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161 - Tiempo de disenso
El llamado "posmodernismo" ha engendrado posturas que han provocado un relativismo estético donde lo político - la oposición al discurso encorsetado de la mayoría - se diluye en una apoliticidad basada en un tema construido a partir de una ideología determinada o de un autor comprometido - por eso es insoslayable repensar la estética en su verdadera dimensión política a partir de la redistribución de lo sensible que implica una ampliación del mundo sensorial dominante para poder situarse frente a un mundo cada vez más homogéneo y consensual
Es en este mundo donde el disenso que es propio de la política se ve camuflado por el crecimiento del acceso a bienes simbólicos como la información, la comunicación, la expresión y la fetichización de la imagen
Un nexo viral y al mismo tiempo subliminal encadena la  industria que produce y hace circular las imágenes con la inmediatez con que las consumimos, las interiorizamos y nos hacemos adictos. Nuestra intimidad subliminal con la imagen no depende de una atracción identitaria sino de un régimen colectivo de desidentidad que conduce a la homogeneización social, al consenso
El contagio del arte por la publicidad es la prueba irrefutable de la penetración del mercado, de su ubicuidad en la sensibilidad actual                                                                                                                                        
Estamos colgados en un mundo – imagen construido como copia sin original, como mapa de un territorio volatilizado


El arte debe trabajar críticamente con lo que sabe, la ideología en la que nos movemos que texturiza las relaciones sociales entre los hombres y sus producciones – ahí es donde funciona la ideología –  y que ahora es algo mediado imaginariamente por imágenes
El arte – crítico por esencia -  ha de proceder obturando la trama simbólica e imaginaria sobre la que hemos edificado nuestras relaciones. Vivimos entre imágenes. Huir de ellas no es posible. Solo conocemos una forma de abordarlas y es enfrentando a esta construcción imaginaria con su propio espejo. Lo realmente eficaz sería desvelar los dispositivos por medio de los cuales la ideología aún es percibida como un momento de falsedad, penetrar para descubrir los mecanismos mediáticos de distribución y producción de las imágenes y comprobar como nuestra mirada coincide unívocamente con lo que se espera ver

El arte es un dispositivo de exposición, una manera de hacer visible una experiencia creativa en medio de la intrincada urdimbre de la cultura. No es político por su referencia a temas, discursos políticos o por ilustrar determinadas ideologías – el arte es irreferenciable -  ni tampoco porque logre manifestarse fuera del territorio legitimado del arte

Es político por la distancia que toma en relación a sus funciones, por la clase de tiempos y espacios que instituye, por la manera mediante la cual corta el tiempo y puebla el espacio


Lo político del arte dista de ofrecerse como lugar de la ideología; lo político es una condición inherente del mismo donde la pasividad del espectador puede ser cuestionada a través de la creación de un dispositivo que entrega una nueva manera de ver el mundo del arte y una relectura de las sitios del dominio, un nuevo reparto de lo sensible, donde lo sensible ya no sería el privilegio de algunos sino un derecho para todos
 
Esa reconfiguración de lo sensible se propone hacer visible lo que no lo era y hacer escuchar las otras voces que eran percibidas como ruido. Una tarea de disenso. Así la estética se convierte en una parte fundamental de la estructura social – el arte siempre lo fue – ya que su especificidad  es realizar un recorte del espacio material y simbólico. Allí acontece el encuentro con la poesía, surge una comunidad del sentir que se postula como un bien común, un rescate de lo sensible, de lo heterogéneo - su potencia de emancipación – y a la vez resguardándolo de su conversión en acto metapolítico o en vida anestesiada

Cuando al arte se lo denomina “político” es signo de lo apolítico de la política, una especie de indiferencia amoral donde el consenso destruye al disenso esencial de la crítica, y por ende del discurso estético. El arte es no solo político, es religioso, filosófico, social, psicológico, sociológico, etc. Es todo eso y no es nada de eso. Es como la poesía, la unión de todas las posibilidades que configuran la existencia y la vida de los hombres, un gesto subversivo que muestra lo que permanece oculto en lo que se exhibe, la apelación a un mundo donde imágenes desconocidas quebrantan la sensibilidad del sentido común, un desafío a la tiranía de las imposiciones, un abandono del territorio de siempre que recorremos para no perdernos y la posibilidad de vagabundear por zonas marginales que permitan desapalabrar el mundo para nombrarlo de nuevo

Julia Vincent Blog
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La emancipación es cuestionamiento, es comprender que las formas que configuran las relaciones del decir, ver y hacer, se apoyan en la base de la dominación y sujeción, y aunque el discurso intente apelar a la emancipación, las estrategias para concretarlas perseveran en las jerarquías establecidas por el consenso. Las imágenes como formas de disenso, pueden reconfigurar las estrategias para generar el arte pero el problema concierne al dispositivo mismo

A través de los desplazamientos de la mirada se produce un encuentro con algo nuevo y extraño, algo que perturba y desordena las lógicas dominantes, por eso una posibilidad es dejar de anticipar el sentido de la obra, hacer una redistribución de lo sensible para no ir hacia ella in-formados con una lectura pre digerida. Así las imágenes pueden cambiar nuestra mirada al hallarse frente a un elemento impredictible
 
El creador sabe que debe sacar de su zona de confort  al espectador para que éste reaccione, así interpreta y traduce y resuelve cómo lo afecta el fruto de su observación. La mirada no se contrapone a la acción ya que en el proceso de mirar también hay acción. Las imágenes como formas de disenso también pueden reconfigurar las estrategias para generar un arte político porque no por mostrar injusticias sociales se está haciendo arte político. El problema no depende del “mensaje” transmitido por el dispositivo, tiene que ver con el dispositivo mismo, así las formas de irrupción del dispositivo pueden variar sin ser parte de la disciplina del arte.
La política del arte puede no tener nada que ver con lo convencionalmente llamado “artístico”, sino que surge en aquellos recortes de espacio y tiempo con los que unos individuos cualsea - sectores invisibles al orden dominante -perturban lo establecido para crear con ese nuevo espacio un momento diferente de su diario vivir

El arte está vivo siempre que esté fuera de sí mismo configurando escenas de desfiguración

La estética y la política son los medios que la emancipación pone a nuestro alcance para recuperar la igualdad que nos fue sustraída por los que dibujan las normas que son quienes impiden que los sin-parte desarrollen prácticas diferentes de las que les fueron asignadas

La política del arte se ocupa de quebrar los consensos en la plasmación de espacios sensibles y maneras de inscribir las relaciones sociales, de romper la trama sostén del discurso de la comunidad, una posibilidad del mundo que se  vuelve perceptible y que cuestiona la certidumbre del mundo dado instaurando otro giro del tiempo, un tiempo que les sea propio

La política limitada en tiempo y espacio rompe ese aire de normalidad de la administración del poder, participa sobre lo visible y lo enunciable creando otras zonas diferentes de las asignadas por el orden consensual, policial. Son micro-acontecimientos de disenso, formas de pensamiento y de acción colectiva, que instauran las condiciones para una subjetividad política, un espacio de manifestación de un sujeto 
La política se significa como sentido, como emancipación,

como un acontecer de lo heterogéneo dentro del espacio homogéneo del consenso, como distribución y  redistribución de los espacios y los tiempos, de los lugares y las identidades, de la palabra y  el ruido, de lo invisible y lo visible


En la estética un objeto es la expresión de una distribución específica de lo sensible y desde este lugar puede ser objeto de una experiencia determinada e instaurar un espacio común, separado, así introduce lo heterogéneo en lo homogéneo del poder. De esta forma el arte expresa una experiencia espacio-temporal propia que devela el poder igualitario de la inteligencia. Por lo tanto el arte puede posicionarse frente a lo consensual produciendo espacios disensuales, reconfigurando el reparto del sensorium y revelando la igual capacidad de pensar-decir-hacer de todos

Un espacio público y político entraña una transformación de los espacios donde circula la gente, un espacio disensual donde se introduce una contradicción, se instala un acontecimiento que interrumpe los significados habituales del espectador

La cuestión no consiste en aproximar los espacios del arte al no-arte y a los excluidos del arte. Consiste en utilizar la extraterritorialidad misma de esos espacios para describir nuevos disensos, nuevas maneras de luchar contra la distribución consensual de espacios y funciones. El consenso es la distribución de esferas de competencias

La fuerza del espacio del arte consiste en ser un espacio metamórfico dedicado no a la coexistencia de las culturas sino a la mezcla de las artes, a todas las formas mediante las cuales la práctica de las artes construyen hoy espacios comunes inéditos

Lo político en el arte no radica en dotar a los explotados y marginados de un aparato representacional que haga simbólicamente justicia a su condición de desfavorecidos sino en introducir entre la obra y el espectador, entre el espectador y la comunidad, entre lo representado y el dispositivo mismo de la representación la paradoja de lo inanticipado



Enero 2019