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227 - ¿Quién nos dio la esponja para borrar todo el horizonte?
Sobre el ruido de fondo de una pretensión de saber habita el caos del mundo, tiempo-hoy del fin de todo y del comienzo de nada, de la desaparición de la esperanza y de la muerte de las ilusiones, dos hechos que una relectura irónica adjudica a quienes padecen el "desencanto del mundo", como una especie de crítica hacia una visión nostálgica de lo ya sido
La destrucción de una ilusión es demasiado costosa cuando la consideramos un placer y tiene que convertir la perplejidad y el desencanto en un decir que emerja del silencio, de un silencio pleno de palabras no dichas

Hoy nos desplazamos en una planicie, una horizontalidad sin horizonte, una superficie uniforme, sin relieves, sin cabida para lo inesperado, donde resbalamos infinitamente en un presente- eterno-todo-deseo
 
La significación de la existencia procede de su finitud misma, o sea del movimiento hacia la muerte, pero le dimos la espalda al sentido en todos los sentidos y, fundamentalmente, al sentido trágico de la vida que no cabe en nuestra trivial idea de inmortalidad y por ende deja a la existencia sin significación alguna - lejos del pasado que creyó en un una posibilidad mesiánica y utópica despegado del sempiterno deseo de durar. De este hecho surge como secuela la tarea de hacerse cargo de una cultura que hay que asumir en su condición de parodia, de simulacro, y desde allí romper los discursos y la representación banalizada de la realidad: mostrar el revés de la ley, desgarrar los códigos semióticos, pulsionales y ontológicos  religiosos o legislativos

La sociedad devino una gran confusión donde los seres se hermanaron en una pasividad de ideas establecidas y anularon de esta forma su capacidad de pensar y actuar, o sea, de vivir. Esa impotencia de pensar es el origen de lo existente hoy como mundo

Esta época posmoderna nació del caos, y el caos es el pasaporte de la humanidad que empujará el sistema no se sabe - si bien algo sospechamos -  hacia dónde. El mercado ha colonizado los modos de vida y es el que realmente nos gobierna a través de una cultura de la sobreabundancia que empuja a un consumo bulímico

A través de los cibermedia y de la transformación del tiempo y el espacio, el planeta ha mutado en un micro universo de acceso inmediato y  la cultura en cultura-mundo, inseparable de la industria cultural que muestra un ansia desmesurada de expansión, una vocación planetaria que se extiende instantáneamente: una cultura en la que lo comercial es reconocido como lo cultural, mientras que las manifestaciones antes culturales se insertan en el comercio y solo obedecen reglas económicas. Se busca la popularidad mediática que satura con su repetición y banaliza aún más el producto ofrecido, borrando de un plumazo cualquier atisbo de sorpresa que pudiera deparar

La cultura –mundo es una cultura universal donde junto a la globalización se extiende un modelo de heterogeneización que suma diversos espacios híbridos que enriquecen las culturas y contribuyen a su creación y renovación

Nuevos mapas sociales deben asimilar el nuevo espacio mundial y abrir una cuña hacia un modo otro aún imposible de imaginar y representar. Hay una incertidumbre respecto al lugar que habitamos a lo que se suma miedo e inseguridad y que es producto de la desorientación y el sentido de vulnerabilidad propios de un mundo sin límites claros
 
Hay una nueva relación de fuerzas de carácter planetario que convoca a reconfigurar los mapas gnoseológicos para reconstruir una base comprensible que apunten a dar cuenta de las transformaciones - a través de un discurso inteligible - que no conforman un mero cambio -  una simple transformación y la consecuente devaluación de las maneras tradicionales de hacer política -  sino una “actualización” cultural, una especie de épica de refundación cultural

La posmodernidad dibuja una lógica cultural propia del capitalismo multinacional en la era de la tecnociencia de un mundo burocratizado y administrado planetariamente. No es un movimiento cultural entre otros, es una nueva forma dominante de producción cultural porque es en ella donde resultan más visibles las inevitables modificaciones estéticas que exige la nueva sociedad que ya no remite a las leyes del capitalismo clásico

En el pasado, la cultura, en su sentido antropológico más amplio, contenía los patrones de la moral y de la conducta de una sociedad. Hoy en medio de la mundialización, en la que las técnicas de configuración de lo simbólico representan una fuerza productiva central, se da una nueva forma de hegemonía a través de los nuevos instrumentos de poder
Pero no se trata de desechar todos los fenómenos culturales sino reconocerlos como historia. Las historias se hacen, a veces en  circunstancias desfavorables, pero no es el caso de tomar partido por la aprobación o reprobación de la posmodernidad ya que es aquí donde vivimos. Y por tanto solo queda atravesar el fuego, jugándose, sin renunciar a lo imposible o a la maltratada utopía, que según su mala prensa, impediría al ciudadano descubrir su naturaleza política, cuando en realidad podría ser hoy releída como la recuperación de la contingencia, que vendría a representar una toma de conciencia invalorable. Lo remarcable de esta gesta es su perseverar en el fracaso antes que en la eficacia. En cambio, los que se adaptan a la vena contemporizadora o acomodaticia son los resignados de siempre ante la asfixia de la multiplicidad de representaciones y su expansión infinita que no representan nada más que el vacío de representarse a sí mismas
Podemos ofrendarnos al vacío antes de que nos convoque a través de la banalización, la entropía de todo, la perversa naturalidad con que nuestra mirada se acomoda sin registrarla, que son los recursos más extremos que la cultura tiene a la mano para lograr su propósito de dominación

O, podemos  buscar revitalizar la esfera pública asumiendo las raíces sociales de nuestra infelicidad y comprender esa banalización, ese vacío, en lo que tienen de síntoma como un intento de devolver aquella dimensión trágica que quedó olvidada, que permita releerla como el producto de un conflicto de una relación de fuerzas, de una historia, una estrategia de desmontaje de esa nada fragmentaria a que se reduce la cultura y la historia en la ideología posmoderna, una manera de desnaturalizar el trabajo secreto, astuto y capcioso de un poder que se invisibiliza impactando en la sociedad a partir de la seducción irresistible que ejerce. La invisibilidad de la sociedad es tan palmaria que lo que ocurre apenas resulta accesible a los conceptos y categorías a los que estamos acostumbrados y casi nada es como lo solemos pensar. Hay un desajuste entre lo que se ve y lo que tan solo cabe suponer. Esa incoincidencia  es un rasgo fundamental de la sociedad contemporánea – , que no da la sensación de intransparencia sino todo lo contrario. Vivimos la era de lo visual, por tanto, ver es entender y así se asocian inmediatamente frente a lo que se ve. Es necesario desenmascarar esa realidad a pesar de la opacidad social
En una sociedad donde impera la competencia salvaje por la atención, el juego de las miradas es fundamental. Las nuevas relaciones de visibilidad en las que nos movemos hace que la celebridad se convierta en la suma aspiración y la abarcabilidad se convierte en el privilegio del poder

La realidad no es lo que parece pero tampoco lo simplemente oculto que alcanzaría con traer a la luz, sino que hoy todo lo que se muestra se hace sospechoso y solo se neutraliza resistiendo los encantos de la inmediatez

Se vive en una sociedad que escapa a la comprensión teórica y a nuestro control práctico en una forma mucho más inquietante que en otras épocas quizá menos advertidas

Se hace necesario una reivindicación el presente que hoy se revela inane, inútil para habitar ese inmenso estallido de fuerzas, de potencias irrefrenables, que nos ha tocado atravesar, y que vuelva a representar para la historia una mediación, que puede interceder por lo posible, lo no consumado y por el despliegue del sujeto humano resignificado en el hoy

Se debe tener en cuenta que la interpretación de la historia es una historia otra con múltiples lecturas y claves de un objeto de estudio abierto, complicado y equívoco y que la prospectiva del futuro es no solo compleja sino imprevisible, un “por-venir”
 Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo ya que se impuso como único sistema político económico viable, permeando todas las áreas de la experiencia contemporánea, cubriendo el horizonte de lo pensable y obstruyendo la capacidad de imaginar un nuevo escenario cultural y sociopolítico

Con un perfil que incluye la precarización del trabajo, la intensificación de la cultura de consumo, la expansión interminable de la burocracia y por tanto, los mecanismos de control social, y la administración de la política, este pliegue del tiempo también contribuye al aumento de los padecimientos mentales como el estrés, la depresión y los desórdenes de atención, configurándose como un dispositivo orientado a bloquear toda posibilidad de transformación de la sociedad

El hombre es un “sujeto débil”, pero no por ello incapaz de buscar y proyectar su identidad en fines a realizar, aunque sea consciente de la auténtica entraña de la acción humana: la acción únicamente persigue una determinada intensidad, un imaginario vacío, cuando hay carencia de deseos inmediatísimos. Esa desafección total nos enfrenta, así, a la naturaleza abismal de la existencia humana


Para tratar de entender la sociedad contemporánea no bastan las estadísticas de ninguna clase sino que hacen falta nuevos puntos de vista, nuevas formas de ver y de verbalizar un mundo extraordinariamente complejo y dinámico en el que no sabemos ver lo que se esconde detrás de lo que tenemos delante de los ojos y, en el peor de los casos, no queremos verlo para no renunciar a la zona de confort que “¿ se supo conseguir?” y tener que pensar cómo deberíamos vivir en este temple de ánimo que nos invade como un virus fatal e ineludible y se adueña de nuestra capacidad de pensar y actuar. 
Pero ya no está permitida la ingenuidad y es imprescindible mantener una actitud de extrema lucidez y de sospecha ante la inmediatez de lo que vemos

¿Quién nos dio la esponja para borrar todo el horizonte?



Setiembre 2019