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70 - Melancolía. La espera
Mundo emblema de las multitudes mediáticas y exitistas, súbditos de lo Mismo. Almas en suspenso de seres que sobreviven casi sombras a expensas de los falsos brillos
Mundo emblema de la agitación vacía de la humanidad que corre detrás de sus objetivos a velocidad luz, invirtiendo todo su presente en cuotas a largo plazo de futuro, pero que a pesar de la sonrisa eterna y la felicidad programada, los “amigos” y las novedades, es toda espera, una espera inconfesa y camuflada en logros espurios

Para quien ya no tiene esperanza ha sido dada la esperanza y solo para quien en cada caso no podrá alcanzarla han sido asignadas metas

La vida como proyecto es la espera siempre latente del cumplimiento de las metas y a la vez la cuerda del desencuentro inevitable entre el deseo y el objeto de deseo, un viaje de ida en un tiempo de ceniza entre los escombros de las ilusiones
 Hay un irse entre los tiempo que acontece cuando nos extraviamos y la llegada se difiere como promesa de lejanía, el llamado absoluto y vacío del deseo que siempre parte hacia lo que lo diferencia. El que espera ignora la plenitud del instante, traiciona la puntualidad del presente, lo ausencia como presente y abre una puerta en el tiempo fraguando inexistencias para colmar su vacío, un vacío que se va ahondando de a poco y se dibuja encarnando infinitamente la falta, distinta todas las veces cada vez, punto de fuga de los días, movimiento inmanente del engranaje del deseo que se consuma sin consumarse ni consumirse, que sueña la posesión, la fascinación idéntica a sí misma, la trampa del espejo. Su eterno desplazarse

Si el deseo es el motor de la espera, la espera es el hiato de la ilusión, la desilusión diferida, un transcurrir que adormece la existencia, un disfraz del vacío. Solo el surgir de un acontecimiento, el roce de la llegada de una epifanía podría alterar la inercia de la espera que es la esperanza infinita en una promesa no pronunciada, pero el acontecimiento nunca acontece cuando se lo espera, es lo fuera de lugar, nunca tiene lugar cuando tiene lugar, siempre aparece demasiado tarde y desaparece demasiado pronto

Esperar es ese no-lugar que se extiende ilimitadamente frente a nosotros precipitándose hasta abrazar los ecos de la distancia, una interioridad que nos crea, mientras la meta ansiada se halla cada vez más lejos, los imperativos sociales vampirizan las existencias y la imitación y la condescendencia izan su bandera. Paulatinamente, la  promesa de una huella siempre al llegar va dibujando día a día el trazo del deseo, el deseo infinito al pie del cual vienen a morir todos nuestros otros deseos, la lejanía insinuándose en el espacio, haciéndose y deshaciéndose, el rostro desde siempre eterno desconocido y a la vez conocido, perdido e inapropiable, siempre escapándosenos, ese rostro de rasgos invisibles que no es más que el presentimiento de lo irrenunciable, la pasividad de una ausencia inclaudicable, a punto de devenir melancolía
La atracción de los contrarios es inevitable, y la melancolía acude para desvelar la banalidad del mundo. Forma parte de esa espera invisible. La intensidad concentrada en un punto puede hacer existir lo inexistente, acercar infinitamente una presencia espectral incolmable y desmesurada, una infinita paciencia pasiva al borde del vacío

Vidas en suspenso  /  serpentean   /  en el vacío

Más allá de los días, más allá de la noche, la espera nos une, nos une la oscilación de la distancia frente a la indiferencia de la lejanía, la morosidad del pensamiento, la persistencia de los sueños, las infinitas horas de inquietud, nos une el silencio de los vivos y de los muertos, nos une la melancolía, esa figura velada que araña nuestro fondo oscuro y le presta su voz

Este tiempo que nos vive es el de la omnipresencia de la ausencia que el alma aloja como presencia, y que reaparece inagotablemente en rostros siempre distintos como un tatuaje indeleble e insobornable del espíritu, tiempo de la melancolía, luz ácida, noche de la noche negra del alma, sabiduría del fulgor de lo oscuro. Melancolía, amante de sus propios fantasmas, rebeldía quieta que sostiene sin abdicar la visión de lo sublime, impasible, clarividente y desentendida del mundo. Guardiana de un saber que viene de las profundidades de la Tierra
Acedia – apatía del corazón - tristitia, tedium vitae, desidia, mal de siecle(s), dolor de existir, pasión del alma, deus absconditus, melancolía, nombres que testimonian su paso a través de las épocas, parcializada a veces como banalizada otras, considerada peligrosa por lo sistemas de poder por su desprecio del mundo, no obstante y a pesar del dolor y el desgarro del alma que acompañan su llegada, esta novia de la noche cuenta en su ajuar los elixires necesarios para despertar al alma y sus misterios - el recogimiento, la reflexión, su pasión por lo oculto, su amor a la oscuridad. Un Inconmensurable abismo
 Individualidad soberana, la melancolía hoy ocupa un lugar preponderante en el alma de los hombres que transitan la cartografía de lo oscuro huyendo de lo trágico, que viven en el clímax amargo y doloroso de quebrantos y ausencias y del imposible “hubiera sido”, en medio de la desaparición de los vínculos de sentido de una época marcada por siluetas espectrales. Absorto, perplejo, implicado y expulsado, el hombre melancólico sobrevive al naufragio de los días perdidos como si se hubiera desatado de su estrella. Su dolor es la respuesta al sin-sentido de un mundo fragmentado que se espeja frenéticamente a sí mismo

Hay una revolución secreta en el hombre tocado por la melancolía que crece en medio de la indiferencia de los días y el dudoso reposo de las noches. Un resplandor antiguo que lo “extraña” del mundo y arroja luz sobre una herida abierta que hoy encarna en el vacío absoluto como emblema de la época.  La melancolía se ha instalado en el alma como recordatorio de nuestra esencia trágica, y es la que recorre ese territorio de la vacilación humana que espera sin saber bien qué, después de haber construido paisajes nocturnales donde alojó todo lo que no fue capaz de habitar, el abismo, la vida como duelo, el pensamiento de las sombras
Desbordamos el discurso que pretende explicarnos, ese partir sin hacia dónde. Hay un misterio, nuestro propio misterio: una ausencia en la cual echar raíces
                                                                                                                                    
Solo me fío de esa luz que se enciende en lo oscuro
Luz sin ocaso en el medio de la eterna noche


Julio 2017