Artaud fue su Virgilio en el encuentro de un
cuerpo sutil accesible solo en los límites de la experiencia: el cuerpo sin
órganos de la humanidad que lograría desatar el nudo de sus automatismos, y le
regresarían la verdadera libertad, pero es casi imposible llegar a vislumbrar a
qué remite Deleuze sin tener en cuenta su vínculo con la tradición hermética en
la que el
pensamiento siempre supone una prueba en la que se juega un devenir otro,
una
transformación radical del yo que desarticula el centro de la conciencia y la
vuelve receptiva a estados no-ordinarios de afectividad y percepción. La
magia es otra forma de conocimiento que
depende del secreto de la experiencia inexpresable pero no hay que obviar el
otro lado de la actividad, en la que el conocimiento es un proceso activo, encarnado, de
aprendizaje experimental
La singularidad de la síntesis vital de lo
natural y lo espiritual que lleva a cabo Deleuze se filtra en el escenario de
la contemporaneidad como un nuevo acontecer del pensamiento esotérico o hermético,
una recreación de esta tradición en la que Hermes Trismegisto, nombre griego de
un personaje histórico que proviene de un sincretismo entre el dios egipcio Tot
(en griego) y el dios heleno Hermes, revelaba que el cosmos podría ser la
fuerza impulsora de una profunda iluminación que conduciría a una
transformación y liberación espiritual. Se le atributen estudios de alquimia
como la Tabla Smaradigna y la filosofía del Corpus Hermeticum, una colección de
textos greco-alejandrinos, conjunto de papiros que contienen hechizos y
procedimientos de inducción mágica que postula que el mundo es una creación
mental sostenida en la mente del Todo y que la Mente infinita del Todo es la
matriz del cosmos. También afirma que el conocimiento no puede desvincularse de
los afectos, ni lo natural de lo espiritual, y que cualquier genuino aumento en el
conocimiento equivale a una transformación del yo
Lo que se trata de indagar es una dimensión
inmanente y embrionaria de fuerzas - lejos de todo matiz metafórico- , se trata
de los devenires, de la literalidad de los devenires, de las frecuencias
vibratorias, de las diferencias de intensidades, de la conexión de elementos no
construidos y las singularidades disparatadas, sorpresivas, inesperadas, de
todo aquello que desbarata las formas y perturba la placidez de los contornos
La pregunta de rigor sería cómo acceder al plano
de inmanencia sin rendirse ante ese
tremendo desafío, evitar ser devorados y no caer en la insanía
Tanto el hermetismo como la filosofía de Deleuze
abordan el pensamiento como una prueba iniciática de transformación de nuestra
experiencia ordinaria del mundo, y la Alquimia, también resonando en Deleuze,
se ocupa de aumentar las vibraciones en las cosas y los cuerpos, generando la
transmutación
Lo que moviliza el hermetismo es la aventura de conocer el movimiento
antes que las ideas, que las categorías, que las taxonomías, las leyes o las
estructuras. Implica adherirse a esa dynamis de los cuerpos en sus puntos de
evaporación, allí donde la agitación alcanza las intensidades más altas y
despliega su gracia
Esta vía de la práctica mágica es paralela a
toda actividad humana, es una actividad del devenir experimental y anomal (ni
individuo ni especie: el outsider) que puede encontrarse en el núcleo de
cualquier noción de libertad. Así la magia - como la filosofía –tiene menos
importancia para el conocimiento que para una práctica ética de relación con lo
viviente
El brujo es nuclear en el pensamiento de Deleuze.
Es un personaje conceptual - una figura por medio de la que un concepto
filosófico es descrito y diagramado. En la prácticas del brujo lo que bulle es la experiencia del cuerpo sin
órganos ya que el cuerpo no es el organismo sino aquello que se le escapa continuamente.
El brujo sigue lo mutante y muta con aquello que sigue, o sea, deviene, sin con
ello anularse en la variación universal, más bien conoce el proceso volviéndose
proceso, percibe lo imperceptible volviéndose imperceptible
Por debajo de todas las corrientes de
pensamiento está el océano desde el que se lanzan y en el que vuelven a caer,
un océano de devenir al que solo le incumbe su propio devenir. La conciencia se
vuelve perniciosa cuando se la utiliza
para satisfacer del todo la vida. Es preciso salirse conscientemente de ello,
aunque nos resulte no solo difícil sino que carecemos de habilidad para saber
cómo, de ahí que sería necesario un acercamiento experimental, una
experimentación práctica con un plano de inmanencia pre-individual: el océano
del devenir. Se trata de una práctica paradójicamente consciente que tiene como fin
liberar al subconsciente, o sea un intento de hacer conscientemente algo que no
puede ser hecho conscientemente
O sea, para Deleuze, la técnica apropiada en un
mundo como el nuestro es la experimentación. La captación o el conocimiento de
la naturaleza está reservada a los brujos, ya que son los que trabajan en las
orillas de los reinos, en el pulso mismo de los devenires, sin intención de
aclarar el claroscuro con ideas claras y distintas
El interés por prácticas rituales específicas
como la brujería y las prácticas terapéuticas de curación radica en tomarlas
como modelos
de prácticas contemporáneas de transformación. Obviamente, esto generó
reparos y recelos por la posible contaminación de la racionalidad por
intensidades afectivas y perceptivas y por pruebas espirituales, pero nadie
sintió ningún temor acerca de la gran contaminación de la sociedad
contemporánea por la banalización y bastardización de los alrededores de estas
cuestiones en nuestras pantallas y tal es su asiduidad que ya ha llegado a la
instancia paródica
Hay pensadores para quienes el pleno despliegue
de la inmanencia era considerada una herejía panteísta, sobre todo los que
pertenecían al período cristiano bajo la Inquisición. Por eso Deleuze persistía
en huir de la imagen dogmática del pensamiento en tanto representación de la
“verdad”. Así, a través de una línea de fuga desbarata la representación y
libera al pensamiento de la orientación de los valores trascendentales para
convertirlo en un instrumento co-creador de conceptos de lo esencialmente
problemático y abierto a las cosas, capaces de nuevas variaciones y resonancias
desconocidas, de generar reparticiones insólitas y de aportar el acontecimiento,
porque como el plano de inmanencia es pre-filosófico y no funciona con
conceptos, implica una experimentación vacilante y medios muy por debajo de lo
racional, como del orden del sueño, de procesos patológicos, de experiencias
esotéricas o de excesos…las fuerzas, las intensidades y los dinamismos que hacen y
deshacen el mundo, que lo disuelven o coagulan - como en la alquimia - y que
pueblan el plano de inmanencia de potencialidad virtual o molecular
La vida como un estallido se opone a la razón
que aplana los abismos, encoge las distancias e iguala las diferencias
En este plano ya no hay ninguna organización ni
ordenamiento de flujos y devenires, así se derrumban las consuetudinarias
fronteras entre los géneros, la especies, los individuos y los reinos que se
convierten en zonas imprecisas, fenómenos de bordes que vacilan entre formas y contornos,
y consecuentemente se dejan de
considerar dimensiones separadas la materia y el espíritu. Este plano acepta
todo tipo de conciliaciones alógicas -fuera de sus principios, ni ilógicas ni
absurdas
Las participaciones heterogéneas, las bodas contra natura son la verdadera
naturaleza que atraviesa los reinos…así es como la Naturaleza procede contra sí
misma
Hay en Deleuze, debido a ese tránsito por la
tradición hermética, una ciencia de lo sensible que permitiría la captura en un
tipo de experiencia original de esa intensidad
trans-empírica que constituye el ser de lo sensible y que, y esto es lo
destacable, está involucrada de modo inmanente en lo empírico y que implicaría
una metamorfosis de la afectividad y del pensamiento y de la lengua, una
transmutación de la subjetividad y la creación de nuevos modos de pensar y de
vivir, o sea que la cuestión más sobresaliente radica en este vínculo inmanente
con este mundo
Lo que se ha roto es el vínculo del hombre con el mundo
Creer en el mundo es recuperar el vínculo
inmanente con él, excluyendo cualquier coordenada trascendente. El ser jamás
debe concebirse como trascendente al pensamiento sino más bien como inmanente a
él, o sea que las condiciones para que haya filosofía son aquellas en las cuales
no hay ninguna diferencia entre pensar y ser, pero solo bajo ciertas
condiciones intensas lo real se vuelve pensable,
remarcando lo real con toda la carga que lo diferencia de la realidad, o sea,
bien lejos de las capacidades de representación, o sea cuando lo impensable
logra ser pensado, lo insensible sentido y lo inmemorial recordado
En la representación no se piensa todavía porque
el dogma y el estereotipo impiden el movimiento real produciendo solo un
movimiento ilusorio. Lo que importa para la vida y el pensamiento es ese
encuentro con fuerzas imperceptibles y el inmenso desafío que supone desnudar
al yo de sus habituales costumbres. El poder del pensamiento consiste en algo
similar a lo que sería una prueba iniciática: el cuerpo atravesado por un agón
de intensidades, los movimientos aberrantes, donde se produce una gran
complicidad entre la naturaleza y la psique, algo como exponerse al relámpago y
ser tocados por el rayo, como enfrentar el misterio, los nervios tensos y el
pasmo de acercarse a la radioactividad de lo no tocado
El pensamiento auténtico se identifica, más allá de la mera acumulación de
conocimientos, con una expansión de la capacidad de la mente para poder
resistir los intensos modos de percepción y comunicación necesarios para la
reintegración psíquica y la renovación cósmica, es como
entrar en la misma frecuencia del eco del primer estremecimiento primordial que
sigue resonando
Todas estas cuestiones requieren un intenso
viaje hacia sus orígenes y sus “precursores sombríos” y forman una red compleja que necesita gran seriedad, respeto, y cuidado en su
abordaje, sobre todo porque el mismo Deleuze fue quien hizo una relectura de
los cánones de lo que se supone una prueba espiritual, y, quizá lo más
preocupante sean los prejuicios que despiertan las mentes más intuitivas y
emocionales de parte de las más frías, “claras” y calculadoras consideradas
irreprochables frente a las “oscuras” y esotéricas de los iniciados
Apoyada en intuiciones esotéricas, la obra de
Deleuze, re-crea dentro del lenguaje de la filosofía moderna, una “lengua
extranjera” de capturas singulares e intensivas, intuitivas y espirituales, más
allá de la razón y de la medianía del discurso culto consensuado
Cuando el pensamiento se ve expuesto al
desamparo, allí actúa su fuerza liberadora y como consecuencia se entrega más
plenamente al quebranto de la existencia. El origen del pensamiento remitiría a
una repetición creativa de la fundación mítica de las sociedades que requería
una prueba. La fundación era la prueba y fallar equivalía a morir
Toda prueba fundacional es una conciliación entre la voluntad y lo que
debe ser que permanece incompleta y cuyo carácter enigmático se ve reflejado en
la ansiedad de la civilización respecto a su propia naturaleza infundada…Al igual
que la ciudad parece estar constantemente amenazada por el terreno indefinido
sobre el que ha sido fundada, así también la razón moderna parece estar amenazada por las fuerzas que no es capaz de concebir y que sin
embargo está forzada a pensar
Después de esta reflexión, se abre un espacio
donde la duda y la incertidumbre escarban al pensamiento, por eso Deleuze
afirma que no hay modo de adquirir el pensamiento, ni ejercitarlo como un
innatismo, sino de engendrar el acto de pensar en el pensamiento mismo
El nacimiento del pensamiento tiene lugar en lo siniestro y lo
irreconocible, en lo sensible y en lo
afectivo, en el elemento de una indiscernibilidad trascendental. No obstante,
lo impensable o indiscernible – aquello que debe pero no puede ser pensado – no
es lo contingentemente indefinido, sino una opacidad trascendental inherente a
la realidad
Una idea no se define por su capacidad de
representar la realidad sino por su posibilidad experimental. Es una captura
distinta de una potencia indefinida aún no realizada y lo enigmático es la
condición singular de cada idea a la que uno puede aproximarse solo cuando la
mente se ve confrontado con sus propios límites y se desprende de sí misma en
el “desastre del pensamiento” cuando se relacionan con el yo fisurado de un
código disuelto. Así el pensamiento es generado por y permanece inmanente a las
ideas, las cuales perseveran como problemas no como soluciones
Se lee el mundo como si su discurso transmitiera
alguna especie de orden, de armonía, como si el pensamiento no fuera más que un
reflejo de ese mundo – un cosmos equilibrado que no es más que una imagen del
pensamiento que presupone que todo pensamiento nos regresará a “casa”, nos
devolverá a un mundo identificable que nos hará experimentar la seguridad de
haber llegado, pero Deleuze alerta que el pensamiento tiene su génesis en
problemas y preguntas que son, en sí mismas, manifestaciones de intensidades
impercetibles
Así, pensar es como aprender y aprender es
siempre una experiencia de transformación, ya que no existe pregunta genuina que no esté vinculada a la sensación
de ser forzado a realizar una pregunta determinada, una prueba frente a la cual
uno habrá de estar a la altura o sucumbir
Pensar es siempre seguir una línea de brujería, nos arrastra más allá de
las fronteras de lo que se ha supuesto que el cuerpo y la mente son capaces de
hacer
La concepción de inmanencia está vinculada a la
recuperación de las nociones místicas y heterodoxas de la mente como un
microcosmos. La peculiaridad de la inmanencia de la filosofía moderna es la de
un pensamiento que ha perdido toda relación con la trascendencia – no porque se
haya evaporado – sino porque ha sido absorbida por la inmanencia
Pensar con mayor fuerza a lo largo de las dimensiones espirituales de la
obra de Deleuze podría permitirnos forjar nuevas alternativas frente a las
perversiones siniestras de las creencias en la era capitalista y, a la vez,
conducirnos a una percepción más concreta y compleja de cómo engendrar nuevas
relaciones entre el conocimiento, el poder y las fuerzas espirituales del deseo Joshua Ramey
…Esta es una zona no transitada de la filosofía de Deleuze, zona que a la
vez, permite comprender desde otro lugar aspectos demasiado manidos de su obra
(la multiplicidad, el acontecimiento y el devenir). Y, en segundo lugar
proponen una nueva lectura y una nueva experiencia de la brujería…Esta puede al
fin abrir sus pulmones. Bastaría dejarse arrastrar por un imperativo de aventura
para empezar a escuchar, como en un sortilegio, su cálida respiración Juan Salzano