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296 - El secreto inviolable del mundo
La escritura huye de la lisura de lo acostumbrado y se filtra a través de las fisuras que respiran otro aire, la vigilia crítica de otra mirada allende las marcas del sistema
Escribir ensancha el horizonte desde el lenguaje que accede a ese estado límite en que ya no cuenta como mero lenguaje porque es presencia de lo expresado
 
La literatura no es más que lo excesivo, aquello que desborda recurrentemente los límites materiales, y a pesar de esa capacidad inagotable de atravesar todas las fronteras que desearían limitarla, no deja de ser un decir articulado en un aquí y un ahora. Se ve afectada por una fractura o disolución del tiempo cronológico en aras de una condensación propia de otro orden

La literatura es destinación, y destinación dice meta, finalidad, tendencia de la cual no se puede escapar. Hoy la literatura persiste en sus restos, insiste en los  vestigios de una tarea imposible, la de poner en palabras lo quizás innombrable, una legibilidad incierta, la del aventurado fluir de la escritura, la que se da hurtándose, a través de lo no-dicho, de aquello que da qué decir. Allí en ese intento radica la destinación del texto y también la del hombre. Es una ocasión para el sentido de un adentro vuelto infinitamente al exterior a través de las huellas que dicen lo indecible del lenguaje, que se desplazan se reescriben y recomienzan, aunque siempre habrá una palabra que traicione lo indecible

Paradójicamente, es por medio de esta traición que la escritura recobra su dignidad

Todo texto, incluso el cinematográfico procura ese desplazamiento hacia lo extraño, aunque para afirmarse sea imprescindible que la búsqueda permanezca inacabada, ya que si se pasa ese límite se volvería extraño y dejaría de ser texto. Algo en la obra se resiste a comunicar sentido pero precisamente por eso es posible que se continúe dando

La ilegibilidad de un texto no remite a la imposibilidad de leerlo pues es una trama que requiere ser construida, pero la transgresión del lector nunca borra por completo esa interdicción

 Siempre hay algo que resiste. Lo ilegible traduce la amenaza del sin sentido, del que debe ser salvado por la lectura. Se pone por tanto de manifiesto esa necesidad generalizada de toda narración por construir sentidos, aun inadvertidamente
Lo que aparece como falta en el relato ilegible es esa sensación de completud que sí la da lo legible y de la que los lectores tradicionales son fieles cultores - los más radicales considerarían que el texto ilegible está mal escrito o fuera de lugar -
Quien escribe hoy pareciera querer desacostumbrar o despojar al lector de sus pautas adquiridas, abrirlo a la obra de otro modo y convertirlo de voyeur en voyant
 Nos sentimos atraídos por la literatura porque es algo diferente de la comunicación ordinaria, y si pretendemos convertirla en una comunicación tal, deberíamos reducir su rareza y echar mano de recursos que le permitieran " hablarnos"
 
La diferencia que parecía la fuente del valor se convierte en una distancia que hay que salvar mediante la lectura y la interpretación


La escritura es ese texto que se ambigua y fuga, que resta, que se empecina en quedarse y sustraerse al todo, pero nunca acaba de lograrlo. Es el devenir de la palabra por un texto infinito que se va tejiendo sentido,  es una  interrupción desestructurante de la experiencia real. Se acomoda en un intersticio, un lugar de ambigüedad donde se refleja el ir y venir de la realidad para alojar lo inabarcable, lo real
 
Dice lo indecible y lo indecidible que es el límite de la verdad, una finalidad sin fin que nos reenvía a un camino incierto

La literatura toca el límite - el límite de la verdad -  lo roza con un gesto suspendido, sin fin, no hay meta que justifique el camino. Todo parece estar por ausentarse. Queda la exposición al límite, la incompletud,  la incertidumbre del viaje a ninguna parte. En esa incertidumbre habita la pasión.  En ese límite encuentra la literatura su lugar propio, tan inapropiado, porque un límite será siempre un no-lugar inhabitable

Los fines del hombre pasan por los fines de la literatura. Solo porque hay comunidad hay literatura
 
Lo literario corrige el consenso y la unanimidad. Es la incrustación no voluntaria de lo heterogéneo en lo homogéneo, allí donde lo real se disuelve. La literatura o la escritura, con su impropiedad, su inconveniencia y escasa disposición para una comunicación fiel, se tornan territorio en devenir de la interrupción, el rodeo y el desvío, una voz que se articula en la interrupción y por la interrupción misma, la que conviene, pasando por la inconveniencia

Escribir no es imponer una forma de expresión a una materia vivida. La literatura se decanta más bien hacia lo informe o a lo inacabado
 
Escribir es un asunto de devenir, siempre inconcluso, siempre en curso y que desborda cualquier materia vivida o vivible, es un movimiento de desterritorialización, de abandono de todo espacio identitario para penetrar en una zona de vaguedad, de indefinición frente a un afuera incesante. Es un proceso, un paso de vida que atraviesa lo vivido y lo vivible. Inseparable del devenir
 
Quien escribe se enfrenta a las palabras que duermen su sueño asemiótico y a la libertad de las cosas en sí mismas sometidas a nombres que no las dicen. Entre significado y significante media un continuo dilatarse y el sentido indecible deviene infinito deslizamiento de sentido. La escritura subyace en la anarquía propia del espíritu liberándose de la letra acomodada del decir anterior
Escribir es rapto, precipitación, y compromiso. Es arrancar desde las palabras las cosas a las cosas mismas, horadando la gramática para desmentir la realidad que nos inventa, desarticularla, despojarla de la pátina consuetudinaria de lo establecido. Es una ceremonia de vacío y de pasiones de tinta, de resonancias que persisten y chocan en el mismo vacío

Quien escribe piensa pero pensar no escribe. Escribir encuentra lo que aquel que escribió no podría pensar sin la obra escrita

Leemos la época a través de la perspectiva de los extremos adonde hemos sido llevados. Escribir ya no se piensa como la experiencia de lo vivido sino con la incerteza del Afuera. Escribir es alojarlo
Quien escribe hoy sabe que su voz se ha diseminado en la fragmentación del flujo del acontecer y que la aventura de escribir consiste en avanzar hasta encontrar el pasaje entre cada fragmento y la indiferencia ineludible de la totalidad, entre la subjetividad y la creación de un mundo
La escritura ha sido violentada. A través del lenguaje vibra la incertidumbre del acontecimiento mismo, es la escritura límite que apunta al afuera donde ya no habría lenguaje sino un vacío que no alcanza a nombrar, pero que constantemente asecha, y al que solo podrá acercarse mediante desvíos
Aunque esa narración extrema jamás llega a destino y se queda en el hiato de la aproximación, persigue infinitamente aquello que desconoce y que la “extraña”, y que, fatalmente, la seguirá transformando hasta encontrar eso que calla en el resto. Huellas de huellas reinterpretadas sin fin en virtud de un poder diseminante, ese resto, esa diseminación es la que provoca que el texto siga abierto, indescifrable, inapropiado

Se horadaron los discursos, la palabra dejó caer las referencias, se quebraron los significantes, se perdió la fe en los significados, el discurso de la linealidad se mostró incapaz de reconocer un texto como texto sometiéndolo siempre a una representación, un tema, un sentido, que contribuyó de esta manera a solapar la especificidad de su trabajo. Aún se narra pero lo que se cuenta se halla en los bordes de la narración sobre un límite más allá del cual es imposible narrar
Los textos extremos se lanzan desde el interior del lenguaje hacia ese extremo donde ya no lo hay, ese Afuera esquivo, ese vacío riesgoso, lugar extremo de una iniciación al silencio entre la ausencia y las sombras

Reacia a la interpretación y provocándola a su pesar, la obra no tiene vocación de apertura que invite a una interpretación sino que instala una resistencia a ser leída, una renuencia a decirse, por eso el lenguaje se elige a sí mismo como tema
El papel del lector reviste una importancia crucial no solo en la recepción de la obra sino en la propia instauración de los sentidos posibles, en la emergencia de los mundos sumergidos en el texto. Al enfrentarse hoy a una obra, construida  muchas veces a partir de otras obras o fragmentos de éstas, sin muchas o ningunas referencias, el lector será el cómplice que deberá bucear detrás de las grietas y oquedades de esa portada fragmentada  que tiene frente a sí
 
El cine no está ausente de esta transformación, así el carácter vigilante de la mirada, los cambios de perspectiva, la deconstrucción del espacio y del tiempo - el tiempo se ha arrancado de la temporalidad, sabotea el espacio y el espacio al tiempo -, el fuera de campo, los tiempos muertos, entre otros, contribuyen a desrealizar la estética y poner en crisis la linealidad de la escritura. Así, mediante estos “préstamos”, el escritor se distancia del relato literario clásico y también invierte recursos del mismo cine; así construye una nueva especificidad literaria donde la descripción no fluye y el instante niega la continuidad
Si bien el cine ha sido y es una gran influencia para los escritores modernos, cabe aclarar que no es la “objetividad” de la cámara la responsable sino, por el contrario, lo subjetivo, lo imaginario, y el acceso a reflexionar sobre la realidad, no a ilustrarla, tal es así que tanto en el tratamiento de la nueva imagen en el cine como en la literatura, han coincidido en no dejar ver lo que muestran
 
Relatos circulares, repeticiones como recursos fragmentarios, dispersos e incoherentes, una literatura interrumpida, una diseminación infinita del instante - estados del presente que deja de ser lineal para adquirir espesor con los sutiles desplazamientos de perspectiva - El espesor resulta de las formas en que se escribe ese mismo estado de presente de manera cada vez más expandida, un presente perpetuo que impide el recurso a la memoria. El tiempo sufre la ablación de la temporalidad. El espacio ignora el tiempo y éste boicotea el espacio, así  la descripción se atora, se contradice, se atrofia. Es la insistencia del instante la que niega la continuidad. La enunciación es sometida a insistentes fraccionamientos que la obligan a continuarse a través de meandros y enredos al punto de la dispersión y de la desintegración; el discurso dice y se desdice

La gran cuestión de la escritura es ese aproximarse a lo inaproximable. Es el lenguaje, en su propia materia, el que encarna esa imposibilidad. Allí encuentra su única ubicación y su único rigor

En la escritura importa no lo que se dice sino la tensión entre lo que dice y aquello que no logra decir. Se trata de percibir el vacío en lo que se dice
 
La obra es una forma horadad de vacíos y asediada por cortocircuitos que hacen aflorar al sin sentido

El horizonte común de la escritura es ese punto de clausura en un movimiento que siempre puja por ir más allá donde el lenguaje se acerca al extremo de su destrucción como lenguaje. La ilegibilidad es esa instancia a partir de la cual algo recién puede comenzarse a leer, o lo que es lo mismo, a experimentar lo inaccesible del sentido

La ilegibilidad impune es el secreto inviolable del mundo

                  

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Junio 2020