Es el efecto dominó de
lo igual que apunta a desestabilizar y a volvernos
cada vez más reconocibles, vulnerables y convenientes. Nos vemos la cara pero
no el “rostro”. Se ventila la intimidad que tiende a crear una pátina de
aparente “igualdad”, una especie de "identidad", de fraternidad, en medio de una falsa armonía sin disenso Vivimos en un gran container transparente lleno de imágenes vacías. El
horror vacui de la modernidad
La comunicación absolutizada testimonia una sola
cosa: su ausencia. La exposición lo es todo. La promoción sustituye al valor.
El alma de la obra es in-significante, su existencia, fantasmal, espectral. Soy
si soy visto, el leitmotiv
Carne, verbo y alma como abismo
Muere el espíritu abrazado a la tautología. La
sociedad no se permite el vacío, desaparece lo Otro en lo Mismo. El hombre
debería conjugarse como singular y no
sustantivarse especie. Omitirse. Padecer la singularidad del estar, un
constante acontecer, darle alas a las grietas en medio de la densidad
Lo que le cuesta al hombre perder su
pertenencia
Lo inefable crece a
expensas de
lo establecido, cuando caen las máscaras que ocultaban lo singular de cada cosa.
Se ha perdido el verdadero asombro, ese resplandor que proviene de lo
insospechado que cada cosa trae en sí. De lo que la palabra no clausura
La sociedad vive
presionada por la eficacia y la competencia desaforada con los espejos
fabricados. Y el hombre se desgasta. Y el alma se incinera. La humanidad ha
cavado con ufana dedicación su propio precipicio y canta balanceándose sobre el
abismo. Es la humanidad a expensas de la humanidad. La des-humanidad
La infinitud ya no interroga. El hombre
dura en el letargo. Andando cabeza abajo tiene un cielo abierto como abismo
bajo los pies
La experiencia de lo sagrado – no de lo
religioso, no de la fe – aunque no los excluya, descentra y configura un nuevo
espacio que desnudaría la manera más secreta de ser, la huella de lo que
fuimos, la huella en movimiento del impacto de nacer. Lo sagrado como
fundamento ontológico de la existencia. Reencontrarlo sería un reconocerse
Experimentar lo sagrado nos expulsa de nuestros propios días,
como si
todas las cosas pudieran regresar a una calma que no tenían
Lo sagrado se presenta en ese umbral donde el Afuera y el
Adentro de comparten, donde se desarticula la complacencia de las
miradas apagadas ante la insinuación del aura de las cosas
Lo sagrado, lo real, lo otro, lo distinto, lo
inapropiable, lo desencadenado, llega, toca y se va, dejándonos oro y cenizas
Este tiempo es el de anunciar lo ausente,
señalarlo sin nombrarlo, ausencia como comienzo de todo lo posible. Un vacío por
vivir. Lo sagrado es como un tiempo vivo, un ojo despierto en el
espacio, un insomne eterno que nos advierte de nuestra finitud, de la verdad de
vivir
Lo sagrado es lo que habla a lo más íntimo de
cada uno, lo que despierta una pasión desconocida y temida, distinto de toda
representación. Inventamos los dioses, no la matriz de lo sagrado que se dibuja
desde más allá de los umbrales. Los dioses se han eclipsado, padecen su noche
en el corazón de los hombres pero ese fondo que nos ha permitido crearlos, es
permanente e inagotable
No se aplaca el misterio que vivimos en el
apremio de los días
aún con todos los nombres que le damos.
El alma vacila frente al abismo después de haber
cantado himnos y prendido incienso en los altares. Lo sagrado es territorio
irreductible a cualquier idea de dios, es territorio del “deus absconditus”
Hay en el hombre una gran resistencia a asumir
el misterio y a aceptar que es inapropiable. Detrás de cada cosa asoma un borde
de misterio que el lenguaje no puede representar. Emite una señal que los
afanes del día evitan captar. Nuestras interpretaciones son solo aproximaciones
a una lejanía irreductible. Cada uno va con su interpretación a cuestas
olvidando ese silencio que resta y que la invalidará siempre. El silencio del
mundo está un pasa-mas-allá de nosotros y pauta la indigencia del hombre y del
lenguaje en una época triste, hueca y banal. El misterio de lo sagrado se guarda
en los confines vecinos del silencio. Nuestro mundo mudo habla desde el corazón
de la mudez
La desacralización del lenguaje encuentra al
hombre frente a la Nada, al Vacío, al Abismo, que cargan hoy con la cruz del dios ausente. Venimos de un Siempre que
nos fue sustraído, la falta que nos constituye. Nacimos ausencia. Duelo eterno
por la pérdida de lo que nunca poseímos. Siempre no es una palabra de este mundo. Hay
siempres pero un solo Siempre, el del origen
2016