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205 - Un presente otro
Hoy la subjetividad está encerrada en el claustro de su propio destino epocal. Es una subjetividad que vive en un tiempo abstracto, sojuzgado por la trama del determinismo material, social, político, etc, por la sucesión de necesidades imperiosas que le sustraen el presente vivo y lo constriñen a un ahora puntual sin perspectiva de un horizonte abierto a un otro tiempo por-venir
Pero hay otro presente que no pasa, una memoria del espíritu, es la memoria de lo que somos y que jamás hemos dejado de ser, aún sin saberlo, un resto, una reserva. Algo, una inquietud desde lo profundo que hace estallar toda la vida apelmazada del escenario rutinario de la cotidianidad hasta que por fin se libera y se expresa, una emoción que se revela inseparable de nuestra libertad, inseparable del movimiento que está en el fondo de las cosas, y que el espíritu capta: el espíritu mismo de las cosas y los seres con lo que vibramos en profundidad: es emoción, emoción frente al pasaje mismo del tiempo, y es justamente lo que nos libera de lo que nos ata a los seres y no al movimiento de los seres: el puro devenir, la durée bergsoniana
 
Henri Bergson fue la mirada intempestiva de toda una época impregnada de un  positivismo extendido a todos los rincones del saber. Frente a la fosilización forzada de las ideas, a la deshumanización y desvitalización que teñía la época, impulsó un vitalismo abierto a la dimensión del espíritu, desenmascarando las falacias del intelectualismo imperante de su tiempo
Su época, nuestra época. Un pensador que hay que ir a buscar aun retrocediendo en el tiempo y - permitiendo el oxímoron- avanzando diacrónicamente hacia una manera otra de decir que también percibió el escándalo de la racionalidad a ultranza al punto de exponerla a su propia inconsistencia ante la realidad vital que le es irreductible, una realidad tan compleja que admite dos vistas opuestas –tesis y antítesis- que en vano se tratarían de conciliar lógicamente pero que mediante la intuición se percibiría al mismo tiempo como se oponen y se concilian

En la vertiginosa edad del tiempo real, de la uniformidad de la falta de tiempo y del arquetipo del presente eterno que hoy nos toca transitar se ha dejado atrás la concepción de un tiempo lineal que arrancaba desde un pasado hacia un futuro cada vez mejor y más abierto y con un mañana esperanzado en el que se esperaban llevar a cabo los proyectos más deseados Ahora el porvenir se destemporalizó sufriendo un quiebre en su apertura hacia el futuro con el que se mantiene atado al tiempo omnipresente de la eterna permanencia. Todo sucede como si se viviera en el afuera del tiempo que pasa esperando el gran acontecimiento que les dé sentido, y al darse cuenta de su existencia ya es demasiado tarde
Este tiempo paralizado remite a una especie de escenario predeterminado donde se asiste a la representación de la sociedad como espectáculo donde el yo autoconstruido se alimenta de imágenes preexistentes que modulan sus propias narrativas inspiradas en los códigos audiovisuales e informáticos que crean y recrean el mundo mientras este yo relatado se refleja en el espejo de los personajes que pueblan las pantallas y con los que llega a mimetizarse. Un yo relatado sin experiencia, sin novedad

Es la época de rendirle culto a la velocidad, de agradecerle no pensar en el pasado que parece haber perdido sentido como causa del presente. Liquidado el pasado, la velocidad abraza al presente anticipando futuros en los bordes del ahora sin vivir la experiencia de entrar en ese tiempo para transcurrir con él en vez de mirarlo pasar atados a eternidades efímeras. Pasar al adentro del tiempo en vez de pensarlo desde afuera mientras fuga
 
En todo este cambio paradigmático, en esta episteme tecno que hoy se ha instalado, la eficacia y la eficiencia son las excusas que se consideraron indispensables e irreductibles para explicar este panorama que hoy des-vivimos y que parecen eximir de cualquier pregunta por el sentido

Desaparecido el pasado no es tan asombroso que esa sensación de comienzo absoluto de nuestra contemporaneidad coincida con el asentamiento de la tecnología como un tipo de supremacía que fusiona un saber, la ciencia con un saber- hacer, la técnica, y con la instalación del liberalismo capitalista informatizado. El pasado se archiva y el tiempo ya no se disuelve en el ayer sino que se recicla y muta en mercancía y se consume como fetiche sin dar nada a cambio
 
Hay una otra peculiar manera de vivenciar la propia inscripción en el tiempo que parece haberse desorientado, pero todo lo que es, es en el tiempo y la libertad es justamente lo que permite descender en el tiempo y reencontrar allí la corriente subterránea de la que estamos hechos, las emociones, los afectos que vienen de afuera, inesperados, imprevistos, como un verdadero cataclismo pues el tiempo ya no pasa en el exterior, los atraviesa dejándonos indefensos. Deviene interior, un verdadero sentido interno, la duración. Una manera de quebrar el destino preexistente

Para los griegos la philia (amor) era el temple que conducía a la sofia (sabiduría). Para Bergson es la simpatía -
- (sentir-con) con lo real ya que el mundo lo llevamos también con nosotros y es nuestra semejanza y nuestra representación

La materia y la vida que llenan el mundo están también en nosotros, las fuerzas que obran en todas las cosas las sentimos en nosotros, cualquiera sea la esencia íntima de lo que es y de lo que se hace, nosotros estamos allí

Frente a la conciencia que encandila y somete y a la inmovilidad que el concepto o la idea suponen, la intuición se inscribe en el movimiento mismo, habita con la simpatía la fluidez de lo real para aprehenderla tal cual es sin las distorsiones conceptuales o imaginativas a las que nos ha acostumbrado una percepción deformada de la realidad. Así el ser humano podrá percibir la eterna duración como lo grita la realidad en lugar de un presente instantáneo
 
No hay estado del alma, por simple que sea, que no cambie a cada instante, pues no hay conciencia sin memoria ni continuación de un estado sin sumarle al presente el recuerdo de los momentos pasados. Esto es la duración y la esencia de la duración es la libertad

La duración verdadera es de índole emocional, son emociones constitutivas de la duración en nosotros. Todo el ser es durar, vibrar, resonar. No somos nada más profundo que las resonancias, las vibraciones, ritmos, nada más que ritmos

La sociedad nos impone sus innumerables exigencias a través de normas preestablecidas, un mapa de rutas cotidianas automatizadas que no queda más que seguir y repetir conforme a las expectativas del orden político, social, conyugal, profesional. No se espera de nosotros más que acciones que se inserten en las tramas preestablecidas
Nuestra libertad, arrinconada,  reside en esos miles y miles de sentimientos, pensamientos, percepciones, cuya síntesis somos

El acto libre adquiere densidad por todo un pasado que representa el alma entera, de allí emana la decisión libre. Es la totalidad íntegra de la historia de la persona, de sus sentimientos, de sus pensamientos, de sus aspiraciones
En cada sustancia hay huellas de todo lo que le ha sucedido

El impulso vital - élan vital - tiene dos direcciones. Si asciende va creando y purificando la materia hasta la liberación completa del espíritu humano. Si, en cambio desciende, se va reduciendo, encojiendo, para repetir siempre lo mismo hasta llegar a la materia inerte y carente de interioridad, sin conciencia y sin creación. Nació en 1859

El acto libre al estar así conformado, cargado de todas las emociones reprimidas posee una dimensión política propia esencial más decisiva que toda “política”. Las emociones de las que está preñado nos hacen nacer a la política verdadera, permanecer en la lucha contra las maneras de habitar, ver, hablar y actuar, única condición que nos posibilita reapropiarnos de este mundo 

No hay expresión que no reivindique sordamente un derecho a la expresión, que no tenga un carácter estético o ético aún de manera imperceptible. No es desde fuera de las cosas como el hombre accede a su verdad sino desde dentro de ellas mediante la simpatía. La verdad es la convivencia con la realidad

A veces tendemos a obviar esos requerimientos de expresión y entonces se acumulan en las profundidades con una gran carga explosiva que lleva, en el mejor de los casos, a liberarlas Allí se consolida el vínculo indisoluble de tiempo y emoción

Hay un sentido del porvenir y si puede ser engendrado es a partir de la emoción y solo de la emoción

La libertad es inseparable de la afirmación de uno mismo, de un yo profundo que se configura con las emociones más intensas que hemos experimentado en nuestra vida. Solo empezamos a pertenecer al tiempo a través de la emoción que parece no responder a las preguntas que el mundo nos formula – sí permanece al lado de ellas -, es una respuesta que no está precedida por ninguna pregunta previa, no está determinada

Continuamente sacrificamos la emoción de los todos por la atención a las partes, ya que el mundo nos exige cierto tipo de acciones, reacciones, opiniones e incluso de emociones cuyo carácter parcial supone silenciar las emociones profundas, aquellas con las que vibramos subterráneamente. Nos convertimos en autómatas conscientes debido a que así obtenemos pertenencia, seguridad y beneficios adicionales, sometido el cuerpo a la homogeneidad de los hábitos, sometido el pensamiento a un ritual de asociaciones

Tránsito consensuado de almas anémicas, puro sarpullido de intensidades espurias

Al hablar de emociones uno sabe y siente, pero también se confunde. Hay emociones provocadas por un objeto que emociona con una causalidad evidente, esas son las superficiales. Las profundas invierten esta causalidad  generando su propio objeto; ellas nos lo hacen ver bajo un aspecto absolutamente nuevo que nadie había notado. En ese sentido la emoción profunda no nos “emociona”, nos enseña algo inolvidablemente nuevo

El yo de las profundidades es la síntesis de todas las emociones que lo componen, la memoria de todos los pliegues secretos de su personalidad. La emoción es la síntesis de los movimientos con los que vibra interiormente, un movimiento virtual que duplica el movimiento real del mundo, un movimiento virtual que es exigencia de expresión exigencias mínimas, insignificantes tomadas en sí mismas, que son las que van a constituir la energía espiritual cuya expresión es el acto libre

Emoción única, conmoción o impulso recibido desde el fondo mismo de  las cosas. La exigencia de creación

No se puede enfrentar la libertad sin tener en cuenta hasta dónde el sistema de la vida social se opone en nosotros a toda forma de expresión, innumerables coerciones, represiones, repudios de la sensibilidad, desgaste de su potencia. Todo pasa como si el mundo no nos dejara ocupar ninguna posición ni ningún ritmo de duración distinto a aquellos que nos impone su presente, pero también colaboramos contra nosotros mismos, con nuestra propia inercia, con esa repugnancia a querer que nos hace abdicar de nuestra libertad. Somos libres cuando nuestros actos emanan de nuestra personalidad entera, cuando la expresan

La emoción lleva una vida de espera, no es solo memoria, porque nuestra vida consciente está asociada a una espera inconsciente que es como una memoria del espíritu, no se trata de la memoria de lo que hemos vivido, sino de lo que hemos sido impedidos de vivir

La memoria de lo que hemos vivido da a cada presente su significación. La memoria de lo que somos da al tiempo su orientación. Es esta memoria la que configura en nosotros el sentido del porvenir

Una cosa es una agitación de superficie, otra, una emoción, un estremecimiento del alma



Junio 2019