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274 - El suceso azaroso
Nuestra sensibilidad tiende fatalmente a endurecerse cada vez más al participar en un contexto artificial, aunque en muchos aspectos ineludible,ya que el flujo de la experiencia se ve interrumpido a causa de la simultaneidad de la conectividad

Así, la esfera emocional resulta perturbada, y de esta forma el sistema nervioso entra en un estado de excitación y de diferimientos continuos por la automatización cognitiva, lo que puede resumirse en una devastación vital

Mirando hacia el pasado, la técnica (tekné) significaba para los griegos conocimiento. Heidegger la ha equiparado con la poesía (poiesis), ya que el conocer hace patente algo, es un hacer salir lo oculto, una forma de producir que es a la vez un revelar, así la técnica era el arte de revelar lo oculto, pero no era un hacer-para-algo, no era la explotación de la naturaleza, por ejemplo, sino el arte de revelarla.

La visión instrumental moderna de la tecnología ha sido la causa fundamental de lo que llama el olvido del ser, el modo de no- existencia en la que nos relacionamos más utilitaria que esencialmente. Este modo de ser, o de no-ser, impide una relación auténtica con el mundo, una existencia verdadera, pues según Heidegger la verdad es una revelación, un descubrimiento del ser que yace olvidado, un acontecimiento que no puede ocurrir desde la instrumentación, sino desde la espera, desde el silencio, desde un dejar- que- aparezca

La tecnología es una violencia sobre el ser, una actitud de dominación que hace que éste se retire; es una barrera que nos impide relacionarnos con el ser en sí de todo, pero el peligro no proviene de tal o cual máquina o aparato sino de aquello en que la técnica se ha convertido alejándose de su esencia, la cual es indisociable de nuestro modo de habitar el mundo. Ha alterado nuestra concepción de éste, al convertirse en el conocimiento mismo, como algo con lo cual dominar la naturaleza y doblegar al ser, porque la tecnología es la actitud epistemológica que concibe al mundo como un mero conjunto de cosas, simplemente una cosificación que piensa solo al ente y nunca al ser

Primero moldeamos nuestras herramientas y después ellas nos moldean a nosotros

Pero, en este caso estamos hablando del conocimiento como herramienta, como un fin para “otra cosa”

En los últimos tiempos la empatía, puntal de la solidaridad más prístina y del más alto humanismo, había ido desvaneciéndose, quizá por una especie de banalización inconsciente del término que nos fue conduciendo a confundirnos a través de la preferencia o la conveniencia por otras formas de vinculación más consensuadas. En su lugar se fue dando un proceso de deshumanización, un olvido de lo auténticamente humano que nos fue llevando a diluirnos dentro de los procesadores de las inteligencias y entornos virtuales, una oportuna prótesis para zanjar la falta. Se produjo entonces un proceso de adaptación  mental y corporal a las nuevas necesidades generando de esta manera, inadvertidamente -  la mejor estrategia del dominio-  una conciencia diferente, tanto respecto del conocimiento del mundo como de los vínculos y de nuestro accionar con los otros que fue dando lugar a un presente de impotencia provocada por las políticas actuales, el reinado de las leyes financieras, las discriminaciones y los conflictos bélicos

Nuestro mundo ha cambiado drásticamente y si bien una salida a este estado de cosas dependería de un encuentro con lo que es ínsito a  la naturaleza de cada ser humano, aquello que se halla en el lugar más íntimo y profundo, que se arraiga en lo inconsciente, en lo irracional. Así la poesía – esa herida que no cierra nunca, esa excedencia que abre un escándalo permanente, una pregunta siempre abierta a contrapelo de la realidad -  y lo trágico se hermanan en un brutal desacomodamiento  porque el imaginario siempre quiebra los límites del positivismo tecnológico  

Hoy se ha añadido un elemento que lo trastoca todo, que nos cambió el paisaje, que dio vuelta el mundo que solíamos conocer, pero que  no obstante no deslegitima el gesto - a pesar que hay un antes y un después del Covid que ha generado una sensación como de rozar el vacío. Enemigo mudo e invisible, principal actor de la extrema postración del sistema que hace - o hacía -mover al mundo, oculta en lo más recóndito una restancia  al convertirse y convertirnos en el grado cero de nuestra condición. A nuestro grandísimo pesar por la cruz del duelo que nos vive y nos desvive, es menester ver en este lapsus forzado de tiempo, de vida, de salud, cómo experimentamos el quiebre y el  estancamiento de esa inmensa línea de montaje del capitalismo global que ha abierto múltiples fisuras en el  manto ideológico que nos hace cómplices de un mecanismo tóxico que enfermó este mundo que parece habernos dejado de pertenecer

Recurrimos al imaginario en el punto de partida de nuestra aprehensión del mundo, como una forma de crear un sentido con el que proyectar el deseo en lo real, abriendo la puerta a esas posibilidades que podrían  concretarse a través de la acción. De esta forma el individuo se siente provocado por lo que podría ser y se carga de la potencia necesaria para hacer realidad lo posible

Esa posibilidad parecería faltar en este momento pero la posibilidad no desaparece nunca. Esa posibilidad sería la de un desacoplamiento del conocimiento de la tecnología de la forma ligada al capital que conocemos. El capitalismo financiero aliado con la tecnología digital  ha engendrado una máquina automática de imposición mucho más que una dictadura y se manifiesta como una inscripción de automatismo tecnolingüístico en el conjunto de la comunicación. Se ha trasladado la potencia del cerebro a la máquina pero ésta ha sido programada según un criterio anti humano, el de la economía financiera, de ahí la impotencia de la democracia frente a las imposiciones tecnofinancieras. La crisis por la pandemia impone radicalmente el privilegio de ser una instancia excluyente y prioritaria, pero no ignoramos que las posiciones tecno financieras influyeron en numerosas debacles conectadas como la agresión al medio ambiente, la deforestación, el clima, los conflictos bélicos, los virus, por eso es importante seguir esa línea de pensamiento y comprobar su influencia a cada paso

Los sentidos a través de la piel alimentan el cerebro con percepciones del mundo y este le suministra la sensibilidad, inclinaciones y tendencias estéticas, deseo que no es la necesidad de algo sino la creación sensible de un mundo. Lo que es dado en la percepción es vuelto a engendrar en una visión que habría que denominar transvisión. Es un “yo siento” más profundo, una emoción verdaderamente primaria que en un principio no siente más que intensidades, devenires y pasajes

Fabular es hacer hablar las potencias que los devenires hacen elevarse en nosotros y que están desprovistas de lenguajes

La fabulación crea un real porvenir inmediatamente político en tanto que es colectivo. Se trata de crear un pueblo en el acto mismo de fabular, un pueblo no perdido sino que todavía no existe y que debe ser inventado. No implica llevar la tierra con uno lejos del mundo de los hombres sino unirse al desierto a condición de deshacerse de su propia humanidad, de arrancarse a sí mismo. Un campo de potencialidad, una pura materia intensiva, sus flujos, sus singularidades, un pueblo futuro, una nueva tierra para el pensamiento y la vida, el absoluto plano de inmanencia

Quizá no se perciba inmediatamente pero en este aparente “delirio” deleuzeano crece una esperanza que obviamente no se sitúa en lo inmediato de las trágicas circunstancias que nos envuelven a todos sino en un porvenir que ninguno de nosotros puede precisar con herramientas racionales.  

Todo es racional en el capitalismo menos el capital

Pensar se concibe a través de los usos que origina, de las conexiones que inaugura. No se trata de ser optimistas o pesimistas, para hacer conexiones no necesitamos la certeza, ni el conocimiento sino la confianza, la creencia en el suceso azaroso, improbable, imposible de abolir

¿Una utopía?

Es con la utopía con lo que la filosofía se vuelve política y lleva a su máximo clímax  la crítica de su época. La utopía, al desterritorializar el pensamiento hace ver una vida verdaderamente ausente. Es una línea de fuga que deja entrever los posibles. A pesar de que como seres humanos nos vemos atrapados en una maraña de automatismos tecnolingüísticos, aún pueden hallarse posibilidades múltiples, condiciones de producción de futuro

Es necesario liberar el conocimiento de los dogmas religiosos y económicos y poner el acento en la necesidad de un pensamiento crítico, y la exigencia de un mundo más rico y más profundo. Quizá solo a través de un acontecimiento de la magnitud que el que nos ha tocado podríamos despertar de nuestro sueño ideológico que hace de nuestras vidas meros apéndices de un dispositivo anónimo que nos empuja a tener que disfrutar siempre en nombre del capital. Sería necesario imaginar un futuro más solidario, más allá de la lógica de los beneficios, un tiempo que nos libere de la obligación de tener-que-participar. Pensar activamente es actuar de manera intempestiva, por tanto, contra el tiempo, y por eso mismo, sobre el tiempo, en favor de un tiempo al que apostamos, un tiempo por venir

El pensador, el artista, el escritor y cada uno desde su lugar, fragmentan el caos. Esa fragmentación que resulta es el encuentro entre el Azar y la necesidad, el del Azar que integra la necesidad. Fragmento es ese otro nombre de ese espacio de la espera que puede venir en un presente que estalla

Hay una posibilidad inscrita en el tiempo presente, una futuridad posible, pero no necesaria ni probable, posibilidad que se configuraría a partir de un uso igualitario y social de la tecnología, y que necesitaría una potencia cultural psíquica y política con la que no contamos actualmente, una posibilidad que se actualiza solo cuando hay una potencia capaz de actualizarla

El humanismo se ve acorralado porque no puede penetrar esa coraza del automatismo cognitivo global y el caos que genera, pero solo desde ese punto de vista podría entenderse el proceso pos humano y a la vez anti humano que el capitalismo ha generado y fundar una ética autónoma que nos permita salvar su herencia y salvarnos

Internet ha puesto a disposición las condiciones técnicas para la producción del automatismo cognitivo global, una maraña automática para la mutación de la mente social y es esa mente el único espacio en el que se podría producir una transformación, el de la invención, el de la creación, que podría actualizar la posibilidad de desarrollar la  potencia necesaria para crear conceptos (deleuzeanamente hablando) que permitan capturar mentalmente el mundo, transformar el caos y fundar la conciencia ética. Devenires que aparten a los seres de lo establecido para que puedan inventar su singularidad. Líneas de fuga que nos hagan repensar el espacio social y acoger las microdinámicas de la vida fuera de un espacio abstracto alienante

Es necesario obviar los perversos discursos invariables surgidos desde los mismos móviles espurios de siempre para crear dispositivos de experiencia que se confronten con la impiedad que se avecina

En este tiempo de guardarnos y de cuidarnos entre todos, podemos además de resistir con todas las fuerzas, considerar este coronavirus desde otro lugar: desde su pavoroso silencio que pareciera tener algo que decir


Abril 2020