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309 - la mentira como respiración
Una sociedad puede fabricar una realidad que no es y organizar su vida política en torno a ella, o sea, puede autoengañarse. En el mundo moderno una comunidad puede falsear deliberadamente realidades conocidas por todos y considerar la mentira como principio político. El problema de la verdad en política es también el problema de la mentira en política


Derrida narra cómo Nietzsche en “El ocaso de los ídolos llama “Historia de un error” a una especie de relato en seis capítulos que en una sola página narra nada menos que el mundo verdadero, la historia del “mundo verdadero”. El título de este relato ficticio anuncia la narración de una afabulación: cómo el “mundo verdadero” terminó por convertirse en una fábula. Se contará, no una fábula, sino cómo llegó a tramarse una fábula

Tremenda ironía ya que la historia de la mentira  no podría ser la historia de un error ya que la afabulación no produce otra cosa que la idea de un mundo verdadero, o sea, cómo el mundo verdadero acabó siendo una fábula. Por tanto, la verdad, la idea de un mundo verdadero sería un error

 

Mentir no es engañarse ni cometer un error ni decir lo falso de buena fe, mentir simplemente es querer engañar a otro, es un acto intencional. No hay mentiras, hay un decir, un querer decir al que se llama mentir

Lo que cuenta es la intención que define la veracidad o la mentira en el orden del decir, del acto de decir, y que es independiente de la verdad o la falsedad del contenido de lo que se dice

la mentira tiene que ver con el decir, con el querer decir, no con lo dicho, ya que se miente cuando se enuncia una aserción verdadera que uno cree falsa, pues siempre es la intención lo que cuenta para juzgar la moralidad de los actos. La eficacia de la mentira es ostensible y revela como una ideología es capaz de falsear los hechos, manipular la verdad sobre el presente político y obturar la experiencia de la realidad

La verdad fáctica, según Arendt, tiene su oponente directo en la mentira y también su principal daño, es eminentemente política puesto que abarca a la realidad del mundo, a los actos y a los acontecimientos que conforman la textura del campo político

Si el concepto  común de mentira tiene una historia, entonces está inmerso en un devenir que siempre amenaza relativizar su autoridad y su valor. Pero también hay que distinguir entre la historia del concepto de mentira y una historia de la mentira misma, una historia y una cultura que afectan la práctica de la mentira

Dentro de una sola cultura, allí donde reinaría unánimemente un concepto estable de mentira, puede cambiar la experiencia social, la interpretación y la puesta en práctica del mentir, y puede dar lugar a otra historicidad, a una historicidad interna de la mentira

Si una cultura dispone de un concepto unificado, estabilizado y confiable de mentira no basta con reconocerle una historia intrínseca que la distinguiría de otras historias y de otras culturas, también habría que tener en cuenta la hipótesis de una historicidad práctica, social, política y técnica que la habría transformado y aún marcada con distintas rupturas

Podemos reconocer una historia del concepto de mentira:una historia de la mentira constituida por todos los acontecimientos que se han incorporado a la mentira o por la mentira, una historia verdadera que ordene el relato de esas mentiras, u otra, de la mentira en  general

La política es el lugar predilecto para la mentira

Hoy en nuestra cultura la textura de la mentira es tan densa que ya no somos capaces de distinguir ni un atisbo de veracidad. Las personas se han colgado y descolgado de tantos discursos que la misma entropía es quien ha tejido una trama donde es imposible distinguir el color de los hilos. Nuestra época atraviesa una tremenda desolación política que puede estar marcando la gran posibilidad de una apertura para revertir las consecuencias funestas de una hybris de poder, pero lamentablemente esta apertura no hace más que espejarse en un abismo

En el mundo moderno el conflicto se establece entre una verdad mundana y el potencial político de la mentira. La verdad de hecho es política pero tiene un aspecto esencialmente antipolítico: su modo de afirmar la validez, ya que exige un reconocimiento perentorio y trata de evitar el debate que es la esencia de la vida política, ya que su carácter político se debe a la materia de la que está hecha: los acontecimientos humanos y la propia realidad, se da a partir de una pluralidad heterogénea de miradas y en tanto que política comparte su lugar con la opinión

Es destacable la vulnerabilidad propia de la verdad factual ya que no es más evidente que la opinión y en caso de disputa o controversia no hay una instancia superior a la cual apelar los testimonios, documentos o registros que la sustentan. Son todos falsificables y los acuerdos se consiguen por la vía mayoritaria, pero nada impide que una mayoría de testigos lo sea de testigos fabricados

 No obstante, se sigue hablando sin decir, comprometiendo la lengua con los intereses más espurios, tratando de  sumar votos, utilizando sintagmas por demás obvios y demagógicos que tratan de ser contundentes y firmes detrás de las máscaras en un contexto que resuena con un eco vacío donde flotan las palabras infinitamente vulneradas  

Si el valor de verdad, o sea, la veracidad, pero ante todo el valor de un enunciado en conformidad con lo que uno mismo piensa, depende de una interpretación política, entonces la veracidad se subordina trágicamente a esos valores, así habría verdad y veracidad pero

cualquier verdad no sería buena en sí misma y el imperativo no sería tan incondicional a la manera kantiana. Habría que considerar los imperativos hipotéticos, la oportunidad, el momento, las formas del enunciado, la retórica, el destinatario

 

Hay que considerar cuál es este criterio de mentira y su historia y cuál  la historia del concepto de mentira en el que se basan tales cuestiones sobre las que habría que pronunciarse. Dependen sí de interpretaciones y de interpretaciones performativas que puedan llevarse a cabo, y si tienen éxito producen una verdad que se impone a veces para siempre y crean el derecho allí donde no lo había o no era suficientemente fuerte

Al crear el derecho, esta violencia performativa crea una verdad de derecho, verdad pública dominante y jurídicamente incuestionable

 

La mentira no solo presenta un componente político en su naturaleza sino que además de mentir es una forma de acción y por eso se asocia con la más alta capacidad humana ya que intenta cambiar el mundo. Subraya Arendt la innegable afinidad de nuestra capacidad para la acción con esa misteriosa facultad nuestra que nos permite decir “brilla el sol” cuando está lloviendo a cántaros

 Las mentiras pueden producir efectos de verdad, tienen la cualidad de replicarse, revalidarse y legitimarse unas a otras coordinadas como en una afinada coreografía para descalificar la fuente del derecho y legitimar el discurso único: un adentro asfixiante, un Estado abstracto alienante que deja fuera toda la microdinámica de la vida

Si no se proscribe incondicionalmente la mentira, se socava el vínculo social de la humanidad en su principio mismo. En esta pura inmanencia reside la sacralidad del mandato racional de decir la verdad, del querer- decir- la- verdad. Es un imperativo incondicional que no puede estar limitado por ninguna conveniencia

 

Para mentir, en el sentido estricto hay que saber la verdad y deformarla intencionalmente, por lo tanto es necesario no mentirse a sí mismo, pero es difícil mentir a los demás sin mentirse a sí mismo y cuanto más éxito tiene un mentiroso, más probable resulta que sea víctima de sus propias invenciones

La mentira política moderna es la mentira política organizada, ataca verdades de hecho por todos conocidas que forman parte de la realidad común, obviedad que se pone de manifiesto al volver a escribir la historia contemporánea ante los ojos de quienes son sus testigos

La mentira moderna requiere de la organización para su eficacia porque toma una parte del mundo como si no existiese, y no simples hechos particulares. Tiende a destruir lo que ya se había decidido anular

Las mentiras políticas son tan grandes que exigen un completo acomodamiento a toda una estructura nueva de hechos. La mentira moderna, al no atacar verdades que solo son conocidas por unos pocos - verdaderos secretos e intenciones – sino una realidad pública cuya negación no puede lograrse sin una gran organización, con manipulaciones, propaganda, destrucción de evidencias, e in extremis con el asesinato de protagonistas y testigos de esa realidad, envolviendo todo en silencio, simulación, negación y la acuciante necesidad de la multiplicación constante de la mentira

Jamás se ha mentido tanto como en estos días, ni mentido de una manera tan descarada, sistemática y constante. Respecto a  la mentira moderna e incluso, más estrictamente, a la mentira política moderna, sobre todo, la época actual ha innovado poderosamente. Se la puede definir como una falsedad deliberada que destruye verdades sabidas por todos y en la que todos de distintas maneras están implicados por principio

La filosofía del poder niega el valor propio del pensamiento su finalidad no es revelarnos lo real, o sea, lo que es,  sino ayudarnos a modificarlo, a transformarlo guiándonos hacia lo que no es

En palabras de Koyré, el régimen totalitario nunca se situó más allá de la verdad y la mentira. De hecho han convertido en una necesidad vital esa oposición tradicional, pues mienten en el interior de esa tradición, de una tradición que tiene pleno interés en mantenerse intacta y en su forma más dogmática, para poner en acción el engaño. Simplemente conceden primacía a la mentira limitándose así a una simple inversión de la jerarquía, inversión con la cual Nietzsche advierte que no hay que contentarse

Los representantes del poder se preocupan poco por la veracidad, la transforman según les convenga. En realidad, están más allá de la verdad y la mentira. Sin embargo, la distinción entre verdad y mentira, lo imaginario y lo real, continúa siendo válido para esos sistemas de poder, tan solo se invierte su lugar y su papel, y siguen fundándose sobre la primacía de la mentira

Hay una perversión paradójica que hoy se respira como aire, y es mentir en un segundo grado, técnica maquiavélica por excelencia. Consiste en decir la verdad sabiendo  que no será tomado en serio por los no iniciados

Es una conspiración a pleno día: decir la verdad con la idea de engañar a los que creen que no deberían creerla, pero si se da en medio de una sociedad con secretos, ésta por su estructura, permite que esa conspiración a pleno día no sea una contradictio in adjecto, una contradicción en términos

 

Hay un aspecto que quizá permanece soterrado para la mayoría de la sociedad, es el de la responsabilidad que nos cabe al sostener el engaño como propio, el embarcarse en la mentira, o sea en el autoengaño organizado. Por lo tanto es factible atribuir el conocimiento de una verdad y la falsificación de esa misma verdad a la comunidad, pero la mentira tiene efectos de verdad en toda la sociedad y la comunidad se guía como si la verdad que conoce no existiera, como si la realidad fuese la falsedad que se sostiene colectivamente

La eficacia de la mentira organizada a gran escala convoca a la reflexión sobre el autoengaño y sobre la misma mentira que parece ser un simulacro  de la acción política cuando esta se muestra incapaz en contextos de democracias en crisis de legitimación

Derrida se pregunta qué pasaría si buscáramos una genealogía deconstructiva de la oposición entre veracidad y mentira, y cómo hacer para que esa genealogía tan necesaria para la lucidez crítica y para las responsabilidades que quedan para asumir no termine arruinando o desacreditando aquello que analiza


Todos somos traductores, mediadores, el hombre moderno respira la mentira desde que nace hasta que muere

pero hay que olvidar la lógica maniquea de verdad y mentira y referirla a la intencionalidad de quien miente                 

      



 Julio 2020