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177 - De lo sublime
Intentar una pausa en el vértigo de este presente desconcertado que se salió de quicio quizá resulte tan disparatado como ocuparnos de lo sublime en estas líneas, pero no deja de ser interesante observar hoy la restancia de esta categoría en distintos ámbitos de la contemporaneidad
Lo sublime surge a partir de la desilusión de no alcanzar a comprender la inmensidad absoluta, pero esta desilusión además del dolor que provoca, paradójicamente nos inunda de un inmenso placer en medio de la perplejidad, ya que la imaginación si bien no es capaz de comprender lo infinito logra de este modo sentir la infinitud de espíritu, un gozo de la imaginación, donde ésta tiene su gran encuentro con lo ilimitado, con lo inconmensurable donde no hay forma ni figuración 

En una sociedad aturdida y aletargada como la nuestra, lo sublime solicita todos nuestros sentidos como una fuerza irresistible que puede llevarnos a la destrucción

El sentir que se siente, el ver que se ve no es pensamiento de ver o sentir, sino visión, sentir, experiencia muda de sentido “mudo”

La esquiva presencia de lo sublime ha sido socavada en gran parte por el accionar de los Media, por la utilización de lo inutilizable, por el exceso de querer representarlo todo y decirlo todo so pena de la desaparición de quienes se asumen con autoridad para la traducción de lo intraducible, para la interpretación de lo ininterpretable

Lo sublime es un sentimiento paradójico, ambivalente, un sentimiento de lo dispar, de quiebres, de rupturas  que provocan una violencia en el tiempo de la imaginación perturbándola, y que así pierde toda posibilidad de acuerdo, de conciliación, con el entendimiento. Esta conmoción que produce atracción y repulsión, placer y pesar al mismo tiempo, no es otra cosa que seducción. Lo sublime  seduce, la belleza no; lo que seduce es lo sublime de la belleza, es eso que lleva cualquier emoción estética al paroxismo y  abre un espacio ilimitado donde el tiempo se trastorna. Lo sublime es potencia, nos empuja al desborde, a sentir ese vértigo - que es casi una señal -  antes de intentar una forma, antes de la ofrenda que es el destino del arte y que se nos otorga justamente a través de lo sublime

La separación entre lo bello y lo sublime es la que nos conduce a la incorporación de lo sublime en el ámbito de la estética inaugurando así un tiempo nuevo donde la belleza se ve obligada a dejar el sitial que ocupaba. Lo sublime representa un momento fundamental y decisivo en el pensamiento de lo bello y del arte. No viene a agregarse a lo bello, viene a transfigurarlo…o a des-figurarlo. Lo bello y lo sublime se dan en simultáneo, la diferencia radica en que lo bello es la forma, la presentación en la presentación. Lo sublime es el trazo, el levantamiento de la forma, la presentación en su mismo movimiento, en su misma moción. Se trata del movimiento de lo ilimitado o más propiamente, de la ilimitación, ya que lo ilimitado comienza y no termina nunca 
La forma o el contorno es la limitación, que es el asunto de lo bello: lo ilimitado es el asunto de lo sublime

Cuando algo sublime roza los sentidos, el entendimiento se despierta y se revela una idea de infinito que nos supera. La imaginación no puede llegar a representarse ese infinito, se desborda, he ahí lo sublime que no nace del objeto sino de nuestras facultades, por eso depende de la reflexión. Lo sublime hace violencia a la imaginación, la perturba porque no es capaz de comprender su objeto dado en un golpe de intuición. En la emoción de lo sublime la imaginación es arrojada al abismo donde teme perderse a sí misma y allí se desorienta y su tiempo estalla. Uno accede a lo sublime a través de la insuficiencia de lo bello que es una forma presentable. La relación de lo sublime con la razón se da porque no hay de él una presentación posible. Es la presentación de lo impresentable. Quizá el cine y particularmente Bellocchio en el final de “Sangue del mio sangue” logre el milagro de ese viento de locura irrepresentable capaz de transportar a un éxtasis más allá del discernimiento lógico e incluso de provocar un colapso ante la imposibilidad de su asimilación

En lo sublime la representación toca sus propios límites y hace visible la invisibilidad misma de aquello que se resiste a ser comunicado. Esta renuencia, no obstante, convoca a través de su incomunicabilidad lo que puede llamarse propiamente sublime y este rasgo es el más sugestivo de la supervivencia de lo sublime hoy

no es ni presentación de lo impresentable ni de lo infinito ni de lo inacabado. Lo sublime supone un levantamiento. La ofrenda es ese levantamiento. Es la demanda de sentido

A diferencia de lo bello, lo sublime alcanza una grandeza que no depende de la forma y que se sustrae de las opiniones de los observadores con una llegada que provoca la misma trascendencia para todos con independencia de las variaciones epocales del gusto de la sociedad

La categoría de lo sublime aparece en una nueva sociedad, la contemporánea, donde padece la entropía desatada por los Media, por la política cultural y por la lógica del mercado capitalista

La imaginación se presenta impotente para poder con otra cosa que no sea la cantidad limitada y eso provoca la aparición del dolor en el sentimiento estético - una sombra proyectada por una idea de la razón - y al mismo tiempo, de placer, que se da por la percepción de la idea de cantidad ilimitada. Uno puede imaginarse lo absolutamente grande, lo inmenso, lo colosal, pero cualquier presentación de un objeto destinado a demostrarlo se nos aparecerá como desafortunadamente insuficiente
 
El sentimiento de lo colosal, efecto de una proyección subjetiva, es la experiencia de una inadecuación de la presentación a lo presente de la presentación: una presentación de lo infinito que presenta su propia inadecuación, una inadecuación que se presenta como tal en su propia beance 

Lo sublime es un sentimiento y más que un sentimiento en un sentido trivial, es la emoción del sujeto en el límite. Ese sujeto que se conmociona, ese sujeto conmovido es el sujeto de lo sublime, si lo hay. Lo que ocurre en el límite es la ofrenda. La imaginación, en tanto que libre juego de la presentación toca su límite, la libertad

Lo que tiembla indefinidamente al borde del esbozo, la blancura suspendida de una hoja o un lienzo. La expresión de lo sublime no quiere nada más

En lo sublime no se trata de grandes figuras sino de la grandeza absoluta. Refiere al hecho de que hay absolutamente grandeza: magnitudo no quantitas

En los tiempos que corren  el gusto se ha transformado en una categoría estética-ética que viene a ocupar el sitio dejado por otras. Caen los proyectos totalizantes y los fundamentos. Se abandona la búsqueda de lo absoluto, la pretensión de verdad y su resignificación como fuente de puro placer. Consecuentemente se derrumba todo un corpus visual regido por la imitación y la verosimilitud de la imagen. La modernidad tardía opta por la novedad en las presentaciones para despertar la conciencia de que hay algo que es impresentable, una presentación sin presentación 

Un arte que se conciba como una representación o una expresión es arte muerto y el pensamiento que así lo ha decretado ha olvidado que no ha pensado lo inacabado. Cada obra es la apertura de un mundo. El arte es patencia, no representación.  La belleza es considerada una marca histórica ya perimida, una carga histórica de la que hay que librarse, como el fundamento para identificar lo que era arte, su canon, la forma y la posibilidad de traducir los contenidos de las obras aunque siga habiendo quienes no puedan abandonar la comodidad de “entender” la presentación y sigan hablando de representación. El arte que podemos llamar sublime le indica a su contemplador que nunca puede estar seguro de lo que está contemplando. Los datos que la imaginación une son inestables e inaprensibles

Una obra que evoque el sentimiento de lo sublime sería una sobre lo disperso, lo que no deja de desvanecerse

Aunque los cuadros más tenebrosos despierten nuestro miedo más oculto no hay nada como el terror que suscita aquello que no podemos ver. La oscuridad, la incertidumbre, la eternidad, causan en nosotros una impresión más sublime porque velan y guardan para sí el objeto de nuestro temor. La totalidad sublime está más allá del máximo: es tanto como decir que está más allá del todo
 
Hay una capacidad sensible bajo el predominio del sentimiento de cuyo dominio  solo es posible independizarse mediante una ascesis interior que barra los prejuicios infiltrados en la visión misma y de este modo se avanza hacia una estética de lo sublime como reducto de liberación de lo sentimental, de un lenguaje de signos consensuados además de un vínculo semántico con el observador que va a una exhibición para ver las obras previa y supuestamente descifradas. Este territorio tan complejo exige que las obras de arte sean el reflejo de una sociedad supuestamente ávida de representaciones, un arte “de contenido” que el observador (no el contemplador) pueda entender  y, además, pueda interactuar con él sin mayores esfuerzos, captar el “mensaje” que supuestamente le va dirigido; casi una especie de terapia
 
Lo que resta queda para la estética de lo sublime, un rol de testigo de lo que hay de indeterminado

Estamos acostumbrados a que se busque instalar un saber a partir de un lenguaje de las artes que se distancie de lo visual, pero la producción de arte puede comunicarse con el público independientemente de la comunicabilidad de un sistema lingüístico

Hay un pensamiento del arte que no es un pensamiento de la no - comunicación sino de la comunicación no – conceptual

Nuestra época se encuentra en un momento de relajamiento que tiene que ver con la exigencia de un deseo de orden y que obviamente conduce a una especie de confabulación artística que busca "claramente" la conquista absoluta del sentido

Existe un criterio de legitimación de facto, la performatividad. Es evidente que existe un discurso institucional restrictivo donde hay una censura de la otredad, de ese resto impresentable. La estética de lo sublime, en cambio, busca develar otra estética que se oponga a un arte de tendencia - el arte sublime no posee una función liberadora o revolucionaria - a una estética academicista y al mercantilismo que establece la idoneidad de una obra a través del valor de uso o de las ganancias que aportan. Así la estética de lo sublime desenmascara el engaño y abre una nueva perspectiva para el arte en estos tiempos
 
Es una actividad crítica conectada con lo incomunicable, con la presentación de la inconmensurabilidad, y/o lo impresentable

La tarea más importante del arte consiste en lo sublime inmanente, hacer alusión a un impresentable que se inscribe en las infinitas posibilidades de la transformación de la realidad y en que, gracias a ello, se evidencia el signo de una impresentabilidad. Que las formas resulten impotentes para dar cuenta de la presencia devela la impotencia de la imagen frente al sentimiento evocado por lo sublime. Por eso lo impresentable exige una reinterpretación del arte contemporáneo, el poder de una libertad a la que es imposible darle una representación pero que tiende sí a construir una representación del tiempo y del espacio sin mediación de figuras o imágenes, un arte totalmente libre, auténticamente abstracto

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Marzo 2019