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298 - La atención de la atención
Toda lengua es opresiva, en tanto que no somos fuera del lenguaje. No hay exterior a la lengua, la libertad es imposible, solo resta hacerle trampas. Es un magnífico engaño que permite el decir de lo aún no-dicho

La filosofía es una lucha contra la fascinación que nuestro entendimiento tiene por el lenguaje; es crítica del lenguaje. Frente a ese privilegio de la palabra, también experimentamos su falta: la escritura renuente, la que resiste
La escritura oculta rastros en su urdimbre que persisten como resto, como residuo, que ya estaba allí desde un comienzo como indeconstruible, una visibilidad de lo invisible en lo manifiesto que impide la totalización, el cierre. La restancia indica también la resistencia: el texto se resiste porque está habitado por un exceso indecible
La interpretación, y el esclarecimiento de la verdad no son operaciones neutras, encubren imposiciones. Los rastros de lo enunciado no son transparentes, persisten, y aunque no se puede cargar todo pasado en el presente, lo determina: la indiferencia, la negligencia, la represión, el autoengaño, la negación, la omisión, la ceguera, el cinismo que empaña el pensamiento y la palabra, diluyen la experiencia y actualizan un olvido conveniente que parece fruto de una discriminación consciente, un olvido que permite recostarse en la pertenencia, un olvido como escudo ficcional que opaca la atención impidiendo la posibilidad de develar la sombra del poder
La sociedad hoy, vive en la perplejidad, ajena en el mundo, extrañando a los otros. Quizá la pasión y la compasión disuelvan la abstracción de esa imagen espejada de masa y mercancía que no hace mucho llenaba las ciudades. El cuerpo que acepta el dolor está en condiciones de convertirse en un cuerpo cívico, se sensibiliza y es sensible al dolor de otra persona. Esta circunstancia puede regresar la atención, esa disponibilidad de la generosidad
 
La experiencia de la desgracia es experiencia  como atención de la atención al otro. Es la experiencia en el límite. Marca, endurece y desespera. Dejar la palabra a los olvidados, dejar de aferrarse… dejar lo que obsesiona, atender al presente, sumergirse en él. Abandonar el sentido del yo, abandonar toda idea de futuro, liberarse de las expectativas, en un presente, sin más

Simone Weil, una vida de sacrificio y de entrega, un hálito genuino e intempestivo, abogaba por la atención, aunque no fuera posible una libertad nueva. Unos la consideraban enferma, otros, una santa
 
La simpleza de dar a todos un poco de bienestar y protección contra los daños, desprecio a los partidos políticos, a la demagogia, a la fabricación de pasiones colectivas. Solo con atención, facultad subjetiva, se es capaz de sentir al otro, de percibir, dejando que la persona sea

La atención weiliana no es en realidad el inicio de la percepción estética y comunicativa sino a la inversa, es su fin en sí mismo, su objetivo. Carece de intencionalidad. A la inteligencia le corresponde la sumisión; la misma enseñanza debería hacer posible la existencia de un acto como ése a partir del cual se desarrollan los valores más auténticos y puros. Otro mundo pero posible

La fatal e inevitable administración de la pandemia arrastra hacia una especie de letargo, agravado por el encierro y el aislamiento, y un acostumbramiento a la cantidad que se asume como una verificación de la muerte pero saturada de lejanía, transformada en la abstracción de un número que hunde la vida en la nada y nos convierte en convidados de piedra de ese oscuro misterio que pesa sobre todos, el misterio del no- ser de la existencia que pasa por la caducidad, pero que muestra también el heroísmo cotidiano de mantener la mirada firme hacia el rostro indiferente del destino de los tiempos
Los hombres hacen su propia historia en circunstancias que no pueden elegir, pero sí pueden elegir qué hacer con o contra esas circunstancias no elegidas, ese impulso utópico que parte de la toma de conciencia de una imposibilidad de representar la totalidad pero con el coraje de no renunciar a lo imposible - espacio de resistencia, de negación, de rebelión: un expresar la palabra a partir de lo inconcebible. Escribir como golpear al ser, despertando su atención, desembotando sus sentidos: la lectura y la escritura contra la indiferencia, Escrituras intensas para que la grandeza de alma se manifieste, lecturas que interpelen la sensibilidad para sentir el universo
 
La indiferencia es una política de la sensibilidad; contra ella cada ser clama en silencio pidiendo atención

Este hoy, no obstante, se representa como una política de la indiferencia donde la humanidad misma está excluida de la ley, convertida en la excepción, excepción que es una exclusión. Lo que está excluido no está sustraído a la norma sino que la habita, así la ley se reduce a la nada, al grado 0 de la nada
El estado de excepción es ese lugar que permite la total indiferencia hacia el ser humano, que crea las condiciones jurídicas para que el poder disponga de los ciudadanos en tanto nuda vida, y es clave para iluminar la relación que une y abandona a la vez al ser humano en manos de un derecho que llena el vacío de la política, de la política como parodia. Es lo otro de la ley que hace la ley; la ley del abandono. Es un destierro. No es absoluta ni es ley, sino en la medida en que se sustrae a todo conflicto, es la ley de la ley en su no cumplirse, en no dejarse cumplir y quienes la sufren son aquellos a quienes les es dada y que son abandonados por ella y ella misma es abandonada por sí en su existencia. es destierro y autodestierro

La indiferencia se engendra en la socialización y el destino, esa  indiferencia configurada por la eficacia, la performatividad del poder de quienes se identifican por la coerción social y por la eficacia de la industria cultural. Solo queda el intento de una disolución de la subjetividad que nos permita ser

El consumo ideológico hace del entretenimiento el sustituto de la felicidad, la distracción. La industria del entretenimiento colabora para convertirnos en zombies; el sujeto cosificado vive del goce y se entrega a sus mandatos. La verdadera moral del espectáculo efímero es el triunfo epocal de la nada sobre el dolor. Podemos de esta manera adelantarnos y entregarnos al vacío, y eso es lo que ansían los poderes que someten a la cultura y la convierten en el ancla de su dominación por vía de la banalización y de la naturalización de todo
La indiferencia es protección, tibieza que justifica la inacción y de ahí a la apatía, el estado emblema de nuestra época, hay solo un paso: una forma de insensibilidad, el ocaso de la piedad y la compasión

La presencia insoportable de lo que no pudo ser expresado en la negatividad del arte moderno muestra también esa impotencia de la acción, arte que también devino impotente. No toda incomunicación es resistencia ni es inmune a la voracidad social. Experimentamos la ficción y atesoramos esa experiencia en la memoria y así deviene ética y política. O nada más que entretenimiento y resignación, pero cabe la posibilidad de que la experiencia estética  pueda fundar políticas, por lo tanto, es una manera de estar en el mundo y provocar la reflexión

Buscamos respuestas donde no las hay, no hay intimidad entre el ser y el lenguaje, no hay identidad entre lo racional y la existencia ya que la existencia es irreductible al lenguaje. Escribir implica persistir en el desinterés mundano de obtener éxito sin intentar atrapar sensaciones. Importa la pasión sin tregua del que enuncia y no espera nada. Una espera des-esperada de palabras, palabras que se deslizan por sentidos que fugan, gestos de palabras no enunciadas: no hay ninguna continuidad en la escritura

Agamben muestra el revés desconocido de la escritura, afirma que las explicaciones no son más que un momento en la tradición de lo inexplicable, precisamente, aquel que lo custodia dejándolo sin inexplicar Aclara que en realidad inexplicable eran las explicaciones y que para explicarlas, se inventó la leyenda, por eso aquello que no debía ser explicado queda perfectamente contenido en aquello que ya no explica nada. Precisamente la ausencia de un último objeto de conocimiento nos salva de la tristeza sin remedio de las cosas

En cada escritura hay un centro que permanece escondido y que es para acercarse, para encontrar y - a veces – para evitar ese centro  

Lo claro se torna oscuro en la espiral de la comprensión, a veces hasta alcanzar la fosilización del entendimiento. Así, el espectador se convierte en historia, se materializa. Ya no ve, mira; sus experiencias, el volumen de su conciencia, el abandono de la atención, la indiferencia, la obsesión, configuran una cartografía de su ser. La negación de la atención - de esa atención selectiva que excluye de la conciencia aquellas sensaciones que resultan más relevantes para la existencia-con, para la existencia –en  es la que sume al mundo en un mundo-otro inmerso en la más profunda inatención -  como signos externos reducidos solo a sensaciones ópticas. La sensibilidad, el contorno estético de las personas, es un envoltorio de piel y cultura y puede ser excluido, tachado, borrado por el estado vigilante. Aires ranciereanos

El enigma, el auténtico enigma  frente al cual la razón humana queda petrificada es que el enigma no solo no existe, ni siquiera puede capturar al ser, sino que al mismo tiempo que es manifiesto es completamente indecible. Es en la frontera de la legibilidad del mundo donde se revela lo ni siquiera soñado ni imaginado, donde se muestra su materialidad, su inclinación a un abismo sin fin que lo lleva a rozar lo indecible del lenguaje

Huellas de la ruta de la negación, de la rebelión. La palabra más allá de la palabra sin testimoniar nada, persiguiendo el silencio. La cotidianidad engendra el pesimismo de Artaud

Ese sentido profundamente enraizado de la profunda inutilidad de cualquier acción espontánea o no espontánea. Es el punto de vista del  pesimismo integral.  Pero una cierta forma de pesimismo lleva en sí su lucidez, la lucidez de la desesperación, de los sentidos exacerbados y como en las orillas de los abismos. Y al lado de la horrible relatividad de cualquier acción humana, esta espontaneidad inconsciente que, pese a todo, impulsa la acción


Cuando la ley desencadena todas sus prescripciones sobre los hombres y los hostiga hasta el agotamiento sin dejarles otra cosa que proscripciones, cada una de las cuales conserva cierta oscuridad (fermento  indestructible de incertidumbres), entonces el hombre comprende que debe haber otra cosa que cumplir la ley
Revelación de Kierkegaard en una escritura de resistencia a lo que juzga, interpreta, influye e impone

Epoca de repeticiones fallidas sin asimilar, de indexación de la insensibilidad, de retinas gastadas que trivializan los errores y horrores, que se impregnan de la banalidad cotidiana, de escuchas asordinadas por estrategias discursivas, relatos delirantes, multitudes hipnotizadas por la indiferencia y el hambre de olvido. Epoca de espectadores pasivos, cautivos de la delectación contemplativa, prisioneros de la opinión edulcorada, esclavos del status quo. Epoca de la ablación de la reflexión y de la instalación del sentido común como bandera de identidad

La sociedad del espectáculo no solo impone modos de ver sino que modela la atención que se esboza en negatividades residuales, poéticas que pueden lograr una interrupción de los estados perceptivos. El control de la atención afecta la autonomía, pone en evidencia el mandato técnico e institucional que subyace en su base. Pero, las huellas de la potencia de sentir y crear, imaginar, saber e intervenir, perseveran
La atención es un espacio en el que se conforman las condiciones de la subjetividad. La unión de las experiencias expresa la tensión resuelta entre un carácter integrador de la mente autoconsciente y la capacidad configurante de las relaciones de poder. La atención desborda la voluntad edificada por los dispositivos de sentido, conformada por el lenguaje hilvanado por las prácticas sociales. La batalla por la atención tiene campos políticos y estéticos, está atravesada por las creencias y su normatividad. El engranaje de la atención se reconfigura constantemente de hundimiento en hundimiento
 
 En la sociedad moderna, la fragmentación es la forma que tienen los códigos sistémicos de atención para manifestarse. La indiferencia es distracción, o lo que es lo mismo, des-atención. La concentración se escapa y la música de las múltiples dimensiones del universo pierde sentido y se evapora desoída. Todo sirve para la conquista. La vida sigue entre fragmentos, la atomización la iguala: es la tarea de la desaparición, todo ocurre en ese sustraerse, con el fondo coral de la autoidentidad compartida, la alucinación colectiva y la ablación de los sentimientos

Por otra parte la conformación de la inteligencia artificial, dotada de una fuerza incomparable, se posiciona como un organismo cognitivo aumentado. Es un poder a la vez cercano y lejano que orienta nuestros comportamientos - o nos desorienta - y se sitúa a distancia de nosotros mismos en una suerte de universo cerebral artificial paralelo, una forma de aura soberana puesta a nuestro servicio – instalando el decisionismo que nos onubila y nos sigue distrayendo de nuestras reales elecciones

La atención, al recuperarse, se despegaría del entretenimiento, descubriría el cansancio, recuperaría la potencia de las palabras y se abriría al descubrimiento, la entrega, la inspiración y la creación. La atención desterritorializante de la mirada fosilizada del pasado, flotante, dispuesta a la apertura, los ojos bien abiertos, es intensidad que se despliega acallando los ruidos del mundo, atención en una vigilia aún con los ojos cerrados, propia e impersonal

El silencio es un comunicar transparente pero también testigo de impunidad.  La diferencia radica en aprender a mirar a lo lejos sin oponer la comprensión a la explicación, la génesis a la estructura, la imaginación al entendimiento: mostrar lo que está presente, una sumisión incondicional a la atención

A veces nos movemos distraídos en el tiempo, en un presente eterno, en un futuro rediseñado a gusto, otras en un pasado que no sabemos resolver,  como si nuestro verdadero tiempo no fuera el instante que pasa. El interés por el pasado es un rayo que viene de atrás, la atención, en cambio mide las sacudidas y oscilaciones de un presente frente a las cuales somos la mirada de una sensibilidad múltiple, es un oleaje de autodiferenciación, rayo sin centro ni periferia, obligada a trabajar desde un nuevo centro para mantenerse dentro del mundo, según el movimiento de sus desestabilizaciones
  

                         A la letra incendiaria le habremos consentido
                        el derecho a incendiar.
                          La palabra es mundo en llamas
                                                                                  Edmond Jabés




Junio 2020