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223 - Las bambalinas del arte
El multifacético escenario de lo que se ha dado en llamar arte contemporáneo exige por su complejidad una visión más abarcativa - no necesariamente consensual - de los fenómenos que lo circundan, de frente a lo que antes se inscribía como la división de géneros y, sobre todo, de un cuestionamiento de la propia lógica de la diferenciación entre arte y no-arte. Es un movimiento de disferenciación que viene a re- interrogar qué es arte
Ya no se puede hablar de consenso y es difícil ubicar paradigmas estéticos ya que el individuo actual tiende hacia la dispersión en su comportamiento y gustos, y por ende en su manera de hacer y ver el mundo 
El origen de la perplejidad - amén del rechazo - del espectador actual hacia el arte contemporáneo  se encuentra probablemente en el empeño en juzgar las obras de acuerdo a cánones tradicionales poco aptos para remitirlos al arte actual donde lo esencial es la idea o significación que pretende encarnar y transmitir el artista con su obra más allá de su mera expresión formal

Se ha dejado de lado la identidad tanto de los géneros como del arte en sí mismo para volcarse a una comprensión de la esencia de lo estético mismo, el lugar de la verdad del arte que el arte posee como apariencia de lo que carece de apariencia, o sea lo que no estaría aún mediado por el signo. La obra de arte como signo no es una acción orientada al entendimiento. Se trata de comprender su relación entre verdad y estética, no reproduce lo visible sino que debería fabricar la relación verdadera entre lo que se ve y lo que existe. Su resultado sería algo que merezca la existencia, que no es algo que el arte justifique sino que es la obra la que hace existir la justificación misma

El arte moderno ha acentuado la condición aparente de la obra en cuanto totalidad lograda como respuesta a los procesos de modernización que lo han ido marginando como objeto de “contemplación desinteresada”. Al respecto, Simone Weil

La atención consiste en suspender el pensamiento, dejarlo disponible, vacío… y sobre todo la mente debe estar vacía, a la espera, sin buscar nada, pero dispuesta a recibir en su verdad desnuda lo que va a penetrar en ella…La fruición estética es una aproximación inmóvil a una obra. Experimentamos exactamente lo que ha experimentado el artista por medio del vaciado total de nuestra intención … La atención es la auténtica base de todo desarrollo estético, cultural o espiritual humano, no es el inicio de la percepción estética y comunicativa en general sino su fin mismo, su objetivo


En el contexto del vaciamiento del aura, todo arte parece asunto del pasado pues resulta extremadamente difícil ampliar  la zona de nomenclatura del arte hacia territorios de la realidad aún vírgenes, o sea, orientados hacia la utilización de nuevos materiales, empleando variados fragmentos de mundo que aún no han sido reconvertidos en artísticos

El contenido de verdad de la obra de arte está en relación con su concepto filosófico, no con el rendimiento estético de su contemplación y no debería quedar fijado en un enunciado ya que se desplaza entre diversas actualizaciones del sentido y sus desvíos a través de múltiples sujetos

La desacralización del arte (como pérdida del aura) podría ser el resultado de la propia respuesta que el arte ha buscado darle a las condiciones históricas que los procesos de modernización trajeron aparejado y no al ascenso de los medios de reproducción técnicos. El arte se enfrentaría así con su propia neutralización como mercancía cultural

De ahí las actividades auto- irónicas de los artistas, su ruptura con la tradición y el empleo de materiales no-estéticos o no validados por los cánones estéticos. El contenido de verdad puede considerarse en este caso como la proyección de efectos transgresores en los ámbitos no-estéticos que provoca que estos muestren sus propias contradicciones y su carácter contingente. En realidad se trata de quebrar los consensos en la plasmación de espacios sensibles, de romper la trama de sostén del discurso. La cuestión no consiste en aproximar los espacios del arte al no-arte sino en utilizar la extraterritorialidad misma de esos espacios para describir nuevos disensos, nuevas maneras de interrumpir la distribución consensual de espacios y funciones

El mundo del arte después del fin del arte es el mundo en el que todos pueden llegar a ser artistas. Performances, videoarte y muchas otras sub-disciplinas pueblan este escenario pero, después del arte abstracto, con la recuperación de la obra de Duchamp, se asiste a un nuevo nivel de la autoconciencia del arte y de la vida, la abolición de la división entre el arte y la vida. Después del arte concreto y objetivo de un Kandisky se devela la creación de los ready made que implican tomar conciencia de lo que el arte y la filosofía y también la política siempre hicieron, introducir lo nuevo en el archivo de la memoria, competir con los muertos para ser contemporáneos del presente

El arte moderno ha perdido sus poderes de negación, aun intentándolo. Sus negaciones son repeticiones rituales, la rebeldía convertida en procedimiento.  Las ideas “vanguardistas” en la mayoría de los casos, sorprenden solo a un público inocente o desprevenido más atento a los valores sociales que a los artísticos

La crisis de la apariencia estética que el arte introduce en sí mismo manifiesta a la vez la constitución autónoma del arte frente a sus condicionamientos históricos obturando la trama simbólica e imaginaria sobre la que hemos edificado nuestras relaciones, así como el ejercicio de autoconciencia histórica de la modernidad
No se cuestiona la apariencia estética como tal sino su entropía histórica  que se evidencia en el proceso de desdiferenciación por el que los materiales, los "restos" de realidad, adquieren desde fuera su carácter aurático por medio de un protocolo arbitrario maniobrado por la industria cultural

Si el recurso por el cual se procede a la utilización de esos restos desdiferenciados de la experiencia real no es aplicado en el más radical de los sentidos de creación - léase "añadidos", es decir, sin ser reconvertido en signo visual - el carácter enigmático de la obra quedará reducido a una expresión sencillamente diferente y nada más, a meras marcas de heterogeneidad al interior de lo específico de un género producidas para el asombro y la auto exhibición, convirtiéndose así en otra manifestación apta para el consumismo cultural que maneja la supervivencia del arte

En el mejor de los casos, el enigma de la obra de arte legítima no permanece irremediablemente en su condición de silencio, no obstante se vuelve posible mediada por una reconstrucción filosófica que descifraría el contenido de verdad, la resolución objetiva del enigma de cada obra. Esto, y nada más, es lo que justificaría la existencia de la estética

La estética o el arte no serían tan solo asunto del pasado en la medida en que el arte posea algún grado de autenticidad o actualidad, es decir, en la medida en que pueda ser en algunos de sus niveles de sentido algo incomprensible o irreconocible en tanto que arte. O sea, que se resista a su asimilación artística

Este hoy turbulento, caótico, que exige toda nuestra atención considera que la importancia del arte se debe a su capacidad de hacer visible los conflictos que constituyen el núcleo central de lo político y que permanece camuflado, las más de las veces, en medio de pugnas ideológicas. Su valor político radicaría en la puesta en crisis de nuestras formas de comprensión y de organización social por medio del descubrimiento de los modos específicos en que se constituyen tales estructuras y que exige la transformación de esas estructuras sociales y de los discursos que las soportan
 
El arte no es político por su referencia a temas, discursos o por ilustrar determinadas ideas – el arte es irreferenciable – ni tampoco porque logre manifestarse fuera del territorio legítimo del arte, sino por la distancia que toma en relación a sus funciones, por la clase de tiempo y espacio que instituye y la manera por medio de la cual corta el tiempo y puebla el espacio
 
Dista de ofrecerse como lugar de ideología, es una condición inherente del mismo donde la pasividad del espectador puede ser cuestionada a través de un dispositivo que ofrece una nueva manera de ver el arte

La historicidad o la constante apertura de lo social es consecuencia de un cierto vacío trascendental que otorga la posibilidad de la producción de sentido, o sea, lo que “aún- no- es”, ya que precisamente ese “aún -no- es” capta el distanciamiento del ser y el discurso, una radical discontinuidad entre el lenguaje y el ser, una no- consumación conceptual necesaria para evitar la clausura del espacio vacío que es el garante de la infinita vigilia crítica. Por lo tanto, la noción de rebeldía constituye una verdadera fuerza para la alteración de cualquier horizonte simbólico establecido y una clave para preservar la brecha de sentido y del ser y que asegura la infinita posibilidad de la crítica y asegura un espacio de apertura

El devenir social, político y cultural perturba el lenguaje que está a la base de la configuración del poder que la hegemonía  programa sobre la identidad, la economía y la información. Esta sintaxis conforma los dispositivos comunicacionales provocando desinformación o sobreinformación. En este momento crítico de la vida social, política y económica se requiere una mirada crítica que desestabilice el sentido instalado

La estética se vuelve una parte fundamental de la estructura social

Cuando al arte se lo denomina político, es signo de lo apolítico de la política, una especie de indiferencia amoral donde el consenso destruye al disenso esencial de la crítica y por lo tanto, al discurso estético

Lo político en el arte radica en introducir entre la obra y el espectador, entre el espectador y la sociedad, entre lo plasmado y el dispositivo, la paradoja de lo inesperado
A través de los desplazamientos de la mirada se produce el encuentro con algo nuevo y extraño que perturba las lógicas dominantes por eso es conveniente dejar de anticipar el sentido de la obra - vía curaduría, críticas, catálogos, manifiestos - y hacer una redistribución de lo sensible para no ir hacia ella in-formados con una lectura pre -digerida


Experimentamos una crisis que estalla como una sustracción de la experiencia, una era donde impera el neocapitalismo hedonista, una revolución complaciente con la ideología del consumo en la que las gentes ya no requieren de los bienes culturales que antes eran necesarios porque ya no hay cultura sino el puro entretenimiento y sus derivas
 La vida moderna atraviesa un apocalipsis cultural. El lenguaje ya no se utiliza simplemente para comunicarse, se convierte en una praxis vital para reafirmar lo humano que resta del hombre. En estos tiempos de cambios trascendentales pasa a ocupar un lugar fundamental para reafirmar el lado más humano de la cultura 
¿Hay apocalipsis cultural o un exceso de semanticidad que no se resuelve en significantes determinados?

Hay que tener en cuenta que en la vida moderna el yo se fragmenta pero como un ave fénix vuelve a renacer
Los apocalipsis culturales son los ritos políticos, culturales, artísticos con los cuales se experimenta, al mismo tiempo, el resquebrajamiento del mundo así como también la apertura y el restablecimiento de su vigencia

Este apocalipsis emerge de la estrechez de horizontes de las posibilidades mundanas y es testigo de una caída, de un extrañamiento, el de la vida moderna en perpetuo cambio y siempre a filo de los bordes
La semántica apocalíptica forma parte del núcleo de la modernidad que habitamos, que tiene que fracasar para seguir siendo moderna, pero es a la vez una apertura a la posibilidad de acabar de circular entre las ruinas del mundo, una puerta abierta o una apariencia de apertura donde no sería posible entrar a no ser hallando las grietas que lo permitan

Habitamos el desmoronamiento de la historia, o una historia de la destrucción de la historia. Las instituciones del hombre no buscan detener el tiempo sino amortiguarlo: acompañar el tiempo escondiendo la catástrofe de la historia, la caída de las propias instituciones en los confines del tiempo y sus des-usos

Lo que cuenta no es el mundo, es el hombre, y si debemos encontrar las grietas, el camino es el lenguaje, el lenguaje que hace el gesto y el gesto atraviesa el tiempo, y el lenguaje mismo
Entre Rosenzweig y Adorno, la poesía

La poesía era el arte que se creó su esfera más allá del espacio puro y del tiempo puro…tendría el arte poética primero que aprender a callar; pues en la palabra sigue estando unida al alma. Tendría que aprender a liberarse de la representación de la figura que ya existe en el mundo, para alzar ella misma una figura. Tendría que llegar a ser gesto. Solo el gesto está más allá del acto y la palabra


El auto-olvido del sujeto que se somete al lenguaje como algo objetivo y la inmediatez y el automatismo de su expresión es lo mismo. Así media el lenguaje en lo más íntimo. Ese instante de auto-olvido no es su sacrificio al ser. No es de violencia sino de reconciliación. El lenguaje mismo no habla más que cuando no habla no como algo ajeno al sujeto sino como la voz propia de éste. Esto remite a la relación real entre individuo y sociedad. No es que meramente el individuo esté socialmente mediado en sí, no es que sus contenidos sean sociales al mismo tiempo, sino que, a la inversa, tampoco la sociedad se forma y vive más que gracias a los individuos de quienes es su quintaesencia. Por eso en la poesía el sujeto niega, mediante su identificación con el lenguaje tanto su mera contradicción monadológica de la sociedad como su mero funcionamiento en el seno de la sociedad socializada. Así la poesía abre la posibilidad de que el sujeto se descubra a sí mismo como componente social sobre el cual actúan condicionamientos y se aplican formas de comprensión establecidas

Parte de la producción del arte actual rinde tributo a dioses sustitutos, y en esta era capitalizada por la imagen, necesita más que nunca un imaginario propio que le permita dejar de usufructuar lo ajeno y de emplear las palabras  con un afán explicativo e inesencial: las obras de convierten en sombras de ideas, espejismos de palabras, nunca argumentos visuales

Querer comunicar un concepto con una obra de arte es un rodeo inútil. Una obra auténtica solo será tal cuando en ella queda algo que no podemos reducir a la claridad de un concepto por más que reflexionemos sobre ella. El afán interpretativo trasciende no solo la crítica de arte y la curaduría sino también al artista que se propone comentarla. De esta manera la obra comienza a morir

Las verdaderas creaciones siempre han sido incómodas o incomprendidas para el poder y la convivencia en sociedad, por eso las excepciones nunca funcionan bien socialmente pues son ellas quienes terminan provocando los cambios tan temidos

El comercio y los estereotipos del artista exitoso han creado un mercado de valores monetario y convencional alejado en la mayoría de los casos de los valores artísticos y creativos

El arte mientras tanto solo se encuentra en la interrogación infinita de sí mismo

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Agosto 2019