La certeza de ser en la condición humana y mundana es parte de un compromiso con la vida como un entramado de cicatrices y heridas abiertas que cuentan sus propias historias, lenguajes encriptados que nos acontecen en el cuerpo, cuerpo donde se extiende el telón semántico de nuestra identidad más intrínseca. Hoy por primera vez la crisis que pone en vilo al mundo proviene del mismo cuerpo y la mente no dejará de acompañar este asalto al recibir el impacto de un desacondicionamiento extremo, de una imprevista mudanza de las pautas de vida acostumbradas que son las que justamente engendraron una falta de preparación para enfrentar su ausencia. Hay una cierta incredulidad defensiva que circula: siempre hemos sido testigos de las tragedias de otros países a través del cine, la televisión, las fotos, los noticieros, pero lo que no terminamos de asimilar en este momento es que hoy también nosotros somos protagonistas y que todo el mundo, nuestro mundo, está involucrado
En
un solo día vibra la historia del mundo y de la sociedad, sus emociones, sus
motivos y propósitos. Territorio de lo in-significante – desapercibido para
nosotros – no mudo, es un no-lugar donde, no obstante, arraiga el relato de la”
norma-lidad” que vive de la repetición. Es una puesta en escena invisible que
no vemos pero que nos representa, una estructura profunda que engloba los actos
de todos los días aglutinados como un todo en el aquí y ahora que vivimos – un
tiempo y espacio individual y social – la realidad por excelencia. Es nuestro
territorio transparente, imperceptible e in –significante, y, a pesar de eso,
inconscientemente nos habita, lo atravesamos y nos atraviesa. Un orden que
subyace y que otorga una pertenencia casi ontológica a la humanidad. Es como el aire, lo que
sorprende es su ausencia, es que lo cotidiano despierta cuando se rompe la
continuidad que nos ampara. La discontinuidad irrumpe imprevisible, es la
diferencia, el acontecimiento como discurso que sorprende la rutina cotidiana y
demuele las nociones de representación, realidad e identidad. Hoy no solo nos
sorprende su ausencia, sino la magnitud irreversible de esa ausencia
Hay
palabras que hoy se leen y se escuchan varias veces al día todos los días en
noticieros y programas de todo tipo -algunos evidenciando un innegable oportunismo- que van provocando una entropía
creciente que puede llegar a banalizar las mejores intenciones porque toda
repetición, toda insistencia, aún como apostolado, acarrea un fatal desgaste,
quizás inevitable en el clima de nuestra época donde ya se discriminan hasta
los médicos
¿Volvimos
a la Edad Media?
La
responsabilidad es una de esas palabras que se repiten, aquella herencia que previa a toda
posible voluntad carga como una cruz quien vive, siempre exigido por el otro.
El necesario vínculo entre la vida propia y la supervivencia establece el
límite de cualquier ser-en-común. La responsabilidad remarca la experiencia ética
como lejanía, más aún, de aquel con quien nada se comparte, de quien nada se
conoce
Sabemos
el papel preponderante del consumismo, principal aliado de la axiomática
capitalista, en todas las debacles del mundo, y los peligros que conlleva, pero
hoy, no remiten a su negatividad, sino al
exceso de positividad que se expresa como exceso de rendimiento de producción y
comunicación
De
nosotros depende repensar y frenar el capitalismo y sobre todo, nuestra
hiperkinesis para salvarnos de nosotros mismos, y en consecuencia, a nuestro mundo;
pero, en nuestra sociedad hay una sobreinformación que ha engendrado un
analfabetismo generalizado: se cree estar informado cuando en realidad nos
están desinformando, y el verdadero problema es ese dejarse convencer por la
seducción del lenguaje como herramienta principal para la normalización, la
sumisión y el dominio
Deberíamos
interiorizarnos en lo poco que sabemos respecto las catástrofes. Quizás
ignoramos sus complejos engranajes de fenómenos concatenados, interacciones
fatales y debilidad institucional en el plano global. Hemos cruzado las aguas
pero, no obstante, seguimos atados a viejas recetas inocuas
El asunto acuciante
hoy es de qué modo gestionamos inseguridades e incertidumbres que se generan en
un mundo acelerado, volátil e interdependiente
El
mundo globalizado fatalmente se caracteriza por la contaminación, la toxicidad,
la inestabilidad, la súper exposición, una interdependencia que conforma el
panorama de una fragilidad compartida
Vivimos
una sociedad de protecciones débiles en un mundo en el que todo conspira: no
hay nada completamente aislado, todo se ha convertido en doméstico, todo está
demasiado cerca merced una generosa entrada a nuestro living. Este es el
entorno de nuestro singular desamparo
Se
requiere de nosotros otra manera de entender el poder, una nueva gramática del
poder, distinta de la soberanía estatal, apuntando a sustituir ésta por la
cooperación. Gobernar los riesgos globales es el gran imperativo. Pero nuestra
incapacidad es discursiva, no sabemos cómo pensar la situación social,
política, económica y mucho menos la emergencia de esta crisis de salud donde
se barajan intentos, búsqueda de consenso y una gran incertidumbre con
resultados no siempre acertados. Dejamos que otros piensen por nosotros y al no
tener las ideas claras tomamos decisiones erráticas o equivocadas, por eso debe
repensarse la democracia ya que una crisis de esta magnitud no puede ser
resuelta por el mercado, y no basta con el Estado ni con una Nación cerrada
sobre sí mima sino con naciones cuya soberanía sea permeable y compartida, una
solución que trascienda las fronteras
El
Covid 19 ha perturbado el curso de la historia que ya iba a gran velocidad y
que en la actualidad, con el capitalismo atemperado, amenaza con una disrupción
que hoy no podemos prever además de
poner el mundo frente a sí mismo, incapaz de resolver este desafío planetario.
Es crudo decirlo pero también necesario. El pensamiento occidental tiende a
fragilizar y pulverizar la otredad. La hospitalidad, en cambio, es su recepción
su acogida, una apertura, que, para ser verdadera, solo puede ser infinita y
absolutamente abierta a lo que tiene que llegar, sin límites
Hasta
hoy el ser humano no ha sido capaz de desarrollar una conciencia crítica de
especie, y si no se considera a la humanidad entera como proyecto, como una
comunidad interconectada, se está abriendo la puerta a una restauración del
Orden y del autoritarismo, basada en el egoísmo y el reduccionismo
Estamos
de cara a futuros cada vez más desconocidos y distópicos que exigirán
habilidades de las que no disponemos y la propia historia va a adquirir ella
misma una estructura de crisis. En esta era de desafíos permanentes la
movilización vertical jerárquica va a resultar muy poco eficaz. Hoy la
globalización con su estructura plural y diversificada exige una nueva teoría
política de cooperación internacional más allá de las fronteras, un mundo de
estados que tienen que aprender a pensar en común recursos y bienes. Sin
embargo hay rumores respecto a la caída de la globalización y también que puede
aún decaer más ya que los gobiernos pueden aprovechar la preocupación por la salud y las nuevas
restricciones al comercio, los viajes y la migración. De esta manera las metas
de varios políticos y empresas oponentes a la globalización se harían
realidad ya que les resulta una
oportunidad de alcanzar sus objetivos y reactivarse
Todo
nuestro modelo civilizatorio está en jaque y es el que puso al límite la
capacidad de los sistemas naturales y originó la pérdida de espacios y biodiversidad,
ocasionó profundos cambios en el Planeta y en las sociedades. Se considera este
momento como el verdadero comienzo del siglo XXI
Es
extremadamente difícil, si no imposible, predecir qué puede ocurrir a partir de
ahora. Mucho depende de nosotros, de todos y de cada uno
¿Seguirá
triunfando el egoísmo, la competitividad, el oportunismo mediático y político o
la verdadera empatía encontrará al fin su
lugar en este mundo amenazado?
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Julia vincent blog
Abril
2020