se sienta “contemporáneo” de este futuro que quizá ya imaginan unos cuantos, pero lo cierto es que al tratar de descoser el envoltorio de este Hoy le costará creer cómo la humanidad intentó de todos modos plasmar la estolidez, cavando su propio precipicio
Marzo 2017