Cada ser es una incisión en el tiempo, una pausa en la continuidad, un aquí interrogando al lenguaje que deviene en una posible palabra inesperada
Una enunciación provisoria, nómada, que reniega de lo establecido, que puede interrumpir el curso de la historia, capaz de nombrar lo posible y responder a lo imposible. Una palabra súbita, imprevista, impensada, repentina, intransitiva
La palabra más irreprensible, la que no conoce límite ni fin, tiene por origen su propia imposibilidad
Aunque la realidad cotidiana se nos presente como lo repetido, lo trivial, lo normalmente explicable, y toda la vida parezca comprensible a través del lenguaje, se intuye que hay algo otro adherido, camuflado, en su piel: la envoltura de una vibración, el temblor íntimo de cada palabra que todo lo vincula, un exceso, un excedente de ella misma, lo desconocido, esa palabra de más que se sustrae. Oculta en el lenguaje casi no habla, es el nombre sin nombre
Ante lo desconocido, lo oscuro, el yo abdica de su soberanía y se diluye en un drástico anonimato que deviene en un camino de errancia a través del lenguaje. El habla impersonal, sin yo, difiere del discurso que suscribe la razón, es la del silencio inapagable, un hacerse eco de lo que no puede dejar de hablar
El nomadismo es una relación irrevocable con la tierra, un habitar sin lugar
Yo de Nómade eterno que se enraiza en su marcha y no en un lugar propio, en las fronteras de la no-verdad, en un reino que se extiende más lejos que lo verdadero
El silencio se percibe como una cualidad casi aurática en el ser de estos tiempos, en medio del ruido, del laberinto de los intermediarios, de las informaciones, de las reproducciones. El aura es hoy un sitio vacío ocasionado por el cambio abrupto y acelerado del mundo en donde la alienación y mecanización del ser humano provocaron su entropía, pero no ha desaparecido, solo se ha enfriado y reverbera como memoria subyacente que pulsa desde el fondo inmemorial del lenguaje, puro, indeterminado, sin fin ni comienzo, lo que habla desde el fondo oscuro de lo elemental. Así el silencio convoca y es posible experimentar la inquietante extrañeza de lo que acontece como alteridad, un espacio neutro, paradojal, como un eco del porvenir
Cuanto más se afirma el mundo como el porvenir y el pleno día de la verdad en que todo tendrá valor, en que todo tendrá sentido, en que todo se cumplirá bajo el dominio del hombre y para su uso, tanto más parece necesario descender hacia ese punto donde nada tiene aún sentido
…Todo lo que nos proponemos, todo lo que hemos adquirido, todo lo que nosotros somos, todo lo que se abre sobre la tierra retorna a lo insignificante, donde lo que se aproxima es lo no serio y lo no verdadero, como si quizá brotara ahí la fuente de toda autenticidad
Despegar la mirada del entorno es un poder liberador, estrenar los ojos solo se da en un silencio capaz de despertar tormentas que logran atraer del afuera una fuerza dormida del adentro, una incandescencia que nunca cesa de arder y nunca cesa de asombrarnos. Cuando el afuera invisible aparece en el habla es la proximidad de lo lejano, la accesibilidad de lo inaccesible, la distancia misma, el propio límite del lenguaje. Es una distancia infinita donde el lenguaje es ya el mismo afuera, el ser, exterioridad absoluta – ni interioridad, ni morada
Es el pensamiento de lo imposible, de lo impensado, que habla a través del silencio, pensamiento como no-poder, como distancia, sin unión ni separación, el desastre del pensamiento
Es preciso deshacerse del velo que el letargo arrojó sobre las cosas, desgarrarlo para acceder a la inmediatez de lo no tocado - de las cosas como intactas, de antes de ser entregadas al tráfico del mundo, las que están presentes sin estar dadas - rechazar la simplificación de la vida, hacer de lo imposible una auténtica aproximación a lo real, interrumpiendo la trama consolidada de la realidad, inquietando el tiempo hacia donde los ojos desertaron del mundo interpretado
Se vive un extraño modo de presente, tanto para las cosas como para las palabras, no es un presente vivo, sino un presente mediado. Para “ver” se hace preciso dejarlo atrás, y con él, abandonar también la observación pasiva de la realidad tautológica, entregarse a la atención intensa y exclusiva que exige un trabajo de pensamiento, una vigilia perpetua
Las vislumbres de sentido se dan en lo imprevisible de lo absolutamente nuevo. Lo que se va a decir no existe antes del acto de decir y lo que se va a ver, no existe antes del acto de ver. Es poner en movimiento la realidad todavía invisible, explorar el no-sentido y lo inexplicable de la existencia, abrir el tiempo al no-saber o a una nueva forma de saber, es inaugurar un tiempo transgresor, un espacio revolucionario -abrir una brecha en la continuidad del tiempo y ubicarse en la zona de fractura -una rebelión que brota desde el corazón mismo del lenguaje como gestos que desmontan las falacias del fundamento, una des-fundamentación general como acontecimiento positivo y expresivo. De la misma manera como la poesía asume la revancha del lenguaje que desmitifica la ilusión del mundo que creemos y creamos
Una sola palabra hallada mágicamente demuele todo el sistema, una palabra inesperada
Lo inesperado, lo insospechado, habita en una zona subterránea, febril, de voces mezcladas e indiferenciadas, una conciencia sin riberas ni fondo que son las que inauguran pensamientos anunciadores de una época que está al llegar, un territorio donde habita lo indeterminado, la singularidad, lo imprevisible del acontecimiento, fuerzas que obligan al pensamiento a pensar, a crear, para lo que es necesario esa extrañeza de lo que aún no ha sido articulado, una fuerza anárquica que transgrede las fronteras demarcadas en los mapas y que amerita una violencia necesaria para el pasaje hacia otra esfera de sentido diferente, el lugar extremo de una interrogación que se formula sin expectativas, vaciada de toda pretensión de verdad
La escritura es un dispositivo en cuyo territorio se libran batallas sobre el mundo y su inteligibilidad, e implica una estructuración de los conocimientos que vuelve disponible lo pensable, por este motivo es un asunto de fronteras porque supone infringir los límites y asomarse a profundidades inevitables
Una escritura de archipiélagos, discursos contradictorios que conduzcan no a una verdad sino a la provocadora incertidumbre, una interrogación sin otro destino que su propio perseverar, otro modo de decir y de nombrar que se aparte del paradigma del discurso homogeneizador
Para no quedar anclado en el entusiasmo por lo conocido es necesario no prestar atención a lo que se espera para así permanecer en la proximidad de lo irrealizable
La palabra inesperada que conspira con lo desconocido puede ser una vía para la liberación, una palabra que enuncie lo que no se permite esperar, una palabra que interrumpa el curso de la repetición, que anuncie y señale lo que aún no ha sido dicho
Sería similar a una palabra profética, esa profecía que contiene una palabra cuando remite a ese otro tiempo que está presente en todo tiempo. Anuncia porque comienza, Indica el porvenir ya que no habla todavía
Una palabra que ame la ignorancia del porvenir
La palabra inesperada impide reverenciar las verdades establecidas, es un desafío a las etiquetas heredadas y desbarata los valores consensuados de las subjetividades amalgamadas al obligarlas a enfrentarse a lo totalmente nuevo, a lo totalmente ajeno de un hálito del afuera hacia un futuro que tendría que ser pensado en el abandono de todo lo que ha sido especulado, una forma de mantenerse en la proximidad de lo irrealizable, de espaldas a la expectativa y que asimismo impida cualquier antelación
Por lo tanto, la palabra inesperada no debería ser concluyente ni tajante, ni resonar en otras que ya fueron dichas y que consecuentemente siembren la desconfianza en las voces premonitorias
Esa palabra que no se espera, esa sorpresa que interrumpe el status quo, se adelanta a su misma pregunta y permite el tránsito hacia algo que no cabe esperar
Una palabra profética, post 10 – Julia Vincent Blog
(desde Otro Lugar), 2016
Setiembre 2018