El ser humano, poseído por la hybris y siempre apostando por la
eficacia, se quedó corto de palabras para su propia realidad y mudo ante el nuevo imperialismo que se abría con el siglo y se adueñaba del tiempo y del mundo
Estamos frente a una nueva figura del Absoluto
que, como siempre se retrae, nos expulsa y nos provoca. Recluidos en un
“analfabetismo” que perturba y fascina, un aire digital que nos sumerge de a
poco en algo cuya intención no podemos descifrar, aunque se intente - y solo especulamos largamente -cuya seducción aumenta
proporcionalmente a su complejidad, no sabemos con certeza qué se está gestando ni quiénes
lo gestan, ya que cuando creemos saber, la novedad nos desvía y nos sumerge en
un nuevo proyecto. La pérdida de sentido se ha llevado las palabras que
creíamos mágicas pero sigue impulsando
un cambio que aún no llegamos a entender pero por lo que ha demostrado
hasta ahora está más cerca del cyborg
que de lo humano. Nos envuelve tal vez una especie de fascinación, a la vez que indiferencia, de
temor de interrogarnos, disfrazado de olvido, quizá una secuela de nuestra
mansa entrega a las auroras digitales a las que ni soñamos dejar de pertenecer
Hölderlin dijo que cada vez que un hombre ha
querido hacer del estado su cielo, lo ha convertido en infierno
Y Goethe le hace decir a su Fausto,
Yo no busco la apatía en mi ventana,
Sino el estremecimiento,
Que es la parte más noble de la humanidad
Nos vivimos como una extenuación histórica, una
ambigüedad entre cielo e infierno, y quizá nos aferremos a las palabras porque sentimos un viento extraño bailando bajo los pies y una sombra que perturba nuestro sueño
La consonancia con el mundo parece respirar un aire de libertad que no es más que la ficción que enmascara las cadenas. Estar en la contemporaneidad exige cierta soltura para moverse, una extrema lucidez para no caer ante sus destellos, para ver las sombras de nuestro tiempo como una parte del lugar donde vivimos y que no debe cesar de interrogarnos. Ojo que ve, no que mira
Todos los tiempos son oscuros para quien experimenta la contemporaneidad
Los que coinciden de manera absoluta con su
época, no la “ven”, son arrastrados por ella, convencidos, convertidos y
sumados. La contemporaneidad es más un estado del alma, que concede pero a la
vez toma distancia, es el extenuante modo en que se vive la inadecuación de sí:
el vivir intempestivamente, aceptando siempre la inconveniencia de su
singularidad, “extrañando” la continuidad del tiempo para transformar el
porvenir. Una manera de perseverar en el anacronismo, odiando el tiempo en que
se vive pero sabiendo que pertenecemos irrevocablemente a él
Quien es verdaderamente contemporáneo es aquel que no coincide en todo con
su época ni se adecúaa a sus pretensiones
El intempestivo, el verdadero contemporáneo,
abre una brecha en la continuidad del tiempo y se ubica en la zona de fractura: un contínuo desafío, una vigilia perpetua. Ese anacronismo de no pertenecer-perteneciendo
lo hace más capaz de percibir y aprehender su tiempo. Es ser en la disonancia
con la época, correrse un paso al costado sin dejar de pertenecer
...Pienso que todos somos devorados por la fiebre de la historia, pero por lo menos hay que darse cuenta
Tiempos oscuros de pantallas brillantes, de mentes ingrávidas y cuerpos de cometa. Tiempo que devora el tiempo
El futuro es terreno fértil de utopías, vértigo de un lejos que va dibujando caminos, tiendas provisorias donde alojar los deseos. Surgen ante las deficiencias del hombre, desterritorializan el pensamiento y dejan entrever la verdadera vida ausente, utopías como un desborde de lo que aún no hay, el despertar a un hacia desconocido, un salto hacia la ausencia
La utopía salta el abismo de lo Mismo sin
vacilar, es un pensamiento de la diferencia que perturba el consenso gregario,
la brecha intempestiva que deja entrever el resto de los posibles. Es una fe
herética, la creencia en lo Real que hay que hacer existir, que hay que crear
Es necesario correrse de los monopolios ruidosos
del pensamiento y hurgar entre bastidores el resto apasionado de lo que aún
duerme
La utopía es sueño del pensamiento, libertad dormida, fuego sin encender, hábitat del intempestivo
2016