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95 - La sociedad mistificada
Hoy que hemos empapelado el universo con varias vueltas de escritura y que pensar ya no es lo pensado sino algo así como caminar sobre las aguas en una bendita ignorancia, escribir lo que pensamos semeja atravesar las arenas movedizas de lo obstinadamente velado en medio de la mistificación de lo real temiendo a cada paso hundirnos en la apariencia de las palabras que no reflejan la verdad sino que solo son testigos de confines en perpetuo movimiento

Quizá lo más cercano a una verdad actual se encuentre en la propia desesperación
No obstante se siente la imperiosa necesidad de continuar, de desafiar esos confines, de burlar la exclusión y esperar tercamente la aparición de una realidad que ya no soporte encorsetarse dentro de los parámetros de la razón clásica, una realidad plural, inconciliable, incluso inacabada, que escape a toda normalización, que permita vislumbrar una totalidad pero nunca alcanzarla

 Este resto inefable que evita un cierre tranquilizador puede ser enunciado desde un lenguaje de la precariedad y al abrir-se da lugar a las distintas percepciones de las distintas miradas y auto representaciones, y, también, a las mistificaciones - reinterpretaciones de la realidad aparentemente verosímiles que imponen hipótesis sin referencias claras que eclipsan lo evidente y supeditan la interpretación a suposiciones impuestas por unos pocos tendientes al dominio de los muchos. De ahí que el relato de la Historia tenga un poder simbólico que acomoda la mente de las personas y es por este motivo que tiende a ser rescrita continuamente según convenga al grupo social, político o religioso de turno en el poder. Se enmascaran los hechos, las experiencias, los sentimientos y las intenciones para disfrazar la forma en que son percibidos

Circulamos confusamente entre pseudo acontecimientos con una mirada perversa que los vive reales, verdaderos, y en los que nos habituamos a vivir con una falsa conciencia acondicionada que además los disfruta. Ese disfrute es la moneda de cambio que obtenemos por nuestro autoengaño, la realidad como goce, el goce como condición de verdad, mientras se produce así la desrealización de la experiencia individual y su resignificación comercial

Nacimos a la Modernidad cuando la tecnología, de herramienta de producción de objetos técnicos pasó a ser productora de individuos, de identidades, hasta llegar en la post Modernidad al total control de la experiencia individual que se suplanta por la configuración de esa misma experiencia que había garantizado nuestra irreductibilidad como individuos - que ya no los hay, solo seres encadenados a sus prácticas tecnológicas y mediáticas

El mundo así mediado por la tecnología se transforma en un potente motor normalizador y unificador de identidades y experiencias subordinadas a la coherencia de un mismo código instituido. Se pasa así del mundo como espejo de la sociedad a la sociedad que se espeja en el mundo, y la tecnología es ese mundo e implica una radical transformación del suelo sobre el que transita el individuo como sujeto social con una identidad ficcional en una comunidad fabricada de yoes artificiales con plena dedicación a su propia egodisea, hedonistas dependientes de su deseo como fuente de identidad, narcisistas subordinados al disfrute de lo espectacular en desmedro del otro como sujeto, entregados a la hipervisibilidad y cuya experiencia emana del goce de la mirada ajena. Un yo espectador del mundo y espectador de sí mismo como otro

Hay una palabra clave que circula en casi todos los discursos, implícita, callada, pero que define de manera radical todo el espectro de nuestra época: Mistificación
Es la base de todo el lenguaje de poder que circula en el planeta. Su campo semántico iría desde  la mentira institucionalizada, pasando por el autoengaño , la persuasión subliminal, el disimulo, la seducción, la fascinación hasta la justificación de lo que de otro modo sería evidente, el oscurecimiento de lo obvio. Es el discurso idealizador de la cultura, el que” licurgiza” el espíritu generando coherencia entre los discursos identitarios previamente normalizados - subordinando la experiencia individual a esa misma coherencia -  el que nos almacena con una cultura trivializada y ramplona que nos acerca en el consumo y en la elección fácil. No hay más que mirar alrededor para “ver” y “saber”, y para elegir sin elegir

La mistificación como una forma extrema de autoengaño aceita el engranaje de  la política, la economía, la religión, el arte, la vida social, el consumo. Está íntimamente cosida a la gramática del gesto del poder. Es incuestionable porque es invisible y se respira con toda naturalidad sin advertirse. Es la principal configuradora de la desvalorización de la realidad enmascarándola según sofisticadas estrategias de simulación que han provocado esta crisis de hipertrofia de la realidad que hoy atravesamos y que impacta en toda la sociedad

Somos presa fácil de la mistificación, carne frágil para la desnudez del mundo y el frío de la finitud. Llegados a este tramo de los tiempos se nos hace tremendamente inaccesible ver las cosas en su inmediatez. La realidad no puede propagarse libre de las máscaras que la hacen no solo soportable sino hasta mágica en lo más pedestre. Nos proporciona una especie de soporte de sentido que nos hace sentir colaboradores del hacerse del mundo pero del hacerse de ese mundo creado y manipulado por quienes detentan el poder de persuadirnos y distraernos del desierto de lo real mediante las ilusiones y los abalorios que disimulan las cadenas que nos mantienen adheridos al engranaje de la imitación de la vida



Disponemos de algún horizonte confiable que nos permita deslindar limpiamente la oscuridad de la luz, la verdad de la mistificación, el hastío de la lucidez?



El único medio de renovación consiste en abrir los ojos y contemplar el desorden. No se trata de un desorden que quepa comprender. He propuesto que lo dejemos entrar porque es la verdad



Enero 2018