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141 - First Reformed. Paul Schrader - Reflexiones
El infierno? ... eso que no dejas ser


Un film sobre dios. Sobre el hombre sin Dios

Después de la muerte de Dios, sus sombras nos habitaron aunque sufriendo una considerable entropía. Estamos en el siglo XXI y seguimos con la experiencia de la muerte de Dios, el hecho de la enorme dehiscencia de la representación del Principio y con ella de la representación en general
El problema no es si hay o no hay Dios, sino de qué hay o a qué se le da ese nombre. Representa el misterio del nombre en tanto que nombre. "Dios" nombraría aquello que en el nombre escapa a ese mismo nombre
Justamente, el dios de First reformed  no es Dios ni es una entidad subjetiva conformada a nuestra semejanza, es un discurso sobre dios, casi un postulado, una especie de figura abstracta que naufraga entre las dudas y los deseos bienintencionados y hueros de los “fieles” de la iglesia. No hay un solo plano de intimidad con Dios, de fervor, en todo el film, ni un solo rezo. La iglesia, gélida, vacía, parece no poder acoger ni el drama del hombre ni su tragedia. Sus miembros se desdibujan ensimismados en los rituales de lo acostumbrado, en la naturalidad perversa con que  adhieren a las normas que garanticen su salvación

Sin Principio, el mundo no da ya justificación al orden que organizaba las significaciones

No se trata de volver a pintar cielos, ni de reconfigurarlos: se trata de abrir la tierra oscura y dura, perdida en el espacio

 
Por las noches el reverendo se confía a su diario y allí despierta el eco lejano de las palabras que dormían en sus secretos, confía  a la escritura una autocrítica impiadosa que parece no sentirse capaz de confiarle a Dios – quizá por la distancia que le imponen sus dudas y sus culpas, quizá por esa pertinaz ausencia. También vuelca en su cuaderno lo que parecen ser citas de seminario para su propio aprendizaje acerca de la inutilidad de la razón para dar respuestas, la imposibilidad de comprender a Dios, el cobijo de la creencia y la Gracia. Escribe como a espaldas de Dios, inclinado sobre ese Diario que ha tomado su lugar, no pregunta el angustioso “Por qué me has abandonado”. Acepta "la muerte de Dios", el sin-sentido de vivir quizá como el único sentido, entre la esperanza y la desesperanza

Sus días transcurren entre la obediencia y la apatía, entre el agobio de su vida privada - su tragedia personal, su enfermedad agravándose día a día - y la aceptación resignada de su sacerdocio, entre el conformismo y la inadecuación. Somos otros en lo más íntimo cuando lo que queremos reconocer como propio abre un abismo que se disimula tras la máscara
La puesta ancla en una claridad casi cenital, cielos grises que rebotan en la nieve, bosques de árboles secos, escombros, residuos, aguas contaminadas, chimeneas humeando y ahogando todo lo vivo, hábitats inhóspitos, una puesta como un fondo mudo que narra la intemperie, la hostilidad del mundo, la mano del hombre que destruye, que no preserva la creación, que no la crea y que solo se ocupa de lo que usufructúa

La mitad de la película es el nudo que une y a la vez quiebra toda la cotidianidad del reverendo. Algo empieza a despertar y lo convoca a través del encuentro con lo intempestivo en la figura de Michael, el revolucionario, el transgresor, quien quiebra ese modo de permanecer reasegurados en lo mismo, refugiados en el letargo y la cobardía mientras el mundo se hunde y se quiebra en pedazos, y la gente es asesinada por los esbirros del lucro. Michael es  quien provoca su crisis de fe que crece hasta lo extremo, y al llegar allí toca lo vivo de la fe y decide cruzar la orilla desde donde no se regresa, su inmolación como ofrenda

No es necesario llamar a Dios a nuestra impotencia y nuestra desesperanza ni buscarle un remedio, sino exponerse al peligro de la salvación


Toller ha vivido hasta ahora entre dos aguas en medio de sus contradicciones, pero a partir de aquí elige para bien o para mal. Es en ese instante donde se da el salto cualitativo que arrasa con las barreras que impiden la libertad de ser “este”, un singular

Hay un punto de la eternidad o la eternidad en un punto donde se muere para vivir y se vive para morir


De acá en más Toller parece más animado, reconciliado consigo mismo, se complace con algunos gustos sencillos y le promete a Mary, que ha ido a despedirse, ir a visitarla. Es en este encuentro donde sucede la famosa escena de la levitación que ha sido devastada por algunas críticas. Lo Real atraviesa la realidad y sucede lo inexplicable, un viaje aéreo en medio de las estrellas a través de las partes más bellas del lugar, hasta un momento de quiebre  donde Toller con un gesto de pánico aparta unos mechones de cabello de Mary y ve el horror en que se ha convertido la Tierra, herida, sangrante – como él mismo - llena de escombros y podredumbre. Este momento es capital en el film, demuestra que nada  impedirá al reverendo “ver” y por ende cumplir lo que se propuso. Es la confirmación de la necesidad de actuar, “esa otra manera de rezar” 
Toller se convierte en el redentor, el que quiere salvar al mundo de la destrucción y al hombre del dios de los dogmas, de la fe de catecismo

Lo divino es la tumba vacía: el vacío de la tumba como afirmación de un eterno retorno que no tiene precio


Cerca del final del film, en una secuencia fundamental y decisiva, el reverendo se viste para el rito supremo, y ve a través de la ventana a Mary entrando en la iglesia para el 250 aniversario de la parroquia, la fiesta de la consagración. El Reverendo Jeffers lo va a buscar  para su presentación, golpea la puerta, y al tratar de abrirla  fracasa en su intento, vuelve a la iglesia y ordena que empiece la misa, con la meliflua canción que va a servir de contrapunto a su sacrificio, “Leaning on the everlasting arms”, donde el consuelo y la esperanza se estrellan contra los gestos del martirio del reverendo. Luego obligado a despojarse de su luctuosa vestidura para proteger a Mary, se flagela
               
Dispuesto a aumentar su tormento decide tomar un líquido cáustico y allí en ese instante “aparece” Mary que lo llama por su nombre, detalle nada nimio ya que para “existir” se necesita ser nombrado, existir en el sentido de ser “este”. Detrás de ella se ve la luz del vano de la puerta que esta vez  sí se ha abierto, otro signo de lo Real que se cuela en el film calladamente.  El vaso cae, el líquido se derrama, y ambos se funden en un abrazo y se besan apasionada, vehemente, interminablemente, mientras la sala gira como el mismo mundo, como ese mundo que se abre en ese momento, otro mundo en este mismo mundo.  El misterio de esta fascinante secuencia amerita ser custodiado y no clausurado con explicaciones. Lo sagrado, lo real, lo Otro, lo distinto, lo inapropiable, lo desencadenado  solo se guarda en los confines vecinos al silencio
Oro y Cenizas, post 5, pág 1 – Julia Vincent Blog, 2016

Y allí nos deja el director con una maravillosa paradoja y sin respuestas explícitas pero con una increíble riqueza para seguir interrogando este film emblemático de lo que va de este siglo así como Nostalgia de Tarcovski lo fue del siglo pasado según quien escribe

Mención aparte merece Ethan Hawke que, como el vino, mejora con los años




Noviembre 2018