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84 - Entre - textos
Vacilamos entre la porosidad de los márgenes y la difuminación de las fronteras. Los bordes ya no son horizonte sino umbral comunicante, territorio inexplorado entre el adentro y el afuera

Sin embargo, estamos implícitos en una producción homogénea y contextualizada, un discurso que nos aglutina con una lengua propia a través de la cual devenimos condicionados por los distintos contextos que moldean “nuestra” realidad, una realidad que actúa como institución imaginaria de la sociedad. La lectura de los signos sobre las cosas y los cuerpos cubiertos de lenguajes invierte la mirada alerta en un ejercicio de desciframiento continuo mientras el ojo desapercibido no ve más que la cotidiana y natural costumbre del aparecer de las cosas  propio del sentido común que nos amontona. Así, nuestra conciencia sobre nosotros mismos deviene acrítica porque es gregaria, obvia, transparente. Pero hay quienes están en guerra con su tiempo, una guerra que consiste simplemente en desenmascarar la mirada perversa que se posa sobre el mundo, la palabra que miente el referente. No son nostálgicos del tiempo pasado, ni románticos ni posan de snobs, son ex-céntricos, criaturas de los bordes, testigos de la periferia con una perspectiva diferente, una mirada crítica y extranjera hacia el adentro que habitamos, ya desde el afuera ya desde el mismo adentro. Son los intempestivos, los verdaderos contemporáneos
El discurso referencial nos ha habitado desde siempre, hablamos la misma lengua que no obstante a pesar de su lisura oculta relieves que advierten sobre su contradicción interna y señala cómo este discurso aparentemente tranquilizador se sustenta en un conocimiento cerrado con vista al dominio, la totalización y la clausura. El abordaje de su crítica conduciría a una problematización productiva de la relación del lenguaje con la realidad. El lenguaje no articula el significado del mundo, constantemente excluye lo real al intentar asirlo. Lo verdaderamente real carece de mundo
Podemos conocer el suceso más cercano a través de sus restos, de su rastro textualizado. No reproducimos los hechos tal cual suceden, solo los releemos, creamos textos. La realidad humana es un constructo y además, cada uno de nosotros aparece ya provisto de una historia semiótica, de una serie de identificaciones a través de las cuales hemos sido engendrados. Desde el cordón umbilical, la primera gran información, summa del hombre y sus circunstancias, que nos convierte en seres únicos e irrepetibles, hasta el cordón digital - a través del cual el hombre se desidentifica como individuo pero se identifica en términos de multiplicidad, se construye y se reconstruye - el ser humano pasa su vida atado a la educación de la mano de sus padres y maestros e inmerso en búnkers sociales, políticos, económicos et al, en medio de sus campos discursivos y sus sistemas de normas y reglas. Va impregnándose de un determinado modo de pensar, hablar y escribir que lo forma, lo informa y lo deforma y puede conducirlo fatalmente hacia la infantil tranquilidad de la disciplina impuesta

En el discurso, la escritura, la comunicación, hay siempre algo más y algo menos que una simple transferencia semántica. La producción de sentido se cuelga del contexto de todas nuestras enunciaciones, de esa red de escrituras que se alían a través de distintas culturas y singularidades y fugan hacia los demás planos de expresión que se entrecruzan en un gesto, un universo como continuum, como rizoma del que el hombre forma parte como proceso y lugar de contradicciones. No se puede aislar al lenguaje del discurso ni al discurso de la subjetividad del hombre que se constituye como sujeto en y a través del lenguaje, en “su” realidad. El discurso, al ser un entrecruzamiento de poder y saber, no puede considerarse como algo consolidado, definitivo, contínuo, ya que pende del hilo de quién lo habla, del poder que detenta y del contexto donde se sitúa. Al ser omnipresente, está siendo producido ininterrumpidamente y así la “verdad” esconde en sí  misma su trágica caída, su propia negación. La única verdad  se desplazó del acto ritualizado de la enunciación en lo que había sido enunciado

Las cosas que más nos importan están más allá de las palabras pero no obstante son hondamente reales quizá porque no han sido nombradas. Quien escribe sabe que solo cuenta con el lenguaje y que ineludiblemente está atado a él y cree firmemente que las cosas son como las nombra, pero los discursos no son inocuos, todos producen efectos, moldean conciencias que están inextricablemente relacionadas con los sistemas imperantes. La ideología se construye y es construida por el modo en que vivimos nuestro rol dentro de la totalidad social y al criticarla estamos ya dentro de otra ideología

En vano tratamos de despertar de nuestro sueño ideológico porque somos la conciencia de ese sueño

Nadie puede situarse fuera de lo que critica, siempre está implicado en ese valor que se elige desafiar pero siempre en su propia lógica de sentido que no es enjuiciable como diría Deleuze. Así el debate entre quién tiene la verdad y quién no - una de los modos más caros de relacionarse en el ciberespacio - deja de tener sentido. Sería más interesante comprender sobre qué plano están moviéndose los que polemizan y qué pone en marcha su proceso enunciativo

Se viven climas esherianos, erramos sobre laberintos de palabras, paisajes semánticos sobre los que construimos mundos inestables y efímeros, en suma, discursos, regímenes de representación sin solución de continuidad que crean una realidad que a su vez nos con-forma y nos conforma. El lenguaje siempre tiene el poder de construir y no solo describir aquello que representa. El hombre se disuelve en las ondas del lenguaje, un pronombre que habla, arrastrado en el torrente del discurso
 
Lo que hacemos cuando leemos, cuando observamos, sin importar cuán natural parezca, presupone todo un discurso teórico, aunque no esté dicho, sobre el lenguaje y el significado, sobre las relaciones entre significado y mundo, significado y personas, y sobre las personas y su lugar en el mundo

La imaginación social se apoya sobre un paradigma de deseos, necesidades y apetencias, una especie de mapa de rutas claras que asegura un esquema colectivo de interpretación de sus expectativas y construye las representaciones globales de la vida social y cultural que manipuladas por el poder provocan la adhesión a un sistema de valores, moldean conductas y canalizan energías
  
Las teorías no descienden del topos uranus, no son arquetipos perfectos y paradigmas únicos de la realidad. Necesitan nuestra atención, nuestra vigilia. Solo es posible leer en los márgenes, desbaratando los modos establecidos, desmontando la puesta en escena de la producción de ese texto, viendo a través de nuestras apariencias culturales
 
Nosotros mismos circulamos como textos, como intersección de textos, somos un entre-texto, nos sostenemos en el lenguaje. Somos una ficción creada por los discursos, un sitio de encuentro inadvertido entre la multiplicidad y la equivocidad de las palabras, la superficie visible de una profundidad invisible

El hilo de la educación que clausuró todos los entres donde anidaba la incerteza, legitimado con ideas claras y distintas y citas que las avalaban, debería quebrarse en un gesto  hacia la liberación y la creatividad, la creación y recreación constante de la realidad y en ese espacio de libertad convertirse en un arte donde se jueguen la ética y la estética de la existencia

El saber humano es siempre la interpretación de un discurso por otro. Cuando no hay texto o discurso a interpretar repetimos el lenguaje


Noviembre 2017