El salto, la elevación, el despegue del fundamento que nos sostiene, privilegian el dejar de ver aisladamente los fragmentos que estrechan la mirada, y son los que restablecen la inmensidad inconmensurable que atados a la gravedad del mundo no percibimos.
Nunca se alcanza a ver el mundo desde donde se está. La satisfacción de lo que podemos alcanzar desde nuestros límites no obstante no nos deja caer en el olvido que somos la prueba de lo imposible, lo contrario de lo que somos. Lo que nos falta. Somos el aún del misterio, habitantes de la zona más próxima al enigma de la fragilidad de transitar por esta tierra
Acaso eso otro que nos falta no nos requiere pasar por sobre nuestros acotados límites, sentir el disiparse de la realidad del mundo, la imprevisibilidad total, enfrentar nuestra ignorancia ante la incerteza que late en lo imaginario, lo insospechado y la distancia imposible de colmar, encarnar la perplejidad de estar alojado y desalojado, habitado y deshabitado, sumergido y expulsado?
He dado el salto de mí al alba
Logicizamos el mundo, tajeamos la realidad en normas y categorías. Nos adaptamos mundo dejando exánime lo real donde el tiempo se vuelve ininteligible y este mundo una ilusión. Pretendemos que el discurso racional nos envuelva como un velo que proteja de la fatalidad que nos fascina, lo eterno respirando, lo indoblegable. Vestimos al mundo de interpretación, nuevas palabras que se repiten y difieren excretando lo que siempre va a faltar, la excedencia de lo que el discurso no puede contener. La interpretación es el sonido del mundo, el ruido, la furia. Ser sin ser, pasión y devenir de la diferencia, un exilio permanente que trastoca los espejismos de la verdad, un enrarecimiento de la pregunta irreductible que va proyectando su sombra. Errancias sin esclarecer. Jirones de pensamientos como una creación de la mirada que se cuela en las zonas más sensibles de la existencia. Nuestra mirada es plural, un transitar insumiso a través de un continuum de interpretaciones que se desplazan unas a otras. Una continua e infinita alusión
ilegibilidad de este mundo
todo redoblado…
tú aferrado en lo tuyo más profundo
de ti te apeas
para siempre
Hay un sentimiento de inquietud que flota en el presente abierto y vacilante que vivimos e impide la coincidencia con uno mismo. Es la aceptación de la imposibilidad de alcanzar lo definitivo, la condición de posibilidad de la experiencia de la vida arrojada, siempre en tránsito, en medio de un saber a medias y un completo no-saber, un sentimiento de no-lugar, un ansia de partir, de diferenciarse, un partir de sí que no es la fuga, sino el experimentar la extrañeza de lo absolutamente otro, el afuera del límite
En mí vive un grito
por la noche aletea
buscando con sus garras, un objeto de amor
me aterroriza el algo oscuro
que vive en mi interior
No existe saber para el hombre que no sea un infinito no-saber dónde se derrumban para renovarse todos sus supuestos conocimientos, incalculables idas y vueltas sobre un territorio conocido. Una realidad hecha de gestos pacientemente recomenzados. Una exploración de la nada a través del tiempo, el vasto rumor ininteligible antes de que asome un umbral
Leemos la época desde la perspectiva de los límites a los que hemos sido llevados. Una indagación de accesos, atajos interminables hacia lo que está fuera de nuestro alcance sin poder vencer la fatalidad de la distancia. Abismos de espera. Un recomenzar irreversible sin aviso ya que el tiempo pasando se expresa como giros de perspectiva en el pensar, una constante sorpresa. Cada momento exige la captación de su pasaje y el pensamiento debe transmutarse en un ojo absoluto consciente de su propio estar pasando, comprometido con este tiempo, a cuestas con su finitud, un instante verdadero que no debe confundirse con una verdad que no puede salvarse, con una voluntad de verdad que es la búsqueda de lo permanente, el afán de tornar pensante todo, volverlo liso, obviar los relieves, para que la razón lo refleje como un espejo
Io che vado per la vita como se fossi solo un occhio
é l´ io che bruccia
El hombre atraviesa el mundo los oídos abiertos, extrañados los ojos, vadeando la orilla de lo insospechado de los días con esa sensación de que tanto ha sido dicho si no todo, y ese aliento que aún persevera como soplo dispersando el resto que no muere. Se muere en el sentido mientras se desvanece la significación, se transita en el desierto de los puros significantes y se peregrina hacia donde resta la huella que no señala el refugio de una presencia anterior sino una ausencia absoluta, algo que no es pero tampoco es nada, un entre ser y nada, un sentido en custodia, un custodiar la ausencia
Lo que por no decir no se conoce pero se presiente con un no –sé- qué balbuceante
Todo el universo de significados es oscuridad sin sentido, sintaxis de un discurso irredimible. Los sentidos dados son como ecos de tramas deshilachadas que nos inundan de pensamientos congelados, vacíos de apertura
Somos ruido autosuficiente, sembrando desierto, colonizando ausencia
El encuentro con lo real debería ser una incandescencia… las cenizas de la realidad cayendo
Lo real es el más-absoluto, el más-de-lo-que-vemos, el más-de-lo-que-vivimos, el más-de-lo que-somos, el siendo-más. Pura pasividad de ser. Envuelve el afuera del mundo y penetra en las certezas del día donde todo es marca de las marcas. La realidad traiciona a lo real, es un abrazarse a lo ilusorio con toda la carne sin darse cuenta de que un espectro ocupó el lugar. Buscamos lo real en lo fantasmático mientras que es la alteridad absoluta que hace callar la realidad y le impone silencio a la palabra. Es nudo con la realidad y al mismo tiempo quiebre. Da vida a todo lo que desautoriza al mundo, perfora, socava y desmadeja la red de hilos que lo miente. Allí donde se produce el hundimiento de la realidad acontece la máxima comprensión del hecho del mundo
Nos sucedió el mundo y le sucedimos. Es el sentido de todo este sin-sentido que hay que atravesar, la realidad, como un desgarro que vive entre las palabras y las cosas, una costura abierta donde se vislumbran los restos de una humanidad que se debate entre la opacidad y la fulguración. Nos desvivimos entre verdades omnicomprensivas y omniexplicativas, nos colgamos del hilo del discurso y nos callamos la noche cóncava del verbo
el mundo es más profundo de lo que el día piensa
Setiembre 2017