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180 - El "héroe" contemporáneo
En tiempos idos la historia habría sido pensada sobre el trasfondo de una comunidad perdida a reencontrar, a reconstruir. Esta mirada, siempre nostálgica, se recuesta
sobre una era arcaica, perdida, una edad de oro, pero ni una conciencia retrospectiva de la pérdida ni del ideal por venir que dicha nostalgia provoca y que nos acompaña desde siempre, están cerca de la verdad
En realidad, la comunidad nunca existió, la sociedad - agrupación encargada de administrar las fuerzas, las necesidades, las funciones  y  los signos -  tomó el lugar de lo que no tenía nombre ni concepto
 
La comunidad es lo que nos acontece a partir de la sociedad, y ese paraíso perdido resta tan solo como una proyección fantasmática envuelta en la melancolía -  que considera como perdido un objeto que en realidad es inapropiable -  La pérdida real es aquella comunión, copertenencia, unidad, que sí forman parte esencial de una comunidad que solo es pensable como negación de la amalgama, de la homogeneidad, de la identidad consigo misma y que, en cambio, tiene como característica primordial la heterogeneidad, la pluralidad, la distancia

Aún no ha surgido. Y, en el caso de que acontezca, se trata de pensar esta insistente necesidad de comunidad más allá de cualquier atisbo de totalitarismo, una comunidad a contramano de una ilusión de integración, de fusión, que esté hecha de interrupciones fragmentarias, suspenso, seres singulares y sus encuentros

Comunidad como el hecho de compartir una separación dada por la singularidad 

En cambio, en este tiempo desencantado se aloja una política salvaje donde el ser humano se halla insiliado en su propio soliloquio, un discurso que lo aprisiona con los mandatos de una sociedad que lo insta a centrarse en sí mismo y en sus propios recursos, conduciendo a un solipsismo social, lo que significa que cualquier cosa exterior al individuo no cuenta. El extrañamiento que surge de esta situación llevan a considerar que cada uno es un serio obstáculo para el otro ya que se ha convertido tan solo en un peligroso competidor. La serie Billions – entre otras – es un ejemplo radical de esta situación. Lo más alarmante es que  su exacerbado narcisismo, el desinterés por el otro, su utilización para lograr sus favores en su afán desmedido de lograr más riqueza, más poder y más éxito, no son sino el trasunto de la dinámica de la sociedad de la que emergen

El solipsismo social de la época cercena la capacidad de empatía y, anula la compasión, facilita una actitud egocentrista que perfila un tipo humano completamente sustraído de la solidaridad, consciente de sus propios límites, exigido por las inevitables necesidades para su supervivencia que son obviamente refractarias a todo tipo de promesas volátiles al uso. Este solipsismo actual custodiado por el poder silencia al vulnerable, a aquel susceptible de padecer injusticia, dolor y desamparo
 
La comunidad es lo opuesto de la sociedad, por ser el espacio de una distancia que ésta en su empeño de totalización no ha cesado de obstruir. No se trata de una relación de lo Mismo con lo Mismo sino de una relación en la que interviene lo Otro - y éste es siempre inexpugnable – una relación asimétrica en la que el sujeto ve desmoronada su identidad centrada y aislada, abriéndolo a una exterioridad irrevocable, una comunidad negativa - la de los que no tienen comunidad por ausencia de reciprocidad, unidad, comunión – que asume la imposibilidad de su coincidencia consigo misma en una relación fundada sobre el absoluto de la separación

Hay una resistencia proveniente de una subjetividad cualquiera que ya no se define por su pertenencia a la identidad específica de un grupo político o de un movimiento social. Eso mismo es lo que resulta intolerable para el estado: la singularidad cualquiera que no hace valer un lazo social, que declina toda pertenencia pero que justamente por eso manifiesta su ser común. Condición de toda política futura, la del heroísmo del individuo cualquiera, el gesto excepcional del hombre común que hace emerger la novedad en contraposición a la mediocridad y banalidad del hombre medio
El individuo se vuelve humano cuando imagina, o sea cuando transgrede. La transgresión apela siempre a la acción e implica siempre movimiento. Es una manera de resistirse a ser de-tenido, a rechazar la pasividad estéril y en cambio optar por el grado máximo de la pasividad donde ésta deviene una posibilidad revolucionaria. Contrariamente, la acción del hombre contemporáneo es la fuente de su propia servidumbre, ya que el sistema dominante es una axiomática de flujos decodificados y toda acción organizada será capturada por un nuevo axioma generado por la misma acción 

Lo difícil de imaginar es cómo el sujeto -  que nunca es condición de lenguaje ni causa del enunciado - encorsetado por la producción de enunciados que no tiene más remedio que obedecer, pueda liberarse o transformarse

La desubjetivación del sujeto moderno es terreno de la ética porque si se continúa aceptando la pertenencia a la sociedad tal como está, el saldo va a seguir siendo el calvario de los que no pertenecen
Se trata de dilucidar  cómo las mismas fuerzas que nos esclavizan nos permitan devenir

El pensamiento del devenir excede al “yo pienso”, a la voluntad que ordena. Es el pensamiento de la voluntad de poder que en tanto es un movimiento implica un devenir y por lo tanto el “yo” lo rechaza ya que al pensarlo está necesariamente deviniendo. Es un pensamiento cuya violencia daña al que lo piensa a diferencia del que suscriben las instituciones que tienen la misión de guiar nuestro destino  arrasando con nuestra singularidad y que no hacen ninguna mella
El pensamiento del devenir, de la diferencia no surge de un acto de voluntad, es acontecimiento, implica la muerte porque devenir es la muerte de lo que no cesa y no acaba de arribar en cada devenir. Allí es donde se encuentra el poder de deshacer al sujeto y liberar las singularidades, entrando en el flujo del devenir

No se trata de volver a una sociedad primitiva donde no existe el trabajo sino de generar un devenir que pueda desarmar el engranaje de la servidumbre. Aquí se impone mencionar el nombre de Bartleby quien desenganchado del mundo del trabajo, despojado de su subjetividad, encarna la despersonalización extrema, y si su ejemplo cunde, pudiendo provocar el gran colapso 

Que el devenir acontezca en el momento en que todo es posible, en el que se ha agotado lo posible con la palatina inmovilización de los nómades que viajan en el lugar, que se activan a nada en un creciente apartamiento del mundo del trabajo para descubrir que las necesidades se satisfacen igual porque no hay carencia. Hay puro deseo. No hay carencia. No hay sujetos

 
El individuo como singularidad libre reposa en un abismo sin fondo, una personalidad anónima y nómade

El nómade no se define por el movimiento. Nómade es quien no se mueve. Mientras el migrante es el que abandona un medio ingrato y hostil, el nómade se aferra a ese espacio como respuesta al desafío
Una sociedad solo alcanza la plenitud si es capaz de ponerse en contradicción, de extrañarse con respecto a su propia identidad para fecundarse con su ajenidad
 El deseo de comunidad es el espectro y el alma del poder constituyente, deseo de una comunidad tan real como ausente. Un movimiento que atrae a los seres  arrancándolos de la sociedad ordinaria

Padecemos un exceso de comunicación, estamos atravesados de palabras inútiles, de una cantidad demente de palabras e imágenes. Sería mejor crear vacuolas de soledad y de silencio para que por fin se tenga algo que decir


Hay individuos que desde el fondo de su soledad no revelan solo el rechazo de una sociabilidad enferma sino que son un llamado a una solidaridad nueva, una invocación a una comunidad por venir

Este individuo solitario desmonta los resortes de sentido que garantizaba la dialéctica del mundo y provoca por un efecto dominó la desterritorialización del lenguaje, de los lugares, las funciones, los hábitos. Es capaz de sostener un grupo sin la ablación de la singularidad, hallar espacios heterogéneos con matices propios, distintos climas, distintas atmósferas, propiciar encuentros sin imponerlos, brindar una atención que permita el contacto y preserve la alteridad
La soledad, ese desierto donde acontece la experimentación sobre sí mismo, es nuestra única identidad, nuestra única alternativa para todas las intensidades que nos habitan
La soledad absoluta es la más poblada del mundo

Desde el fondo de ella se pueden multiplicar los encuentros con personas, con movimientos, ideas, acontecimientos, lo que no impide que el desierto sea nuestra propia ascesis, la soledad más absoluta a favor de la despersonalización más radical para establecer otra conexión con los flujos del mundo

Salir del agujero negro de nuestro yo donde nos alojamos con nuestros sentimientos y pasiones, deshacer el rostro, tornarse imperceptible y pintarse con los colores del mundo


La deserción, la traición a las costumbres, los compromisos, se sirven de la soledad como de un medio de encuentro en una línea de fuga creadora. Así, tal soledad es cualquier cosa menos un solipsismo. Es la forma por la cual se deserta a la forma del yo y sus compromisos infames a favor de otra asociación diferente

El desafío del solitario, contra lo que pudiera parecer no es una reclusión autista, es siempre encontrar o reencontrar un máximo de conexiones, extender lo más lejos posible el hilo de sus simpatías vivas

Cualquier reflexión sobre ámbitos universales - cósmicos, políticos o de cualquier otra índole – debe formar parte de la reflexión sobre la propia existencia. La crítica política o la crítica cultural son siempre críticas existenciales. La escisión de teoría y vida esteriliza el pensamiento. Es lo que ha afectado decisivamente a la cultura moderna


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Abril 2019