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218 - ... Toda opinión es un escondite
Hoy el ser humano carece de presente, tiene demasiado pasado y ningún porvenir. Es casi un nómade, no tiene lugar al que volver, no hay meta final. Hay tránsito. Hay errancia. Hay olvido

Seguimos lamentando la pérdida de sentido, la imposibilidad de la experiencia, la crisis de los valores, la muerte de la historia, del arte y de la cultura, del sujeto, del hombre, el colapso de las ideologías, la crisis de los paradigmas, la evaporación y proliferación de éticas, un pensar apocalíptico de final incierto que fue producto de la manipulación y el dominio de la subjetividad en nombre de un principio racional de organización del mundo que la neutralizó desde una particular voluntad de dominio y necesita ser liberada mediante la reinvención del sujeto que aún siente angustiosamente la falta de las grandes certezas y ha perdido la fe en su propio valor al no quedar ninguna totalidad infinitamente valiosa que se manifieste a través suyo en este pliegue del tiempo configurado por la debacle de la época, en la que los fundamentos tiemblan ante su inconsistencia y la ingravidez del mundo. Por otra parte, en la zona de confort, la sociedad trata de consolidarse a base de suplentes secularizados

No se trata de renunciar a la categoría de sujeto sino de reintegrarle su potencial emancipador - sustraído por la idea de un sujeto predecible y racionalizado - mediante una crítica que se base en el desenmascaramiento de los disfraces que son tomados como realidades, descubriendo la mentira detrás de la comodidad de las costumbres, y las razones de por qué veneramos lo que veneramos 
Frente a este sujeto de la representación hay otros escenarios posibles como el del artista trágico en quien la libertad se hallaría en los quiebres por donde se accede a lo inexplorado, y acontece la singularidad - el escudo para defendernos de nuestro fantasma social - y en los pensamientos inéditos que se buscan en la memoria de los viejos signos. Grietas, fracturas, fisuras, son las herramientas de la crítica que agujerean las reflexiones de poltrona de la sociedad actual

Hay que llamar “sujeto” justo a la brecha, la abertura, el vacío que precede a un gesto de subjetivación

No solo el mundo que interiorizamos es una ficción regulada por los condicionamientos sociales, también lo es la que el ego se hace de sí mismo. Este afuera que interiorizamos se va configurando como un producto compartido por una sociedad a través de las restricciones impuestas. Somos un coágulo del exterior. Esa exterioridad es la que conforma las objetividades que fagocitadas nos subjetivan

La interiorización del discurso racional con el que nos identificamos, nos provee la máscara, nuestra representación. Estamos mediados por nosotros mismos. El sujeto, la subjetividad inexplorada y no colonizada, puede ser la diferencia, el lugar donde el sistema haga agua

La razón moderna, materia con la cual hemos sido minuciosamente construidos, emerge primero como instrumento de conocimiento pero deviene una herramienta para reglar la subjetividad del otro. Cada época tiene una retórica que define, una filosofía implícita que contiene ideas, creencias, valores que habitan el esquema conceptual. La crítica aspira a poner en evidencia el daño que el sujeto se inflige a sí mismo al internalizarla; cercena su experiencia y la posibilidad de una trayectoria singular. La historia del logos se retrotrae a la composición de nuestra sensibilidad

Entre el logos y nosotros se mantiene una relación carnal

Cada uno rehace en su biografía el itinerario. La genealogía se rastrea en la macroescala de la historia
 
Nacemos heraclíteos, crecemos socráticos y juseocristianos y maduramos con la música de la ratio en nuestros oídos

La historia se eslabona con nuestra conciencia y nos vemos confrontados con  nuestra propia historia, con el lenguaje de nuestra propia historia. Allí se encuentran las huellas diseminadas por un poderoso aparato multicéfalo que es necesario desbaratar, o sea, destrabar la forma cómo el esquema conceptual del sistema de pensamiento se sostiene

EL sujeto es un pliegue del pensamiento, se alimenta de ese afuera de donde viene y en donde encuentra lo no pensado. Las proposiciones del saber, claras y distintas, surgen de las relaciones de poder, oscuras e imprecisas. No hay transmisión neutra del conocimiento. El discurso desde el poder no es poroso, es circular, tautológico: lo dice quien lo detenta. No tiene sombra, es la sombra

Hay que desaprender. “Sabemos” demasiado
El yo muere pero a la vez se derrama y se recrea en medio de la aceleración de la apertura, el vértigo del devenir, y en plena atmósfera de la “muerte de Dios”. El sujeto se encuentra en una trágica contradicción, le proveen autonomía pero le sustraen fundamento. Se dio cuenta del agujero simbólico que dejó la desaparición de Dios, pero no del vacío que dejaba, solo se encontró con la huella de quien acababa de partir. Hölderlin intuye el afuera cuando habla de esperar hasta el infinito la enigmática ayuda que provienen de la ausencia de Dios

Que Dios haya muerto no es algo que aconteció sino que sigue aconteciendo, ya que aún resta su sombra, que es lo que da qué pensar. Todos vivimos una especie de duelo en este mundo. La elaboración de los dolores y las pérdidas supone incluir aquello que se ha perdido en la misma mismidad y justamente estas pérdidas y estos duelos provocan un efecto dominó y repercuten sobre la época generando la confusión y la angustia en los individuos que persiguen a cambio fantasmas e ilusiones, y que buscan sumarse para evitar la soledad sin alcanzar a despejar la realidad en la que están inmersos

Todo este mundo que hemos construido nos protege del choque de la contingencia, de la conciencia de finitud, y se ha convertido en una especie de destino, pero el destino real, el trágico, revela una fatal diferencia entre la fuerza de la vida y el logos que pretende abarcarla, y es un modo de resistir  la racionalización para defender la libertad del sujeto contra todo lo que pretenda determinarlo y resumirlo y para que pueda hacer uso de todo lo inexplorado para producir su singularidad

Nietzsche supo percibir los signos de un tiempo de ruptura y poner en boca del Insensato la pregunta “¿Qué juegos sagrados inventaremos?” una pregunta que nos toca y nos aproxima, y da en el centro mismo de la cuestión aún si debemos reformularla y descubrir qué quiere decir “sagrado” para nosotros
 
La transvaloración de los valores  pone en duda las certezas, la seguridad de la tabla de los valores establecidos, y lejos de significar desvalorización o destrucción, remite a una revaluación del individuo para reinventarlo otro o un algo distinto del hombre humano “demasiado humano”. Se hace necesario evaluar de nuevo, marcar diferencias que no sean de cantidad sino de valor intrínseco, inconmensurableUn hombre no vale por otro. Son iguales en su equivalencia pero no son intercambiables ni como objetos ni como sujetos. Lo que tenemos en común es lo incomparable

La transvaloración es la posibilidad de que la humanidad comience una nueva cronología, otro antes y otro después,  una nueva historia, una nueva temporalidad, un nuevo estado de cosas, una nueva tabla de valores no falsos sino nuevos que muestran como falsos a los que se tiene por verdaderos y que implica un reaprendizaje, un cambiar lo que se cree o, más bien, cómo se cree, acceder a nuevas vivencias que permitan pensar de otro modo, cambiar lo aprendido para por fin, quizá mucho más tarde, alcanzar algo más; sentir de otra manera

La tarea de la transvaloración precisa de la creatividad del explorador, esto es, dar nombre a lo innombrable, a los territorios nunca antes divisados, construir nuevos puentes y sobre todo, no olvidarse de desatar los nudos de la gramática. La deconstrucción devela las fisuras de los conceptos y visibiliza los delicados hilos que tejen la textualidad revelando la trama que los generó, impidiendo la apropiación del sentido

Toda filosofía esconde también una filosofía; toda opinión es también un escondite; toda palabra, también una máscara y detrás de ella hay abismo, no hay un rostro último

La crítica, la subversión de los valores de Occidente será una escritura para mañana, una escritura intempestiva porque algunas nacen póstumas

La voz de Nietzsche era para otra escucha. Su tiempo no era su tiempo, pero al parecer sí el nuestro. Describió lo que fatalmente advenía, el nihilismo, clave del posmodernismo, o como se lo prefiera llamar hoy 
Si el posmodernismo es la época de los microdiscursos, de la paralogía, de la deslegitimación de los discursos por la deslegitimación misma, del descreer en todo metadiscurso narrativo que pretenda dar coherencia, sistematicidad y sentido, Nietzsche lo anticipó a través de su discurso aforístico y fragmentario

Se ha producido un ahondamiento en el nihilismo que vivimos y que es como creer en la utopía de la emergencia de algo nuevo. El pensar de la posmodernidad es un pensamiento mediado, contaminado por las ciencias naturales, la tecnología, la crítica de arte, los medios de comunicación, la publicidad, el consumismo, el ecologismo, el feminismo, como nuevos espacios de reflexión, lejos de la unidad del sistema; un pensar de la dispersión y la diversidad o de la divulgación y, también un pensamiento que sea mediación de nuestra experiencia por los medios informáticos. Pensar, en estas instancias, es una meditación sobre el presente en momentos en que el mundo es un caos impredecible

Pensar es un dialogar con la vida, no con la abstracción de la razón moderna que la aparta de su contexto, la ajeniza y la vuelve indiferente, sino con su multiplicidad y su singularidad a través de las fisuras que nos permitan ver esa restancia del terreno que suponemos conocido y lo transformen, lo expandan, lo vuelvan inapropiable. Pensar es un riesgo, es airear el pensamiento, horadarlo hasta su desastre e insuflarle el aire enrarecido y confuso del tiempo, o sea, un pensar intempestivo, un arma para desenmascarar las corrientes de la cultura masificada y mediática 
La crítica intempestiva del presente tiene la virtud de abandonar su tiempo para volver a él con una otra crítica más radical, capaz de alterar tanto el panorama  que el presente tiene de sí como la sedimentación histórica que oprime y determina al presente

El modelo de discurso que ha triunfado ha sido bajo la presión de la escisión donde el poder ha sido desvinculado de los agentes de producción del significado. El préstamo de sentido se produce bajo el dualismo sujeto cognoscente y objeto dominado

La mirada crítica deberá recorrer escenarios inéditos y ver que detrás de cada certeza hay una incertidumbre, detrás de cada contradicción una afirmación
Las condiciones de una verdadera crítica y de una verdadera creación son las mismas: una génesis del acto de pensar en el pensamiento mismo. El devenir se expresa como desplazamiento de perspectiva en el pensar, la mirada se pluraliza y evidencia esa pluralidad como rasgo propio del devenir. El pensar manifiesta el devenir y lo potencia, la pluralidad aumenta la perspectiva y deviene perspectivismo

 La pluralidad de perspectivas es la singularidad del devenir en el pensar: la tarea del perspectivismo es conjugar lo plural y lo singular

La tarea de la filosofía es reconocer que lo que caracteriza a estos tiempos es la multiplicidad, la pluralidad y la mezcla de las distintas formas de ver el mundo. El perspectivismo se abre al descentramiento que supone un sujeto carente de mirada estructuradora y que se caracteriza por un abanico de miradas, que privilegia los lugares por sobre el lugar desde el cual se mira

Cuando la mirada se desplaza se abren brechas en la supuesta homogeneidad de lo mismo y se crean zonas inéditas de la lectura del mundo

La mirada plural interioriza el devenir del mundo en el interior del ser; la vida es una explosión de formas, exuberancia de la resignificación
Hay tantos devenires como miradas posibles

Por muchos caminos distintos y de múltiples modos llegué yo a mi verdad, no por una única escala ascendí hasta donde mis ojos recorren el mundo






Julio 2019