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115 - El cine como evidencia
El mundo ha cambiado mucho desde que el cine fuera considerado por Hitchcock "un entretenimiento para un matrimonio de clase media japonés". Hoy vivimos un mundo que nos requiere de otra forma, donde las cosas están desencaminadas, sin destino previsible

 

El cine que a partir del XXI vivió una irreversible transformación de su naturaleza esencial – podría decirse una nueva ontología - se postula entonces como una escritura dispuesta a registrar el acontecimiento, lo imprevisto, una nueva forma de hacer  y una nueva forma de mirar. Un arte de la mirada

Aproximadamente a partir de los 60 se comienza a sentir un clima de finales, lo que se ha dado en llamar pos cine, pero qué quiere decir “post”? Por qué intentamos describir una época, una filosofía o un movimiento con este simple prefijo en ese tiempo que también lo lleva?

Al nombrarlo de este modo parece que enunciáramos algo que ya no es cine, algo que se degradó o quizá también estemos nombrando la misma incertidumbre, o refieriéndonos al futuro de un cine que vislumbramos  otro que a pesar de todas sus mutaciones seguirá siendo el mismo cine, no obstante la resistencia de algunos y  la aceptación de otros al avance irrefrenable e irreductible de la tecnología

Cada sociedad da forma a su tiempo pero más allá del orden y del control aparece lo incierto, lo ambiguo, puras potencias para actuar en relación a los poderes establecidos

Existir en la era técnica es un habitar inauténtico. Nuestro mundo histórico y nuestra vida personal están decisivamente condicionadas por el predominio de la tecnología que se manifiesta en el dominio total, en el poder absoluto del hombre sobre el hombre. Es la gran fabricadora de verdades, la que nos recrea y desrealiza el mundo en que vivimos

El cine hoy nos propone la rearticulación de una realidad que se ha desmoronado frente a nuestros ojos, una mirada que renuncie a la representación y que sea más sensible al movimiento, al despliegue de la vida en sus flujos. Se apunta a detener las historias para que todo sentido quede en suspenso y así ser capaces de ver el mundo

El cine como el que conocimos ha recibido su certificado de defunción, no solo por la ablación de su soporte sino a través del cambio cultural generado por la revolución digital que ha dividido las aguas en torno a si es o no cine

Hoy las imágenes se ven bajo la condición de una mirada sujeta al tema técnico, clausurada en la diseminación virtual de la apariencia. Cada dispositivo reinventa su cine y también modela a su propio espectador, o a sus propios espectadores, que se van transformando continuamente en consumidores de nuevas estéticas

Largos son los debates al respecto, y si bien es cierto que para algunos el celuloide nos será siempre entrañable y se alojará en la memoria como irreemplazable, vivir en esta era es irreversible y pide cierta apertura para su consideración. No obstante, las dudas empañan esta coyuntura donde el cine quizá ve reducida sus posibilidades a una especie de solipsismo a-significativo, algo así  como un "tic" que identificaría a las películas y condicionaría en cierto modo al espectador

Deberíamos darle tiempo al tiempo, ya que el cine ha atravesado varias etapas experimentales que no han prosperado. Todo este cine está rodeado de un semantismo que puede atentar contra su frescura y su desnudez. La propuesta es atractiva  linda con la poesía en cuanto a la nueva creación de un lenguaje a partir de su propio sacrificio, y en la "puesta" de ese  vacío que nos convoca todas las veces  cada vez


Trato de mirar la película digital como un medio que utiliza un lenguaje particular teniendo en cuenta que su ser es un medio de comunicación y por lo tanto está en una cultura determinada…renuncio a la constitutiva velocidad del montaje por una nueva lentitud que el hacer de la videocámara parece sugerir, así como una nueva participación del espectador  Abbas Kiarostami

 

 El espectador común no ha vivido ese duelo, suele no notar la diferencia, pero la cinefilia, la crítica, los puristas, afirman que el cine ya no existe. Por otra parte el espectador cualsea se siente apartado de sus expectativas habituales y se ve enfrentado con un cine que le muestra el mundo desnudo descubriéndoselo sin el estímulo de tramas y desenlaces. Este nuevo cine abandonó la mera representación de una realidad preexistente, de un mundo que nos era dado de antemano y cuyo sentido nos correspondía desentrañar, y fue deviniendo pura experiencia de ese mundo, la vivencia de una realidad cotidiana y contingente que habría que descubrir. Así, paulatinamente el film casi sin puesta en escena - o la puesta en escena de su misma invisibilidad - y con una dirección cada vez más inexistente fue convirtiéndose en un espacio privilegiado de reflexión, un cine que apremia la mirada, un cine provocador

 

Godard decía que un plano era una cuestión moral. Hoy no solo se plantea la ética en la toma de imágenes sino que llega hasta su misma visión por el espectador. Se impone un ethos dinamizador que propone ver el mundo lejos de una actitud acartonada, de un preciosismo visual y de la mera autorreflexividad, un cine que se resista a lo real, a aceptarlo como fruto de una percepción única sin cuestionarla, un cine que disuelva los clichés en torno a  las certezas fáciles y embaucadoras, los vínculos, la justicia, en suma, una reeducación de la mirada

Parece flotar en el aire algo como un grado 0 del cine, tabula rasa, un nuevo comienzo, un impulso de  reencontrar sus orígenes de ventana abierta al mundo absuelta de la exigencia de ser símbolo de representación

¿Se estaría asistiendo a una nueva epifanía de lo real? No se quiere decir con esto fundar un sentido nuevo sino  hacer de este desplome del sentido que se vive una nueva posibilidad para el cine, abierta y en suspenso, una escritura dispuesta a registrar el acontecimiento de lo que está por venir

Difícil para el cinéfilo decretar la muerte del cine que ama con la que educó su mirada a partir de tramas y desenlaces, de laberintos éticos dibujados por puestas impecables, y del gozo indescriptible por ese lenguaje que desrealizaba la realidad frente a sus ojos y  la devolvía otra, ese milagro cinematográfico que convertía al tiempo y al espacio en un acontecer intenso y único

De a poco el cine ha sido ganado por la entropía del “todo vale”, sumergido en la dinámica de lo expandido, incluido en estéticas non sanctas y por fin recluido en las cadenas de streaming donde muy de vez en cuando asoma entre los intersticios dejados por los prescindibles de la oferta

 

El cine interroga las imágenes, no solo las produce. Como ya Godard lo hiciera, pone en escena una interrogación sobre el lenguaje, interpelando al presente, reflexionando sobre la banalización de la palabra fragmentada del discurso. Un cine como pensamiento vivo siempre en movimiento, zizagueante, tentativo, balbuceante, que rechace todo dogma de sentido, una verdad cinemática sensible al movimiento de las cosas más que a su representación. Es el movimiento ininterrumpido de sus planos y sus cortes, continuándose o encabalgándose. La interioridad, es evitada, vaciada. No hay discurso que signifique nada. El lugar de la mirada no es una subjetividad, es el lugar de la cámara, como cámara oscura, un lugar sin un interior real

Así la mirada no es la proyección de nadie, ni su representación, ni su fantasma, es ese afuera del mundo donde perder la mirada, una mirada participativa, creativa

Hoy el cine evidencia tan solo su pasaje. Todo lo traslada a la evidencia del movimiento. Es como un mundo que encadena, que se tiende desde un film a otro y que de esa manera aprende una manera otra de producir sentido

 

Más allá de la narración y la imagen, más allá del montaje y del rodaje de los planos, más allá del guión, los actores, los diálogos,… lo que nos devuelve  lo propio del cine sería esta singular manera de no ser más que encadenamiento de la evidencia, un deslizamiento indefinido

un deslizamiento indefinido, hacia dónde?

…Hacia la in-significancia de la vida. Una vida que se crea su propio cine

 

Ya tenemos más de 100 años de cine en los ojos, en el habitus o en el ethos. Está plantado en nuestra cultura. Hemos compuesto y descompuesto infinitos géneros y mitos. Modulamos de mil maneras su relación con lo real, con la ilusión, la historia, el sueño y la leyenda, las técnicas de la imagen, el rodaje y el montaje…hemos recorrido todas sus posibilidades de representación

 

Pero así perdimos poco a poco una posibilidad de mirada que no es ya exactamente una mirada sobre la representación ni una mirada representativa, es un ver dirigido a lo real, la evidencia de lo que nos llega por poco que miremos, lo que resiste a la absorción de las visiones


La evidencia del cine es la de la existencia de una mirada a través de la cual un mundo en movimiento sobre sí mismo, sin cielo ni envoltorio, sin punto fijo de amarre o de suspensión, pueda volver a darse su propia realidad y la verdad de su enigma (que no su solución)

Es el tener lugar de una relación con el sentido del mundo


La inocencia se había perdido desde que los hermanos  Lumière pasaron a ser espectadores de sus propias imágenes pero el deseo acababa de nacer


 Junio 2018