Un gesto inútil de regodeo en un enunciado que de tan enunciado se vuelve invisible, un chisme inflado, paródico, que solo contribuye aún más, si fuera posible, a la entropía del sentido, al hundimiento en el discurso de lo Mismo, a la repetición, solo en aras de conferirle relevancia a partir de la cantidad y sobre todo a la posibilidad de participar activamente en el aplanamiento de la individualidad, supremo deseo del sistema, que colabora así con el ruido de la información que se horizontaliza y se derrama como ceniza al final del día
El cualquier cosa se convierte en el colmo sofisticado de cualquier valor
Es la viralidad la que impulsa a la banalidad o
más bien es la banalidad generalizada la que azuzando la mediocridad latente se
hace eco de cualquier nimiedad engendrando frenéticamente un virus letal que
sin lugar a dudas comienza en algún punto cualquiera de un interés creado solo
que para transportarse a sí mismo y captar la atención de una sociedad que no
sabe más qué hacer, solo uniformarse con la pertenencia, con un grito al
unísono que no hace más que rebotar contra sí mismo?
Hay un Ojo que instaura Una Mirada, instala el
Canon a seguir, un mandato subliminal que los demás suscriben cuando eligen. Se
inventa un punto de vista que compromete la palabra, la imagen, el gesto, la
vida y el discurso solo se atiene a administrar esa realidad proveyendo un
vademécum virtual con las normas de visibilidad cultural que nos convierte en
inmediatamente legibles y discernibles, produciendo un efecto de verdad, una
especie de segunda retina para no perderse en las posibilidades de la
in-existencia, en suma, un paradigma lícito, seguro, legítimo, que nos lee y
etiqueta
La viralidad tiene una misma imagen de discurso
que se repite hasta su dehiscencia. Si bien los comienzos pudieron haber sido
espontáneos, como una coincidencia más o menos generalizada, en la actualidad parte
de una intencionalidad planeada y raramente
suele estar exenta de intereses espurios. Es una figura de la unanimidad
asociada al poder que tiene siempre delirios de grandeza y propósitos
inclaudicables. Se trata de crear la ilusión de la participación colectiva a
partir de una decisión individual o empresarial que la asume como estrategia de
promoción. Los unánimes, adheridos a la necesidad de ser-vistos, suman y se
suman a ese pacto social implícito porque hay-que-estar y pertenecer. Van
detrás de una idea vacía. Es la vacuidad espectral de la cantidad, la
vehemencia del virus, la pandemia de crecimiento exponencial y la expansión de
la expansión-de la expansión
La publicación en los media de cuál fue el
tópico viral del día es la enunciación que revela el simulacro del mundo y la
falsedad del poder. Somos la modernidad masificada que da su consenso al dinero
y la fama como las bases indiscutibles donde asentar la vida, para lograr un
status social que nos dispense del desasosiego y la fragilidad de esta
errancia. El poder necesita de los ingenuos útiles para guardar el secreto de
sí mismo y proporcionar un rostro para personificar imágenes de las que en
realidad carece. Asiente al barullo unánime, al ruido que habla sin decir nada
o que dice la nada del ruido. La avaricia del poder es tan inmensa que no tiene
sombra, es su propia sombra. Poder y masividad se confunden. Jano Bifronte -
las dos caras de la moneda.
La diferencia entre la inteligencia y la estupidez
reside en el manejo del adjetivo cuyo uso no diversificado constituye la
banalidad
El
consenso de los muchos es una especie de reverencia social que provoca con la
autosugestión pervirtiendo la percepción. La repetición de la repetición
consagra el ícono viral y los unánimes están dispuestos a todo para validar
privilegios y mantener la puesta en escena del éxito en la que ni creen demasiado.
Solo idolatran su simulacro, son sus fans, súbditos de la unanimidad y el
poder. El deslumbramiento que emana de la quimera de las mayorías seduce y es
más poderoso que la soledad fría y lúcida. A veces ampararse en la autoridad de
la unanimidad – que nos “defiende” de la singularidad de elegir – se revela más
grata que el peligro de la diferencia, de la marginalidad. El poder para
dominar, manipular, para estar siempre presente y no ser olvidado, necesita
diseminarse como reflejo de sí, necesita de la unanimidad, mejor dicho, de la
unanimiedad, la unión que hace posible la efímera trascendencia de lo
intrascendente
Más allá de los unánimes restan zonas de
intemperie con tiendas provisorias para los inmunes de la errancia
Mayo 2017