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125 - Cita (s) con Quignard. Lo que queda del fuego más antiguo
Quien escribe, consciente o inconscientemente va dibujando un plano sonoro, el eco de otras voces, una caja de resonancia no solo de todas sus lecturas sino de un territorio más antiguo que el de la voz humana, un murmullo inmenso sobre el cual se esculpió el lenguaje
El lenguaje desgarra lo dado. La palabra roza una región sensible, desnuda, íntima, tabula rasa en el fondo de nosotros, aunque haya transcurrido todo el tiempo desde el fondo de los tiempos. Escribir es un acto de regresión, es buscar el lenguaje en el lenguaje perdido en la profundidad de la garganta 
Abrimos nuestra escucha para tratar de oír lo que revelan las palabras en esa región, tierra de pasiones abierta a todos los vientos, a todas las osadías, esa región detrás de cada uno, enorme y rumorosa, un llamado de alerta de la lejanía imborrable, y eso que no alcanzamos a oír, eso que no alcanzamos a ver, eso que el corazón no sintió, nos penetra y sigue interrogando sin respuesta en esta lengua inagotable que hemos adquirido
 
eso que vaga sin cesar por el alma
eso que la palabra dice una y otra vez
eso que el ojo no vio
eso que el oído no escuchó
eso que no sintió el corazón del hombre
invade


Uno escribe porque extraña un Lugar perdido, uno escribe porque es una forma de volver allí, otra manera de invocar la nostalgia de ese extravío. Pero al escribir no- lo- sabe- no- lo- sabe; el deseo de volver, el deseo de ese viaje está en otra parte, en una distancia imposible de colmar que es lo que queremos leer cuando leemos, a la que queremos regresar cuando escribimos, una distancia infinita entre los lugares y los tiempos, la distancia de lo no tocado por la palabra, un partir hacia lo que nos separa, hacia lo que nos hace extraños, ahondando la anarquía en ese lugar incierto de la libertad

Pensar, escribir, “extrañar”. Eso que hemos dejado atrás nos persigue, siempre acecha, retornando en distintos relatos. Escribir es como llamar en silencio, como invocar el retorno, está más cerca de lo “real” que hablar. No se puede nombrar aquello que se ignora, se pierde cada vez más en lo fantasmal. La escritura toda sería ese afán por atrapar lo que jamás fue escrito en un presente poblado de espectros que nunca han sido, un borde de ausencia

Lo “real” es ese  afuera que se calla no bien el lenguaje trata de decirlo, por eso en el mundo habita la nostalgia de la verdadera realidad, una nostalgia de ser
 
El lenguaje es el lugar de un secreto al que nadie puede acceder, y se recuesta entre el acrecentamiento infinito de lo que se ignora y la ampliación de ese secreto impenetrable
Hay que vivir en vigilia para rozar lo que no ha sido tocado aún por el lenguaje, lo ignorado

La ignorancia es el camino del hombre, un movimiento, una emoción y la razón no puede con ese abismo inalcanzable de lo que nos precede
Se sabe del sin –sentido, de la verdad incognoscible, de la desnudez irrevelable. Epoca intensa ésta en cuanto a la sed de lo más lejano, no obstante, más allá del lenguaje el absoluto se derrumba

El mundo moderno se equivoca al quejarse de lo Sin respuesta que trajo consigo; es su fiesta imprevisible y extraordinaria. Su silencio brusco


Deambulamos entre lo más verdadero y lo menos falso, un saber conjetural, incierto, impenetrable, recóndito, un saber paradojal propio de la humanidad, que se ha vuelto la experiencia de lo que ignora y que vuelve a traer la infinitud de eso mismo que ignora

Por debajo de la escritura, por debajo de todo lo creado, el cortocircuito del espíritu-que-pierde-el-sentido recupera lo perdido en la raíz de su pérdida


La cima del lenguaje deja paso a la raíz originaria, hace oscilar el asombro, la admiración y el éxtasis, y le procura al pensamiento la sensación de la luz, ese resplandor que proviene de lo insospechado que cada cosa trae en sí, de la exploración de la experiencia humana. Escribir anhela ser el equivalente de la lengua al nacer a la vida

La vida humana se apoya en el lenguaje como la flecha en el viento


Hay una violencia del pensamiento que es una violencia del lenguaje, que es una violencia de lo imaginario, que es una violencia de la naturaleza

Existe en el lenguaje una carencia que hace que el decir nunca sea completo, la ambición de toda expresión supera a lo ya expresado como no hay escritura que no remita a un deseo que la someta, que la subyugue, que la violente. La escritura no se constituye en lo que nombra sino en la tensión entre lo que logra enunciar y aquello que queda permanentemente más allá. Es ese sempiterno enigma que libera su secreto en la escritura, para ser siempre recuperado por ella como enigma
 
El lenguaje solo despliega su ser pero no lo expresa, es un lenguaje que ignora, que no sabe, es esa extrañeza que nos ofrece del mundo a cambio de un sentido que parece abismarse


Un deseo de hablar callando conduce a escribir, y la escritura es esa búsqueda de un momento inherente en todo ser humano, de un instante único e intenso

Escribir es retirar el lenguaje del curso del mundo, apartarlo, una partida al exilio, un ingreso en la soledad El escritor pertenece a un lenguaje que nadie habla, que no se dirige a nadie, que espera la palabra que se concentra en la pura pasividad de ser. La intimidad con el silencio que le impone

El lenguaje desnudo de inmediato cae a pique encima del silencio que abre como un abismo, es aquello que hace surgir una visión digna de todas las épocas. Su desnudez es lo sublime

Aquel que escribe en silencio se vuelve el lenguaje que ignora





Agosto 2018