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113 - El mundo de la impostura
La impostura ha existido siempre en la historia de la humanidad y quizá puede interpretarse según las épocas como una estrategia de poder o una manera casi indispensable de sobrevivir en un mundo complejo y competitivo
Pero hoy se ha globalizado, se ha configurado socialmente como un virus generando seres enfermos, desprevenidos de sí, con la mirada prendida en una inmediatez amplificada por la hipervisibilidad que ha convertido el entorno en una especie de continuación del discurso normativo de los medios dedicados a destacar continuamente lo que hacen y dicen los ya instalados. Un lugar de inclusión para la impostura
 
Heidegger dijo que el hombre se olvidó que se olvidó de ser. Hoy ese hombre ni siquiera tiene oído para la verdadera escucha de una de las sentencias más absolutamente representativas de esta época. Lo suyo es un estar sin ser apostando solo a la manera más rápida de lograr sus ambiciones

La impostura no es un episodio más que sucedió en el mundo. Hoy es el mundo. Empezó casi sin darnos cuenta y ya es una pandemia.  Reina con total naturalidad e impunidad, sus síntomas son irremediables indicios de una enfermedad terminal que no se reconoce como tal

 La socialidad fue el fenómeno indispensable para albergarla ya que necesitaba de la cantidad, así, como dimensión abstracta, cantidad de lo que sea para apuntalar la apariencia. Y fueron las redes sociales quienes elevando al rango de amigos un vínculo de pura conveniencia, sentaron como condición sine qua non para la amistad el rango de visibilidad del seguido/seguidor, o sea, la cantidad que aportaba a mi visibilidad el amigo impostor. Fue una especie de acuerdo tácito, aunque en este ritual de impostura, siempre a uno le correspondía el rol de testigo mudo, de cómplice, de dar fe y validar con su follow la representación de un perfil, esperando a su turno la reciprocidad. Y ya estamos en la plena instalación de la impostura legitimada por los mismos hacedores de las redes que encontraron en la mentira instituida la garantía para amalgamar usuarios y obtener sustanciosos dividendos
 
La impostura vive en el impostor que la modula, la perfecciona, la actualiza, pero está destinada a los otros quienes a través de  su mirada la hacen existir, con la condición de negarse a sí misma – negar su mentira - y usurpar así el territorio de la verdad con el propósito de satisfacer la extrema necesidad de exhibirse, impactar y ser aceptado a través de la apariencia, los actos y las opiniones. Este perfil embustero aspira a la cuantía de los que conforman un mundo de mezquindad y artificio social, la escalera virtual de la reputación avalada por multitudes adquiridas en transacciones espurias totalmente normalizadas. Esta sería la parte más “creativa” de la impostura pero las hay más execrables, como aspirar al reconocimiento  provocando la conmiseración social a través de la confesión de la supuesta inocencia de un crimen, de ventilar secretos del pasado y de revelar reyertas familiares con el ingenuo propósito de refrescar carreras en demolición utilizando lo que fuere y a quien fuere en el camino

Curiosamente ese aferrarse al éxito que depende de las opiniones que cibernéticamente flotan alrededor de la vida de los individuos los hace considerablemente más indefensos y por lo tanto más dependientes de una fachada fantasmática que sostiene todas las estrategias del arribismo social que se esfuerzan en implementar para llenar un vacío incurable

La impostura es voraz y sinuosa,  comienza con un gesto, luego solo se acrecienta y es imposible bajarse de esa " im - postura". Tiene un efecto adictivo que la ha consolidado y para la que ningún recurso de sacar provecho de ese lado oscuro de la naturaleza que brinda el anonimato es deleznable

Si el impostor en cuestión fuera inconsciente de su impostura, de ese otro que lo habita como un huésped que vaga en su interior, que vive en él pero sin él, no lo sería y solamente a veces se sentiría rozado por una sensación de inautenticidad y otras veces de impostura. Sería un impostor ocasional y no un habitué de esta galaxia. Algunos consideran que impostar es darle cabida a nuestros otros yoes pero hay una gran diferencia entre hacerlo y reconocerlo. La voluntad mentirosa no es la aceptación de quienes vamos siendo

Parece que la meta de una sociedad como la nuestra, surgida desde el desconcierto y la perplejidad del canto de cisne de la modernidad y gracias a la inmensa fuerza e influencia de la tecnología, ha sido llegar a ser una sociedad de la impostura habitada por una especie de zombies que se espían, se acechan, se persiguen y se devoran entre ellos
 
Si bien la cultura es consciente de sí misma, también en parte no lo es. En este caso es como el aire que respiramos todos los días sin notarlo, esa textura ligera que damos por sentada en nuestra vida cotidiana, demasiado cercana para verla, el contexto fragmentario en el cual adquiere significación todo lo que decimos y hacemos. Hasta tal punto hemos interiorizado este contexto que llegamos a no ser conscientes de cómo funciona. Es el gran inconsciente social, que es otra manera de decir que devino natural, que es otra manera de decir cultura, y es lo que subyace a nuestro diario desplazarnos por los días. Así la sociedad de la impostura se ha vuelto parte de nuestra cultura, se ha vuelto habitual y se alimenta de quienes la alimentan

Mundo impostor, galaxia de las imposturas de la realidad que nos viven travestidas de quimeras


Mayo2018