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202 - El Algoritmo y sus derivas
El desarrollo y la constante evolución de las nuevas tecnologías a una velocidad extrema, que somete cualquier discurso sobre ellas a una fatal caducidad, desde un lugar que además padece la distancia de la observación y suma nuestra incertidumbre, amén de nuestra ignorancia sobre su real alcance, convierte la reflexión en un territorio imprescindible pero difícil de transitar en vista del perfeccionamiento continuo de las conciencias sobreinformadas y clarividentes de esta especie de "soberanía digital" que nos administra
El paradigma de la información digital deviene piedra angular de nuestra cosmogonía: el universo como un gran algoritmo ¿otra de las sombras de Dios?

La edad digital abre el camino a profundos cambios de nuestros valores, nuestro imaginario y nuestras estructuras de pensamiento. En un principio, todo conocimiento sospechado de irracional fue condenado al oscurantismo, así, el racionalismo clásico eliminó progresivamente la imaginación, la intuición, las emociones, los sentimientos y las experiencias multisensoriales tan esenciales para nuestra condición humana y nos empujó hacia un reduccionismo conceptual. Hoy descubrimos que la complejidad de lo real nos obliga a reconsiderar funcionamientos caóticos, sistemas de disipación, paradojas, contradicciones, bifurcaciones que dan por tierra con las restricciones del racionalismo. Dejamos en la sombra lo irracional que nos estorbaba y hoy asistimos a su regreso; es tiempo de reconsiderar las asociaciones de ideas incongruentes, de intuiciones imprecisas, de la imaginación creadora, de la transversalidad, de la hibridad, de lo absurdo, del azar. Un hipertexto insondable

El digitalismo es una nueva visión del mundo que se funda en el poder casi total y exclusivo de lo digital. Reposa en lo no-dicho de una cuasi homología entre el lenguaje de la programación y las leyes de la naturaleza. Estamos confrontados a una verdadera cosmogonía que tiende a devenir unidimensional, autoritaria e intolerante

El real perfeccionamiento de la máquina al no depender solo del automatismo sino de su posibilidad de responder al azar, al hecho de que preserve un cierto margen de indeterminación, provocaría que ese resto que impide su cierre, le permita a la máquina responder a una información llegada de afuera y la libere del control humano. Así los sistemas elaborados para administrarse por sí mismos parapetándose tras las máscaras de agentes neutros crean una forma de familiaridad armónica con las computadoras destinados a despejar las dudas respecto a lo poco confiable de la inteligencia artificial

Hay un saber dinámico conformado por una constelación de servidores distribuidos y situados disponibles a un pulso

Este discernimiento algorítmico se alimenta de todas partes y se modula en tiempo real y está destinado a encuadrar el curso de las cosas, a reglamentar o fluidificar las relaciones con los otros, con el comercio, con nuestro propio cuerpo, en otros términos, a contribuir a que la marcha de cada fragmento de lo cotidiano sea configurada de la manera más adecuada como si estuviera distribuida o supervisada por un demiurgo inmanente- electrónico

Hoy es el tiempo de una extrema permisividad legitimada para ejecutar órdenes depositadas en líneas de código que dispone de zonas cada vez más amplias de nuestra sociedad y es lo que caracteriza esa especie de atmósfera de películas con un imaginario de futuro que impera en la condición actual, una nueva forma de automatización que nos representa y por la que somos hablados

La historia del siglo XXI será el relato de la redefinición de las líneas entre los organismos biológicos y las potencias computacionales, el Homo sapiens entre el animal y la máquina, nuestra tradición humanística vapuleada destinada a embarcarse en una aventura incierta e híbrida entre el hombre y la máquina
Estos tiempos nos exigen sin tregua vigilia y lucidez

No hay nada más importante que la conciencia despierta del hombre

Hay algo innegable, la interconexión total que relaciona virtualmente todo ser, cosa y lugar estableciendo esta dinámica como un estrato indisociable de la existencia que la rodea en casi todo momento y circunstancia

Probablemente no captamos del todo este momento histórico excepcional de nuestro tiempo, quizá los árboles no nos dejan ver el bosque, quizá por ser protagonistas o ¿pacientes? demasiado próximos y  por estar casi totalmente sumergidos en su maremagnum

en esa sucesión ininterrumpida de innovaciones vividas dentro de flujos intensificados y que contribuyen a ocultar la magnitud de las incidencias que no cesan de rediseñar silenciosa o manifiestamente las características inestables de nuestra condición

La revolución digital no es solamente la posibilidad de comunicarse en todos los niveles sino que implica otros hechos, tecnológicos, económicos y culturales de capital importancia, pero que contribuyen a camuflar su característica mayor, es decir, el entusiasmo de una doble autonomía
Se trata de la emergencia de una humanidad ya no solo interconectada, hipermóvil, que hace del acceso un valor capital sino que de ahora en más está hibridada con sistemas que orientan y deciden comportamientos colectivos e individuales bajo modalidades todavía discretas pero pregnantes destinadas a extenderse hacia numerosos campos de la sociedad 

Esta configuración engendra formas inéditas de existencia y redefine las relaciones tradicionales con el tiempo y el espacio, bases estructuradoras de nuestra existencia
Es la actual génesis de una ontología dual, un hiledigitalismo, que ya no remite a la desnudez humana  sino que revela una Tierra poblada de criaturas artificiales que viven una vida paralela a la nuestra y que señala el inicio de una antrobología, la unión de materia y mundo digital. Existe ese mundo exterior digital pero estamos físicamente conectados a él

Economismo y digitalidad, las dos ideologías dominantes de nuestra época se nutren recíprocamente en su interpretación conjunta del mundo que demuestra por sus excesos conjugados una misma tendencia totalitaria a dar cuenta de todo y a administrar todo. Detrás de cada objeto conectado está presente la idea de una enorme potencia para inmiscuirse en nuestros comportamientos y por medio de aplicaciones invadirnos con las más variadas ofertas. Es la aspiración a que todo sea negocio. La silicolonización del espíritu. Pero el sueño humano no se puede negociar

Habitamos un realismo capitalista, aunque los algoritmos no sepan su nombre, una elaboración simbólica de nuestro inconsciente colectivo que implica la creación de una ficción, la que el sistema nos vende como realidad, incorporando el afuera adentro no sin antes dejar su marca de fuego difícil de captar tan carne inadvertida como deambulamos en esta puesta en escena de un mundo que nos concede y ampara nuestros intereses y deseos

Hay una asunción generalizada de que no hay alternativa al capitalismo. Así el liberalismo económico y con ello el libre comercio y la desregulación del mercado fueron consideradas el mejor y único medio para el desarrollo de las sociedades modernas. Este pesimismo en el pronóstico adquiere un sentido real de urgencia epocal

Se vive en medio de una comercialización extrema, no existe un afuera de ella de modo que la situación remite a un encierro del que no se vislumbra la salida, ya que los encargados de la liberación son los mismos que llevan estampada la propia subjetividad del sistema. Si bien hay quienes creen que las propias contradicciones lo lleven a la ruina, se debe tener en cuenta que el sistema necesita repetirse continuamente para acrecentarse, y si se derrumba las secuelas pueden ser aún más nefastas 
 
El capitalismo es una especie de posibilidad oscura que amenaza desde adentro a todos los sistemas sociales previos. El capitalismo es la cosa sin nombre, la abominación que las sociedades primitivas y feudales preveían como su mayor catástrofe

Interesantes proyectos se tienden como puentes para la transición a un postcapitalismo por el Aceleracionismo, desde la creación de ficciones desde futuros posibles que al habitar el imaginario permiten generar comportamientos orientados a la creación de esos futuros, o teniendo en claro que si no hay afuera del capitalismo es necesario superarlo desde adentro, acelerando todo aquello que resulte beneficioso en pos de un futuro que vaya más allá del mercado salvaje. Se analizan las relaciones entre el capital y los algoritmos que median nuestros vínculos con las tecnologías de la información y la comunicación tendiente a quebrar la idea de que el realismo capitalista constituye la única economía posible. Se pone el acento en tres factores que parecen estar fundando un nuevo nomos de la Tierra, nuevos códigos de conducta social y política que vinculan los poderes territoriales de las divisiones sociopolíticas clásicas y por otro con las nuevas formas de soberanía surgida de Internet: dinero virtual, redes sociales, y la relación entre los cuerpos y los dispositivos

Este movimiento deja sentado la dificultad que encuentra para acceder a ciertos circuitos indiferentes a las potencias de futuro de sus pensadores. Respecto a la estética, estos pensadores dejan en claro que todas las transgresiones que se dan en el campo del arte no hacen más que incrementar el capital cultural que alimenta al sujeto neoliberal sediento de innovaciones que el capitalismo puede vender
Son tesis audaces que reconfiguran un espacio desesperanzado: la recuperación de la imaginación, la transición a una economía diferente que debe ser planificada y debe tener una dirección certera otorgada por las posibilidades que proporcionan los potenciales inexplotados de la tecnociencia

La gran pregunta es por qué seguimos encadenados a la tecnología. Quizá seguimos capturados por la primera aparición de eso formidable, casi mágico, que por medio del acceso parecía escuchar nuestros pedidos más inconscientes Hoy seguimos marcados por ese arrobamiento y cada vez más estimulados sin percibir los contornos oscuros de ese asistente perseverante, obsecuente y vitalicio que contando con nuestra complicidad nos sustrajo y nos sustrae la capacidad de elegir y decidir. Es un otro como una sombra seductora que día a día, poco a poco, nos va succionando la esencia humana convirtiéndonos en objetos consumibles

Por otra porte ante el caos contemporáneo, hay una sensación de ausencia de devenir, solo parece haber red. La red es el paradigma. Esta visión del mundo genera en los sectores más jóvenes una impotencia reflexiva que excluye la posibilidad de politización suplantada por un retiro en la indiferencia, en una anestesia mental
  
La ambición demiúrgica de reducir la totalidad de los puntos de la Tierra a una base de datos universal y sin fondo caracteriza con exactitud nuestro momento histórico, una base constituida por infinidad de datos que se multiplican por todas partes siguiendo curvas exponenciales alojados en  data centers que proliferan cada vez más en la superficie del planeta

La voluntad de hacer una copia cifrada de cada fragmento del mundo no deja de intensificarse erigiendo una suerte de duplicación, virtualmente en consumación, de todos los fragmentos de lo real bajo el formato de códigos binarios

¿El homo numericus se transformará en el alfa y omega de todo?

¿Será posible el hombre simbiótico, un ciborg hecho de biología, mecánica y electrónica, con un cerebro que se conectará directamente a la red neuronal- digital- planetaria de la inteligencia colectiva? 
¿ volvernos células neuronales de ese superorganismo nutricio, viviendo de la vida de sus células, esas neuronas de la Tierra en que nos estamos convirtiendo?
¿O rodeados de máquinas inteligentes, máquinas espirituales, muy pronto infinitamente más inteligentes que nosotros y dotadas como nosotros de emoción, intuición y decisión?
 
De todas maneras, ya no somos homo sapiens somos auténticos ciborgs. La condición de ciborgs ya no es una macabra mutación sino la consecuencia de nuestra vital e inextricable vinculación con las máquinas

Hay un imaginario asombroso detrás de estas visiones. El Cine, en especial, supo adelantarse perturbándonos a través de figuras que encarnaban el Mal en estado puro, engendros que se reproducían al infinito y cambiaban de forma  convirtiéndonos en uno más, o desconcertándonos con clones que llegaban a humanizarse y convertirse en máquinas vivientes: Metrópolis de Fritz Lang, Terminator de John Cameron, Alien y Blade runners de Ridley Scott, La cosa de John Carpenter, La noche de los muertos vivientes de George  A Romero, Terminator de John Cameron, Odisea del espacio de Stanley Kubrick, Robocop de Paul Verhoeven,  La guerra de las galaxias de George Lucas, Matrix de Andy y Larry Wachowski, sin olvidar en estos pocos ejemplos a Jean-Luc Godard y su genial Alphaville

La pregunta por la posibilidad de otro mundo en éste pero diferente se sumerge en un silencio que no obstante se puebla de imágenes análogas a las de este mismo mundo que parecieran provenir de una inercia imaginativa, una desconfianza en cualquier posible cambio por considerarlo estéril y, al mismo tiempo, de una íntima negligencia. Quizá la imposibilidad de cambio se percibe porque somos nosotros mismos los que no podemos cambiar porque tampoco advertimos que fuimos inoculados contra el cambio y el disenso y no podemos llegar al mismísimo fondo de ese primer día cuando empezó nuestro adiestramiento

Cuando la realidad misma (las dimensiones, la materia, el espacio y el tiempo) gira sobre sí misma, deviene otra cosa. En su centro ocurre la singularidad, donde el tiempo y el espacio dejan de existir tal como los conocemos y con ellos, todas las leyes físicas, un punto de cambio cualitativo y trascendental más allá del cual todos los modelos científicos dejan de tener validez predictiva y explicativa y deben ser reemplazados por un nuevo paradigma de conocimiento

La singularidad es un punto en el cual la teoría en sí misma se rompe, una ruptura en el tejido de la historia humana

Así se define la singularidad tecnológica como un período futuro en el que el ritmo de cambio tecnológico será tan rápido y su impacto tan profundo que la vida humana se transformará de manera irreversible

En el instante previo a la elucubración singular del Algoritmo de Dios, habiendo la naturaleza ostentado su inmensidad infinita ante la creación limitada del hombre, pueden ocurrir dos cosas distintas: o bien el ser humano, y con él la propia naturaleza, se supera a sí mismo hallando el principio máximo de existencia de lo biológico, logrando reducir su complejidad a una simple regla matemática computable; o bien la dimensión del secreto universal es de hecho tan inconmensurable, que las alas de pluma que el ser humano se construyó a sí mismo durante siglos, casi Icaro en el mito griego, ceden al calor del fuego eterno, cayendo el hombre desde los cielos a la oscura profundidad del océano

 
Mayo 2019