La biopolítica se aplica, en teoría, a la
población políticamente relevante, pero hay quienes quedan excluídos de esa
categoría, quienes quedan fuera de su catalogación pisando el umbral de la
muerte al ser marginados de las medidas que administran la vida. Es el caso de
los pueblos indígenas de Argentina - Wichi, Pilaga, Tobas
Los orígenes del derecho son el marco teórico para
la comprensión de uno de los temas más álgidos que condicionaron la existencia aborigen:
la apropiación y el reparto de la tierra: el nomos,
no como una norma general o sentido legal sino como una ordenación del espacio. El
origen del orden jurídico no está en el consenso ni en el acuerdo, sino en un proceso
violento, el acto humano de toma y reparto de la tierra, la exclusión
del Otro y el usufructo de los recursos
Agamben repiensa la relación entre violencia y
derecho, que si bien en el discurso liberal se presentan como antagónicas, en
realidad están unidas. La acción de la toma de tierras no es un momento
pre-jurídico que luego se abandona para dar paso a la normalidad, sino que se
mantiene permanentemente en el soberano que, en el pasado, antes del siglo
XVIII lo detentaba de manera omnisciente, llegando hasta imponer la muerte a
quienes lo pusieran en peligro. Luego todo cambia y el poder asume la función
de administrar la vida. La apropiación de tierras también supuso la conquista
de sus cuerpos, su distribución espacial y la explotación de sus fuerzas. Se
trataba de fabricar cuerpos útiles y sanos para el capitalismo emergente, normalizándolos
con campañas y acciones, mediante la excusa de hacer sus vidas “más saludables”
y aptas para el progreso
El aborigen es incluido por decisión soberana en
el espacio político nacional a través de su exclusión del orden jurídico normal.
Diversas medidas llevaron a considerarlo un Otro interno
Hoy se piensa la violencia como opuesta al derecho que se impondría por la
razón y el peso de los argumentos, sin embargo, esta indiferenciación está presente
in situ en el pensamiento político
Quien detenta el poder también tiene el monopolio
de la violencia y es el único que decide qué es justo. El estado de
excepción es el fundamento del orden político y, a su vez y siempre, la
posibilidad del soberano
Con el nombre de “misión civilizadora” se sometió
al aborigen y se lo confinó en una red de mecanismos de poder y control de tal
forma que la organización de los territorios excluía al indígena y solo era un
prólogo de su extinción. La usurpación y administración de las tierras y el
disciplinamiento de los cuerpos permitieron la consolidación del nomos
argentino y son la base de nuestro Estado moderno. Este es
solo un ejemplo de la fatal relación entre violencia y derecho, solo un
paradigma más de cómo el derecho se funda en la realidad y no en las teorías.
Para que el espacio político donde rige el Ius Publicam sea factible, se
necesita un espacio diferenciado y diferenciable constantemente
Las representaciones políticas modernas son geometrías
políticas por oposición a las geografías políticas, o sea no es el
espacio lo que condiciona y produce lo político, como en la era pre-moderna,
sino que
es la propia política la que produce un cierto espacio político en un espacio
liso, homogéneo y sin condicionantes, o sea un dibujar la realidad de
acuerdo a los cánones vigentes, mapas abstractos que dejan de lado las rutas
por donde transita la vida, sin considerar las diferencias de los terrenos
estriados
El indio no produce un espacio ordenado ni un Estado, por eso el
espacio político es considerado desértico, vacío de poder. Por el
contrario, la ocupación del blanco produce un espacio según los cánones del
derecho internacional de la época y le dará una forma política moderna, la
construcción del Estado moderno. La toma de tierras se relaciona con la
excepción jurídica, la fundación del derecho en un espacio vacío. La excepción
para Agamben introduce al interior del orden la anormalidad, crea una zona de
indistinción entre lo que está fuera del orden y lo que está dentro. La decisión
soberana realiza la inclusión por medio dela suspensión del orden jurídico - en
realidad existe una exclusión en vez de una inclusión – pero como la decisión
es algo jurídico forma parte del orden, y por tanto, es el mismo orden el que a
través de la decisión incluye lo que se considera excepción
Agamben no se queda en la descripción formal de la
excepción soberana sino que se adentra en la vida humana que queda encorsetada
en dicha lógica, vida que en la forma nuda vida constituye
el contenido del poder soberano, la materia a moldear, o sea, la incorporación
violenta de los aborígenes a la nueva matriz político - jurídica del Estado que
se da gracias a los dispositivos que tenían como objetivo la pérdida de la
identidad bajo el discurso colonial de la “misión civilizadora” y la adopción
de una nueva subjetividad “en apariencia próxima” a la ciudadanía
El poder invade la vida, y, al necesitar una nueva
forma de producción fue necesario producir normalidad para hacer posible una
nueva forma de producción, así se trazaron los ejes de normalidad y anormalidad
para que las gentes se ajustaran a sus cánones. Así se crearon”saludables
fuerzas productivas” y el aborigen pasó a formar parte de la comunidad política
a través de su exclusión. El “afuera del orden” ingresa al orden sosteniendo la
diferencia. De esta manera, la pareja categorial de la política occidental no es
amigo-enemigo sino nuda vida-existencia política, zoé-Bios, la mera vida
biológica que todos compartimos y la forma-de-vida que se le da a esta zoé a
través de las relaciones de poder que le gestionan una investidura de derecho
que construye una Bios y esto da paso a la existencia de ser humano. Es
propio de la biopolítica dar existencia política a los cuerpos y también
desnudarlos de esas mismas formas políticas cuando no se ajustaban al modelo.
Una vez expulsada la relevancia política, los cuerpos se abandonaban a la
muerte como un estigma inevitable
Aunque no se dispusieran de grandes recursos para realizar
campañas que incidieran en la transformación de una etnia en vidas desnudas, se
llegaba al mismo resultado con la omisión de políticas sanitarias y alimentos
para reducir los seres a mera zoé
El abandono y la indiferencia son las armas que
redujeron a los aborígenes y los condenaron a sufrir una tremenda y dolorosa
metamorforsis en sus cuerpos como resultado de la desnudez política y de la
invasión a sus formas de vida; así van quedando en el margen, en el margen
mismo de ser definidos como población. Al no ser objeto de la biopolítica por
acción u omisión son dejados a la buena de sus huesos. Así, en ese abandono sus
cuerpos se construyen entre la indiferenciación y la muerte. Habitan un
suspenso extremo entre la vida que les resta y la muerte, al borde del
desfallecimiento
Hacia el fin del siglo XIX se promulgaron leyes de
amparo y protección para todo inmigrante pero los aborígenes fueron excluidos,
solo fueron considerados “elemento remanente” a la problemática de la nueva
ordenación territorial. El discurso de la “misión civilizadora” era paralelo a
otro igual o más efectivo, el de la seguridad nacional, que alertaba sobre los
rebeldes que no obedecían las leyes del Estado. El indígena se hallaba fuera
del orden constitutivo por propia decisión del gobierno que lo sometió a
reclusión en campos, a tribalización -
catalogarlos según su pertenencia a determinadas tribus - y
destribalización – el desmembramiento familiar- a ser tratados como mercancía, a trabajos
forzados y torturas, todo de forma “expresa y consentida”. Cada resistencia
indígena fue respondida con el control de sus cuerpos y un castigo considerado
ejemplar
Si bien la biopolítica busca la administración de
las vidas de la población, cuando omite sectores de la misma y los considera
irrelevantes para la vida política, también está administrando sus heridas, la
laceración del cuerpo
El abandono de estos seres como objetivo de políticas, seca sus cuerpos y
los condena a marchitarse hasta la desaparición. Entonces, la reducción a la zoé despliega la
omnipresencia de lo esquelético vestido de dolor
En el olvido y la omisión, la biopolítica actúa en sus “humanidades”, más
allá del toba está el abandono a la muerte que viene al galope y baila con
ellos
Giorgio Agamben
La poesía es un acto de resistencia, la anarquía
del espíritu sin Leyes, salvo la propia. Es un medio donde manifiestan su resistencia
las comunidades indígenas, ya que tratar de imaginar escenarios radicales es
una especie de resistencia narrativa. Resistencia en este caso, es su lucha por
mantenerse vivos sin dejar de experimentar el mundo bajo sus propios términos
culturales
Si
escuchamos, las resistencias mutan: dejan de ser “transgresiones” y se aceptan
como formas valiosas de ser
Nos
suspendieron en el tiempo,
suspendieron
el ciclo de nuestra vida,
nos
crecieron la noche, tétrica y fría,
nos
cubrieron de polvo los ojos y el alma,
nos
cortaron los diez dedos de las manos,
y
los diez dedos de los pies.
Nos
suspendimos en el vacío,
en
las cuevas ocultas,
en
los escombros de la guerra,
en
las piedras edificadas.
Nos
suspendimos en el salvajismo,
en
las oraciones a los santos,
en
los ojos de los sacerdotes,
en
el discurso de los gobernantes,
en
las armas de la esclavitud.
Nos
suspendieron en la historia.
Sin
materia, sin deseo, sin alivio.
Suspendidos
estamos en las hojas del sueño,
en
el aroma de flores que muerden corazones,
en
la esencia de la oscuridad silenciosa.
Nos
suspendieron en el día olvidado del amor:
una
tormenta de dioses extraños
invadió
nuestra viva visión del universo,
un
veneno invadió nuestra sustancia.
Nos
suspendieron
como
polvo en el espacio:
diminutos
y separados volamos en el vacío
como
humo sin cuerpo,
insignificantes,
fríos y callados.
¿Unirán
su estrella al jaguar
con
el fuego de nuestra sangre
o
seguirán muertos nuestros ojos en esta tierra?
¿O
seguiremos suspendidos sin más tiempo
que
el pasado sin presencia?
Andrés
López Díaz
Octubre 2020