Algunos individuos, hombres y mujeres, merced a sus elecciones, convicciones y acciones, se convirtieron en singularidades y pusieron de manifiesto poderosas intensidades que tuvieron la virtud de provocar transformaciones revolucionarias
Una gran espiritualidad animó esos actos, y fueron seres que rompieron el formato estándar que los constreñía, protagonizando eventos que trazaron una especie de geografía humana mas que una historia
Hubo veces que prefirieron morir viviendo la diferencia, rozando la locura, desencontrados y desacomodados en un mundo al revés. Los llamados “locos” revelan esa parte del mundo en la que no encajan, la nuestra; son intérpretes de la realidad social y material cotidiana donde se pone de relieve nuestra radical “normalidad”, esa otra especie de locura enmascarada
Lejos de que la locura sea la falla contingente de las fragilidades de un organismo, ella es la virtualidad permanente de una falla abierta en su esencia
Lejos de que ella sea para la libertad un insulto, es su más fiel compañera, sigue su movimiento como una sombra y el ser del hombre no solo no puede ser comprendido sin la locura sino que no sería el del hombre si no llevara en sí la locura como límite de su libertad
Estas singularidades fueron dynamis, potencias de una indoblegable voluntad de participar, de tomar partido, una voluntad sin identidad pero con nombre propio, una fuerza de ir más allá poniendo de relieve que lo que está vivo no se entrega fácilmente, no se deja encorsetar - vida más que la vida como exposición a lo azaroso de la existencia-. Singularidades que defendieron el sentido de lo justo y la dignidad de los excluidos, hicieron la experiencia de lo in-delegable, la disidencia cívica como postura ética, una especie de des-obediencia interior, de sana rebeldía que tiene que ver con quienes somos o con quienes queremos ser, y no con quienes los demás quieren que seamos: Nietzsche, Deleuze, Hanna Arendt, Guattari, Simone Weil, María Zambrano , J-L Nancy, Derrida ...
El principio de esa des-obediencia desarrolla la experiencia vívida de ser irremplazable para los otros y frente a sí. Es estar capturado por la imposibilidad de liberarse de esa tarea y delegarla en un otro imaginario y por el sentimiento urgente de sacudir la inercia, descubrirse solidario, y finalmente actuar
El poder se cuestiona a partir de un deseo, un flujo que desborda a su portador; son sus multiplicidades que se liberan, e, indirectamente, se desestabilizan. Se trata de un movimiento aberrante, salvaje, que nos expulsa de la domesticación, de la normalización de la” normalidad”. Pero el ser humano anhela la bonhomía de la pertenencia, su zona de confort, todos sus privilegios, en suma, el “amparo”, la “protección” del sistema y no acierta a ver el verdadero alcance de su adherencia, que es la verdadera causa de su opresión, de su malestar, y si bien se siente un deseo de irse de un encierro que no se puede abandonar, resulta más que difícil desoír el dulcísimo canto de las Sirenas aunque conlleve la “muerte” sin un mástil donde sujetarse y resistirlas. Si bien Ulises fue un héroe de la Mitología, también fue un nombre propio, y el canto de las Sirenas la prístina inspiración del capitalismo
El discurso contemporáneo reduce lo desconocido a lo manejable, es la estrategia del confort: la felicidad como fetiche, la felicidad comercializada que provoca en el individuo deseos que sin ser puros simulacros, son productos de decisiones externas, las más, publicitarias, deseos que ya no poseemos sino de los que somos poseídos. No hay nada en esos deseos que evoque una fuerza que sume al ser el espíritu y que se empeñe en su cumplimiento, que sugiera una voluntad. Son oquedades que alojan simulacros de deseos banales incumplidos: mandatos subliminales imprescindibles para cumplir con las condiciones de la pertenencia. De ahí la falta de personalidad que anida en todos los seres humanos, esa sensación de desarraigo, un cierto malestar indefinible
La participación epidérmica superficial en la vida del mundo tiene que ocupar el lugar del deseo de ser
El lenguaje no puede faltar en esta trama como vinculante fantasma de la nivelación, principal herramienta camuflada del discurso de poder que aún no ha alcanzado un borde de silencio para que deje de ser una trama irreductible, porque al pretenderse totalidad roba su sombra -ese espesor invisible del lenguaje- y el discurso de autoridad, aunque simule estrategias blandas, convierte la enunciación en ideología, es una interpretación de sentido único, se come el disenso, por lo tanto es un discurso autofagista, lleva dentro de sí su propia destrucción, no tiene Afuera y allí donde no hay disenso no puede sino haber disolución
El disenso no consiste en luchas intestinas- las confrontaciones por el poder- que no son sino la misma cara de la homogeneización de las gentes igualmente identificadas, etiquetadas, de la universalización que ahoga e impide la producción de singularidad y que solo produce segregación
Se experimenta un rechazo singular en pensar la diferencia, en disociar las formas tranquilizadoras de lo idéntico, como si tuviéramos miedo de pensar el Otro en el tiempo de nuestro propio pensamiento. El disenso se relaciona con eso. Las formas de participación se convierten en un espacio de hegemonía a la hora de juzgar las conductas de personas públicas, sus decires y des-decires. Su misión es reconfigurar el entramado social que instaura un sentimiento de membresía. Sin embargo, la realidad entendida como infinidad de fragmentos, desborda todo intento de ordenamiento pero otorgando un valor particular a la pertenencia
El disenso debería ser considerado desde la posibilidad de configurar un espacio crítico, yendo más allá de la negación de una realidad con la que no comulga: proponiendo otro rumbo, y elaborando un proyecto otro para no quedarse en mera transgresión y ese sería su sentido más profundo y el que lo torna peligroso para los habitués del sistema
Tampoco la ciencia comprende los flujos, las intensidades, la erótica, la vida. Los flujos se reprimieron y fue menester ubicarlos, reubicarlos, codificarlos, apaciguarlos, sobre-codificarlos, y de esta manera volvernos humanos, demasiado humanos, adhiriendo a las consignas de una supuesta sociedad civilizada. Sin embargo, en cada uno está la posibilidad de la invisibilidad del sistema
La moral de las comodidades disfrazadas de sagrados principios o la apuesta por la vida
No hay que traducir los estados vividos en representaciones o fantasías, nos dice Deleuze que dice Nietzsche, no hay que someterlos a los códigos de la ley, del contrato, de la institución, o sea, no hay que canjearlos sino hacer de ellos fluidos que nos lleven siempre un poco más allá, más al exterior. Eso es intensidad
El estado vivido no es algo necesariamente subjetivo ni individual, es el flujo y la interrupción del flujo ya que cada intensidad está necesariamente en relación con otra intensidad cuando pasa algo: es lo que sucede bajo los códigos. De lo que escapa de ellos, es de lo que el poder quiere apropiarse para traducir, cambiar o canjear
Nietzsche indica no cambiar la intensidad por representaciones ya que la intensidad no remite a significados -que serían como representaciones de cosas- ni a significantes-que serían como representaciones de palabras-
Para Nietzsche, la intensidad tiene que ver con los nombres propios y ellos no son ni representaciones de cosas ni de palabras o personas. Son designaciones de intensidad en un cuerpo, que puede ser el de la Tierra, el del libro, el del mismo Nietzsche y el de todos los hombres y mujeres de la historia
Hay una especie de nomadismo, el desplazamiento perpetuo de las intensidades designadas por los nombres propios que penetran unas en otras a la vez que son experimentadas por un cuerpo pleno, y esas intensidades solo pueden vivirse por la relación entre su inscripción móvil en un cuerpo y la exterioridad igualmente móvil de un nombre propio. Por eso el nombre propio es siempre una máscara, la máscara de un agente
Uno de los dispositivos fundamentales de la dominación es la institución y, paradójicamente, es a través de ella que puede lograr revertirse la situación, a condición de desjerarquizarla. Se construiría a partir de la transversalidad, una máquina institucional nueva donde las diferencias se potenciarían pero sin provocar una alteridad desestabilizante
En las comunidades rurales primitivas, el déspota construía su máquina imperial, apta para sobrecodificar todo mediante la burocracia y la administración, y así organizaba las grandes obras y se apropiaba del excedente. En el centro, las comunidades rurales quedaban atrapadas y regladas en esa máquina burocrática mientras que en la periferia las comunidades emprendían una especie de aventura en una máquina de guerra nómada y se decodificaban en lugar de dejarse sobrecodificar
Hay grupos enteros que se escapaban, se nomadizaban, pero no para retornar a un estado anterior sino como si emprendieran una aventura que afectaba a los grupos sedentarios. El nómade con su máquina de guerra se opone al déspota y su máquina administrativa. Son fenómenos correlativos y complementarios, ya que el problema del déspota será cómo integrar la máquina de guerra nómade y el del nómade cómo inventar una administración del imperio conquistado. Coinciden y se oponen en el mismo punto
Es el tremendo peso del Estado el que gravita sobre las instituciones vivientes y creativas, vaciándolas de espontaneidad y creación, peso que produce subjetividades sujetadas, que, aunque resistan, pagan un altísimo precio. Así, el individuo se convierte en un prisionero del mundo del que, a medias consciente, ha sido su más estrecho colaborador: él mismo se ha convertido en su víctima pero sin el drama del agravio ni el estigma de la tragedia
La cura no es una obra de arte, pero debe procederse con la misma creatividad del sistema. Arte, en este caso es desorden, caos, un combate contra los dogmatismos imperantes, la liberación y desterritorialización del pensamiento para que se repiense desde una visión nómade, un descolgarse de los discursos legitimadores, des-obedeciéndolos, que no consiste solo en apelar a una legitimidad superior sino cuestionar el principio mismo de legitimidad
Al des-obedecer desde el núcleo mismo de la vida, se filtra una parte de transgresión pura, una anarquía ontológica, ese es su fulgor. En la des-obediencia uno puede liberarse de las cadenas de la demanda para atender al deseo. Atravesando la des-obediencia se encuentra un fundamento que recibe el nombre de espiritualidad, otro de los nombres de la singularidad
Cada individuo transita continuamente de un lenguaje a otro. No hay universalidad de la lengua ni de los actos del lenguaje. Cada enunciado cristaliza una lengua muda de intensidad que se juega sobre el cuerpo social y el individual. El pasaje de una configuración a otra no es pasar de lo implícito a lo explícito sino desterritorializar. Solo a partir del caos de una lengua, solo a partir de aquello que en la lengua es caos, deviene posible crear ritornelos que ponen en movimiento desterritorializaciones colectivas que abren universos singulares de sentido. No se reterritorializan signos a través de la imposición de significado sino a través de un recorrido de singularización
Hay una construcción de subjetividades cautivas que formatean su sujeción. El sistema no logra lo que se propone gracias a sus propias fuerzas sino que lo consigue con la de sus esbirros que a partir de esa formatización toman como propia la demanda de pertenecer, haciendo lo imposible para ser parte de ese yugo inadvertido que los asfixia a cambio de una identidad cómoda, conveniente y estable, el estatus quo vigente. El nivel de alienación fragmentaria y compartimentada de la sociedad dificulta el encuentro, la comunicación y la transmisión de valores. Es la “libertad” de lo siempre igual
La modernidad refuerza un modo de vida utilitario que priva al sujeto de un espacio humano espiritual, de experiencia. El capital ya no solo ha invadido y valorizado el espacio privado de la familia sino el deseo como flujo psicológico que permite atraer y distraer
Aquello que caracteriza a la libertad es que es necesario desearla para obtenerla: ser libre es esencialmente querer ser libre con todo lo que conlleva y también con lo que se lleva: ser libre es querer ser otro
La espiritualidad, en este caso, es esa práctica por la que el individuo queda desplazado, transformado, perturbado hasta el punto de renunciar a su propia individualidad, a su propia posición de sujeto
Lo que es esencial para la filosofía, para la política, es lo que Bataille llamaba la experiencia, algo que no es la afirmación del sujeto en la continuidad fundadora de su proyecto: es aquello que pasa en la ruptura y en el riesgo por lo que el sujeto acepta su propia transmutación, la abolición de su relación con las cosas, con los otros, con la muerte. Es el acontecimiento que no puede llegar mas que desde la experiencia de lo indecidible, desde el lugar donde se abandona la seguridad del amarre, la cartografía imposible, incalculable, ingobernable. Es el encuentro con lo real, con lo distinto. Aparece todo un otro mundo que se detiene y nos detiene en el umbral, allí donde el Afuera y el Adentro se comparten: un espacio de deseo. Esa experiencia nos necesita disponibles, hay que descubrirla, vivirla, estar a su altura
La noción de espiritualidad en tanto que ejercicio es una práctica destinada a operar un cambio radical del ser. Así fue concebida en la Antigüedad, y si bien es cierto que no pueden simplemente apropiarse ideas de otras culturas, sí re-leerse, re-inventarse. La fuerza que se produce en esa espiritualidad es la fuerza que compele a la acción, que despierta
Es menester rechazar la propia identidad, que no constituye a la persona, que es una sustracción original, una identidad narrada, ya que la historia no debería tener como fin reconstruir las raíces de nuestra identidad sino disiparlas, hacer aparecer las discontinuidades que nos atraviesan. Rechazar eso en que nos hemos convertido, es la primera condición para rechazar el mundo tal como está y pasar a la re-invención, más allá de toda ley, de toda institución, de todo contrato: una deriva, un movimiento a la deriva o una desterritorialización
El discurso filosófico siempre ha permanecido en una relación esencial con la ley, la institución y el contrato que constituyen el problema soberano y que atraviesa la historia sedentaria que va de las formaciones despóticas hasta las democráticas. El significante es el último avatar filosófico del déspota
Hay que lograr que la palabra se libere de las palabras, para ser palabra sin palabras, es decir, palabra
Si Nietzsche se separa de la filosofía es quizá porque es el primero que concibe otro tipo de discurso a modo de contra- filosofía, un discurso ante todo nómada cuyos enunciados no serían producto de una máquina racional administrativa con los filósofos como burócratas de la razón sino de una máquina de guerra móvil
En esta época los nómades no tiene lugar, se los regula y apenas consiguen sobrevivir. El nómade no necesariamente es alguien que se mueve. Hay viajes inmóviles, viajes en intensidad y hasta históricamente, los nómades no se mueven como emigrantes sino que, contrariamente, son los que no se mueven, se normalizan para quedarse en el mismo sitio y escapar a los códigos. Hoy lo más importante es no clonar al déspota ni a ninguno de su troupe, ni al burócrata, ni a todo lo que configura el aparato de Estado
Nietzsche vivió como uno de esos nómades reducidos a no ser más que su sombra. Hizo del pensamiento una máquina de guerra, una potencia nómada
Todo ese mundo que hemos construido quizá más inadvertida que concientemente, y que se convirtió en omnisciente, debería habernos protegido, -tal fue la motivación subterránea- del choque de la contingencia, de la conciencia de finitud, de una catástrofe como la que hoy nos asuela, pero solo confirma que lo trágico es el verdadero sentido de la existencia y que la tragedia es inmanente a toda realidad. Lo que hay de trágico en ser es precisa y solamente su simple cualidad de ser: la condición humana
La razón enmudece frente a lo trágico, frente a la idea pura de lo dado - lo indeterminado- lo que depende de un Azar
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Julia Vincent blog
Marzo 2020