Escribir es entrever la distancia de lo aún no
nombrado, donde la realidad pierde pie y solo resta la espera
Estar al borde de escritura es nube
densa al punto de la lluvia. Vivirse cascada en la eterna anarquía del
estrépito, el salto que vacía el pensamiento, espantando significantes,
quebrando significados
Al escribir, el hombre
ensaya una respuesta ante su circunstancia y cae en la zona ya interpretada por
el lenguaje que lo desafía a reescribirlo. Implica hacerse vacío. Es un ejercicio
de ausencia y presencia, se escribe en lo que no somos. Se parte hacia lo que
nos separa, hacia lo que nos hace extraños
Vamos siempre detrás de la palabra porque a
pesar de la repetición y del desgaste, es nuestra segunda piel, la que acabará
escritura. Esa palabra que buscamos es la misma que nos busca, la que entrega
un acaso y un ocaso, un pasaporte vencido hacia el enigma inagotable, un
allende del lenguaje, lo desconocido, el paso cada vez más atrás, cada vez más-
allá que transita zonas de sentido calladas, no mudas, hoy perdidas de vista
El destino de la escritura, contrapelo del
pensamiento, es experiencia de intemperie sin fin, un pasaje hacia el Afuera, geografía
de lo hondo que nos habita y nos revela el misterio de la insobornable
precariedad del mundo. Asume el gran riesgo de no decir nada. Transita el vacío
de la significacion, tumba del significado. Urdimbre de incesantes diferencias y transformaciones de textualidades trata
de recuperar lo que falta en lo que no está, un retorno de lo mismo como
otro, una inagotabilidad de sentido que aguarda en cada letra
Hay en la escritura una huella que el lenguaje
no puede nombrar y nunca dejaremos de rastrear, una tensión entre lo que logra
enunciar y aquello que queda permanentemente más atrás. Un hiato eterno, un
texto quebrado, por donde se cuelan sus desavenencias con el mundo. Significarla
sería agotarla ya que toda pretensión de nombrar el sentido es vana, pero sin
embargo, es el mismísimo aliento de la letra, su razón de ser. Palabra tras
palabra, la escritura incuba un resto inacabable, in-significante, que ajena el
texto e impide toda apropiación y permite la aventura de rozar lo indescifrable.
Pura excedencia, una desmesura que aguarda
Las certezas de nuestro pensamiento se
agrietaron y hoy exhiben sus zonas débiles, sus oquedades, jaqueando la ayer
intocada unidad de sentido. Al mismo tiempo que nosotros, la escritura ha arribado
a un punto de desconcierto que se transmite en un ir y venir constante, un
viaje sin finalidad a través de meandros y desvíos
Escribir hoy es quebrar la continuidad, abrir
espacio, plantar
abismos, la perplejidad de sentir un rumor en la garganta para el que no
hallamos ninguna palabra - la fugaz aparición del sentido que huye irremediablemente. Es donde se reconoce la anarquía en estado puro, que se desentiende
de la letra disciplinada, se abre riesgo, cifra, opacidad y alejada de la
ingenuidad del realismo, se repliega para advertir la verdadera
relación del lenguaje con lo real
Habitamos el tiempo de la escritura formulando
todas las veces la misma pregunta des-articulada infinitamente. Es el gozo de
la diferencia, el fracaso de la identidad, la llama de lo que se sustrae a
través de la distancia que se escribe y se borra. Es el tiempo de la errancia
inútil hacia esa noche virgen de letra, habitación de la lejanía
Al escribir se parte hacia lo que nos extraña,
un ir sin volver del enunciado, un estirarse hacia los bordes, un vacío que a
su vez nos interroga, nos desconcierta y nos interpreta, un lenguaje en suma,
que se despega del texto para arrogarse reflexión estética
La escritura, deja
hoy a sus personajes entre la pérdida y
el desarraigo, almas errantes puestas en escena, en un mundo donde las palabras
han perdido su capacidad de referencia, tensadas entre la imposibilidad de ser
representados y la narración, en un relato que no cierra, la escritura es
enigma, veladura, un mapa oculto de nuestra carne como destino. Nace del
cansancio del mundo tanto como de la pasión por la existencia y el tremendo
goce de escribir
Desheredados de las palabras, traicionados por
el lenguaje, seguimos naufragando el sentido aferrados a la potencia
ingobernable de la escritura que fuga en pos de su máxima aventura, escribir, y
mientras en el pasado narró las aventuras del hombre, hoy se experimenta
“des-aventurada”. La única y gran
aventura es el puro lenguaje. Habla por sí misma, de sí misma y desde sí misma
Abrirse a la lectura que pide hoy la escritura
es estar dispuesto a transgredirla, a no pretender adueñarse del texto, a olvidar
la anécdota, a desentenderse del autor, o sea, aniquilar sus cimientos
tradicionales. El lector verdadero se
expone a ser desgastado, desmenuzado, irrespetado, sometido a un texto que lo
“extraña”, que no le habla de otra cosa sino que lo habla. La lectura ya no es
lectura de un texto. El texto mismo es la experiencia. Leer y escribir es vivir
esa experiencia. Mientras la escritura pone distancia entre el autor y la
palabra, la lectura la rompe y muta en escritura. Leer ya no implica distancia.
Es leerse, reescribirse. A pesar de que el lector trata de alojarse en la
escritura, el texto lo desacomoda, lo excluye, le exige que estrene otros ojos
y se sumerja en lo extraño
Esta escritura es el gran desafío del lenguaje.
Se la suele desprestigiar en vez de interrogarla. Su situación es paralela con
el texto del mundo que tras la piel que lo cubre oculta un sentido que lo
desaloja. La obra está ahí desafiante y expuesta, pero al mismo tiempo cerrada,
negada a ser leída sin ser respetada en su diferencia, en su trabajo de
escritura, rebelándose a ser confundida con la narración, con la linealidad,
que la sometía a la representación, a un tema y a un sentido, saboteando su
verdadero y único trabajo de escritura. La obra está ahí, pero inabordable para el lector.
Incomprendida, huye de la
interpretación, aunque infructuosamente, ya que leer en esas fisuras que la horadan es un intento
fatal de interpretar-nos
El mundo se abraza a sí mismo, se repite eco.
Olvida la excedencia. Solo queda la escritura como forma de nombrarla, como
mapa de la ausencia
2016