desplegar menu

129 - Lo ilegible
Improvisada y titubeante, así debería ser la verdadera escritura, como seguir la ruta de lo que no somos, partir hacia lo que nos hace extraños, una travesía de ida en el aire libre del puro experimentar, del riesgo, del azar de presentir lo latente, lo naciente
Un estar suspendido en medio del magma del universo reescribiendo absortos e ininterrumpidamente el eterno acertijo que nos constituye

Transmutarnos en cazadores exiliados buscando anclajes provisorios, sentidos efímeros, citas de un afuera para un adentro otro

La escritura irrumpe sin aviso con una textura blanca desposeída de mundo, desciende de la impaciencia pero también de la paciencia, de la espera, de una imprecisa inquietud: el anuncio de una posibilidad, una ocasión para el sentido y el pensamiento que se recuestan en un imposible sosiego, en un abandonarse al secreto de un adentro vuelto infinitamente al exterior a través de la huella de una voz, la huella que dice lo indecible del lenguaje, que resuena, se desplaza, se reescribe y recomienza, pero siempre habrá una palabra que traicione lo indecible
 
Y es por medio de esta traición como paradojicamente la escritura recobra su dignidad 

La escritura es huella de huellas reinterpretadas sin fin en virtud del poder diseminante de la misma escritura. Ese resto, esa diseminación, es la que provoca que el texto pueda permanecer abierto, indescifrable e inapropiable. Leer, interpretar es perforar ese resto
Una imagen toma el lugar de la escritura en nombre del habla que ocupa su sitio

Escribir es cada vez una excedencia que aguarda, un libro sin final que aún no ha sido escrito así como el mundo no ha acabado
La escritura no busca otra cosa que su eterno retorno

No hay una voz para el lenguaje. Es desde el mismo comienzo huella y auto trascendencia infinita. El significante sería la cifra de la falta. La escritura nos libra de la significación. No se puede pensar el mundo como sentido, el sentido del mundo es el mundo del sentido

Nuestras interpretaciones son solo aproximaciones a una lejanía irreductible, un misterio que se guarda en los confines vecinos al silencio. Nuestro mundo mudo habla desde el centro de la mudez, y la escritura es una sombra que dibuja otro paisaje sobre las letras a las que desconoce, deslizándose interminablemente  y remitiendo a un territorio otro siempre más allá, y que lejos de descifrarlo, de reducirlo al sentido, vuelve sobre él y recompone el secreto
 
No es sacar la significación de su envoltura – la que luego se volvería descartable – sino por el contrario, es desenvolver el envolvimiento en cuanto tal: desplegar pero replegando incesantemente lo desplegado sobre sí mismo

La significación de lo inefable se queda siempre a punto de conseguirlo. Es la inevitabilidad del lenguaje. La escritura no se constituye en lo que nombra sino en la tensión entre lo que logra enunciar y aquello que queda permanentemente más allá. Siempre hay un vacío que nos interpela y las palabras parecieran no tener otra finalidad que asediar ese vacío

El mundo, bien dijo Blanchot, no es un objeto a interpretar porque los mismos instrumentos para pensarlo están en el mundo y nunca nadie está frente al mundo y no hay texto que pueda representarlo, hacerlo decible, visible o inteligible. Porque el mundo es un texto sin pretexto, entrelazamiento sin trama ni textura. Un todo inconcluso. Su visibilidad es la superficie de una profundidad invisible. Lo invisible no es lo contrario de lo visible, tampoco es una cosa oculta detrás de otra. No se deja separar de su aparecer visible. Es reversible y la pretensión de ver lo invisible solo lo hace retroceder 

El mundo es como una gran escritura, siempre recomenzando, recombinándose y reescribiéndose, como un compendio críptico de signos que componen una Babel de intrincada combinatoria a la que tratamos de interpretar recomponiéndola según una relectura a través de códigos diferentes y de nuestros vademécums personales donde lo que falta hace intuible lo que la imaginación no puede imaginar, ni el lenguaje nombrar, ni el pensamiento pensar

Escuchar lo no dicho es como escuchar a alguien que no termina de decir quién es

El mundo es como un libro, abierto pero ilegible, y tras  cada intento de interpretación, tras cada vaciamiento de sentido, sigue guardando su secreto, su ilegibilidad, su invisibilidad, que es justamente esa instancia a partir de la cual algo puede recién comenzarse a leer -  a experimentar lo inaccesible del sentido

Ofrece, a plena luz, a plena legibilidad, el trazado insistente, resistente de su ilegibilidad

De la posibilidad infinita de las letras nunca podremos manifestar más que una escritura arbitraria. La palabra se nos escapará siempre
Por eso cada lectura del mundo es inédita, aun en sus repeticiones, aun espejándose en otras. Todo lo que se explica no alcanza, por eso hay que resguardar la ausencia, el instante entre la creación y lo creado, y esa ilegibilidad que quedará impune es el secreto inviolable del mundo, y solo eso es lo que leemos en cada una de las lecturas que hacemos y que lo  reeditan con un nuevo sentido o con su falta. Ese resto callado, lo no pronunciado contiene quizá una zona de enigma, una geografía de lo hondo que nos habita y nos guarda el misterio de la insobornable precariedad del mundo.
Permite lo abierto y lo indescifrable 
Pessoa nos dice

Querer comprender el universo es ser menos que hombres, porque ser hombre es saber que no se comprende

Desarticulamos los textos, nosotros inquilinos vampíricos, enredados en los hilos de la trampa textual de la escritura. El querer “decir” nunca acaba, la linealidad se desbarata en una multiplicidad irreductible de escrituras espectrales que nos rondan y habitan la tela que tejemos y destejemos en un duelo imposible e infinito
Citas, hibridaciones, apropiaciones, contaminaciones, reproducciones, transcripciones: diseminación avasallante, el texto se teje y se desteje a sí mismo continuamente y así comienza la entropía de la huella, y a la vez, la construcción otra de la ceniza. Los pensadores estallan en nuestra escritura liberando sus partículas, voces que se dicen a través nuestro, pero al escribir construimos un sistema de huellas, por eso la escritura es un don que excede la idea de devolución. Todo escrito es una potencia germinal infinita de sentidos a la espera de su liberación. Es una diseminación sin retorno  


Un texto no se puede apropiar, es un otro incalculable, habla de la ausencia del escritor que deja la escritura estando solo ahí para dejarla pasar

Estamos condenados a la interpretación y a la perspectiva, que nos permite construir mundos abstractos. Siempre conocemos parcialmente, solo tenemos un espacio limitado y nuestra interpretación, el riesgo de lo posible





Setiembre 2018