donde uno flota entre susurros inaudibles en los que se adivina la inminencia de un algo inauditamente nuevo, extremadamente otro, como el fondo de una obsesión desconocida carente de palabras, de lenguaje, que se hace presente en una sucesión de falsos comienzos y argumentos inacabados, notas en sordina con un algo de melancolía, un ir y venir desasosegado por letras escurridizas tratando de atrapar lo evanescente, de ordenar las sombras
Uno puede fugarse sin retroceder, esconderse sin
renunciar, al tiempo que atiende a las
aberturas más inesperadas como si fueran una caja de resonancia que reverbera
residuos de una casi lucidez, que dejan una estela al pasar, el avance de una extrañeza
semejante a la evidencia de un umbral, de una mudez insensata, irreductible, que
pareciera impedir el eco en la escritura, como una insistencia que atrae,
provoca, exige y fuga
La vida, textualidad urdida como una escritura
marcada por la ausencia, camino sin camino, fisura íntima entre un mundo en
exceso y un exceso de mundo, procede según estrategias oblícuas y en
direcciones aleatorias y pasa a través de escenas imaginarias que huyen del
enunciado y que sin embargo son como el mismo trasfondo sobre el cual cobra
algún sentido lo que pudiera decir, sonidos sin sentido previo pero sonidos previos
a toda palabra de un lenguaje cifrado e imprevisible, una escritura en blanco,
sin argumento, sin huella, una escritura de deseo, del más puro deseo de
lenguaje
No son historias, o sí lo son, es la experiencia
misma de un mundo- otro- aquí, de un itinerario irrepetible de lo que está
afuera ilimitado e indecible. Es lo que se ignora lo que habla, el encuentro
con lo imposible, las puertas inesperadas. Es entrever la distancia de lo no
tocado por la palabra. Una desmesura que aguarda cada vez la dolorosa aventura
de la enunciación
Todo escritor penetra en un territorio que se
vive como oquedad, donde lo que se va a decir no existe antes del acto de
decir, donde el blanco es vértigo y la palabra esquiva. Vacila en los bordes de
la locura - como un pensar que se
expande más allá de las fronteras de la razón - , en la cuerda floja de un
lenguaje estallado - donde el límite de
la palabra se incendia en los bordes y la realidad se desfonda - .Vacila también en la
errancia de la voz, en la presión de eso otro que disuelve, en la libertad como
pasión impostergable
Un ojo despierto en la inmensidad del espacio y
del tiempo. Un insomne eterno
Siempre habrá una palabra que traicione lo indecible, y es por esta
traición como la escritura recobra su dignidad
Noviembre 2017