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168 - Un plano sobre el Caos
El Caos se puede evitar o enfrentarlo. Si se lo enfrenta implica riesgo y el gran coraje de sortear las certezas, si no, por esa desafortunada voluntad de evitar el acontecimiento - el azar -, queda ampararse bajo una especie de sombrilla que nos proteja
Es porque quiere confrontarse con el Caos, pero sin ahogarse, que el filósofo, el pensador, tiene necesidad del plano de inmanencia, tiene necesidad de trazar un plano sobre el Caos

El encuentro con el Caos es un agon, un encuentro entre dos fuerzas, dos voluntades activas, que abre a una realidad otra, a una otra relación con el tiempo y con el espacio diferente de aquella a la que la subjetividad humana está acostumbrada, otro espacio-tiempo que ya no es el tiempo que está entre dos instantes sino el devenir, un espacio, en suma, en el que el escritor piensa escribir, un espacio de espera indeterminada, que es la condición de la indistinción entre el autor y su obra, un espacio que es el corazón de su experiencia

Ese algo que espera no acontecerá en un futuro cronológico sino que puede advenir en el estallido del instante, algo que no es tanto su obra como él mismo. El pensador, el artista, el escritor se fragmentan ellos mismos fragmentando el Caos. Ese fragmento que resulta es el encuentro entre el azar y la necesidad, el del azar que integra la necesidad
 
Fragmento  es el otro nombre de ese espacio lleno de la espera  de lo que puede venir en un presente que estalla

 Los dados de esa tirada que no abolirá el azar, lanzados una vez, son la afirmación del azar - que se afirma todo de una vez -, pero la combinación que forman al caer remite a la necesidad. El azar se liga a la necesidad porque el jugador lo asume arrojando solamente una vez los dados. El resultado será solo el que deba ser, pero al tirar los dados el jugador no lo sabe, así asegura el azar. Asumir esa acción es rehacerla eternamente, es saber que el instante de la acción volverá eternamente
El fragmento está ligado a esa representación del tiempo, la del eterno retorno que enuncia el tiempo como eterna repetición y la palabra del fragmento repite esa repetición despojándola de toda eternidad

Asumir el fatum, el amor fati es no el retorno de una combinación por el número de tiradas, sino la repetición de la tirada por la naturaleza del número fatalmente obtenido

 
El eterno retorno no es el eterno retorno de lo mismo; es en el eterno retorno, el proceso del retorno el que es siempre el mismo

Mi fórmula para expresar la grandeza del hombre es amor fati: no querer que nada sea distinto ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad

 
El lanzamiento de dados es la afirmación de lo múltiple, abriéndose así todos los posibles, pero en el momento de la caída hay un solo resultado que sale siempre el mismo y  el filósofo, el escritor, saben que devienen múltiples porque esa única jugada vuelve eternamente y así asegura la multiplicidad de su subjetividad, los fragmentos, centros de vibraciones, cada uno en sí mismo y los unos en relación con los otros. Por eso, todo resuena, en vez de sucederse o corresponderse. No se asemejan a las piezas de un rompecabezas como podría parecer, ya que sus contornos son quebradizos, irregulares, y no se corresponden

El fragmento libera un espacio de lenguaje donde la escritura, imposible, deviene posible en esa imposibilidad, en el que cada momento tendría por sentido y por función hacer indeterminados todos los otros. Su indeterminación no es tanto ausencia de determinación como virtualidad de todas las determinaciones posibles. Por eso ese lugar no puede estar vacío, pues está lleno de la espera, de todos los posibles que nacen de esa espera

Lleno de vacíos, lleno como lo es una virtualidad plena de virtualidades. Es algo que no deja lugar a nada más que a todos los devenires posibles


El fragmento es neutro puesto que puede parecer - visto en su conjunto -  unificado, a causa de todas las virtualidades positivas y negativas que se equilibran. Y si a veces parece cómplice de la nada esa nada no es otra cosa que la plenitud invisible del mundo.  Lo neutro pertenece al acto enunciativo del lenguaje, no es una categoría gramatical, no es un decir ni un hacer, carece de poder, atrae lo desconocido dejándolo desconocido y no afirma más que su presencia

Los fragmentos no se oponen, se yuxtaponen, se sustraen tanto de la simultaneidad como de la sucesión. Se despegan de la linealidad, quiebran la continuidad del logos, desestabilizan la palabra y el pensamiento. Los inicios y los finales nunca representan ni una apertura ni un cierre radical sino la imposibilidad de plantear un nuevo comienzo

Toda palabra y toda reflexión fragmentaria requieren una reiteración y una pluralidad infinitas. Es la afirmación de que la integridad del sentido no podría estar inmediatamente en nosotros y en lo que escribimos  sino que  lo captamos como devenir, como porvenir. Por eso es necesario repetirse
La lectura lineal del fragmento queda trastornada, hay  un quiebre del espacio y paradójicamente, del tiempo, de la repetición, de la insistencia. Es una escritura circular que regresa a su origen como si nada hubiera acontecido salvo las palabras desatadas, anónimas y murmurantes, La llegada del acontecimiento nos perturba al punto de alterar el tiempo sacándolo de quicio. Lo que ha llegado, llegará, volverá a llegar irreconocible como si la reiteración misma huyera. El tiempo mismo es incapturable, es un presente sin presencia, más un pasado que un presente, un futuro sin porvenir anclado en el pasado, por eso el fragmento no es sino que deviene

Hay una sobreabundancia de tiempo que simultáneamente está en falta, una falta sobreabundante del tiempo, un tiempo imaginario que nos empuja a ver lo irrepresentable, un tiempo que no es de este mundo sino del lugar único de la escritura

Si el tiempo se inscribe en la duración, la escritura sería ese acontecimiento en el que el tiempo se interrumpe, interrumpiendo la misma interrupción


La escritura fragmentaria no se opone a la continuidad, el fragmento no es la interrupción ni la partición de un todo real o imaginario. No es el resto o la huella última de una totalidad quebrada, lo fragmentario es un lenguaje “otro” que no se define respecto a un todo. Es la escritura como arte de la fuga y es quizá asociando lo fragmentario con la cuestión del tiempo es como se puede precisar el fragmento al margen de toda continuidad ya que abre la palabra a otra temporalidad. Aquí el tiempo se repliega sobre sí mismo. Y si bien suena contradictorio, es por reiteración como restablece la continuidad en el medio de lo discontinuo

Cada fragmento configura una totalidad pero esta totalidad carga con la ausencia de todo, del cual ella misma forma una entidad acabada. Ningún fragmento se basta a sí mismo y cada uno contiene lo que provoca su reinicio, su infinita reiteración. Es, a la vez, un todo limitado y la ausencia de todo

La obra fragmentaria no se reduce solo a un singular gesto de escritura. Por el contrario, invita a un lector renovado, inquisitivo, que no cesa de extraviarse, de buscar la pérdida, capaz de apasionarse y obsesionarse por lo inapelable

El habla de nuestra época es el fragmento en el que pequeñas fisuras tejen una sutil y estimulante filigrana para el pensamiento de espaldas a la exhaustividad de un discurso que se pretende omnímodo obstruyendo todas las posibles líneas de fuga y asfixiando los posibles

Estamos en la edad de los objetos parciales, de los ladrillos y de los restos o residuos. Ya no creemos en esos falsos fragmentos que, como los pedazos de la estatua antigua, esperan ser completados y vueltos a pegar para componer una unidad que además es la unidad de origen


Esta habla del fragmento apunta contra el sistema y afirma su pasión por la inconclusividad, postula el riesgo de un pensamiento que no garantiza la unidad, ignora las contradicciones incluso cuando flagrantemente se contradice, es habla de afirmación, pero no es categórica. Es ajena a la positividad relativa o absoluta, no se dice a partir del ser sino que va escurriéndose fuera de sí misma y reconducida hacia sí : un habla distinta, separada del discurso y que deja jugar entre los fragmentos lo ilimitado de la diferencia: habla de la diferencia, pero sin embargo jamás diferente - un habla plural -,  habla intermitente, porosa, que suscribe el azar, el juego y la risa y que no habla en razón de su poder de significar ni representar

El habla del fragmento atraviesa y acompaña, en todos los tiempos, todo saber, todo discurso, con otro lenguaje que lo interrumpe hacia un afuera en donde habla lo ininterrumpido, el fin que no acaba

Es de lo verdadero, en alguna medida inevitable, de lo que debemos intentar alejarnos si queremos nosotros filósofos del más allá, más allá del Bien y del Mal, hablar, escribir en dirección de lo desconocido


Una liberación del pensamiento tanto de la idea del ser como de la idea del todo, de la exigencia de sentido como de la exigencia del Bien: liberar al pensamiento obligándolo, no a abdicar, sino a pensar más de lo que puede pensar, a pensar otra cosa fuera de sus posibles

Escribir: trazo sin huella, escritura sin transcripción. El trazo de la escritura no será entonces jamás la simplicidad de un trazo capaz de trazarse confundiéndose con su huella, sino la divergencia a partir de la cual comienza sin comienzo la continuidad – ruptura.  ¿El mundo? ¿Un texto?


Febrero 2019