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320 - Jean Francois Lyotard - Otra política
Venimos de un siglo cargado de promesas y protegido por los sueños insobornables de un progreso indefinido, pero todo eso ha quedado demasiado lejos de nuestro extraño y desolado presente. Nos queda el desgarro y tratar de desentrañar cómo fue que llegamos hasta aquí


Varios han sido los abordajes de pensadores y filósofos; y la escritura, la lectura permanente y la interpretación inacabable - como secreto esencial de toda escritura - han sido el recurso más radical e incisivo de una lucha en la que el lenguaje mismo con su intrínseca ambigüedad no dejaba de participar: nos enfrentaba a la incapacidad de alcanzar un sentido último, así una especie de ceguera se presentaba como el oportuno correlato indispensable de cualquier acto interpretativo,  una visión fragmentaria que daba lugar a la intervención de nuestra subjetividad

Fue necesario abordar la época, mirando hacia regiones que guardaban otras napas de sentidos olvidados, recrearlos para hospedarlos en las encrucijadas del presente, insistir en el doble movimiento que nos colocaba en deuda permanente con la historia, pero que a través de la interpretación, la modificaba fatalmente. Las interpretaciones pasan a ser fundamentales a desmedro de los hechos. Así nace la nueva época con la subjetividad como principio de construcción de la totalidad que surge por efecto de los discursos en los que ya nacemos instalados

Al leer se rescribe, se modifica y se amplifica el sentido. Es un aventurarse en territorios desconocidos recreando continuamente lo nunca clausurado, lo nunca abolido.

La escritura es imprescindible cuando se convierte en escucha de las voces de los que la perdieron, de los vencidos de la historia

Hoy, el pensador, es un testigo que testimonia sobre el pensamiento en la época del después –de- las- narraciones, o donde todo- es- narración y todas las narraciones se igualan

El mundo posmoderno se caracteriza por infinidad de juegos de lenguaje que se entrecruzan y compiten entre sí sin que ninguno pueda legitimarse exclusivamente en detrimento de los otros, un “todo-vale”; así, si en Lyotard  se da la posibilidad de reformular algo como un pensamiento crítico es porque su pensamiento no es igualador - el “todo vale” de la pragmática contemporánea -  ni es la nostalgia conservadora del pasado; sus textos pretenden dar cuenta de la diferencia entre las frases, del momento en que se instaura el poder, la crueldad, lo indecible (lo sublime): se ocupa del testimonio de lo que las frases no pueden decir, o de los que han sido privados de la posibilidad de hablar

Señalar lo indecible, implica a cada momento señalar esta situación, hacerla visible


Lyotard se pregunta, como Nietzsche hace un siglo, hasta qué punto de la tradición humanista no quedan solo restos óseos y vulgata kitsch y la buena conciencia simplificadora de las cosas

El humanismo “nos” brinda lecciones pero siempre como si el hombre fuera al menos un valor seguro, que no necesita interrogarse. Qué es “valor”, qué es “seguro”, qué es “hombre”. Estas preguntas se consideran sospechosas. Se dice que allanan el camino al “todo está permitido”, al “todo es posible”, al “nada vale”

 

Lyotard  se desmarca en toda su obra de esa postura. Apuesta a encontrar una brecha entre la racionalidad bien pensante y la posmodernidad entendida como celebración del consumo. Difícil tarea para quien padeció una crítica descomunal de casi todos los sectores intelectuales por el famoso” malentendido”, pero que, no obstante, sospecha del optimismo moderno y está bien lejos de cualquier idea de posmodernidad celebratoria y de las acusaciones de ser irracionalista y defensor de un nuevo orden internacional.  Por fuera de esta polémica emerge un pensamiento crítico que pone en primer plano nuevas y cruciales cuestiones que hacen a una mejor comprensión de la complejidad de estos tiempos

En su obra Lyotard entregó uno de los más lúcidos y críticos análisis de las cuestiones estéticas, políticas y filosóficas de nuestra época. Investigó cómo se da el sentido que está presente en la sociedad como la fuerza política del deseo, el deseo latente, el deseo no-dicho; su relación con las artes y con el discurso transforma la realidad que pide acontecer. Asimismo se ocupó de la crítica a la idea del progreso de la razón, el valor filosófico de la diferencia, de las minorías, interrogándose sobre la injusticia en su sentido más profundo

El sentido de la historia, es decir, todas las frases pertinentes al campo de lo histórico-político, no tiene lugar solamente en la escena histórica, en los grandes hechos y errores de los agentes o de los actores que la historia ilustra, sino en el sentimiento de los espectadores oscuros y lejanos (el teatro de la historia) que los observan y escuchan y que distinguen en medio del ruido y del furor de las res gestae lo que es justo y lo que no lo es


Foucault, Deleuze, Kant, Wittgenstein, Nietzsche, Freud,  fueron influencias cercanas

Considera a la estética como un laboratorio de construcción de conceptos críticos, un gran rodeo para llegar a abrazar la política

El nudo de su escritura, el trabajo de su pensamiento es encontrar diferendos allí donde no se ven. Dar testimonio de la imposibilidad de probar, desmontar esa situación, deconstruirla, desacralizar los discursos del saber, allí se encuentra gran parte del efecto político de su pensamiento. El saber se ha convertido en la principal fuerza de producción que ha modificado las poblaciones activas

En un diferendo, el demandante es desprovisto de los medios para argumentar y por ese hecho se convierte en víctima, por eso las víctimas de los campos se ven obligadas a dar prueba de su situación

Lo que está sujeto a amenaza no es un individuo identificable sino la capacidad de hablar y de callar. Se amenaza con la destrucción de esa capacidad. Hay dos medios de lograrlo: volver imposible el hablar, volver imposible el callar


Hacer evidente esta doble condición de víctimas, su condición actual, la condición posmoderna, víctimas expropiadas de su capacidad de decir, que nos recuerdan a esas otras víctimas cotidianas, las otras, las que están aquí, cada día, entre nosotros, al lado nuestro

¿No vivimos acaso nosotros bajo el imperio del diferendo?

Lyotard distingue entre deseo y lenguaje. Parte de una separación entre el discurso y su objeto y lo recoge en el término diferencia

Las artes hacen ver la diferencia, el deseo, lo que hace ver


Las derivas y los flujos del deseo trabajan no solo en la creación artística sino en la creación discursiva como la escritura. En la política, las derivas de intensidad libidinales más fuertes se traducen en acciones políticas como acontecimientos que  irrumpen en las prácticas sociopolíticas. También analiza la función que el deseo cumple en los distintos ámbitos de la realidad instituida en el presente, o sea, cómo está presente en la realidad entendida como conjunto de discursos y prácticas socialmente instituidas

En el estado actual de las tecnociencias y del capital acumulado en los países desarrollados, la identificación de la comunidad consigo misma no requiere la adhesión de los espíritus, ni grandes ideologías compartidas, pues tiene lugar a través de la mediación del conjunto de bienes y servicios que son intercambiados a ritmos prodigiosos, el dinero como equivalente general de los intercambios, y el lenguaje como presupuesto absoluto de este equivalente

El capitalismo es el filtro del deseo


Lo que se postula de fondo entre otras tesis es la inexistencia del lenguaje fuera de las actuaciones verbales de los sistemas de enunciación, de los campos discursivos. Aparte de poner en duda la relación misma entre discursividad y “cosa”, entre las proposiciones y el mundo, entre las palabras y las cosas. Los signos acerca de la realidad no son la realidad; lo único cierto es que hay frases acerca de lo que se denomina realidad. La diferencia sería lo innominado, sin voz, atrás del silencio del hay- que- callar

Quien no puede hablar es aquel que no posee género discursivo, ni siquiera idiolecto, solo silencio, víctima a su vez de los discursos que lo juzgan según reglas que no son las suyas, el de la moral, la política, la ciencia, en particular el metafísico que considera un edificio especulativo, artificial, abstracto. De esta manera advierte que” lenguaje”, “ser”, “hombre”, “suceso”, “realidad - no son más que nombres -  puros significantes – que se significan a sí mismos, legitimados por los campos de significación respectivos, pero en suma, vacíos

Lo moderno es un esquema de pensamiento que le asigna como principal objetivo a la historia humana la tarea de reencontrar una perfección original ahora lejana: Dios para el cristiano, la naturaleza según la teoría rousseauniana y la sociedad sin clases para Marx

lo posmoderno, en cambio, sería como el desencanto de la historia: uno sigue actuando, negociando, previendo, pero  el proceso en su conjunto parece ahora desprovisto de toda su finalidad


El desarrollo sigue su curso pero no parecería llegar a algún fin. Los grandes relatos que pretendían darle sentido a la historia - las religiones, la confianza de las Luces en el progreso, el marxismo – nos abandonaron

Posmoderno quizá sea, ante todo, el nombre de una avería, que menta algo como una desesperación aligerada. Desde el punto de vista político esta avería se manifiesta en la muerte de las insurrecciones

La gran preocupación de Lyotard es la cuestión de la representación, o sea, la pregunta por lo que se puede mostrar, decir o testimoniar, relee y reescribe críticamente la modernidad cuyo ideal pragmático es la representación Sospecha del optimismo moderno que imagina la historia como un progreso continuo y que supone una linealidad entre pensamiento y acción, entre idea y representación. El arte contemporáneo y también  la filosofía – el arte y la escritura después de la representación -  es el testimonio de su propia imposibilidad

Lyotard se inscribe en la tradición crítica que concibe al arte y al pensamiento como una dialéctica negativa, como un sitio de resistencia frente al esfuerzo moderno de fundar su legitimidad en el proyecto de emancipación de toda la humanidad a través de la ciencia y de la técnica


A esa imposibilidad crítica del arte contemporáneo la llama lo sublime - releyendo a Kant- como un despojamiento, un testimonio de su propia indeterminación. Expresa estéticamente el diferendo como disenso y conflicto. Es lo sublime vaciado de romanticismo, lo sublime como precariedad, como debilidad, como testimonio de su propia imposibilidad. Lo sublime como resistencia, como la fortaleza de la presentación de la propia indigencia, testigo de lo inexpresable que no reside en un allá lejos, otro mundo, otro tiempo, sino en esto: que suceda algo. Que ahora y aquí haya este cuadro y no más bien nada, esto es lo sublime, el testigo de la aporía del arte.

El arte dice “no puedo encender el fuego, no conozco la plegaria, ya no sé cómo encontrar el sitio en el bosque, y ni siquiera sé contar la historia. Lo único capaz que sé hacer es contar que ya no sé relatar esa historia


Un pensador osado y lúcido que se desplegó en varias direcciones diferentes pero con un núcleo interno coherente: ir contra todo discurso legitimador de la historia y que supo hacer frente a las diferencias y a las hostilidades sin dar un paso atrás. Su filosofía es una narración del malestar, de un desacuerdo con su tiempo, un verdadero contemporáneo. Su pensamiento como supo decir

busca otra política, una política sin amo

Tal vez la responsabilidad reflexiva sea hoy también discernir, respetar y hacer respetar los diferentes pareceres…y encontrar otros lenguajes para expresar lo que no se puede expresar en los lenguajes que hoy existen. Eso será ser fieles, sin paradoja, a la idea kantiana  de la “cultura” como rastro de la libertad en la realidad

 

 

Setiembre 2020