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174 - Tiempos impunes
Son tiempos impunes. Tiempos de valoraciones en rizoma, de veredictos de unos sobre otros, de jueces multiformes, aviesos, sobornados, inasibles. Tiempos de extimidad con efecto dominó, de narcisismo exacerbado, del espectáculo de la propia imagen, o, mejor dicho, del amor a la propia representación. Tiempos de miedo de pasar inadvertidos, de no pertenecer

Tiempos de excepción donde el poder es la única ley – su ausencia - , la garantía instituida de la legitimidad de cualquier cuestión que atañe a la sociedad. Tiempos de sofismas, de retórica vacía, de elocuencia espontaneísta, ese llamado a la transparencia, a la comunicación sin mediación ni dilación

Los individuos de una sociedad son producidos conforme a lo instituido por esa sociedad a la que a su vez  producen y continúan produciendo, conformando así un poder implícito, pero hay un poder explícito paralelo establecido como tal que es la garantía absoluta de la legitimización de las significaciones de esa sociedad que encuentran su razón de ser en un imaginario inconscientemente asumido. Las otras le son impracticables
 
El individuo se ve así atrapado entre la crítica a las instituciones y el sueño de otra institución que en un proceso interminable llegara a sustituir las instituciones de opresión, violentas e inoperantes. El mundo pre-social, anterior a las sociedades, amenaza siempre el sentido instaurado por la sociedad porque los seres singulares no pueden ser nunca completa ni exhaustivamente socializados de acuerdo con las demandas, implicando el rechazo de toda “autoridad” que no rinda cuenta de sus actos y que no justifique la justicia de sus enunciados

La justicia no es derecho, es una relación con lo incondicionado que una vez tenidas en cuenta las condiciones dadas, testimonia lo que no se deja encerrar en un contexto. La justicia no es el derecho pero es lo que intenta producir un  nuevo derecho y para eso es necesario tener en cuenta el contexto para luego, llegado a cierto punto, transformarlo radicalmente, abriéndolo y dando lugar a un nuevo dato contextual que permanecerá abierto por ese reclamo, por esa promesa del porvenir. Esa apertura del contexto es otro nombre para lo que queda por venir y hay que desentenderse del horizonte porque si se aguarda y se predetermina, se anula. La singularidad es lo que puede desafiar a la anticipación, a la reapropiación, al cálculo, a cualquier predeterminación y la justicia forma parte de ese porvenir y rebasa al derecho que siempre es un conjunto de normas predeterminadas

La gran pregunta es por qué los individuos aceptan las cadenas impuestas. Se sabe que el poder es magnético, creador de fantasmas y espectros, de paraísos artificiales difíciles de rechazar que velan la esclavitud y provocan el sometimiento tolerado y la opresión incuestionada y que conduce no a ser gobernados sino tiranizados, a trabajar la propia servidumbre para forjar sus propias cadenas. Quizá el motivo que subyace sea el hechizo de una fraternidad de iguales y las costumbres que atan a la pertenencia, a ese mismo molde que nos configuró para que nos reconozcamos, esas mismas costumbres que llevan al quiebre de la tendencia constitutiva del ser humano a la libertad

Un asedio hasta cierto punto impensado, innombrable, que penetra en la conciencia, en el alma, en el espíritu, antes que en los cuerpos


La organización actual de la sociedad puede juzgarse como patológica. Las sociedades han hecho de la libertad un instrumento poderoso de dominio que convirtió a las “elecciones libres” de los miembros de estas sociedades en un dispositivo útil para perpetuar los intereses dominantes y, al mismo tiempo, para proveer a sus víctimas de un discurso perverso sobre sus intereses reales, en suma, un proceso de subjetivación, o sea, la producción de un modo de existencia, que de ninguna manera puede confundirse con un sujeto, a menos que se lo despoje de toda interioridad. La subjetividad no tiene que ver siquiera con la persona:
 
se trata de una individuación, particular o colectiva, que caracteriza un acontecimiento. Se trata de un modo intensivo y no de un sujeto personal


Aspecto fundamental de la política hoy es la extraña relación existente entre el modo de producción del capital y la producción del deseo inconsciente

¿Cómo es posible que la fabricación y la formación de las estructuras psíquicas de la capa que soporta a una sociedad convengan con la misma exactitud que las piezas de una máquina de precisión a la organización económica y a los objetivos  de la clase dominante?


Ante este cuestionamiento surge la disyuntiva:
¿ es una estructura contingente o necesaria, esencialmente eterna o socialmente producida?
 
El proceso económico y la estructura psíquica se determinan mutuamente y se implican recíprocamente. La economía sin una estructura emocional operante es inconcebible ya que es un deseo históricamente marcado. Los procesos y las relaciones constituyentes de la subjetividad, lo que somos, es el producto de las relaciones sociales que nos han ido configurando. La organización de la subjetividad interioriza la organización social de los vencedores de la dominación histórica, es un sometimiento interiorizado, una “servidumbre” inconsciente, pero lo social no aparece en la subjetividad solamente como marca o imposición sino que en realidad se manifiesta como una lucha entre lo colectivo y lo subjetivo que no se da sin resistencia, concesiones y transacciones mutuas. No obstante, la formación del sujeto es violenta, es el resultado de una especie de debate, de un conflicto, una lucha, un agon con vencedores y vencidos

La violencia es aquello que no permite al otro ser lo que es, aquello que no deja lugar al otro. La brutalidad, el fiat dogmático, en cambio, no es solo una violencia no refinada; es una mala violencia, pauperizante, repetitiva, mecánica, que no abre hacia el porvenir, que no da cabida al otro. Reduce a lo amorfo, a lo mecánico, empobrece la forma, hace perder la diferenciación
 
Si la diferencia es violencia y la violencia es diferenciante, la brutalidad homogeniza y borra la singularidad


La economía adquirió un lugar de soberanía absoluta e irresponsable sobre la vida social entera, manipuló la percepción colectiva y se apoderó de la memoria y de la comunicación social para convertir al mundo en una única mercancía espectacular y el espectáculo es el lenguaje, la comunicabilidad misma, el ser lingüístico del hombre que es expropiado y la forma extrema es la política en la que vivimos. Esa expropiación es la posibilidad misma de un bien común, porque el espectáculo contiene algo así como una posibilidad positiva que puede ser usada contra él mismo
 
Este tiempo nos permite hacer la experiencia de nuestra misma esencia lingüística, no del contenido del lenguaje sin del lenguaje mismo, del hecho de que se hable


Todo lo que vemos afuera posibilita la construcción teórica de una organización subjetiva adentro que determina nuestro modo de ser como réplica de la organización social, pero la historicidad objetiva de los procesos productivos es incomprensible si no incluimos en ellos la propia historia del sujeto producida desde la infancia y que se prolonga hasta la adultez en la regularización de nuestras cualidades

El campo social es un cuerpo deseante histórico y materialista al igual que lo es el propio cuerpo o la propia conciencia corporal


¿Tenemos algún modo de constituirnos como “sí mismo”… más allá del saber y del poder? ¿Somos capaces de ello (ya que en cierto modo, en ellos nos jugamos la muerte y la vida?


La unión de los individuos en una sociedad debería darse por medio de una alianza que no suprima la singularidad de sus integrantes sino que la acentúe, una comunidad cuya constitución no se basara en una simultaneidad de presencias sino en la apertura, como la interpretación de un texto no dado, no cerrado sobre sí mismo, una interpretación que lo transforme. Una comunidad unida por un testamento de la ley no adquirido, ni siquiera comprendido

Estas tablas de la ley deben existir ya – no tanto estar presentes – para que el porvenir permanezca abierto a lo que todavía queda por hacer. La fuerza del porvenir que debe permanecer debe ser fuerza de ruptura no menos que de integración, fuerza de disenso a la par que de consenso. Se trata de una comunidad que da derecho a la interrupción, una comunidad que es la puesta en común de lo que ya no está en el orden de la subjetividad y tampoco de la intersubjetividad como relación entre presencias

Quiero tener la libertad no ya de rebelarme, sublevarme o rehusarme, sino de no responder firmando enunciados que no dicen ni sí ni no, conservar en todo momento mi libertad; es la condición no solo para ser singular y otro, sino para entrar en relación con la singularidad y la alteridad de los otros


El sujeto sí es un producto social determinado pero es humano en lo que vive, piensa, siente y también produce en su hacer. Es el núcleo a través del cual se elabora la realidad del proceso histórico como vivido y sentido

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Marzo 2019