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346 - Un bello sol interior - Claire Denis
Claire Denis, una de las directoras más inteligentes. sensibles y transgresoras de estos tiempos casuales y livianos, en los que la pasión sufre una entropía esencial en medio de una gran confusión, apoya esta vez su discurso fílmico en los Fragmentos de un discurso amoroso (1977) de Barthes

Con una puesta en escena que rescata el espíritu del texto y a la vez escamotea lo explícito, su cámara recoge el carácter al mismo tiempo reflexivo e intransitivo del amor

La otrora ayudante de Wenders y Jarmusch es capaz de llegar al núcleo de lo que ocultan los vínculos amorosos a través de la exacerbación de los gestos y explicaciones de los mismos protagonistas que en este film hablan sin cesar plasmando su tremenda deshabitación. Giran en el vacío de las emociones disfrazadas de un intelectualismo a ultranza, y una ingenuidad defensiva que deriva en una parodia de profundidad. Isabelle (magistral Binoche), desespera, literalmente, por encontrar el amor, llegando a veces a exhibir in extremis su necesidad y perdiéndose en el camino

Artista exitosa, naufraga en medio de las fallidas performances con sus parteneires que no alcanzan a vislumbrar su singularidad, ese bello sol interior

Este film, quizá el menos hermético en apariencia, también tiene el sello personal de Denis al quebrar la línea de continuidad fragmentándose a través de los vaivenes emocionales de Isabelle, que tampoco tranza con la frivolidad de su círculo de amistades, pero al que no obstante le rinde una pleitesía entre amable y forzada provocada quizá por esa falsa necesidad de "pertenecer",  quizá por una soledad afectiva que le hace confundir las elecciones que fatalmente se convierten en frágiles clones de sus necesidades y deseos

Cuando un discurso como el del amor es excluido de lo colectivo, de lo amalgamado, solo le resta ser el lugar de su afirmación puesto que en el panteón de lo Igual en el que nuestra sociedad se espeja, no hay ninguna experiencia erótica ya que ésta da por descontado la asimetría y la exterioridad del Otro - el que deseo – el que carece de lugar porque se sustrae al lenguaje de lo Igual. Todo amor se realiza en la pérdida, se ama en el otro la afinidad, la presencia,  pero paradójicamente la ausencia. Es un camino interminable hacia el otro inalcanzable e irreductible

Hasta casi promediar la mitad de la película, todos los amantes, a pesar de sus distintas ocupaciones, parecen hermanados en la banalidad y el egoísmo, en una iteración que llega a ser exasperante hasta que hace su entrada quien va a marcar la diferencia en Isabelle y en el discurso del film, un personaje parco con un rostro oscuro (la directora tiene una cierta predisposición por ellos) en una secuencia clave - plasmada con una cierta irrealidad, alejada de la “normalidad” Inscrita absolutamente en un puro lenguaje cinematográfico -  no solo por el encuentro  casi mágico que se produce, mudo, alejado del “ruido” de los consabidos discursos de sus otros amantes, sino porque devela el peso que tiene la sociedad en el lugar y en la identidad que otorga a cada uno y cómo la discriminación hace estragos en sus vidas, cómo la palabra toma el lugar de las emociones. Ningún discurso es definitivo - palabras más palabras - y de esa manera el discurso sobre el amor no se diferencia del discurso amoroso. Hay un conflicto irresoluble entre amor y discurso porque el lenguaje es siempre mediado, en cambio el deseo es inmediato, absolutamente subjetivo e intransferible, la imposibilidad de hablar de lo inefable, por eso la sociedad provee un discurso que "expresa" el amor, una retórica que ocupa ese vacío expresivo. Se expresa así solo lo inexpresable del contenido, no el contenido de lo inexpresable, así Denis se resiste en entregar los afectos a los discursos acostumbrados - una rebeldía que exhibe en casi todos sus films y que se halla en relación con la real potencia transformadora del amor, que puede ser universal pero no mundializable. Para hablar del amor, dice Barthes, hay que hablar como un enamorado. El amor solo se sostiene como una verdad que se levanta frente a lo social, frente a una maniera del amor domesticado que se acoge a los moldes de intercambio y reciprocidad de nuestra sociedad de consumo, acomodada en el desgaste y la profanación de un amor sin condiciones, un amor que pondría en riesgo el engranaje conservador donde se apoya, y que justamente necesita del dominio y la manipulación para sostenerse

Isabelle parece estar bien con su nuevo amante pero en una secuencia - digna del discurso sobre el reparto de lo sensible de Ranciére - donde un colega le hace ver las diferencias de clase, de estatus, y de cómo van a incidir en su vida, se deja llevar por las palabras, se olvida de sus emociones y se derrumba nuevamente en la soledad, sin tener en cuenta que el discurso amoroso se excribe en cada uno. La condición huidiza y sensible del amor no es ni biológica ni sociológica ni histórica, es una obra in media res, un work in progress, siempre inacabado, siempre desconocido

La secuencia final, como desgajada del resto, aunque provocada quizá por este último personaje, es la búsqueda de respuestas de Isabelle por medios alternativos, como un consejero con péndulo a la medida del enorme Depardieu que pareciera ir encontrando las respuestas que Isabelle quiere escuchar en una atmósfera pautada por la ambigüedad entre la comprensión, una envolvente actitud cercana a la seducción, y el rostro resplandeciente de Isabelle (¿escuchada por primera vez o a punto de caer nuevamente en la trampa de ese misterioso amante, casi un genio, que le pronostican? )  No hay que olvidar cómo aparece Depardieu en el film - abandonando con desprecio a una mujer que lo reclama entre lágrimas -

Imposible precisar la ambigüedad de Denis. Es más rica si no se toca


Enero 2021