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63 -La viralidad de lo banal
La viralidad es el vértigo de lo banal, la saturación del vacío de significado, un movimiento que se agota en su propia transmisión, en el eco de sus miles de ecos que se van apagando en su misma in-significancia

Un gesto inútil de regodeo en un enunciado que de tan enunciado se vuelve invisible, un chisme inflado, paródico, que solo contribuye aún más, si fuera posible, a la entropía del sentido, al hundimiento en el discurso de lo Mismo, a la repetición, solo en aras de conferirle relevancia a partir de la cantidad y sobre todo a la posibilidad de participar activamente en el aplanamiento de la individualidad, supremo deseo del sistema, que colabora así con el ruido de la información que se horizontaliza y se derrama como ceniza al final del día

El cualquier cosa se convierte en el colmo sofisticado de cualquier valor

Es la viralidad la que impulsa a la banalidad o más bien es la banalidad generalizada la que azuzando la mediocridad latente se hace eco de cualquier nimiedad engendrando frenéticamente un virus letal que sin lugar a dudas comienza en algún punto cualquiera de un interés creado solo que para transportarse a sí mismo y captar la atención de una sociedad que no sabe más qué hacer, solo uniformarse con la pertenencia, con un grito al unísono que no hace más que rebotar contra sí mismo?

Hay un Ojo que instaura Una Mirada, instala el Canon a seguir, un mandato subliminal que los demás suscriben cuando eligen. Se inventa un punto de vista que compromete la palabra, la imagen, el gesto, la vida y el discurso solo se atiene a administrar esa realidad proveyendo un vademécum virtual con las normas de visibilidad cultural que nos convierte en inmediatamente legibles y discernibles, produciendo un efecto de verdad, una especie de segunda retina para no perderse en las posibilidades de la in-existencia, en suma, un paradigma lícito, seguro, legítimo, que nos lee y etiqueta

La viralidad tiene una misma imagen de discurso que se repite hasta su dehiscencia. Si bien los comienzos pudieron haber sido espontáneos, como una coincidencia más o menos generalizada, en la actualidad parte de una intencionalidad  planeada y raramente suele estar exenta de intereses espurios. Es una figura de la unanimidad asociada al poder que tiene siempre delirios de grandeza y propósitos inclaudicables. Se trata de crear la ilusión de la participación colectiva a partir de una decisión individual o empresarial que la asume como estrategia de promoción. Los unánimes, adheridos a la necesidad de ser-vistos, suman y se suman a ese pacto social implícito porque hay-que-estar y pertenecer. Van detrás de una idea vacía. Es la vacuidad espectral de la cantidad, la vehemencia del virus, la pandemia de crecimiento exponencial y la expansión de la expansión-de la expansión

La publicación en los media de cuál fue el tópico viral del día es la enunciación que revela el simulacro del mundo y la falsedad del poder. Somos la modernidad masificada que da su consenso al dinero y la fama como las bases indiscutibles donde asentar la vida, para lograr un status social que nos dispense del desasosiego y la fragilidad de esta errancia. El poder necesita de los ingenuos útiles para guardar el secreto de sí mismo y proporcionar un rostro para personificar imágenes de las que en realidad carece. Asiente al barullo unánime, al ruido que habla sin decir nada o que dice la nada del ruido. La avaricia del poder es tan inmensa que no tiene sombra, es su propia sombra. Poder y masividad se confunden. Jano Bifronte - las dos caras de la moneda.

La diferencia entre la inteligencia y la estupidez reside en el manejo del adjetivo cuyo uso no diversificado constituye la banalidad

 El consenso de los muchos es una especie de reverencia social que provoca con la autosugestión pervirtiendo la percepción. La repetición de la repetición consagra el ícono viral y los unánimes están dispuestos a todo para validar privilegios y mantener la puesta en escena del éxito en la que ni creen demasiado. Solo idolatran su simulacro, son sus fans, súbditos de la unanimidad y el poder. El deslumbramiento que emana de la quimera de las mayorías seduce y es más poderoso que la soledad fría y lúcida. A veces ampararse en la autoridad de la unanimidad – que nos “defiende” de la singularidad de elegir – se revela más grata que el peligro de la diferencia, de la marginalidad. El poder para dominar, manipular, para estar siempre presente y no ser olvidado, necesita diseminarse como reflejo de sí, necesita de la unanimidad, mejor dicho, de la unanimiedad, la unión que hace posible la efímera trascendencia de lo intrascendente

Más allá de los unánimes restan zonas de intemperie con tiendas provisorias para los inmunes de la errancia



Mayo 2017