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158 - El río del lenguaje no deja de decirse
La memoria contamina a través del lenguaje la posibilidad de pensar desapegados, somos fieles a lo enunciado por el recuerdo, reacios a indagar más allá de sus fronteras las posibles transpolaciones de sus significantes, a expandir la experiencia hacia el límite y asomarse fuera de sí para no resbalar en el mismo territorio sino para tantear lo derramado fuera de todo continente
La infancia de las religiones fueron una fábrica de almas a través del lenguaje, y la plegaria su herramienta imponderable para la representación de sus dogmas. Hoy a 19 años del siglo XXI, habiendo pasado y paseado por la Sospecha  en toda su extensión, re - pensamos la entrega en cuerpo y alma a  imaginarios poblados de figuras que fueron inconscientemente trasladadas a la vida personal y que engendraron seres reprimidos y culpógenos con una falsa moral basada en premios y castigos. Así se van formando cadenas de sentido que emiten resonancias y coagulan el imaginario colectivo, nudos y quiebres entre la gramática y la ontología. Lo que decimos sobrepasa lo que creíamos querer decir y nos revela que no presumíamos lo que se dice a pesar de nosotros. De la misma forma no logramos pensar (no retrotraer la historia de lo pensado) pero transmitimos lo que creemos que pensamos a quienes componen con nosotros un colectivo homogéneo y estandarizado. Hoy, otro sistema se ha adueñado de nuestros cuerpos sembrando paraísos artificiales en las almas vaciadas, ligeras de dogmas, autoras de sí mismas. El río del lenguaje no deja de decirse

Los seres humanos no tienen poder sobre sus palabras, pero el lenguaje por sí mismo puede transformar la realidad con formas que han estructurado históricamente las relaciones del hombre con la verdad, formas privilegiadas de dominación en el discurso al determinar de forma parcial no solo los modos ilegítimos de acceso a la verdad sino también lo que se puede entender por ésta, por eso es preciso desarticular las estructuras que sostienen la arquitectura conceptual de los sistemas y despegar las capas de sentido que ocultan el ADN de un proceso significante, haciendo temblar su suelo, la herencia (im)  pensada de la tradición occidental

Es necesario poner en tela de juicio lo (im)pensado del gesto inaugural y volver a revisar el sentido de un sistema de sentido dejando de lado lo que la cultura occidental nos ha hecho asumir - que el habla es una vía clara y directa para comunicar. El lenguaje trabaja en múltiples estratos de sentido, mutando continuamente, no es neutral; presupuestos e hipótesis culturales de toda una tradición se entretejen en su interior. No es cuestión de aniquilar o bastardear la tradición sino revitalizarla con nuevos aires

Si no se pudieran liberar los recursos que los grandes sistemas del pasado tienden a enmascarar no sería posible ninguna innovación y el pensamiento de hoy solo podría transitar entre la repetición y la errancia. La cadena de interpretaciones que llamamos tradición constituye nuestra historia de lo pensado y el entorno de estudiosos alrededor de la desfalleciente sabiduría se exigen la interminable tarea de pensar sus diferencias, sus fisuras, su potencial para que no se conviertan en criptas del pensamiento

El sistema se mantiene abierto sin posibilidad de clausura. Se apunta no a lo que las palabras dice sino a lo que callan, a lo que dicen a medias o mal. Esto no quiere decir que se apela al sin sentido como horizonte final de todo discurso, sino a lo indecible, a lo que provoca que nunca se pueda llegar a tener la última palabra, la inalcanzable, la incapturable

Los distintos niveles de la realidad no existen fuera de las palabras. Esto permite transformaciones, instancias inconscientes y relaciones inesperadas que se insilian en lo más profundo de la conformación de la cultura occidental, es decir que los mecanismos conceptuales y finalmente la escritura son los instrumentos por medio de los cuales los registros de la vida adquieren sentido más allá de las oposiciones rígidas con que solemos leer la realidad y que gobiernan el funcionamiento dl pensamiento en Occidente:  sensible/inteligible, ideal/real, Interior/exterior, ficción/verdad, naturaleza/cultura, habla/escritura, y que implican la exclusión de uno de los términos del binomio

La ética de una lectura se centra en aquello que fue reprimido en nombre de verdades sólidas y en apariencia incontestables. No supone una simple negación, ya que todo peregrinar hacia el pasado no puede sino abrirse y mantenernos en relación de apertura con lo que ignoramos en un circunloquio infinito que señala un modo muy especial de habitar en el desastre del pensamiento

Escribir/leer impone el riesgo de ignorar adónde se va, un transitar en círculos sin dirección determinada donde se apuesta todo saber a una Cifra, a una zona de enigma que señala la enormidad del entre saber y no saber, entre lo pensado y lo impensado

Lo ya pensado es solo la preparación de lo todavía impensable que en su sobreabundancia retorna siempre

No obstante algo se extravía, algo se disemina y no vuelve, o sea hay una pérdida inevitable y constitutiva, algo así como el principio de entropía. Es en esa oquedad donde adviene lo otro, el pensamiento de la alteridad.
Una venida esperable, aquella que llega con el rostro desnudo, sin cubrir, no produce acontecimiento. Es mero cálculo. Un acontecimiento debe venir del porvenir, arribar como lo imposible mismo, como la improbable posibilidad de lo imposible y este es el único acontecimiento posible, lo que viene como incontrolable, lo que está fuera de programa; eso sería hacer justicia, ir más allá del futuro, hacer llegar el porvenir - o sea lo impensable – como radicalmente otro


Enero 2019