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5 - Oro y Cenizas
En la sociedad de la híper- visibilidad, prisión de vidrio sin afuera, asfixia de cristal de luxe, todos miran y son mirados, todos copian y son copiados, todos repiten y son repetidos.

Es el efecto dominó de lo igual que apunta a desestabilizar y a volvernos cada vez más reconocibles, vulnerables y convenientes. Nos vemos la cara pero no el “rostro”. Se ventila la intimidad que tiende a crear una pátina de aparente “igualdad”, una especie de "identidad", de fraternidad, en medio de una falsa armonía sin disenso Vivimos en un gran container transparente lleno de imágenes vacías. El horror vacui de la modernidad

La comunicación absolutizada testimonia una sola cosa: su ausencia. La exposición lo es todo. La promoción sustituye al valor. El alma de la obra es in-significante, su existencia, fantasmal, espectral. Soy si soy visto, el leitmotiv

Carne, verbo y alma como abismo

Muere el espíritu abrazado a la tautología. La sociedad no se permite el vacío, desaparece lo Otro en lo Mismo. El hombre debería conjugarse como singular y no sustantivarse especie. Omitirse. Padecer la singularidad del estar, un constante acontecer, darle alas a las grietas en medio de la densidad

Lo que le cuesta al hombre perder su pertenencia

Lo inefable crece a expensas de lo establecido, cuando caen las máscaras que ocultaban lo singular de cada cosa. Se ha perdido el verdadero asombro, ese resplandor que proviene de lo insospechado que cada cosa trae en sí. De lo que la palabra no clausura                     

La sociedad vive presionada por la eficacia y la competencia desaforada con los espejos fabricados. Y el hombre se desgasta. Y el alma se incinera. La humanidad ha cavado con ufana dedicación su propio precipicio y canta balanceándose sobre el abismo. Es la humanidad a expensas de la humanidad. La des-humanidad

La infinitud ya no interroga. El hombre dura en el letargo. Andando cabeza abajo tiene un cielo abierto como abismo bajo los pies

La experiencia de lo sagrado – no de lo religioso, no de la fe – aunque no los excluya, descentra y configura un nuevo espacio que desnudaría la manera más secreta de ser, la huella de lo que fuimos, la huella en movimiento del impacto de nacer. Lo sagrado como fundamento ontológico de la existencia. Reencontrarlo sería un reconocerse

Experimentar lo sagrado nos expulsa de nuestros propios días, como si todas las cosas pudieran regresar a una calma que no tenían

Lo sagrado se presenta en ese umbral donde el Afuera y el Adentro de comparten, donde se desarticula la complacencia de las miradas apagadas ante la insinuación del aura de las cosas

Lo sagrado, lo real, lo otro, lo distinto, lo inapropiable, lo desencadenado, llega, toca y se va, dejándonos oro y cenizas

Este tiempo es el de anunciar lo ausente, señalarlo sin nombrarlo, ausencia como comienzo de todo lo posible. Un vacío por vivir. Lo sagrado es como un tiempo vivo, un ojo despierto en el espacio, un insomne eterno que nos advierte de nuestra finitud, de la verdad de vivir

Lo sagrado es lo que habla a lo más íntimo de cada uno, lo que despierta una pasión desconocida y temida, distinto de toda representación. Inventamos los dioses, no la matriz de lo sagrado que se dibuja desde más allá de los umbrales. Los dioses se han eclipsado, padecen su noche en el corazón de los hombres pero ese fondo que nos ha permitido crearlos, es permanente e inagotable

 

No se aplaca el misterio que vivimos en el apremio de los días

aún con todos los nombres que le damos.

 

El alma vacila frente al abismo después de haber cantado himnos y prendido incienso en los altares. Lo sagrado es territorio irreductible a cualquier idea de dios, es territorio del “deus absconditus”

Hay en el hombre una gran resistencia a asumir el misterio y a aceptar que es inapropiable. Detrás de cada cosa asoma un borde de misterio que el lenguaje no puede representar. Emite una señal que los afanes del día evitan captar. Nuestras interpretaciones son solo aproximaciones a una lejanía irreductible. Cada uno va con su interpretación a cuestas olvidando ese silencio que resta y que la invalidará siempre. El silencio del mundo está un pasa-mas-allá de nosotros y pauta la indigencia del hombre y del lenguaje en una época triste, hueca y banal. El misterio de lo sagrado se guarda en los confines vecinos del silencio. Nuestro mundo mudo habla desde el corazón de la mudez

La desacralización del lenguaje encuentra al hombre frente a la Nada, al Vacío, al Abismo, que cargan hoy con la cruz  del dios ausente. Venimos de un Siempre que nos fue sustraído, la falta que nos constituye. Nacimos ausencia. Duelo eterno por la pérdida de lo que nunca poseímos. Siempre no es una palabra de este mundo. Hay siempres pero un solo Siempre, el del origen


 2016