Pero desde ese mismo aburrimiento es posible que el ser se desvele y el cansancio de ser pasaría a ser el lugar por excelencia donde puedan iluminarse el sentido mismo de nuestro origen y del surgir de nuestra identidad, un cansancio que dista mucho de ser considerado un fenómeno empírico. El mal de ser, el horror de ser - el cansancio de ser – anticipa continuamente los desafíos que deberá padecer el ser humano
El
pensamiento del comienzo, del origen, del nacimiento, pretende ser un
pensamiento del acontecimiento en un instante, distinto del puro-ahora de la
eternidad. Este cansancio levinasiano - la angustia en Ser y Tiempo - será
revelador, manifestando de otro modo la carga que nos representa nuestra propia
existencia, ese miedo de ser
Este
cansancio es un fenómeno anterior a la reflexión, de este modo se le restituye
su carácter de acontecimiento y debe ser descubierto en su acontecer, en el
acto mismo del pensamiento: asumir su peso. En realidad, el peso que encadena es el propio
ser y que, según Lévinas, no se debe a su finitud sino al mismo ser
Según
Heidegger, el cansancio de ser - que podríamos asimilar al aburrimiento - era
el medio para el encuentro filosófico con el ser, un temple de ánimo propio de
quienes viven fragmentados, alejados de su propio ser, de su verdadera
identidad, pero
¿no
existirá un cansancio de simplemente ser humano, no habrá algo doloroso en el
acto de asumirse humano? Lo humano es nuestra esencia irreductible, pero, a
veces, la vida parece ausente
Para
Heidegger, en el aburrimiento estamos forzados a escuchar, en el sentido de
mandato, de exigencia, lo que todo lo auténtico tiene en la existencia, y que,
por tanto, guarda relación con la libertad más íntima. Es una experiencia
inaprensible, y en ella el vacío se expresa con una homogeneidad tal que
el individuo se ve desligado de la “personalidad cotidiana” y del
correspondiente apego a las cosas, una experiencia desde la que conoce al mundo
de la dualidad estando inmerso en él, una conciencia separatista que despierta
de la ilusión del mundo sin dejar de habitarla. Aparecemos en ese aburrimiento
que nos deja abandonados en el vacío, apoyados en la nada, abiertos a una
clausura, según Agamben. Es la visión de lo trascendente desde el cerco de la
experiencia mundana, por ello nunca conduce a la desesperación sin una
transformación esencial de él mismo, en la que salta a otro temple de ánimo. Es
el aburrimiento existencial que abre todas las posibilidades sin límites de la
existencia y que hasta entonces no contemplábamos, Sería una vía para el
encuentro con la fuente originaria de la creación
Este
cansancio - “lasitud” en Lévinas – en cambio, pone la mira en la existencia
misma, es lasitud de todo y de todos, y, sobre todo, lasitud de sí, y se
diferencia de todo juicio y de toda actitud teórica. No es más que un rechazo a
existir, una abdicación de la existencia misma. El motivo de la lasitud es ese tener
que…tomado como un contrato irrescindible
Sin
embargo, el rechazo no es posible porque este rechazo irrealizado es, también, una realización
de la existencia a la que se está condenado fatalmente, ya que el
acontecimiento de nacimiento es también un acontecimiento de muerte
Comenzar
a ser es comenzar a tenerse, en plena posesión de sí mismo, es el tomar la
carga sobre sí. El ser que comienza está demasiado lleno de sí mismo, uno no es, uno
se es, la existencia se curva y se empantana en ella misma
Decir
que todo comienza por el cansancio es lo mismo que decir que todo comienza por
el estancamiento en sí mismo, el abatimiento de sí mismo bajo su propio peso. Hay
una adversidad que surge ya en la fatiga de los primeros esfuerzos del cuerpo,
incluso antes de cualquier esfuerzo empírico, pues el tener que ser es lo que
cansa…estamos siempre cansados pues el peso es incansable, nos abruma y no se cansa de
abrumarnos
Este cansancio y la lasitud se
emparentan con el ser-ahí heideggeriano en donde se manifiesta el carácter de
carga, pero mientras para Heidegger se trata de una apertura al mundo y de una
revelación, para Lévinas la relación con un mundo no es sinónimo de la
existencia. Esta es anterior al mundo, así el cansancio reside en la relación
consigo mismo y no con el mundo y es factible enmarcarlo en un solipsismo,
siendo el lugar donde el solus ipse se da a sí mismo, condenado a ser sí mismo
El cansancio del
comienzo funda la tragedia de ser. El presente del cansancio anuncia que para
un sujeto solo, el porvenir, un instante virgen, es imposible, sin el Otro. La
sujeción al sí mismo reenvía a otra sujeción, la sujeción ética al otro, donde
la deuda se revierte en elección
El otro,
el expresivo estar - allí de la otra persona humana: la impenetrabilidad abierta
de esa cara, su reflejo ajeno pero confirmatorio de la nuestra, representa el
desafío intelectual y ético de las relaciones del hombre con el hombre y del
hombre con lo que Lévinas llama infinitud
Si me mira o no, él me
mira
Esta
es la pregunta por el sentido del ser: no la ontología del entendimiento de
ese verbo, sino la ética de su justicia. La pregunta por excelencia es la pregunta de la
filosofía: no ¿por qué el ser y no más bien la nada?, sino cómo justificamos
ese ser
Salir del ser, ir más
allá del ser, es una obra de la libertad.
Superar el pensamiento de la identidad por ser un pensamiento de dominación de
lo otro y de encadenamiento. La superación del ser y de la ontología acontece
como la instauración de una subjetividad ética. La necesidad de evasión y
salida permite la posibilidad de liberación del existente respecto de sí, en
pos de una exterioridad nunca alcanzable, en la esperanza de una aventura de la
diferencia absoluta, de la asimetría radical que significa el rostro del Otro,
en cuanto exterioridad y excedencia, siempre inabarcable e inaprensible,
posibilidad de un mandato que compromete y exige ir más allá. Una relación
ética primordial
Nadie
puede quedarse en sí mismo; hay una necesidad de salir de donde se está, romper
el encadenamiento más irremisible - que el yo es uno mismo - un imperativo de
ponerse en marcha, no para huir, sino para avizorar otros horizontes donde el
pensamiento deje de asfixiarse. La humanidad del hombre, la subjetividad, es
una responsabilidad por los otros, una vulnerabilidad extrema. El Yo es rehén
No hay que renegar del
humanismo con la condición de reconocerlo allí donde es menos mentiroso, nunca
en las zonas de la interioridad del poder y de la ley, del orden, de la cultura
y de la magnificencia heroica
Es necesario pensar el
hombre a partir de
la responsabilidad más antigua que, apelando siempre hacia afuera, desarregle
su interioridad; es necesario pensar el hombre a partir de sí que se pone a pesar
suyo en el lugar de todos, sustituto de todos por su misma intercambiabilidad; es necesario
pensar al hombre a partir de la condición o de la in-condición de rehén -
de rehén de todos los otros que, precisamente otros , no pertenecen al mismo
género que yo, porque soy responsable de ellos, sin respaldarme en su
responsabilidad frente a mí que les permitiría sustituirme,
Porque aun de sus
responsabilidades soy, al fin de cuentas y primeramente responsable – Es por
esta responsabilidad suplementaria por la que la subjetividad no es el Yo, sino
yo
Pero
esta responsabilidad experimentada de la que nadie puede desligarnos
eximiéndonos; esta responsabilidad a la cual no podemos hurtarnos – designa la unicidad de
lo irreemplazable
La
responsabilidad no es un simple atributo de la subjetividad, como si ésta existiese
ya en ella misma, antes de la relación ética. La subjetividad no es un para -
sí; es
para otro. El lazo con el otro no se anuda más que como responsabilidad, y no
importa que ésta sea aceptada o rechazada, que se sepa o no cómo asumirla
La expresión
que el rostro introduce en el mundo no desafía la debilidad de nuestros poderes
sino nuestro poder de poder. El Otro tiene un poder sobre mí desde su no-poder
que a su vez me recuerda mi no-poder. Así surge el encuentro de solidaridades
La esencia original de la expresión y del
discurso no reside en la información sobre un mundo interior y oculto, sino que en la
expresión radica su llamado. Sin el rostro, el lenguaje ético no sería posible,
es la lucha contra toda forma de totalitarismo y barbarie, contra el mal
radical
Es
necesario considerar que el objeto de la responsabilidad no es únicamente el Otro
o la relación que mantengo con él, es la mismísima condición vulnerable de toda
la humanidad
Al
reducir la alteridad a necesidad, la humanidad del sujeto queda disimulada en
una mirada sombría que le hace perder toda fe en lo humano. Es el Otro el
que logra sacar al mismo de su aletargamiento mortal
La
enunciación de la verdad, reducida a un objetivo y universalizada, hace perder
el contacto con la vida de lo humano. La objetividad es la justificación de
evidencias en un mundo físico, así la teoría, de antemano, se ha convertido en
fundamento para conocerlo - el cognoscente se asimila a lo conocido - esta
situación fue llamada por Lévinas “ontología” que reduce lo otro a lo mismo. Lo extranjero
del Otro es irreductible a mis pensamientos. El saber original, la esencia
crítica del saber, se da como la puesta en cuestión del Mismo por el Otro. Verdad que
permite custodiar el secreto de lo humano porque aquel que es animado por esa
verdad no busca apoderarse de ella
De
esta manera se rescata la presencia viva de una humanidad que sale del
anonimato, de su universalidad y desea una paz y una verdad que esté por encima
de la victoria de unos y la derrota de otros, inhumanidad palpable en nuestra
contemporaneidad bajo el nombre de democracia
Lévinas deconstruye la
política a partir de la ética, hace una crítica ética de la política como
totalidad en estado de guerra - que ama mostrar esta acción violenta como
expresión de una ontología de la luz. La política es la guerra misma. La guerra
es solo el rostro puro de la política. Es el estado normal permanente, el modo
mismo de operar de la totalidad
El
pensamiento levinasiano abre la posibilidad de una pluralidad diferenciada y no
una multitud de lo mismo. Así, si la pluralidad es posible, la paz es posible.
Por el contrario, con el olvido del Otro irrumpe el caos como un intento de
comprender al Otro desde lo Mismo, o sea de reducirlo
Hay
una prioridad ético - filosófica en su legado, la del Infinito sobre la
Totalidad dando voz a los oprimidos, al débil, a la víctima, al extranjero. Por
lo tanto, las implicaciones políticas se traducen en ruptura trascendente de
toda forma de totalidad, en proteger tanto la interioridad como la exterioridad
amenazados por las múltiples formas del totalitarismo, y al hacerlo, recuperar
la posibilidad de que esas voces olvidadas se expresen y sean escuchadas. Por
tanto, la verdadera relación ética implica una forma de justicia que dista
mucho de ser distributiva, ya que se basa en construir un mundo entre-todos. Un mundo justo
habitable entre-todos
Lo político no puede
olvidar de ninguna manera su dimensión humana, ética, a riesgo de convertirse
en una política de los cálculos y del olvido del hombre mismo No hay que alejarse en el
tiempo para comprobar cómo se ha olvidado
El principio ético es
irreductible porque evita que lo político, la justicia y el estado puedan cerrarse
sobre sí mismos
No hay
política sin instituciones. Esto implica que la relación ética que fundamenta
una forma distinta de la política, va más allá del Mismo y del Otro, por tanto,
se requiere introducir la justicia como tercero, instituciones que protejan la
pluralidad y la singularidad
Opone
la ética a la política: Nadie se sustraerá al control de la responsabilidad de
uno por el otro. Esta responsabilidad es anterior a la política e interior a
ella misma desde donde se podría instaurar una nueva instancia. La verdadera
relación entre los hombres, lo que salva al hombre del peso de ser, del
solipsismo, y, sobre todo, del encierro en sí mismo es el cara a cara, la
relación sin intermediario frente al rostro del Otro que es el que salva al yo,
y por eso la relación intersubjetiva es siempre asimétrica: en ella, el yo
logra superar el encadenamiento al ser y al yo. La intersubjetividad asimétrica
es el lugar de una trascendencia en la que el sujeto, conservando su estructura
de sujeto, tiene la posibilidad de no retornar fatalmente a sí mismo y de ser
fecundo
El hombre es un ser
que se salva así mismo gracias al Otro, a lo que está más allá del ser y de la
identidad, la alteridad. Esta es relación ética por excelencia
En el
encuentro con un rostro, el otro se da, pero al mismo tiempo se oculta. Esta
relación entre los seres cara a cara es la realización del tiempo porque
lo propio del tiempo es la imposibilidad de encontrar en el presente el
porvenir, ser un nuevo nacimiento, y esto es lo propio de la apertura, de la
intersubjetividad
Queda
flotando una interrogación, cómo erigir este orden, diagramar una cartografía
de las intervenciones a favor del Otro - desde una subjetividad capaz de hacerse
cargo éticamente de él, y, al mismo tiempo, no privarlo de su alteridad ni
perder la propia realidad - y buscar sólidas estrategias para establecer en la cotidianidad relaciones
políticas de acogida, de admisión, y de consideración
y atención por la pluralidad, protegiendo las fragilidades para crear un mundo
que todos puedan habitar
Tarea
nada fácil en este mundo atravesado por el olvido del Otro que consecuentemente
condujo a la humanidad también a olvidarse de sí, a negarse a sí misma
Leer a Lévinas requiere un mar de silencio, tanto es el ruido que habitamos
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Abril
2021