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216 - El cine en los bordes
El cine ¿murió?
Este final varias veces anunciado comparte ese presagio con la pintura y la novela, y, a pesar de ello y de sus varias muertes y resurrecciones alienta aún vida, si bien en medio de una innegable crisis que quizás habría que considerar más cerca de la transformación que de la muerte ya que estos augurios nefastos se apoyan en un análisis que se circunscribe a la historia del cine y deslinda una serie de procesos que afectan no solo al cine sino a los medios masivos.
Esta crisis  se advierte diferente y ya nada será como entonces, nos guste o no

La digitalización es uno de los factores responsables de esta crisis. El espectador ha perdido la fe en los discursos representativos, descree de las imágenes -  además de conocer bien sus usos en las redes sociales donde todos saben que algo puede no haber sucedido aunque esté allí  - y todo el pasado de su mirada se derrumba. Ha perdido la magia de perderse. Pero ya sabemos que esta es la época del desencanto y que no tiene redención

Se impone una distancia crítica con aquello que nos involucra con su proximidad, así las imágenes se ven bajo la condición de una mirada sujeta al régimen técnico que es el que ha eliminado la imposibilidad de acceder al ser o al espíritu a través de la multiplicación incesante de lo sensible donde han quedado clausurados en la diseminación virtual de la simulación
 
El arte cinematográfico era el despliegue de los poderes específicos de su máquina que conducía allí donde la mirada se dejaba arrastrar por la fascinación. Se unían el poder de la mirada que asiste al nacimiento de las cosas y el de la máquina que destituye la centralidad de la mirada para poner cada cosa en comunicación con las otras

La tarea de un cine moderno, la tarea de un cine que haya apreciado en su justa medida su propia utopía histórica, sería tal vez volver a la disyunción de la mirada y el movimiento, re - explorar los poderes contradictorios de las detenciones, los retardos y las desconexiones de la mirada


Se piensa en el cine pero importa ver cómo las imágenes se estructuran desde las peculiaridades discursivas puestas en juego en el aparato digital

El hoy de las salas de cine es devastador e irreversible debido a una fuerte reconfiguración de la producción y del consumo audiovisual que posibilita quizá que se “vea” más cine pero en desmedro del cine como institución y del sujeto como espectador, no así de su lenguaje

Un hecho sobresaliente y que ha incidido notoriamente en el vaciamiento de las salas de cine es la consagración de series ficcionales televisivas como discursos de calidad (o sea, lenguaje cinematográfico) y en ocasiones, sumado, el valor artístico. No obstante, a veces, esta valoración elude la distinción entre el nivel del lenguaje y el de la distribución, equívocos que impiden precisar qué estamos consagrando. No se advierte que no es a la televisión a la que se está encumbrando, sino a una nueva situación de consumo cinematográfico (cine en casa) al mismo tiempo que el cine y la televisión han comenzado a decaer como instituciones

Internet se ha estigmatizado como cultura radical libertaria, como instrumento de liberación y autonomía respecto del Estado y las grandes empresas, lo que generó que los consumidores se acostumbraran a proveerse de bienes culturales, en este caso, películas, sin considerarlo penalizable, lo que afecta a distribuidores y exhibidores acostumbrados a otros modos de comercialización, y al espectador cinematográfico, que se ha trasladado desde hace tiempo al hogar determinado por otros factores como bajo costo, comodidad, elección de horario evitando el transporte, y también cuestiones de seguridad pero, principalmente, porque no necesita de la sala ni del dispositivo de proyección para poder ver su film elegido . El grueso de la cinematografía norteamericana invade todos los rincones del planeta; es la cultura global por obra y gracia del monopolio de la distribución

El espectador actual ya no es propiamente televisivo ni busca – en general –  el núcleo familiar para ver los filmes sino que es más bien singular, producto de una especie de secuela del proceso fin – de – cine  y fin – de – la – televisión. Es el nuevo sujeto espectador (ni el cinematográfico ni el televisivo) que integra el saber de los anteriores en un escenario mediático convergente

Hay una discursividad expandida que perturba a la crítica de cine acostumbrada, ya que no solo debe atenerse a la película sino al aparato que la rodea y que abarca un espectro cada vez mayor de films y series ficcionales, un espectro mediático y configurado por una multitud de lenguajes, dispositivos y plataformas cada uno con su propia especificidad y discurso

Conviene pensar la narrativa de las series en relación con un conjunto de films hollywoodenses de las últimas dos décadas que prueba que una parte de lo televisivo (lo que no es directo) forma parte de un mismo gran campo con lo cinematográfico, la ficción narrativa en grabado. Ambos, grabado y directo son dos dispositivos y lenguajes totalmente diferentes. El grabado ficcional constituye un gran campo en el que los vínculos entre cine y televisión son realmente fluidos mientras que el directo -  ficción remite al teatro directo y el no - ficción a la transmisión de eventos deportivos o políticos

Veinte años después de surgido el cine moderno, las series de los 70 y 80 se basaban en el código de montaje que dominó el cine en su gran etapa de espectáculo masivo, antes del reinado de la televisión. El relato se apoyaba más en una narración lineal y cronológica de los acontecimientos que en las complejas posibilidades narrativas que el grabado ofrece

Si había flashback aparecía con marcas tan evidentes que no era nada difícil develarlo. Los personajes vivían sus aventuras en un mundo inequívoco, unidimensional, semejante a nuestra cotidianidad, de acuerdo a convenciones básicas largamente desarrolladas en el cine de “género” que se adaptaban al eficaz funcionamiento de nuestras percepciones naturales

En la mayoría de las actuales series todos estos recursos que brindaban un marco seguro interpretativo ya claudicaron. Conviven con otros que los desestabilizan o los cuestionan a raíz de la introducción de lógicas distintas

Otros recursos que no son exclusivos de las series de ficción (muchos de ellos se hacen presentes en las películas de Hollywood) – una deconstrucción de la sintagmática y un abandono del orden cronológico  -  se han impuesto en las actuales ficciones televisivas enriqueciendo su modo de decir y, al mismo tiempo, configurando otro sujeto espectador al que interpelan de un modo distinto y quien participa activamente y disfruta involucrándose

Es un cliché decir que hoy algunas series han alcanzado un gran nivel de excelencia y podrían compararse con el cine de Estados Unidos que en la actualidad se ve afectado por cuestiones de índole principalmente económica como presupuesto, mercado, nivel de público, en tanto las películas  se han opacado frente a ellas por razones no solamente de calidad sino de otra índole que también tiene que ver con los dispositivos donde las vemos y el lugar donde nos alojamos para verlas. Las series cuentan con una estructura narrativa que las ha hecho crecer frente a las películas, “crecer” remitiéndome al interés de la gente por una historia con más personajes, más conflictos y con una duración manipulable, ya que mediante la visualización por streaming puede verse, pausarse, volverse a ver. Un” más” emblemático del hoy, de todo que va formateando al espectador sustrayéndole la magia. Resumiendo, la inversión exacta de lo que buscábamos en el cine, arrebatarnos en medio de la oscuridad rodeados de gente anónima
Sí, es una crítica, y más, una especie de trenos por la muerte de ese Cine

Aquello a lo que se abre una mirada es un arrebato – un arrastre, un rapto. La imagen se mantiene a distancia, pero entramos en su elemento; como espectadores estamos cogidos en el haz de luz que se convierte en el haz de nuestra mirada. La inmovilidad en la que nos mantiene la sala es la condición de ese transporte, de ese arrebato


Haciendo honor al cliché mencionado sobre la excelencia de las series, Justified es una serie que merece ese calificativo, basada en “Fire in the hole” del gran Elmore Leonard autor del guión y escritor insuperable de diálogos absolutamente originales, anti convencionales y de un humor negro refinado que contrasta con los personajes que los emiten creando una situación  singularmente verosímil, lo que en otra pluma rozaría el absurdo. La serie va mejorando a medida que transcurre, inversamente a lo que sucede con la mayoría. El cast suma actuaciones memorables - no solo de Tymothy Olyphant y Walter Goggins como Raylan Givens y Boyd Crowder  respectivamente – sino de cada uno de los que integran ese increíble coro de personajes estupendos en sus roles. No en vano Leonard fue rebautizado el nuevo Dickens. Lugar preponderante reservó a las mujeres, "bravas de gran corazón", guerreras que luchan sin pestañear y defienden su tierra y su familia con ese toque  más - allá - de - la - ley que caracteriza a casi todos los personajes, sobresaliendo Mags (Margo Martindale) y Ava (Joelle carter) La puesta es ágil con una sabia utilización de las cámaras que se mueven en sincronía con los personajes, la dirección de sus miradas , sus emociones y hasta sus intenciones
 
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