El arte es negra luz que deshace el mundo, reconduciéndolo a un antaño jamás agotado
El arte está inmerso hoy en un clima de discusiones y debates acerca de su producción mientras la obra se asfixia bajo las capas de un sofisticado engranaje de intertextualidad que la desborda. Revisiones, re-visitaciones varias que citan al arte a través de complejos discursos que lo fragmentan y que parecen ser solo propicios para revalidar propuestas y ocupar el espacio vacío de la contemplación. Se simula un espíritu de vanguardia como un campo fértil para experimentar lo que no experimenta en la vida real. El truco de la llamada vanguardia es simular una integración arte-vida pero que en realidad colabora para reforzar su distancia. Si bien el arte es la brecha más rica y profunda para penetrar en el sistema, sus gestos transgresores no lo hacen peligrar, son solo escarceos que no logran representar al referente de turno. Si bien el arte sigue expandiéndose, crece mucho más su discurso
Son tiempos menesterosos que piden una contínua legitimación y reacomodamiento
del arte, quizá porque se olvidó el silencio. Al artista se le pide someterse
al curador, el galerista se somete al Mercado, al igual que los medios, el
público concurre a las muestras “ya curado” y en medio de toda esta “normalidad”
la obra vacila en medio de la ausencia del contemplador no sometido, el que
verdaderamente la hace existir. Este
ruido sobre el arte se ha sumado al hoy inevitable ruido del mundo bloqueando
ese silencio necesario a la contemplación, que se sustrae fatalmente a todas
las voces.
El arte es solo la aparición de lo
ininterpretable, el enigma de lo que no representa. Nunca va a coincidir con la medida de lo que se interpreta . El
espectador “acrítico” que visita una exhibición puede hacer del silencio una
experiencia singular frente a eso otro que lo convoca y atrae. Ese transeúnte de la
imagen cuenta con sus propios recursos y no es una materia maleable
para moldear a gusto
El amor secreto por lo inútil no es un privilegio de
artistas o letrados. Es la huella del yo primitivo que perdura en el cuerpo de
cada uno.
El hombre es un
eterno hambriento de poesía
Multitudes acuden a las variadas convocatorias "quehayquever". Se lee lo que se exhibe y a continuación se va a ver lo que se leyó. Trámite sencillo para "entender" qué quiere decir la obra de arte que justamente habló, habla y hablará de lo que no sabe. Es toda una experiencia observar en las exhibiciones los gestos de "contemplación" absolutamente pautados por las manieras contemporáneas. La obra como acceso a ese exceso de sí misma pasa a ser un mero link para la que sigue. Hay excepciones, claro que las hay, miradas que aún centellean y rescatan a las obras de la fatal ceguera de los ojos desahuciados, de las retinas percudidas que confunden lo nuevo con la novedad, lo extravagante con la epifanía, la promoción con la llegada.
La obra de arte es inaccessible para
el pensamiento del contemplador, pero esa inaccesibilidad es lo que contiene la
marca mas plena del hombre. La obra duerme en su propio ocio ajena a cualquier
deseo de posesión, cerrada sobre sí misma, indisponible. La creación es solo la exigencia
misma del arte que viene por su hacedor. Implica una salida total hacia un Afuera, un salto a la otra orilla, donde el artista se vuelve un extranjero absoluto, un exiliado sin mas patria que su hacer que actúa desde su profunda libertad interior, sin imponer premisas. No podría. Es una cesura en el tiempo que impide que el antes y el después se igualen. Es un aquí y un ahora, un presente eterno, un todo-el tiempo. Un temblor del tiempo.
Si llegamos a plantearnos el pensar sin pensamientos, por qué no la obra como su aparecer, su surgimiento? Hoy que llegamos a la recta final de pensar lo impensable, se sigue buscando en las obras lo referencial. Se pretende darles un significado, anularlas, ya que el arte habla de todo lo que no se puede decir, no busca ser explicado, sino respetado como misterio, como lo que es.
El arte es el mayor triunfo. Habla
siempre de lo mismo, de la obstinación de lo impenetrable, de lo que nos es
siempre ajeno, de su irreductible densidad. Se sigue ignorando la riqueza de su fondo, pero el arte continúa creando y revelando mundos
impensados aunque reboten en los párpados.
Resistimos la escritura, la poesía,
las puestas, ese fondo mudo de las obras
y nos aferramos a la representación. Miramos y no vemos.
Frente a una obra deberíamos ser un
ojo ciego que ve más allá de lo que mira.
Todo decir cava el hueco de lo que
calla. El arte es el único que trasciende lo que puede ser dicho su promesa de
felicidad o lo contrario de la infelicidad, su único requisito es que la
obra pueda sostenerse sola.
Crear es atreverse a comentar el Misterio. Morir cada vez. renacer en cada intento. Es la emoción de la incertidumbre, la pasión de la Cifra, un acto de desmesura
2016