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317 - El juego del mismo vivir
Los seres de todo el mundo habitamos una precariedad legal sin precedentes rayana en el absurdo de la Ley: un verdadero agravio

 

La suspensión de los derechos y garantías se ejecuta con una total naturalidad y los gobiernos del desgobierno se parapetan  detrás de medidas de excepción que deberían ser justamente excepcionales, transitorias,  pero que no obstante han devenido reglas de la conveniencia y de la ¿convivencia? autoritaria

El estado de excepción paulatinamente se fue convirtiendo en forma paradigmática de gobierno a expensas de los ciudadanos que el poder considera como simples vivientes, entidades biológicas o vidas desnudas, al decir de Foucault, y que en conjunto funcionan como máquinas productivas, disciplinadas para producir riquezas, bienes, saberes y  otros individuos, ingenuos continuadores de la misma trama perversa, futuros “walking dead” de la producción

La praxis política que se sustenta en un estado de excepción crea una especie de espacio vacío y mudo donde se acallan las legítimas voces que debieran ser escuchadas instalando a cambio la suspensión del estado de derecho. Agamben es un gran provocador y lejos de considerar esta circunstancia como un defecto o un desvío la declara abiertamente constitutiva de la democracia moderna. Ante tal situación postula una nueva forma de pensar la relación entre política y derecho y entre el orden jurídico y la vida: apartarse de las escisiones, de las fracturas que han producido las dicotomías que estructuran nuestra cultura, transformándolas en bipolaridades, evitando así que se genere alguna posibilidad de trazar límites, y, además, trabajar por paradigmas para neutralizar la falsa dicotomía entre lo universal y lo particular, no para reencontrar un estado originario sino para poder comprender la situación en la que nos hallamos: los infinitos modos en que la vida ha sido articulada y dividida en función del interés en su utilidad. El método, la Arqueología – cercano pero no idéntico al de Foucault- sería la única vía de acceso al presente 

Al pensar la relación del poder y la vida según el paradigma del “campo” y el estado de excepción, Agamben modifica radicalmente el concepto de poder, lo inscribe en la lógica del biopoder pero insertándolo en el terreno de la soberanía. Por un lado investiga el poder soberano y por otro, hace una teoría unitaria del poder sin dejar de problematizarlo en su lógica y en la multiplicidad de sus dispositivos, así el poder actúa como un ejecutor que taja la vida, la escinde, y esto nos lleva a considerar la indistinción entre vida y política que supone la absorción de diferentes mecanismos de poder como una continuidad en el desarrollo histórico de la soberanía

En la Modernidad confluyen dos paradigmas de poder derivados de la Teología cristiana, primero fue la soberanía y luego la economía y el gobierno, ambos antinómicos aunque están firmemente conectados. Mientras en el paradigma de la soberanía se dilucida la trascendencia del poder soberano donde el dispositivo de la excepción relaciona la vida y la ley, en el de la economía se piensa y reproduce un poder inmanente que deriva en el absoluto triunfo de la economía y la gestión sobre todo aspecto de la vida social, o sea, la captura de la vida humana por parte de la política

Ninguna de las categorías fundamentales de la tradición democrática ha mantenido su sentido. El núcleo del problema es la relación entre anomia y derecho, la ambigüedad constitutiva del orden jurídico por la cual éste parece estar siempre al mismo tiempo adentro y afuera de sí mismo, a la vez vida y norma, hecho y derecho. Esta ambigüedad aparece con toda claridad en el estado de excepción que a su vez es el dispositivo que debería  mantener unidos a los dos elementos contradictorios del sistema jurídico. Es el que funda el nexo entre violencia y derecho y, a la vez, el punto de quiebre que hace efectivo aquello que rompe el nexo. La ruptura de este nexo entre violencia y derecho se abre a dos alternativas, la de una acción humana sin ninguna relación con el derecho, la violencia revolucionaria de Benjamín, un “uso” de los cuerpos y las cosas que no tenga nunca la forma de un derecho, o la de un derecho sin ninguna relación con la vida - el derecho no aplicado sino solamente entrevisto, estudiado, al cual el mismo Benjamin  llamaba la puerta de la justicia

 No puede ser demócrata la vida que inculca el robo, el crimen y la corrupción. Vivimos en una política eclipsada

Parecería no ser posible un retorno desde el estado de excepción en que vivimos hacia el anhelado estado de derecho y que solo nos queda denunciar la articulación ficcional entre violencia y derecho, entre vida y norma, para abrir allí el campo de la política; también parecería que debiera plasmarse una teoría de la institución política sobre la praxis articulatoria que incluyera la politicidad de lo viviente como elemento central, pero el problema que se presenta es que deberíamos superar esa falsa alternativa entre poder constituyente y poder constituido, entre la violencia que pone el derecho y la violencia que lo conserva No se trataría tanto de instituir y articular como de destituir y desarticular. En nuestra cultura el ser humano ha sido pensado siempre como la articulación y conjunción de dos principios opuestos, el alma y el cuerpo, el lenguaje y la vida, en este caso un elemento político y un elemento viviente. Deberíamos considerar al ser humano como aquello que resulta de la desconexión de estos dos elementos e investigar, no el misterio metafísico de la conjunción sino el misterio político de la separación

Esta dinámica de deponer lo instituido sin instituir a la vez una nueva institución remite a una especie de revolución permanente entendida como una potencia que no se desarrolla nunca en acto, llegar a pensar de un modo otro, de una forma nueva, la relación entre la potencia y el acto, lo posible y lo real, no como lo posible que exige ser realizado sino como la realidad que exige volverse posible

O sea, el desafío de pensar en simultáneo para el arte y para la política, esa posibilidad de interrumpir la perspectiva del telos (aquello en virtud del cual se hace algo) que remite siempre a fundamentos y absolutos y pensar a partir de allí lo viviente más allá de las desgastantes y fraudulentas clasificaciones

Agamben señala que pese a la creciente conversión de las democracias parlamentarias en gubernamentales y al aumento del decisionismo (ver post 315 El filósofo del subsuelo) del poder ejecutivo, los ciudadanos no registran estos cambios y creen seguir viviendo en democracia. Si bien el totalitarismo responde a la crisis de la antinomia entre vida y poder político por la subsunción de la vida al poder también  lo hace la democracia, marcada por la sociedad de consumo y el hedonismo de masas, que determina la vida biológica sobre la que ella puede influir

Podríamos considerar esta situación como proveniente de una sujeción voluntaria al poder que coincidiría con los procesos de subjetivación ya entrevistos por Foucault, ya que cada una implicaba la inserción del sujeto en una red de relaciones de poder, una microfísica del poder. Al mismo tiempo es interesante tener en cuenta que los procesos mencionados de subjetivación son tan necesarios como los de desubjetivación donde el individuo se presenta como un campo de fuerzas recorrido por dos tensiones opuestas, una que va hacia la subjetivación y otra en sentido opuesto, así el sujeto no sería más que la no-coincidencia de estos dos procesos. Solo la estrategia será la que decida en cada caso la suerte de hacia dónde ir para desactivar las relaciones de poder, en cambio, toda política de las identidades, aunque sea la identidad del contestatario y del disidente, es letal

La vida desnuda es una producción específica del poder, no es un dato natural, no preexiste a la máquina biopolítica, sino que es un producto de su articulación. Si viajamos en el tiempo, no encontraremos jamás, ni siquiera en las condiciones más primitivas, un hombre sin lenguaje y sin cultura: nace ya instalado en un discurso

El tema de la filosofía que viene debería interesarse no por el sujeto sino por la vida. Pensamiento, praxis e imaginación deben solidarizarse para el gran desafío de volverla posible. Construir un concepto de vida donde no tenga sentido diferenciar entre vida contemplativa y vida biológica y en el que se encuentren las miradas estética y política

Hoy, cuando las categorías jurídicas ya no evidencian ningún atisbo de ética, cuando todos los días se inventa un derecho nuevo, en un mundo perplejo por la violencia oculta tras lo incomunicable y lo inasimilable del discurso político - o de la “política” del discurso - que abreva en la mentira a pleno día, en suma - una total impostura - , la vida se ha visto sin más despojada de sus formas. Agamben, continuando la dirección emprendida por Benjamin, opta por pensar el tiempo mesiánico como paradigma de una política que viene: un enfrentamiento con la ley que no lleve a su derogación sino a completarla y simultáneamente, suspenderla: un desactivarla y volverla inoperante, o sea pensar una comunidad humana que no tuviera la “figura” de la ley- solamente- una comunidad plural donde el control legal y el Estado se vuelvan prescindibles. Aspira a una posible transformación de la biopolítica en una nueva política, a una vida que no puede separarse nunca de su forma -de-vida, una vida en la que no es posible aislar algo como una nuda vida

Una vida - la vida humana – en que los modos, actos y procesos singulares del vivir no son nunca simplemente hechos, sino siempre y sobre todo posibilidad de vivir, siempre, y sobre todo, potencia

 

Las formas del vivir humano no derivan de una vocación biológica determinada ni son inducidos por una necesidad sino que y, aunque sean habituales, repetidos y socialmente obligatorios, conservan el carácter de una posibilidad, es decir, ponen siempre en juego el vivir mismo

La forma-de-vida conecta con la idea de comunidad política, no como lugar de consenso sino como la coincidencia de vidas de posibilidad enfrentadas con la imposibilidad, o sea una pluralidad en disenso. Sin coincidencia ni identidad puede darse una verdadera comunicación y por ende, una verdadera comunidad donde se va a dar una operación política que desactiva los dispositivos del poder restituyéndolos al uso común, así la profanación de lo improfanable es la tarea de la política por venir  considerando que la religión capitalista apunta a la creación de un absoluto improfanable

El desafío para el presente entonces es dejar de pensar lo político en términos de estado, derecho y soberanía. Si bien advierte que la pequeña burguesía ha heredado el mundo y que es la forma en que la humanidad avanza hacia su propia destrucción representa una oportunidad inaudita en la historia

Si los hombres en lugar de buscar todavía una identidad propia en la forma ahora impropia e insensata de la individualidad, llegasen a adherirse a esta impropiedad como tal, a hacer del propio ser-así no una identidad y una propiedad individual, sino una singularidad sin identidad, una singularidad común y absolutamente manifiesta -si los hombres pudiesen no ser así, en esta o aquella identidad biográfica particular, sino ser solo el así, su exterioridad singular y su rostro-, entonces la humanidad accedería por primera vez a una comunidad sin presupuestos y sin sujetos, a una comunicación que no conocería más lo incomunicable

 

 

 Agosto 2020