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285 - La pasión de la libertad
Solo la existencia como experiencia de libertad ofrece al hombre ese abrigo, ese habitar en la posibilidad de su libre decisión, su ethos más propio

Detrás de todo ese trabajo de orfebre, de toda ese juego musical de los quiasmos, de las tramas de iteraciones casi poéticas, de un fraseo casi ininterrumpido, que despliega su discurso erudito,Jean-Luc Nancy nos abre un espacio de sigilo donde podemos reconocernos, tocar la existencia sin significar 
La libertad es el in-finito del pensamiento. Su fuerza  reside y resiste en la existencia de toda cosa: nosotros mismos somos la libertad, y al ser la esencia del ser su existencia, la libertad ya no puede ser más ni esencial ni existencial, es en el entre, porque si la esencia no libera o redime la existencia, entonces el pensamiento no tiene nada que pensar y la existencia nada que vivir, y, de esta forma, ambos quedan sustraídos de la experiencia 
Si no pensamos el ser mismo como una libertad quedamos presos de la libertad como “Idea”, como un “derecho” puro, y el ser en el mundo como una necesidad ciega, inútil, inhábil. La filosofía y el mundo vacilan en este desgarro, por eso hoy la ideología exige la libertad pero no la piensa

La libertad es un hecho, no una idea y se hace conocer en la experiencia por medio de un devenir en el que algo adviene, en el que el tiempo se sale de sus goznes, por la emergencia de algo inédito que da qué pensar y se deja pensar

Uno de los grandes desafíos del ser humano  es descubrir permanentemente el nombre propio en un tiempo que amenaza con expropiarnos la experiencia, ese vaivén entre lo que nos constituye y lo que nos va transformando, ya que vivimos en una época que aplana las singularidades y ensalza su conversión en objetos y fetiches consumibles, absolutamente neutralizados

La libertad, ese término tan manipulado, usufructuado y vaciado, no se refiere a conquistarla o defenderla como un bien del que podamos apropiarnos, sino que se trata de ofrecer el hombre a una libertad en cuanto ser a través de la cual la existencia trasciende absolutamente, es decir existe
Se trata de dejar a la libertad existir por sí misma, liberar la libertad humana de la inmanencia de un fundamento o de una finalidad infinitos, y, por consiguiente, liberarla  de su propia proyección infinita y al infinito donde la existencia es trascendida y por lo tanto, anulada

Después de la clausura del orden de las significaciones, de la asignación de sentido en el más allá, la libertad comienza a ser comprendida como lo irrepresentable. Con la existencia del ser singular se liberaría una posibilidad  diferente de sentido en el filo de un tiempo que va adviniendo

Ya que no hay sentido del mundo, nos resignamos a aceptar el final de ese régimen de sentido que había sido propio de la modernidad. No hay posibilidad de asignar al mundo una significación determinada, estamos delante del final del mundo del sentido. Solo resta pensar nuestra relación con el mundo entendido en su pluralidad. Desde esa perspectiva el mundo “es” el sentido, y tenemos que pensarlo a través de un pensamiento que es “praxis del pensamiento”. La exigencia de sentido es ella sola el sentido en su insurrección. Es preciso mantener el paso del pensamiento suspendido sobre este sentido que ya nos ha tocado

La continuidad lo es siempre de la incultura, de la barbarie, por eso es menester salir de las recetas, de las simplificaciones, de lo ya conocido y entregarnos a crear mundo, cultura, porque los mundos culturales han sido devastados. Es una tarea que tiene que surgir de la propia trama de la experiencia, del azar, de lo inesperado, de la interrupción de la continuidad, de la rebeldía de la historia. De la libertad

La historia es aquello que avanza sin ver y sin verse, incluso sin verse avanzar, y es necesario pensar otra historicidad de la historia que implica otro pensamiento de la libertad porque la historia no se desarrolla y se encadena como una causalidad sino como aquello que se sorprende

Sorprenderse es una señal propia de la libertad, y la historia en este sentido es la libertad del ser o el ser en su libertad. Hoy el pensamiento está urgido -  ya sea por la historia ya sea por su propia historia - a pensar esta inesperada sorpresa de ese surgir de la libertad, porque no hay otra cosa que pensar y preservar, sino que el ser tiene una historia o que el ser es historia. El ser se singulariza, existe, según el espacio libre y común de su in-esencialidad

La naturalización es sinónimo de opresión, sigue la ruta de la ideología  y lo que se asume como lo dado y natural es lo que beneficia la continuidad y repetición de lo Mismo. No se naturaliza la “idea” de igualdad ni la de libertad. En el ser humano nada es natural salvo los instintos, las pulsiones, el inconsciente, pero la vida humana está atravesada por la cultura y si consideramos algo como natural, lo deshistorializamos, lo sacamos del contexto donde se desarrolló. Nada es natural, son construcciones histórico-políticas, ideológico-culturales y la historia es un gesto de transformación imaginaria de la sociedad, pero también de destitución. Hay que repensar la instancia de lo natural, despegarnos de ella ya que sustrae lo más interesante de la historia; el cambio, la sorpresa: ese resto que permanece oculto en lo subterráneo y regresa de golpe para perturbar y conmover el tiempo actual: el acontecimiento, los movimientos aberrantes, las singularidades, las intensidades

El mundo de hoy le exige al pensamiento, sobre todo si intenta tematizar la libertad, la mayor atención y una vigilancia extrema

Si en el pensamiento y desde el pensamiento, simplemente para poder pensar, falta aquello que debe tender hacia una liberación de la existencia de lo que está que está por pensar, pensar no tendría ningún sentido. Todo pensamiento, incluso escéptico, negativo, sombrío y desengañado, si es pensamiento, libera el existir de la existencia, puesto que procede de ésta

Hoy, el pensamiento libre que piensa la libertad debe saberse a sí mismo desorientado, perdido, debe saberse empujado a su límite que es el de la impotencia material de todo discurso, pero que es también donde el pensamiento para ser él mismo se divorcia de todo discurso y se expone en tanto que pasión. En esta pasión, a través de ella, ya antes de toda acción, pero también presta a todo compromiso, la libertad actúa

Lo que surge no constituye un sentido disponible en cuanto significación, sino que es la abertura de un espacio nuevo para el sentido que lo puede hospedar. Esto remite a un  tiempo que se abre en este momento, de una época a otra, es decir, en el pasar de la existencia, que se sucede y se diferencia en su esencia

Según la libertad, el ser se sorprende en el mundo y en él mismo antes de toda determinación de la existencia, se abre a un libre espacio en el seno del cual existir, en el cual liberar la libertad o renunciar a ella. No se nace libre pero nacemos infinitamente a la libertad, una sorprendente generosidad de ser. El secreto de esta generosidad es que no se trata aquí de dar lo que se tiene (la libertad no tiene nada de propio)sino de darse y que no es otra cosa que lo generoso de la generosidad que no es ni sujeto ni esencia, sino singularidad, su acontecimiento. La generosidad del ser no ofrece ninguna otra cosa sino la existencia, y la ofrenda como tal está guardada en la libertad

 Lo que existe no puede ser si no es con la libertad de su espacio-tiempo. Por eso la cuestión de la libertad no comienza ni en el hombre ni en Dios, comienza con el ser de un mundo cuya existencia es ella misma la cosa en sí
Hay que pensar entonces la libertad, puesto que ésta no puede ser ya una cualidad o una propiedad que se atribuye, se promete o se rehúsa en función de tal o cual razón, sino que debe ser el elemento únicamente en el cual y según el cual la existencia tiene lugar (y tiempo), es decir existe y da razón de sí, la modalidad fundamental del ser, ya que el ser no precede a la existencia ni le sucede, sino que está en juego en ella

Pero esa tarea de la libertad que la filosofía no ha dejado de articular no ha logrado que su objeto acceda al estatuto de “cosa misma” del pensamiento. Así las cosas, de lo que se debe tratar es de hacer aparecer como tema y de poner en juego como praxis del pensamiento una experiencia de la libertad, una tentativa conducida sin reservas, entregada al peligro de su propia falta de anclaje y falta de seguridad en ese objeto del que ella no es sujeto, sino la pasión, la libertad en cuanto cosa misma del pensamiento que no se deja apropiar, se dibuja como los bordes de un espacio vacío y cuya vaciedad sería el único rasgo que hay que considerar, el vacío de sentido. Es fáctica, en la medida en que es el quehacer de la existencia, es la ley sin ley de una in-esencialidad

La prueba de la libertad - que solo se revela en la experiencia – está en su existencia, ya que la existencia en cuanto a su propia esencia no es ninguna otra cosa que la libertad del ser, la experiencia de la libertad  y ésta puede experimentarse hasta en los límites de su propia experiencia, allí donde nada la separa ya de la necesidad. Si el pensamiento está sometido a una necesidad, será de tal manera que la necesidad de la libertad no sea la libertad de la necesidad

Hay un poner la libertad en presencia de ella misma, es la alteridad constitutiva e irreductible que nos pone en presencia los unos ante los otros

Hay libertades que definen la condición humana, y hay la libertad, la posibilidad de ser, el buscar lo que no somos para ser quienes somos

La libertad no es un problema para el pensamiento, es su propia apertura
Hay una infinidad de figuras o de modos de una única libertad, pero que se ofrecen como una prodigalidad de estallidos de los que” la libertad” no es la sustancia común sino el estallido. Estos estallidos son todos los determinantes posibles de la libertad, su propia proliferación la cual significa que la libertad esencialmente estalla. No es por eso, sin embargo, necesariamente “la bacanal en la que todos están ebrios” pero no hay libertad sin alguna embriaguez, o sin un vértigo por ligero que sea

La libertad es el salto en el que la existencia se descubre como tal y este descubrimiento es el pensamiento. Pero esa experiencia de la libertad - que no es experiencia en pensamiento sino que es el pensamiento, o el pensar como experiencia – es solo saber que en todo pensamiento hay otro pensamiento, que no es ya pensado por el pensamiento, sino que lo piensa ella misma (es pensar), un pensamiento diferente del entendimiento, diferente de la razón, diferente del saber, de la contemplación, de la filosofía, diferente, en suma, del pensamiento mismo

El pensamiento diferente, otro, de todo pensamiento, que no es lo Otro del pensamiento, ni el pensamiento de lo Otro, sino aquello por lo que el pensamiento piensa, esto es el estallido de la libertad

Si hay una esperanza del pensamiento, sin la que no podríamos pensar, no consiste en esperar una liberación total de la libertad que debía advenir como su dominio total. La historia de una tal expectativa hoy está cerrada. Solo la amenaza de una devastación de la existencia tiene hoy en día positividad. Pero la esperanza del pensamiento significa que no pensaríamos ni siquiera si la existencia no fuese la sorpresa de ser
 

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Mayo 2020