desplegar menu

252 - La pregunta genuina
Algo, si no secreto - más bien protegido, custodiado - pero en plena ebullición, circula en los entres de la obra de Deleuze a la espera de sus más ávidos lectores


Artaud fue su Virgilio en el encuentro de un cuerpo sutil accesible solo en los límites de la experiencia: el cuerpo sin órganos de la humanidad que lograría desatar el nudo de sus automatismos, y le regresarían la verdadera libertad, pero es casi imposible llegar a vislumbrar a qué remite Deleuze sin tener en cuenta su vínculo con la tradición hermética en la que el pensamiento siempre supone una prueba en la que se juega un devenir otro, una transformación radical del yo que desarticula el centro de la conciencia y la vuelve receptiva a estados no-ordinarios de afectividad y percepción. La magia es otra forma  de conocimiento que depende del secreto de la experiencia inexpresable pero no hay que obviar el otro lado de la actividad, en la que el conocimiento es un proceso activo, encarnado, de aprendizaje experimental

La singularidad de la síntesis vital de lo natural y lo espiritual que lleva a cabo Deleuze se filtra en el escenario de la contemporaneidad como un nuevo acontecer del pensamiento esotérico o hermético, una recreación de esta tradición en la que Hermes Trismegisto, nombre griego de un personaje histórico que proviene de un sincretismo entre el dios egipcio Tot (en griego) y el dios heleno Hermes, revelaba que el cosmos podría ser la fuerza impulsora de una profunda iluminación que conduciría a una transformación y liberación espiritual. Se le atributen estudios de alquimia como la Tabla Smaradigna y la filosofía del Corpus Hermeticum, una colección de textos greco-alejandrinos, conjunto de papiros que contienen hechizos y procedimientos de inducción mágica que postula que el mundo es una creación mental sostenida en la mente del Todo y que la Mente infinita del Todo es la matriz del cosmos. También afirma que el conocimiento no puede desvincularse de los afectos, ni lo natural de lo espiritual, y que cualquier genuino aumento en el conocimiento equivale a una transformación del yo

Lo que se trata de indagar es una dimensión inmanente y embrionaria de fuerzas - lejos de todo matiz metafórico- , se trata de los devenires, de la literalidad de los devenires, de las frecuencias vibratorias, de las diferencias de intensidades, de la conexión de elementos no construidos y las singularidades disparatadas, sorpresivas, inesperadas, de todo aquello que desbarata las formas y perturba la placidez de los contornos

La pregunta de rigor sería cómo acceder al plano de inmanencia sin rendirse ante  ese tremendo desafío, evitar ser devorados y no caer en la insanía

Tanto el hermetismo como la filosofía de Deleuze abordan el pensamiento como una prueba iniciática de transformación de nuestra experiencia ordinaria del mundo, y la Alquimia, también resonando en Deleuze, se ocupa de aumentar las vibraciones en las cosas y los cuerpos, generando la transmutación

Lo que moviliza el hermetismo es la aventura de conocer el movimiento antes que las ideas, que las categorías, que las taxonomías, las leyes o las estructuras. Implica adherirse a esa dynamis de los cuerpos en sus puntos de evaporación, allí donde la agitación alcanza las intensidades más altas y despliega su gracia

 

Esta vía de la práctica mágica es paralela a toda actividad humana, es una actividad del devenir experimental y anomal (ni individuo ni especie: el outsider) que puede encontrarse en el núcleo de cualquier noción de libertad. Así la magia - como la filosofía –tiene menos importancia para el conocimiento que para una práctica ética de relación con lo viviente

El brujo es nuclear en el pensamiento de Deleuze. Es un personaje conceptual - una figura por medio de la que un concepto filosófico es descrito y diagramado. En la prácticas del brujo  lo que bulle es la experiencia del cuerpo sin órganos ya que el cuerpo no es el organismo sino aquello que se le escapa continuamente. El brujo sigue lo mutante y muta con aquello que sigue, o sea, deviene, sin con ello anularse en la variación universal, más bien conoce el proceso volviéndose proceso, percibe lo imperceptible volviéndose imperceptible

Por debajo de todas las corrientes de pensamiento está el océano desde el que se lanzan y en el que vuelven a caer, un océano de devenir al que solo le incumbe su propio devenir. La conciencia se vuelve perniciosa cuando  se la utiliza para satisfacer del todo la vida. Es preciso salirse conscientemente de ello, aunque nos resulte no solo difícil sino que carecemos de habilidad para saber cómo, de ahí que sería necesario un acercamiento experimental, una experimentación práctica con un plano de inmanencia pre-individual: el océano del devenir. Se trata de una práctica paradójicamente consciente que tiene como fin liberar al subconsciente, o sea un intento de hacer conscientemente algo que no puede ser hecho conscientemente

 

O sea, para Deleuze, la técnica apropiada en un mundo como el nuestro es la experimentación. La captación o el conocimiento de la naturaleza está reservada a los brujos, ya que son los que trabajan en las orillas de los reinos, en el pulso mismo de los devenires, sin intención de aclarar el claroscuro con ideas claras y distintas

El interés por prácticas rituales específicas como la brujería y las prácticas terapéuticas de curación radica en tomarlas como modelos de prácticas contemporáneas de transformación. Obviamente, esto generó reparos y recelos por la posible contaminación de la racionalidad por intensidades afectivas y perceptivas y por pruebas espirituales, pero nadie sintió ningún temor acerca de la gran contaminación de la sociedad contemporánea por la banalización y bastardización de los alrededores de estas cuestiones en nuestras pantallas y tal es su asiduidad que ya ha llegado a la instancia paródica

Hay pensadores para quienes el pleno despliegue de la inmanencia era considerada una herejía panteísta, sobre todo los que pertenecían al período cristiano bajo la Inquisición. Por eso Deleuze persistía en huir de la imagen dogmática del pensamiento en tanto representación de la “verdad”. Así, a través de una línea de fuga desbarata la representación y libera al pensamiento de la orientación de los valores trascendentales para convertirlo en un instrumento co-creador de conceptos de lo esencialmente problemático y abierto a las cosas, capaces de nuevas variaciones y resonancias desconocidas, de generar reparticiones insólitas y de aportar el acontecimiento, porque como el plano de inmanencia es pre-filosófico y no funciona con conceptos, implica una experimentación vacilante y medios muy por debajo de lo racional, como del orden del sueño, de procesos patológicos, de experiencias esotéricas o de excesos…las fuerzas, las intensidades y los dinamismos que hacen y deshacen el mundo, que lo disuelven o coagulan - como en la alquimia - y que pueblan el plano de inmanencia de potencialidad virtual o molecular

 

La vida como un estallido se opone a la razón que aplana los abismos, encoge las distancias e iguala las diferencias

En este plano ya no hay ninguna organización ni ordenamiento de flujos y devenires, así se derrumban las consuetudinarias fronteras entre los géneros, la especies, los individuos y los reinos que se convierten en zonas imprecisas, fenómenos de bordes que vacilan entre formas y contornos, y consecuentemente  se dejan de considerar dimensiones separadas la materia y el espíritu. Este plano acepta todo tipo de conciliaciones alógicas -fuera de sus principios, ni ilógicas ni absurdas

Las participaciones heterogéneas, las bodas contra natura son la verdadera naturaleza que atraviesa los reinos…así es como la Naturaleza procede contra sí misma

 

Hay en Deleuze, debido a ese tránsito por la tradición hermética, una ciencia de lo sensible que permitiría la captura en un tipo de experiencia original  de esa intensidad trans-empírica que constituye el ser de lo sensible y que, y esto es lo destacable, está involucrada de modo inmanente en lo empírico y que implicaría una metamorfosis de la afectividad y del pensamiento y de la lengua, una transmutación de la subjetividad y la creación de nuevos modos de pensar y de vivir, o sea que la cuestión más sobresaliente radica en este vínculo inmanente con este mundo

Lo que se ha roto es el vínculo del hombre con el mundo

 

Creer en el mundo es recuperar el vínculo inmanente con él, excluyendo cualquier coordenada trascendente. El ser jamás debe concebirse como trascendente al pensamiento sino más bien como inmanente a él, o sea que las condiciones para que haya filosofía son aquellas en las cuales no hay ninguna diferencia entre pensar y ser, pero solo bajo ciertas condiciones intensas lo real se vuelve pensable, remarcando lo real con toda la carga que lo diferencia de la realidad, o sea, bien lejos de las capacidades de representación, o sea cuando lo impensable logra ser pensado, lo insensible sentido y lo inmemorial recordado

En la representación no se piensa todavía porque el dogma y el estereotipo impiden el movimiento real produciendo solo un movimiento ilusorio. Lo que importa para la vida y el pensamiento es ese encuentro con fuerzas imperceptibles y el inmenso desafío que supone desnudar al yo de sus habituales costumbres. El poder del pensamiento consiste en algo similar a lo que sería una prueba iniciática: el cuerpo atravesado por un agón de intensidades, los movimientos aberrantes, donde se produce una gran complicidad entre la naturaleza y la psique, algo como exponerse al relámpago y ser tocados por el rayo, como enfrentar el misterio, los nervios tensos y el pasmo de acercarse a la radioactividad de lo no tocado

El pensamiento auténtico se identifica, más allá de la mera acumulación de conocimientos, con una expansión de la capacidad de la mente para poder resistir los intensos modos de percepción y comunicación necesarios para la reintegración psíquica y la renovación cósmica, es como entrar en la misma frecuencia del eco del primer estremecimiento primordial que sigue resonando

 

Todas estas cuestiones requieren un intenso viaje hacia sus orígenes y sus “precursores sombríos”  y forman una red compleja que necesita  gran seriedad, respeto, y cuidado en su abordaje, sobre todo porque el mismo Deleuze fue quien hizo una relectura de los cánones de lo que se supone una prueba espiritual, y, quizá lo más preocupante sean los prejuicios que despiertan las mentes más intuitivas y emocionales de parte de las más frías, “claras” y calculadoras consideradas irreprochables frente a las “oscuras” y esotéricas de los iniciados

Apoyada en intuiciones esotéricas, la obra de Deleuze, re-crea dentro del lenguaje de la filosofía moderna, una “lengua extranjera” de capturas singulares e intensivas, intuitivas y espirituales, más allá de la razón y de la medianía del discurso culto consensuado

Cuando el pensamiento se ve expuesto al desamparo, allí actúa su fuerza liberadora y como consecuencia se entrega más plenamente al quebranto de la existencia. El origen del pensamiento remitiría a una repetición creativa de la fundación mítica de las sociedades que requería una prueba. La fundación era la prueba y fallar equivalía a morir

Toda prueba fundacional es una conciliación entre la voluntad y lo que debe ser que permanece incompleta y cuyo carácter enigmático se ve reflejado en la ansiedad de la civilización respecto a su propia naturaleza infundada…Al igual que la ciudad parece estar constantemente amenazada por el terreno indefinido sobre el que ha sido fundada, así también la razón moderna parece estar amenazada por las fuerzas que no es capaz de concebir y que sin embargo está forzada a pensar 

 

Después de esta reflexión, se abre un espacio donde la duda y la incertidumbre escarban al pensamiento, por eso Deleuze afirma que no hay modo de adquirir el pensamiento, ni ejercitarlo como un innatismo, sino de engendrar el acto de pensar en el pensamiento mismo

 

El nacimiento del pensamiento tiene lugar en lo siniestro y lo irreconocible, en lo  sensible y en lo afectivo, en el elemento de una indiscernibilidad trascendental. No obstante, lo impensable o indiscernible – aquello que debe pero no puede ser pensado – no es lo contingentemente indefinido, sino una opacidad trascendental inherente a la realidad

 

Una idea no se define por su capacidad de representar la realidad sino por su posibilidad experimental. Es una captura distinta de una potencia indefinida aún no realizada y lo enigmático es la condición singular de cada idea a la que uno puede aproximarse solo cuando la mente se ve confrontado con sus propios límites y se desprende de sí misma en el “desastre del pensamiento” cuando se relacionan con el yo fisurado de un código disuelto. Así el pensamiento es generado por y permanece inmanente a las ideas, las cuales perseveran como problemas no como soluciones

Se lee el mundo como si su discurso transmitiera alguna especie de orden, de armonía, como si el pensamiento no fuera más que un reflejo de ese mundo – un cosmos equilibrado que no es más que una imagen del pensamiento que presupone que todo pensamiento nos regresará a “casa”, nos devolverá a un mundo identificable que nos hará experimentar la seguridad de haber llegado, pero Deleuze alerta que el pensamiento tiene su génesis en problemas y preguntas que son, en sí mismas, manifestaciones de intensidades impercetibles

Así, pensar es como aprender y aprender es siempre una experiencia de transformación, ya que no existe pregunta genuina que no esté vinculada a la sensación de ser forzado a realizar una pregunta determinada, una prueba frente a la cual uno habrá de estar a la altura o sucumbir

 

Pensar es siempre seguir una línea de brujería, nos arrastra más allá de las fronteras de lo que se ha supuesto que el cuerpo y la mente son capaces de hacer

 

La concepción de inmanencia está vinculada a la recuperación de las nociones místicas y heterodoxas de la mente como un microcosmos. La peculiaridad de la inmanencia de la filosofía moderna es la de un pensamiento que ha perdido toda relación con la trascendencia – no porque se haya evaporado – sino porque ha sido absorbida por la inmanencia

 

Pensar con mayor fuerza a lo largo de las dimensiones espirituales de la obra de Deleuze podría permitirnos forjar nuevas alternativas frente a las perversiones siniestras de las creencias en la era capitalista y, a la vez, conducirnos a una percepción más concreta y compleja de cómo engendrar nuevas relaciones entre el conocimiento, el poder y las fuerzas espirituales del deseo   Joshua Ramey

                                                                                                              

 

…Esta es una zona no transitada de la filosofía de Deleuze, zona que a la vez, permite comprender desde otro lugar aspectos demasiado manidos de su obra (la multiplicidad, el acontecimiento y el devenir). Y, en segundo lugar proponen una nueva lectura y una nueva experiencia de la brujería…Esta puede al fin abrir sus pulmones. Bastaría dejarse arrastrar por un imperativo de aventura para empezar a escuchar, como en un sortilegio, su cálida respiración  Juan Salzano

                                                                                                                  

 

 Enero 2020