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19 - Un mapa de la Ausencia
Escribir es como entrar en un lugar sin huella que parece haberse abierto en ese mismo instante solo para nosotros.Penetrar en un territorio donde el blanco es vértigo, la palabra ausencia, y donde la soledad espera tras la puerta, en la tremenda osadía de desafiar el silencio.

Escribir es entrever la distancia de lo aún no nombrado, donde la realidad pierde pie y solo resta la espera

 Estar al borde de escritura es nube densa al punto de la lluvia. Vivirse cascada en la eterna anarquía del estrépito, el salto que vacía el pensamiento, espantando significantes, quebrando significados

Al escribir, el hombre ensaya una respuesta ante su circunstancia y cae en la zona ya interpretada por el lenguaje que lo desafía a reescribirlo. Implica hacerse vacío. Es un ejercicio de ausencia y presencia, se escribe en lo que no somos. Se parte hacia lo que nos separa, hacia lo que nos hace extraños

Vamos siempre detrás de la palabra porque a pesar de la repetición y del desgaste, es nuestra segunda piel, la que acabará escritura. Esa palabra que buscamos es la misma que nos busca, la que entrega un acaso y un ocaso, un pasaporte vencido hacia el enigma inagotable, un allende del lenguaje, lo desconocido, el paso cada vez más atrás, cada vez más- allá que transita zonas de sentido calladas, no mudas, hoy perdidas de vista

El destino de la escritura, contrapelo del pensamiento, es experiencia de intemperie sin fin, un pasaje hacia el Afuera, geografía de lo hondo que nos habita y nos revela el misterio de la insobornable precariedad del mundo. Asume el gran riesgo de no decir nada. Transita el vacío de la significacion, tumba del significado. Urdimbre de incesantes diferencias y transformaciones de textualidades  trata  de recuperar lo que falta en lo que no está, un retorno de lo mismo como otro, una inagotabilidad de sentido que aguarda en cada letra

Hay en la escritura una huella que el lenguaje no puede nombrar y nunca dejaremos de rastrear, una tensión entre lo que logra enunciar y aquello que queda permanentemente más atrás. Un hiato eterno, un texto quebrado, por donde se cuelan sus desavenencias con el mundo. Significarla sería agotarla ya que toda pretensión de nombrar el sentido es vana, pero sin embargo, es el mismísimo aliento de la letra, su razón de ser. Palabra tras palabra, la escritura incuba un resto inacabable, in-significante, que ajena el texto e impide toda apropiación y permite la aventura de rozar lo indescifrable. Pura excedencia, una desmesura que aguarda

Las certezas de nuestro pensamiento se agrietaron y hoy exhiben sus zonas débiles, sus oquedades, jaqueando la ayer intocada unidad de sentido. Al mismo tiempo que nosotros, la escritura ha arribado a un punto de desconcierto que se transmite en un ir y venir constante, un viaje sin finalidad a través de meandros y desvíos

Escribir hoy es quebrar la continuidad, abrir espacio, plantar abismos, la perplejidad de sentir un rumor en la garganta para el que no hallamos ninguna palabra - la fugaz aparición del sentido que huye irremediablemente. Es donde se reconoce la anarquía en estado puro, que se desentiende de la letra disciplinada, se abre riesgo, cifra, opacidad y alejada de la ingenuidad del realismo, se repliega para advertir la verdadera relación del lenguaje con lo real

Habitamos el tiempo de la escritura formulando todas las veces la misma pregunta des-articulada infinitamente. Es el gozo de la diferencia, el fracaso de la identidad, la llama de lo que se sustrae a través de la distancia que se escribe y se borra. Es el tiempo de la errancia inútil hacia esa noche virgen de letra, habitación de la lejanía

Al escribir se parte hacia lo que nos extraña, un ir sin volver del enunciado, un estirarse hacia los bordes, un vacío que a su vez nos interroga, nos desconcierta y nos interpreta, un lenguaje en suma, que se despega del texto para arrogarse  reflexión estética

 La escritura, deja hoy a sus  personajes entre la pérdida y el desarraigo, almas errantes puestas en escena, en un mundo donde las palabras han perdido su capacidad de referencia, tensadas entre la imposibilidad de ser representados y la narración, en un relato que no cierra, la escritura es enigma, veladura, un mapa oculto de nuestra carne como destino. Nace del cansancio del mundo tanto como de la pasión por la existencia y el tremendo goce de escribir

Desheredados de las palabras, traicionados por el lenguaje, seguimos naufragando el sentido aferrados a la potencia ingobernable de la escritura que fuga en pos de su máxima aventura, escribir, y mientras en el pasado narró las aventuras del hombre, hoy se experimenta “des-aventurada”. La única  y gran aventura es el puro lenguaje. Habla por sí misma, de sí misma y desde sí misma

 

Abrirse a la lectura que pide hoy la escritura es estar dispuesto a transgredirla, a no pretender adueñarse del texto, a olvidar la anécdota, a desentenderse del autor, o sea, aniquilar sus cimientos tradicionales. El lector verdadero  se expone a ser desgastado, desmenuzado, irrespetado, sometido a un texto que lo “extraña”, que no le habla de otra cosa sino que lo habla. La lectura ya no es lectura de un texto. El texto mismo es la experiencia. Leer y escribir es vivir esa experiencia. Mientras la escritura pone distancia entre el autor y la palabra, la lectura la rompe y muta en escritura. Leer ya no implica distancia. Es leerse, reescribirse. A pesar de que el lector trata de alojarse en la escritura, el texto lo desacomoda, lo excluye, le exige que estrene otros ojos y se sumerja en lo extraño

Esta escritura es el gran desafío del lenguaje. Se la suele desprestigiar en vez de interrogarla. Su situación es paralela con el texto del mundo que tras la piel que lo cubre oculta un sentido que lo desaloja. La obra está ahí desafiante y expuesta, pero al mismo tiempo cerrada, negada a ser leída sin ser respetada en su diferencia, en su trabajo de escritura, rebelándose a ser confundida con la narración, con la linealidad, que la sometía a la representación, a un tema y a un sentido, saboteando su verdadero y único trabajo de escritura. La obra está ahí,  pero inabordable para el lector. Incomprendida, huye  de la interpretación, aunque infructuosamente, ya que leer en  esas fisuras que la horadan es un intento fatal de interpretar-nos

El mundo se abraza a sí mismo, se repite eco. Olvida la excedencia. Solo queda la escritura como forma de nombrarla, como mapa de la ausencia


      2016