desplegar menu

118 - Un nuevo "rostro"
La intimidad se ha convertido en espectáculo, se ha desnudado sin pudores de cara a la hipervisibilidad y ahora circula banalizada y legitimada como extimidad
El camuflaje, las identidades varias, los perfiles de diseño – el paso de persona a personaje - , las ficciones auto pergeñadas que cubren el vacío y la ausencia - la impostura -   han convertido al mundo en una especie de desfile carnavalesco donde la máscara y el disfraz han cobrado vida propia. La imagen se convierte así en el estandarte de quien se quiere ser en medio de un total libertinaje para construirse, para narrarse, deviene discurso, suplanta a su creador
Hay una caída en la inautenticidad, un perderse en lo anónimo,  simplemente una forma de responder al estado interpretado de la realidad hacia  donde el hombre se ha ido deslizando, más bien resbalando, sin prisa y sin pausa convirtiendo su vida en un símil de existencia, un Yo que se ha ido transmutando a través de las conexiones dinámicas con las computadoras hasta cohabitar hoy en una hipervisibilidad omnívora con su hiperreal, su simulacro
Si en un principio el clima de época contemporáneo se caracterizaba por el aflojamiento de las fronteras y el derrumbe de los absolutos, hoy, en este tiempo digital, es el  mismo  individuo el que se ve afectado no solo en su psicología sino en su propia persona física de un modo totalmente inusitado. Las subjetividades se quiebran y se complican, caen las certezas y reina el caos que en este caso intensifica un estado de cosas que urge solventar. Así la imagen se convierte en una especie de salvataje, en el escudo que soporta lo que se quiere ser o mostrar, o más bien, lo que se necesita ser o mostrar 
En esta inflexión del tiempo no ajena a implantes, prótesis y cirugías varias, el usuario convencional de las redes vive con ansiedad su perfil, casi no existe físicamente, ha dejado paso a un sujeto deconstruido, partido y vuelto a armar, que remite al futuro quizá no demasiado lejano del ultrahumano, del alia ex machina, con su secuela de consecuencias en casi todos los aspectos de la vida humana, así la mirada cambia, es una mirada ajena, extrañada, sobre las distintas partes del cuerpo que dejan de ser considerados como significados unívocos para en cambio considerarse como signos disponibles para una rescritura de los mismos
Se resignifican así las distintas partes y órganos del cuerpo mediante estrategias de rostrificación, - un tema que Deleuze y Guattari  también exploraron confirmando una vez más que este siglo será deleuziano o no será, como lo predijera Foucault
 El rostro, sometido a tanta visibilidad por ser la parte más exhibida que nos ha identificado siempre, se encuentra sobredeterminado  y por ende se disuelve en su mismo valor de exposición, es decir, se vuelve in – significante

El rostro siempre está fetichizado, rostrificado, pero con una rostrificación monótona y aburrida: el rostro lo es desde el principio, el rostro es por naturaleza un primer plano con sus superficies blancas inanimadas, sus agujeros negros brillantes, su vacío y su aburrimiento

Un rostro es el producto de una máquina abstracta en donde significancia y subjetividad son indiscernibles. La máquina de rostridad es social, hace de la subjetividad un sistema de defensa contra las diferencias, los devenires, las líneas de fuga, por eso es menester deshacerla. Nuestro rostro ha sido fabricado y sus rasgos son los que se instalan como las estrategias de poder de un modelo de control hegemónico y dominante. Y es ese rostro el mismo que cuidamos y  transferimos a nuestras creaciones y a nuestros modos de vida en la sociedad
El rostro es redundancia de subjetividad y significación, actúa como pared blanca y agujeros negros y así es como su distribución y ordenamiento se vuelven una política 

Deshacer el rostro es una política que provoca los devenires reales, todo un devenir clandestino. Es traspasar la pared del significante, salir del agujero negro de la subjetividad hacia nuevos signos que abran una política del rostro deshecho capaz de conducir a una política otra

Dadas así las cosas el usuario de las redes hoy se interesa en buscar nuevas formas de identidad en este espacio atípico   rescribiendo el valor de todos los órganos del cuerpo para autorrepresentarse con ellos, lo que obviamente redundaría en el mismo enmascaramiento que aqueja hoy al avatar del  perfil, y abriría una incógnita sobre su grado de penetración - aun aceptando las reglas del juego - y sobre cuáles serían sus secuelas entre la diversidad cultural que conforma la red, pero
las comunidades visuales aceptan la arbitrariedad de lo que ven, la artificialidad de los modos de representación e incluso la virtualidad de la relación que establecen con el espectador con tal de que respondan a su demanda imaginaria, demanda de realidad y de representación de sí mismos

Esta demanda implicita un verdadero pacto visual basado en su eficiencia simbólica que generaría la anuencia de la comunidad virtual
Con cada imagen que se selecciona para autorrepresentarse se logra abstraer lo que se quiere comunicar, lo que se quiere ser a través de esa emisión ya que la representación sustituye a la presencia y de continuar esta línea  podría hablarse, utópicamente claro, de desaparición del cuerpo y su transformación en código. No obstante el boom de esta época aún con sus obsolescencias demuestra que la red le da densidad a lo etéreo. Los vínculos, los” amigos”, se aglomeran y se aglutinan en estructuras claramente visibles y esta tendencia se acentúa con la veneración a la cantidad y en vistas a la visibilidad que es la que la hace existir 
El Hoy es una etapa de sobreexposición de la vida,  una amalgama interdependiente entre la cantidad y la visibilidad, todo se mide en su valor de exposición, todo tiende a captar las miradas, a fascinar. Nuestra identidad es pura información en una sociedad en continua exposición en la que somos nuestra propia representación, nuestra propia publicidad, a sabiendas de que vivimos en un container transparente fuera del cual no hay nadie. La humanidad de la persona se deteriora mientras que se acude impulsivamente a la red para paliar su ausencia y de esta manera la “humanidad” va cambiando de lugar
Si en la red todo avatar es un posible escondite, ese navegante volátil, fragmentado, que ha perdido identidad, se sostiene en un perfil con una identidad autocreada, a través de la que se expresa, y se autorrepresenta según sus apetitos y ambiciones 
El ser dejó de ser para tener y luego para parecer. Los avances tecnológicos en los que se privilegia la mirada más el consumo desaforado y la publicidad se aglutinan engendrando una cultura de las apariencias, del espectáculo y de la hipervisibilidad, un territorio para ojos desahuciados con las retinas saturadas de todo lo que - hay - que – ver. La mirada se hipertrofia, todo puede y “debe” ser mostrado, todo puede y “debe” ser visto. Nada escapa al ojo mediático porque ha arrasado con cualquier otra mirada. El ser ya no es humano, es voyeurista, lo que supone una banalización, un cambio profundo que tiene que ver con el modo cómo se transita lo que consideramos la realidad. La realidad que se vive es una forma velada de acatar el no-ser y los ojos son la trampa. El hombre mira el mundo ante sí y no ve las señales del misterio por donde circula lo inefable

En el aire, allí queda tu raíz
En el aire

Se produce un deslizamiento desde una atención caracterizada por la inmovilidad, una atención contemplativa que acepta la distancia, la lejanía, hacia una manera de mirar sin ver propia del vértigo de una sociedad desenfrenada y arrebatada por lo que impacta e impresiona, ciega a la reflexión y pegada a los fetiches
A todo se puede llegar mediante esa mirada que socava el aura de las cosas y se convierte en palpable, en táctil, en una mostración impúdica que no deja lugar al secreto y donde no cabe la duda ni la vacilación. Se pulveriza el misterio, el ojo se instala en la sorpresa pasajera que se agota en el mirar. Todo está ahí, cerca, reificado, puesto a circular como mercancía, alcanzable para ver y comprar. El que realmente está lejos es el otro y así se da una relación de un mirar - uno – al – lado – del – otro y se va perfilando una socialidad otra generadora de nuevos gestos comunicativos o, mejor dicho, in – comunicativos

La hipervisibilidad conduce a una hiperrealidad, una realidad que no es ni real ni no – real. Es una imagen de la realidad

Hay un exceso de visibilidad, un desborde de representaciones y mutaciones profundas en los modos de sentir que la comunicación moderna ha fomentado y convertido en objetos de consumo masivo
La vida 2.0 ha contribuido a mostrarse como un anónimo genérico donde cobijarse, un escudo que nos legitima el lugar que ocupamos, un simulacro, un existenciario, no una existencia. Una vida de genuflexión ante el yo, absorbido por la inmediatez, abrazado a  lo ilusorio de la realidad, ignorante de que la imagen ocupó el lugar

Caer en lo real hoy sería vivir en un estado de desencuentro casi absoluto con el mundo. Un nuevo rostro



Julio 2018