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265 - El camino púrpura
Este Hoy trascurre a través de la circulación de la mentira, el manto que encubre la realidad de una humanidad ensimismada que instrumenta la vida como un medio para el alcance de logros, una alfombra roja, un camino púrpura que fatalmente seduce a la hybris que todos llevan dentro sin percibir la trampa, una alfombra muy larga que parte de Agamenon, llega a Hollywood y sigue extendiéndose sin fin


Se ocultan así los ínferos de la sociedad bajo un disfraz de falsos brillos, un simulacro de bienestar,  una adherencia anónima a la revalidación estadística, un escudo con el que se cobija la indiferencia impiadosa, ese lugar donde se refugia aquello que compensa lo que al mundo le falta para seguir tal como es
 
No solo el Afuera que interiorizamos es una especie de ficción, un discurso ficcional producido por los condicionamientos sociales, sino que también cada individuo es producto de sí mismo y los propios proveedores de la máscara de su propia representación 
La subjetivación inexplorada y no colonizada abre la posibilidad de esquivar al sistema. Cada época inscribe al individuo en su retórica - ideas, creencias, valores – que se suman y lo hacen abdicar de la posibilidad de una trayectoria singular


Estamos rodeados de desmemoria. A nivel social y cultural se siente como la no necesidad de recordar, el total desinterés de revisar, de releer, lo que está debajo de lo perdido, la memoria ancestral. Se naufraga en un estado de puro olvido. Se vive entre lo inaceptable del único mundo que habitamos y la provocación de eso que resta callado, impensado 
En la selva de los dioses de las religiones se han extraviado lo que Michaux llamó las grandes experiencias del espíritu, las que disolvían la individualidad, posibilitaban la captación de lo absoluto, la totalidad del universo concebible e inconcebible

Padecemos Estados sin razón, hacedores de miserias, que seducen -arrastran- a los ciudadanos con un envoltorio discursivo de categorías éticas y conceptos jurídicos que se apoyan unos en otros según convenga a sus intereses espurios: solo retórica vacía 
El capitalismo busca capturar el lenguaje para neutralizar su potencial profanatorio, impedirle que abra la posibilidad de un nuevo uso de la palabra
Agamben afirma que tanto lo sagrado como lo profano está petrificado en nosotros. Mientras “sacrare” indica extraer algo de la esfera humana, profanar es restituir algo al libre uso de la comunidad y volverlo puro liberándolo de los términos sagrado, santo, religioso, o sea, puro como cosa restituida al uso común de los hombres luego de haberla profanado

El capitalismo es quizá el único caso de un “culto” no expiatorio sino culpabilizante, una monstruosa conciencia culpable que al no conocer redención se transforma en culto, no para expiar su culpa sino para volverla universal y para capturar al propio Dios en la culpa. Dios no ha muerto sino que ha sido incorporado al destino del hombre
 El capitalismo solo puede sobrevivir estableciendo un permanente estado de excepción

Hoy, todo poder, no importa de qué índole, ha entrado en una crisis de legitimidad, en la cual el estado de excepción se muestra a plena luz: lo que lo caracteriza es que lo que está excluído no queda sin relación con la norma sino que persiste en la forma de la suspensión. No hay adentro de la Ley, todo, incluso la Ley está fuera de la Ley, y así la humanidad entera se convierte en la excepción que la ley tiene que contener y aparece como imposible de remover. La vida humana ha ingresado en el territorio de los cálculos de poder, despojando al hombre de su condición de sujeto, solo cuerpo vivo, nuda vida

El poder absoluto se apoya en esa vida desnuda que ha devenido en forma de vivir desde que el estado de excepción es regla y la filosofía política sería el pensamiento del único intelecto posible común a todos los hombres, a su potencia, una potencia social que transforme las formas de vida en formas-de-vida y es ésta la que debe guiar la política que viene, una – potencia- de- no, una política de la profanación, según Agamben quien define al consumo como la imposibilidad de uso. Consumir no es un acto de uso sino de destrucción. Por eso el capitalismo nos enfrenta con un improfanable, y todo improfanable se funda sobre la detención y la distración de una intención auténticamente profanatoria Si bien resulta imposible restituir al uso común lo que ha sido convertido en mercancía, sin embargo es posible que lo improfanable de la “religión capitalista” no sea tal y pueda haber formas eficaces de profanación que creen un nuevo uso desactivando y volviendo inoperoso su viejo uso

La profanación de lo improfanable es la tarea de la generación que viene y sería necesaria la creación de una palabra tal que no se pudiera salir indemne

Otro tiempo. Otra palabra. Una aventura entre el Azar y el riesgo que implique el encuentro con el mundo así como consigo mismo. La aventura y la palabra, el lenguaje y la vida se confunden

La forma de asumir la cotidianeidad sería estar abierto a ser un singular en medio del mundo, ser la diferencia, el lugar desde donde se ve lo otro como otro. Hay una voz que obra desmintiendo nuestras propias palabras, nuestros propios hechos, una voz que viene de lejos extrañada de uno mismo. Se vive una especie de perplejidad en compañía de ese fantasma del apego a la inmediatez de las cosas. Lo que falta ser es esa voz  que llama en la ausencia y en la desnudez de la verdadera condición humana que anda extraviada, esculpida y moldeada por las pasarelas del exitismo y la celebridad del instante mientras el pensamiento sigue el ritmo de la complicidad y la pertenencia

Es preciso un cambio en lo que se cree y en lo que se ve o se percibe, o más bien en cómo se cree y en cómo se ve o se percibe, acceder a nuevas vivencias que permitan pensar de otro modo, cambiar lo aprendido, lo aprehendido, desaprender o desaprehender. Es preciso la vigilia para defenderse de la inercia que nos pone palabras en la boca, la repetición de un decir “oficial” que oculta el lugar del pensamiento, imaginar y edificar lo que podríamos ser para liberarnos de este doble mandato político constituido a base de la individualidad y la totalización simultánea de las estructuras del poder político, ese disfraz de lo obvio
  
Queda una latencia de lo posible, un novuum, dice María Zambrano, lo abierto, una plusvalía de la existencia que nunca se agota, una zona más allá de toda contradicción donde el pensar es creado, donde acontece el pensamiento en su mismo originarse, donde el ser es un lugar sin tiempo y donde el tiempo es lo que adviene y cada instante es absolutamente nuevo, una peripecia de un tiempo fuera del tiempo que se mira a sí mismo: un tiempo conjetural. Una especie de destierro autoinfligido en busca de la verdad nómade donde lo que irrumpe es la alteridad de una época inmemorial. La única verdad es la de la errancia, la verdad linde del abismo, la verdad de la a-topía. Es rastrear la huella que no aparece nunca sino en lo que abre

Pensar tiene la medida del hueco formidable del vacío

El ser humano mortal, es un ser pensante por naturaleza, porque antes del lenguaje fue tocado por una amistad con lo extraño y lo impensable. Fue esculpido en la pérdida. Hay un fondo de la vida que ignoramos y que poseemos sin conocerlo
El lenguaje ejerce una violencia sobre la realidad al reducir lo otro a lo mismo amalgamando la pluralidad bajo una sola etiqueta
Pensar es una línea de fuga al infinito

La gravedad del pensamiento, su peso: el peso de la razón, la densidad del enunciado, solo avanza hacia su propia tumba. No hay identidad entre lo racional y la existencia, de ahí la necesidad de nuevas articulaciones del lenguaje en busca de una nueva sensibilidad que develen otras formas de  revitalización de la vida. Hemos sido desposeídos - y nos dejamos desposeer – de la experiencia a través de las directivas subliminales que imponen las coordenadas de los territorios del “deber- ser” a recorrer, dejando de lado la experiencia que es la única que puede ser un acto de rebeldía frente al imperio de la idea, del concepto, de la representación y del idealismo, y que por tanto, se convierte en una auto revelación del individuo frente a su manera de estar en el mundo, a  la relación que entabla con la realidad, y también una vía de perturbar la política práctica que no está mediada ni determinada por “el” discurso, una provocación que apunta a un nuevo porvenir ex - céntrico

Es una experiencia confusa y contradictoria pero revitalizante
El “deber-ser” delimita un espacio de posibilidad, un proyecto fantasmático basado en un bosquejo de la realidad que da las bases que permiten una obediencia voluntaria y confiada  en una realidad que es solo un ardid, una artimaña que acota nuestras elecciones y moldea nuestros procesos de percepción e interpretación - Si realidad y mundo coinciden, las cosas son naturales “como deben ser” - Así, el efecto de lo natural invisibiliza el bosquejo artificial y contingente de la realidad que asumimos como mundo: un acto de total enajenación en el que la experiencia del mundo se enturbia. Un verdadero acto de brujería

Pensar es dialogar con la vida no con la abstracción de la razón moderna que la aparta de su contexto, la ajeniza y la envuelve en la apatía, sino con su multiplicidad y su singularidad a través de las fisuras que nos permitan ver esa restancia del terreno que suponemos conocido y lo transformen y lo expandan. Implica el riesgo ya que es necesario horadar el pensamiento hasta su desastre e insuflarle el aire enrarecido y confuso de los tiempos que corren: un pensamiento intempestivo con herramientas útiles para desenmascarar las corrientes de la cultura masificada y mediática y la retórica de la representación política, poniendo en evidencia las limitaciones del lenguaje para revelar al profunda violencia simbólica que esconde

Quienes no frecuentan el caos o la mera incomodidad repiten músicas previstas

Pensar es una potencia que subvierte el lenguaje, única, singular, intempestiva, anómala y anónima, anárquica y transgresora. Cada pensamiento es cada vez un pensamiento que piensa que él no puede pensar lo que le viene, es un pensamiento cada vez sorprendido por su propia libertad, no un pensamiento de la limitación. Pensar no puede ser cómplice de un presente legitimador de lo establecido. Allí donde el pensamiento tropieza con lo que lo hace posible, allí está la libertad. Solo la existencia como experiencia de libertad le da al ser humano la posibilidad de decidir, su ethos más propio, la verdad ética

Pensar es gesto, salto, intensidad, separación extrema. Tensa oscuridad, “anarquía coronada”, vivir en un flujo



No se ve más que devenir. La miopía y  no la esencia de las cosas es lo que hace ver tierra firme, dijo Heráclito. En ese mar del devenir y del fenecer les ponen nombres a las cosas como si estas subsistieran pero no pueden bañarse dos veces en el mismo río
El sentido se encuentra emparentado con el devenir, con lo que fluctúa, nace y muere en el instante y desde el punto de vista de Deleuze el sentido pertenece a otro tiempo, a ese que no se puede representar pero que constituye la topología del pensar

La inmanencia de sentido no es una renuncia al mismo sino una renuncia a remitir el sentido del mundo a una significación, a un más allá del mundo que lo revista de sentido, de finalidad, lo que es propio de toda representación, según Jean-Luc Nancy. El mundo habrá de ser lo que los habitan decidan que sea: la creación del sentido del sentido del mundo es una empresa humana que desborda el humanismo



Marzo 2020