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332 - La eterna muerte en suspenso
Las investigaciones sobre el poder y la política se han focalizado en los últimos tiempos en su intrusión e injerencia radicales sobre la vida. De esta manera, el control social se da como un modo de la biopolítica moderna y los sistemas de dominación que de él se derivan


La biopolítica se aplica, en teoría, a la población políticamente relevante, pero hay quienes quedan excluídos de esa categoría, quienes quedan fuera de su catalogación pisando el umbral de la muerte al ser marginados de las medidas que administran la vida. Es el caso de los pueblos indígenas de Argentina -  Wichi, Pilaga, Tobas

Los orígenes del derecho son el marco teórico para la comprensión de uno de los temas más álgidos que condicionaron la existencia aborigen: la apropiación y el reparto de la tierra: el nomos, no como una norma general o sentido legal sino como una ordenación del espacio. El origen del orden jurídico no está en el consenso ni en el acuerdo, sino en un proceso violento, el acto humano de toma y reparto de la tierra, la exclusión del Otro y el usufructo de los recursos

Agamben repiensa la relación entre violencia y derecho, que si bien en el discurso liberal se presentan como antagónicas, en realidad están unidas. La acción de la toma de tierras no es un momento pre-jurídico que luego se abandona para dar paso a la normalidad, sino que se mantiene permanentemente en el soberano que, en el pasado, antes del siglo XVIII lo detentaba de manera omnisciente, llegando hasta imponer la muerte a quienes lo pusieran en peligro. Luego todo cambia y el poder asume la función de administrar la vida. La apropiación de tierras también supuso la conquista de sus cuerpos, su distribución espacial y la explotación de sus fuerzas. Se trataba de fabricar cuerpos útiles y sanos para el capitalismo emergente, normalizándolos con campañas y acciones, mediante la excusa de hacer sus vidas “más saludables” y aptas para el progreso

El aborigen es incluido por decisión soberana en el espacio político nacional a través de su exclusión del orden jurídico normal. Diversas medidas llevaron a considerarlo un Otro interno

Hoy se piensa la violencia como opuesta al derecho que se impondría por la razón y el peso de los argumentos, sin embargo, esta indiferenciación está presente in situ en el pensamiento político

 

Quien detenta el poder también tiene el monopolio de la violencia y es el único que decide qué es justo. El estado de excepción es el fundamento del orden político y, a su vez y siempre, la posibilidad del soberano

Con el nombre de “misión civilizadora” se sometió al aborigen y se lo confinó en una red de mecanismos de poder y control de tal forma que la organización de los territorios excluía al indígena y solo era un prólogo de su extinción. La usurpación y administración de las tierras y el disciplinamiento de los cuerpos permitieron la consolidación del nomos argentino y son la base de nuestro Estado moderno. Este es solo un ejemplo de la fatal relación entre violencia y derecho, solo un paradigma más de cómo el derecho se funda en la realidad y no en las teorías. Para que el espacio político donde rige el Ius Publicam sea factible, se necesita un espacio diferenciado y diferenciable constantemente

Las representaciones políticas modernas son geometrías políticas por oposición a las geografías políticas, o sea no es el espacio lo que condiciona y produce lo político, como en la era pre-moderna, sino que es la propia política la que produce un cierto espacio político en un espacio liso, homogéneo y sin condicionantes, o sea un dibujar la realidad de acuerdo a los cánones vigentes, mapas abstractos que dejan de lado las rutas por donde transita la vida, sin considerar las diferencias de los terrenos estriados

El indio no produce un espacio ordenado ni un Estado, por eso el espacio político es considerado desértico, vacío de poder. Por el contrario, la ocupación del blanco produce un espacio según los cánones del derecho internacional de la época y le dará una forma política moderna, la construcción del Estado moderno. La toma de tierras se relaciona con la excepción jurídica, la fundación del derecho en un espacio vacío. La excepción para Agamben introduce al interior del orden la anormalidad, crea una zona de indistinción entre lo que está fuera del orden y lo que está dentro. La decisión soberana realiza la inclusión por medio dela suspensión del orden jurídico - en realidad existe una exclusión en vez de una inclusión – pero como la decisión es algo jurídico forma parte del orden, y por tanto, es el mismo orden el que a través de la decisión incluye lo que se considera excepción

Agamben no se queda en la descripción formal de la excepción soberana sino que se adentra en la vida humana que queda encorsetada en dicha lógica, vida que en la forma nuda vida constituye el contenido del poder soberano, la materia a moldear, o sea, la incorporación violenta de los aborígenes a la nueva matriz político - jurídica del Estado que se da gracias a los dispositivos que tenían como objetivo la pérdida de la identidad bajo el discurso colonial de la “misión civilizadora” y la adopción de una nueva subjetividad “en apariencia próxima” a la ciudadanía

El poder invade la vida, y, al necesitar una nueva forma de producción fue necesario producir normalidad para hacer posible una nueva forma de producción, así se trazaron los ejes de normalidad y anormalidad para que las gentes se ajustaran a sus cánones. Así se crearon”saludables fuerzas productivas” y el aborigen pasó a formar parte de la comunidad política a través de su exclusión. El “afuera del orden” ingresa al orden sosteniendo la diferencia. De esta manera, la pareja categorial de la política occidental no es amigo-enemigo sino nuda vida-existencia política, zoé-Bios, la mera vida biológica que todos compartimos y la forma-de-vida que se le da a esta zoé a través de las relaciones de poder que le gestionan una investidura de derecho que construye una Bios y esto da paso a la existencia de ser humano. Es propio de la biopolítica dar existencia política a los cuerpos y también desnudarlos de esas mismas formas políticas cuando no se ajustaban al modelo. Una vez expulsada la relevancia política, los cuerpos se abandonaban a la muerte como un estigma inevitable

Aunque no se dispusieran de grandes recursos para realizar campañas que incidieran en la transformación de una etnia en vidas desnudas, se llegaba al mismo resultado con la omisión de políticas sanitarias y alimentos para reducir los seres a mera zoé

El abandono y la indiferencia son las armas que redujeron a los aborígenes y los condenaron a sufrir una tremenda y dolorosa metamorforsis en sus cuerpos como resultado de la desnudez política y de la invasión a sus formas de vida; así van quedando en el margen, en el margen mismo de ser definidos como población. Al no ser objeto de la biopolítica por acción u omisión son dejados a la buena de sus huesos. Así, en ese abandono sus cuerpos se construyen entre la indiferenciación y la muerte. Habitan un suspenso extremo entre la vida que les resta y la muerte, al borde del desfallecimiento

 

Hacia el fin del siglo XIX se promulgaron leyes de amparo y protección para todo inmigrante pero los aborígenes fueron excluidos, solo fueron considerados “elemento remanente” a la problemática de la nueva ordenación territorial. El discurso de la “misión civilizadora” era paralelo a otro igual o más efectivo, el de la seguridad nacional, que alertaba sobre los rebeldes que no obedecían las leyes del Estado. El indígena se hallaba fuera del orden constitutivo por propia decisión del gobierno que lo sometió a reclusión en campos, a tribalización  -  catalogarlos según su pertenencia a determinadas tribus - y destribalización – el desmembramiento familiar-  a ser tratados como mercancía, a trabajos forzados y torturas, todo de forma “expresa y consentida”. Cada resistencia indígena fue respondida con el control de sus cuerpos y un castigo considerado ejemplar

Si bien la biopolítica busca la administración de las vidas de la población, cuando omite sectores de la misma y los considera irrelevantes para la vida política, también está administrando sus heridas, la laceración del cuerpo

El abandono de estos seres como objetivo de políticas, seca sus cuerpos y los condena a marchitarse hasta la desaparición. Entonces, la reducción a la zoé despliega la omnipresencia de lo esquelético vestido de dolor

 

En el olvido y la omisión, la biopolítica actúa en sus “humanidades”, más allá del toba está el abandono a la muerte que viene al galope y baila con ellos

                                                Giorgio Agamben

 

La poesía es un acto de resistencia, la anarquía del espíritu sin Leyes, salvo la propia. Es un medio donde manifiestan su resistencia las comunidades indígenas, ya que tratar de imaginar escenarios radicales es una especie de resistencia narrativa. Resistencia en este caso, es su lucha por mantenerse vivos sin dejar de experimentar el mundo bajo sus propios términos culturales

Si escuchamos, las resistencias mutan: dejan de ser “transgresiones” y se aceptan como formas valiosas de ser

 

 

Nos suspendieron en el tiempo,

suspendieron el ciclo de nuestra vida,

nos crecieron la noche, tétrica y fría,

nos cubrieron de polvo los ojos y el alma,

nos cortaron los diez dedos de las manos,

y los diez dedos de los pies.

 

Nos suspendimos en el vacío,

en las cuevas ocultas,

en los escombros de la guerra,

en las piedras edificadas.

 

Nos suspendimos en el salvajismo,

en las oraciones a los santos,

en los ojos de los sacerdotes,

en el discurso de los gobernantes,

en las armas de la esclavitud.

Nos suspendieron en la historia.

Sin materia, sin deseo, sin alivio.

 

Suspendidos estamos en las hojas del sueño,

en el aroma de flores que muerden corazones,

en la esencia de la oscuridad silenciosa.

 

Nos suspendieron en el día olvidado del amor:

una tormenta de dioses extraños

invadió nuestra viva visión del universo,

un veneno invadió nuestra sustancia.

 

Nos suspendieron

como polvo en el espacio:

diminutos y separados volamos en el vacío

como humo sin cuerpo,

insignificantes, fríos y callados.

 

¿Unirán su estrella al jaguar

con el fuego de nuestra sangre

o seguirán muertos nuestros ojos en esta tierra?

¿O seguiremos suspendidos sin más tiempo

que el pasado sin presencia?

 

Andrés López Díaz

 

 

 

 

 

Octubre 2020