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337 -La odisea del lenguaje. La escritura como acontecimiento
Adentrarse en sí mismo para descubrir la insurrección-el movimiento mismo de la escritura- la verdadera y única ruta de acceso a la página en blanco, hacia la liberación de un pedazo de existencia que hará oir una vozy que, fatalmente perturbará el orden de las cosas

Perturbará el orden de las cosas al engendrar una diferencia que deberá permanecer siempre imperceptible, es decir, inconceptualizable: estamos en la zona del reino de lo imposible, el de la escritura, la que insiste en persistir en su alejamiento frente a lo que nombra

Escribir es un acto violento que da forma a una materia vibrante que lo resiste. Al escribir uno respira sus propios silencios - siempre enredados en un mapa infinito de ecos de lenguaje: las distintas lecturas, toda la historia que resuena en él, las significaciones inamovibles que habitan la costumbre: cada palabra es una concentración de ecos, cada una un catálogo de posibilidades existenciales - pero escribir es realmente el gesto de reclamar el texto y el ser desde el vacío. No el vacío de escribir sino la misma escritura del vacío. Es un gesto solitario, transgresor, una duda constante, un cuestionamiento inagotable, una obstinada insatisfacción

La escritura se tiende sigilosa sobre el indefenso cuerpo del lenguaje y con un ego descomunal lo ignora y se narra solo así misma, se auto presenta como una experiencia total que rebasa todos los proyectos, una experiencia de lo que no existe, vive del enmascaramiento, del encubrimiento de todas las cosas. Desbarata desde dentro y pone en cuestión la persistencia de todo, afirmando lo inexpresable, el envolvente simulacro que no pretende engañar sino ampliar el espectro de lo enunciado

Aunque lo real sea un efecto del lenguaje, hay otra cosa que no es real y a la cual todo lenguaje se refiere, es el lugar del secreto, el misterio - donde anida el verdadero goce del lenguaje – el enigma que se abre más allá de la claridad del sentido. La escritura recupera siempre el enigma en la neutralidad de su propio enigma. Es plasmación de la palabra y de la infinitud de lo no-dicho, se sustrae al lenguaje, casi no habla. Se lee siempre en lo que falta. Es reflejo de la Nada y a la vez registro de la ambigüedad, logra captar un duplicado vacío de lo real, una traducción de lo que ocurre: es el lugar de la interrogación sin expectativas que aguijonea el lenguaje, una apuesta a un juego delirante haciendo que las palabras rebasen su significado y entren en una soberana crisis. Se violenta al lenguaje para hacerle decir no se sabe qué porque lo dicho allí no ha sido dicho nunca, porque el lenguaje hablante desaparece en el hablado. Silencios y vacíos para crear un nuevo lenguaje de lo no- dicho y de lo borrado. Escribir es apoyarse en esas fuerzas subversivas que atraviesan tanto el lenguaje como el silencio. Jabés al respecto,

Tan natural, tan inocente es la subversión en su apogeo que estoy tentado de considerarla como uno de los momentos privilegiados del restablecimiento de nuestro precario equilibrio                              

El sentido aparece como aquello que hace que una cadena de significantes sea una cadena y no una dispersión de marcas y solo es posible si no se forma el signo. Así, el lenguaje como herramienta de comunicación deja sin efecto la complejidad del sentido. Si la “realidad” es una suma de representaciones, la palabra debe rasgarla para abrir grietas desde donde poder ver el anclaje no significante del lenguaje

La escritura es corte con el pensamiento cuando éste se da como proximidad inmediata, dice Blanchot, y corte con toda experiencia empírica del mundo

Gracias a la escritura lo desconocido está siempre al borde de irrumpir a través de lo conocido. Ningún saber se sostiene frente a la escritura. Esta debe hacerlo estallar, temblar, socavarlo en sus cimientos donde se apoya la cultura. Romper, desorganizar la frase, rechazar indefinidamente la formación del sentido, diferirlo, diseminándolo y en palabras de Jabés,

a veces los espacios entrelíneas son tan amplios que creemos descubrir una nueva tierra, tan vastas son sus márgenes

Hay un ápice de insignificancia que habita en toda significación, el “resto”, que, por su renuencia misma a significar interrumpe y perfora el orden de la significación. El “resto” es justicia, la promesa de que la separación, la diferencia, lo individual, no serán nunca devorados por lo Mismo porque la justicia siempre está por llegar, abre el tiempo e impide el eterno retorno de lo Mismo, ya que la repetición no se repite a sí misma y siempre difiere de sí dando lugar a lo diferente, a lo otro, por lo que la totalidad resulta así herida, desgarrada. No hay un significado definible, determinado, porque fuga, y, en palabras de Derrida, siempre está por venir lo que está por llegar y que no llegará nunca: lo imprevisible, una escritura infinita, un pasaje hacia ningún lugar que no está totalmente presente ni ausente, sino que es la huella resultante de su propia borradura en el viaje hacia la transparencia

La escritura de los bordes se convierte en itinerarios de meandros, de vueltas y contra vueltas enlazadas en lo arbitrario. No importa qué significante representa un significado para otro significante y tampoco cuenta qué texto es crítica de otra obra. Es estar en medio de la variabilidad de la lengua, de su riqueza interminable. Todo devenir se funda sobre una incógnita tal que una vez conocida se transforma al instante en misterio

Se acomete el sentido rebelándose contra la frase, preservándolo, abriéndole el camino a otro sentido, situándose frente a dos discursos opuestos con la misma fuerza de convicción, no haciendo prevalecer uno frente al otro - sería como prevalecer uno mismo -  ya que las contradicciones son las que dan coherencia a la escritura. Esa imposibilidad es lo que posterga, alarga, difiere el dominio de un sentido sobre la frase. Lo impensado sería esa anulación de los dos pensamientos contradictorios. Allí en ese “entre” se instala la soledad del lector, el no-lugar de la escritura, y al abordarla se ignora todo, solo se espera que suceda y que acontezca un mundo

Nuevas articulaciones del lenguaje delimitan nuevas formas de experiencia. El modo dominante de significación de la modernidad excluye flujos materiales y de sentido que nos configuran. La modernidad pide mapas para sortear las irregularidades del terreno y que al mismo tiempo nos imposibilitan tocar y sentir esas irregularidades que serían la experiencia de vida. Del mismo modo, se vive una entropía del lenguaje a partir del quiasmo entre simbolización y capitalismo, pero hay que tener en cuenta el vaciamiento crítico del lenguaje llevado a cabo por la poesía. Poesía y crítica son indisolubles: no hay poesía acrítica, todo poema revela la alienación y el fetichismo que forma el tejido de la realidad, por eso el poeta actúa desde y contra el lenguaje desestabilizando el lugar común. Karl Krauss afirmó,

Temo el abismo que se abre debajo del lugar común, de la información cliché. Yo trabajo sobre los escombros del lenguaje                      

Hacer una crítica de la economía política estética supone escribir y leer contra el signo, contra la identidad, contra la unidad lingüística, nacional y territorial, contra todo aquello que signifique homogeneizar, uniformar, domesticar. Supone la necesidad de hacer una crítica del lenguaje, de desconfiar del continuismo gramatical para mirar el mundo soslayando la lingüística centrista para abrir otros caminos que suspendan el nivel discursivo, el nivel simbólico del lenguaje. La resistencia a los signos nos permite descubrir que la economía a-significante del lenguaje redujo a máquinas de signos a la economía significacional de la lengua y permitió reapropiarnos de nuestro potencial semiótico y del lenguaje que nos es expropiado cada día bajo la apariencia de comunicación. El espacio no-semiótico de hecho puede resultar el espacio de otra semiótica. Lo no- semiótico es lo nuevo, lo experimental, lo no-codificado, lo no-canónico

El que trabaja sobre las ruinas del lenguaje es el único que tiene la posibilidad de la recuperación de lo humano en el lenguaje, la oportunidad de tocar la vida, y para llegar a tocar la vida hay que abandonar la significación

Las palabras deberían lacerar la página para que nos sea posible entrar en una zona donde sentir lo “otro” del lenguaje, su verdadera extrañeza. La escritura de una obra a otra es el esfuerzo de los vocablos por agotar el decir, el instante para refugiarse en lo indecible que no es lo que no puede ser dicho sino aquello que no ha sido tan íntimamente dicho, tan totalmente dicho que no dice sino esta intimidad, esta totalidad indecible

Solo cuando se ven las cosas como extrañas, ajenas a la habitualidad que el uso les otorga y que las disimula, comprendemos su naturaleza enigmática

Lo indecible, lo inefable, lo que no puede ser, es lo que el lenguaje debe presuponer para poder significar. Es el lenguaje el que puede decir lo imposible, porque es él quien lo piensa. Así Jabés en estas líneas lo plasma de forma sinigual

 La rebelión de una sombra precipita el arribo de la luz como la ilegibilidad sublevada contra sí misma nos prepara para la legibilidad perfecta

 

El hecho de pensar puede ser sobrecogedor: lo que hay que pensar es lo que en el pensamiento se aparta de él. Sufrir y pensar están ligados de una manera inextricable, secreta. Quizá será que el extremo pensamiento y el extremo sufrimiento abrirían el mismo horizonte. En el intersticio entre la locura, el delirio y la razón, se inscribe la escritura sin alternativas como un modo de ser de la experiencia límite, como el lugar de la anarquía - lo que no tiene origen ni fundamento - quizá porque es en sí misma lo liminar, el aventurarse hacia el umbral, vivir en el vilo del tiempo, de lo intempestivo sin otra sensación que la del vértigo del lenguaje que se retira del tiempo y deja solo el vacío, y a nosotros flotando en él desreferenciados de todo y extremadamente abiertos a esa ausencia que no habla pero dice. La palabra se sumerge en un acontecer incesante y rebelde que prescinde de toda evidencia, una lucidez que linda con el extravío: extravío como disposición abierta al acontecimiento, la asunción de lo que nos acompaña sin reposo

Escritura como largo peregrinaje a través de la demasía del lenguaje, un tejido en cuyas oquedades se perfila ese vacío que nunca se llega a nombrar pero que persevera llevando el lenguaje al límite hacia esa noche cóncava y abismal donde puede escucharse el susurro del Afuera (post 65, Escritura. La exuberancia del lenguaje)

 

Escritura, prosecución que es ruptura, ruptura que no interrumpe, perpetuidad de una y de otra, de una interrupción sin detención, de una prosecución sin alcance ni progreso de un tiempo ni inmovilidad de un presente, perpetuidad que no perpetúa nada, no dura nada, no cesa nunca

¿Es eso el mundo?

¿Es eso el lenguaje?

El mundo que no se dice

El lenguaje que no tiene mundo que decir

¿El mundo?

¿Un texto?

 

 

 

 

Noviembre 2020