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301 - la murmuración de la existencia
La vida cotidiana es un espacio donde los seres domestican el hecho de vivir, tal es así que lo experimentan con un sentimiento fantasmático, casi de inexistencia, de transparencia, pero esta circunstancia es solo producto de una mirada, no es algo dado, sino construido

Las distintas modalidades del cuerpo no escapan a este efecto, porque la socialización del sujeto lo instaló en un sentimiento de habitar un cuerpo del que le era imposible diferenciarse

El cuerpo contiene un volumen de misterio que está indexado por la recurrencia de los mismos signos. En condiciones habituales se vive transparente aunque no deje de producir sentido a través de una serie de automatismos, costumbres arraigadas, conductas inconscientes, gestos reiterados; de ahí que la evidencia se olvide y quede un presente-ausente como impronta de la existencia  

Hoy, algo ha cambiado, el ser humano occidental tiene el sentimiento de que su cuerpo es de alguna manera algo diferente de él, de que lo posee como a un objeto. La identidad entre el hombre y su cuerpo se ha roto por esta singular relación de propiedad, la de poseer un cuerpo, sostenida por el discurso de la significación convencional imperante que lo narra. A falta de relatos para orientarse en la existencia, los seres confusos y perplejos ven en las marcas de la moda y otros abalorios, y en los dictámenes del fitness, las sugerencias de pequeños relatos para “existir” a pesar de todo. El cuerpo ha sido un hueco atravesado por infinidad de escrituras, un significante vacío que posibilitaba la apropiación de las distintas prácticas sociales, institucionales, políticas, económicas.

En las condiciones normales de la vida una corriente sensorial ininterrumpida le otorga consistencia a las actividades del ser humano aunque solo pueda filtrar de ella solo una mínima carga. El flujo de lo cotidiano tiende con sus costumbres recurrentes a ocultar el juego del cuerpo en la aprehensión sensorial del mundo. La experiencia humana, más allá de la forma que adopte está basada por completo en lo que el cuerpo realiza. El individuo habita corporalmente el espacio y el tiempo de la vida, pero la evidencia de la exposición borra el dato, el cuerpo se diluye en la familiaridad de los signos, pero ni bien se relaja la trama simbólica que lo sostiene, emerge como la huella más tangible

En la época de la crisis de la familia, de los muchos y solos, el cuerpo se vuelve un espejo, un otro de uno mismo con el que es posible cohabitar. En el momento en que el código social se disuelve, el individuo es tentado a descubrir el cuerpo y las sensaciones como un universo en permanente expansión, como una forma disponible para la trascendencia personal. El cuerpo elevado a alter ego muta y toma el lugar de la persona, ahora persona al mismo tiempo que espejo. El sujeto se vuelve su propia copia, su eterno simulacro y el cuerpo disociado se torna imaginario moderno. Por eso pensar el cuerpo es pensar el mundo, un tema político mayor

Si pensamos desde la producción política y publicitaria comprobamos que  el cuerpo se construye para proyectar un modelo o arquetipo funcional, un cuerpo que cumpla con el objetivo de insiliarle una nueva identidad propia y funcional para los intereses fetichistas del capitalismo, o sea,  moldear un cuerpo ajeno a sí mismo que calce dentro de los intereses de la sociedad de consumo

Según Foucault el concepto de cuerpo nace por la violencia que se ejerce sobre la dimensión real de los cuerpos que se vuelven productos, constructos, y de esta forma no es posible encontrar el ser o los objetos en estado puro sino que aparecen como resultado de discursos, gestiones o prácticas

El cuerpo aparece como propio y a la vez ajeno, y es el lenguaje el que nos obliga a pensarlo como otro, como una interioridad que bordea lo exterior o como lo externo interiorizado

 

Así Jean-Luc Nancy recibe un cuerpo maltrecho y  enfermo de vuelta de los siglos, después de haber atravesado numerosas operaciones discursivas y lo piensa liberándolo de la propiedad abusiva de la que ha sido objeto, y con su maestría, su lucidez y la pasión filosófica y literaria que lo caracterizan le redescubre la vida a través de su escritura al darle un lugar más propio, devolviéndole el tacto y desmarcándolo de la visión acostumbrada de la representación. El cuerpo tratado, deconstruido, ya no corresponde a la corporeidad representada ni a las imágenes, ni a lo interpretado ni a lo definido sino al espaciamiento en apertura hacia lo abierto. Piensa el cuerpo en sí mismo remitiéndolo a otros cuerpos y a una comunidad, sorteando el espacio y el tiempo de su zona de influencia cultural. Es un discurso de la discontinuidad que irrumpe desde la negación, que permite decir lo que algo no es para que de esa forma surja lo otro, rescatando la posibilidad que resta, con un lenguaje que como siempre nos lleva por sendas sigilosas y que nos reclama por entero. Piensa  al cuerpo en la grieta, en el límite de lo pensable que se manifiesta como una ausencia, y debe ser pensado como la misma ausencia

El pensamiento solo puede pensar del cuerpo la imposibilidad de pensarlo

Nancy considera esta imposibilidad de pensar el cuerpo como la posibilidad de im-pensarlo, de acercarnos a ese espacio de umbrales, territorio de intersticios, de oquedades, a ese borde donde se ausenta la representación, una zona de enigmas imposibles de decir, un sin sentido que nuevamente se ofrece como sentido, esta vez a través del tocar

Piensa el cuerpo desde la desnudez -  despojándolo de todos los discursos varios que lo han reinventado, vestido y revestido a lo largo del tiempo, según la experiencia de las distintas subjetividades y los mandatos subliminares al uso, sumándose a esto la aparición de nuevas tecnologías que le otorgan una nueva carne. El cuerpo ha dejado de ser natural, se rediseña, ya no solo es producto de los discursos de la sociedad sino que es tocado, trastocado, y esculpido por las representaciones de la corporalidad en boga forjadas por los Media del ideal excluyente del cuerpo perfecto. Nancy reivindica lo que se sustrae, esa parte que sufre sometida al paso del tiempo

él es la desnudez, y no hay otra, y lo que ella es, es ser más extraña que todos los extraños cuerpos extraños

 Esa desnudez es la que nos conduce al encuentro de todas las oquedades en donde el cuerpo pueda ser pensado, aunque sea como lo impensable, es el pasaje de apertura al otro, y es esta la manera como se impediría el final clausurado del discurso, y en cambio se produce un movimiento que envía al pensamiento y al lenguaje a una aventura inacabable

Así, Nancy inaugura una manera nueva de pensar el cuerpo, provocando siempre una apertura - que impide subsumirlo en el significado que nos deja ahítos de lo Mismo, congelados en una idea de devenir. pero no-vivido aquí y ahora - una apertura que deslegitima los senderos de la representación, una ontología donde el cuerpo no se restrinja a sus propios límites, que no exista de manera autónoma sino que exista por su exterioridad. Lo que se intenta significar es el sentido pero en el límite de su significación

No poseemos el cuerpo, lo somos, lo existimos, lo vivimos. Cuerpo es sinónimo de existencia, y si el ser es igual a la esencia y la esencia igual a la existencia, el cuerpo es ser

Si bien el cuerpo es la exterioridad del ser y al mismo tiempo es su lugar más esencial, es a través del tacto que se libera de sus propios límites dando un verdadero espacio al sentido, en realidad, dándole cuerpo al sentido en la medida en que lo espacia. El sentido es el tacto, aquello que toca desde la exterioridad que no podría agotarse a causa de ningún código de significación ni de representación. Tocar interrumpe y se rebasa, y el tacto es justamente la causa por la que el cuerpo participa de una relación sinuosa entre la interioridad y la exterioridad; es una frontera, une y separa y nunca toca sin ser tocado, por lo que el cuerpo no puede pensarse como una singularidad sino como circularidad que se abre al otro. La frontera es el único lugar desde el cual el lenguaje toca lo indescriptible y desde el cual el pensamiento puede tocar el cuerpo como otro preservando su misterio

El cuerpo no es una totalidad por lo que no tiene sentido en sí mismo, ningún sentido fuera de sí, es signo de sí mismo, su propia significación - que al mismo tiempo supone no tener ninguna - aquello que no puede ser representado por otro. Es una suma de sí mismo: una suma desordenada de órganos, una suma des-organizada con sus propios intereses: un corpus, una colección de piezas, una colección de colecciones, corpus corporum, cuya unidad sigue siendo una pregunta para ella misma

Tocar, es decir: conmover, emocionar, que es también el territorio propio de la escritura, por eso hay que comprender la lectura como lo que no es el desciframiento: sino el tocar y el ser tocado. Escribir, leer, cuestión de tacto, a condición de que no se pretenda el privilegio de una imediatez - a la manera cartesiana - que fusionaría los sentidos y el sentido

El cuerpo es visto como lo exterior al pensamiento, una exterioridad no pensable en sí misma, el espacio que tocamos al pensar; así la escritura debe pronunciarse como lo incorpóreo que toca lo corpóreo, debe ver en la posibilidad del tacto la posibilidad de decir el cuerpo desde sus bordes, es preciso una forma otra de decir que descubra al cuerpo en su límite no desde la apropiación. Si el cuerpo no puede decirse solo resta tocarlo, descubrirlo, excribirlo

La excripción de nuestro cuerpo, he ahí por donde hay que pasar. Su inscripción afuera, su puesta fuera de texto como el movimiento más propio de su texto: el texto mismo abandonado, dejado sobre su límite, sin que nada haga de cierre…no hay más que una línea infinita, el trazo de la misma escritura excrita que proseguirá infinitamente quebrada, repartida a través de la multitud de los cuerpos, línea divisoria de todos sus lugares, puntos de tangencia, toques, intersecciones, dislocaciones

 No hay  claramente distinción entre cuerpo y pensamiento, no tiene sentido hablar separadamente uno del otro como si pudieran ser subsistentes cada uno por su lado, no son otra cosa que su tocarse uno a otro, el tacto de la fractura de uno por otro. Ese toque es el límite, el espaciamiento de la existencia, asimismo pensar no pertenece al orden del saber, el pensamiento tiene un carácter táctil, es el ser en tanto que pesa en sus bordes, el ser apoyado, doblado sobre sus extremidades, plegado y dispuesto para la expansión y la extensión

La verdad del sujeto es su exterioridad y su excesividad: su exposición infinita, el cuerpo echado hacia afuera

El sujeto contemporáneo se revela en su radical alteridad, en el límite de no ser ya él mismo, de estar ya desposeído de sí, sin intimidad posible, totalmente expuesto a la sociedad del espectáculo, volcado hacia las formas de la exterioridad. Nancy ilustra magistralmente este tránsito banal                                                                                           

un corazón que late a medias es solo a medias corazón

Si bien la escritura sobre el cuerpo podría pensarse como la impronta, la marca de la sociedad en el cuerpo, modelos conceptuales aprendidos e incorporados por los cuerpos en su proceso de sociabilización cultural, la excritura, en cambio sería como la murmuración expuesta del cuerpo presentada a los otros como el signo de la existencia. Ser el cuerpo, no tener cuerpo, por eso la excritura sobre el cuerpo se distancia de la significación enunciativa que sostienen los discursos, o las distintas escrituras, o sea como el cuerpo hace cuerpo la palabra y el gesto en la diferencia que provoca su tacto sobre el signo convencional

Escribir el cuerpo supone excribir, inscribirlo en el afuera hasta que texto y cuerpo formen dos líneas que nunca se superpusieran, solo rozarse la una a la otra. Para Nancy la escritura debe constituirse como un borde, se trataría de tocar con el sentido el cuerpo sin llegar a tocarlo, acceder por lo incorpóreo del lenguaje a lo corpóreo del cuerpo

Hay una fatalidad en el cuerpo que lo lleva a alejarse de la palabra para existir como acontecimiento. El cuerpo sucede, no puede ser reducido a lenguaje, existe con la condición de no ser dicho, de escapar al discurso y a la representación. Nancy, por su parte, construye una escritura de los límites que puede tocar lo indecible del cuerpo, su borde inagotable. En la excritura el sentir de la palabra nos expone más allá de sus signos para la apertura de nuevos sentidos, o como una forma de apertura al sentido como ser en el mundo

Lo que de una escritura y propiamente de ella, no es para leer, ahí está lo que es el cuerpo


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 Junio 2020