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367 - Lo irreemplazable
Si la modernidad sigue olvidada del ser, es porque el aburrimiento se nos ha instalado y nos hemos transformado en aburridos para nosotros mismos. Este sentimiento sería como un estado de conciencia por el cual Occidente mira el mundo generando una cotidianidad vacía de contenido. Debajo de esta circunstancia quizá subsista un motivo como coartada para perseverar en un deseo de lo invisible, de cara hacia algo totalmente otro que rebasa cualquier intento de satisfacción


Pero desde ese mismo aburrimiento es posible que el ser se desvele y el cansancio de ser pasaría a ser el lugar por excelencia donde puedan iluminarse el sentido mismo de nuestro origen y del surgir de nuestra identidad, un cansancio que dista mucho de ser considerado un fenómeno empírico. El mal de ser, el horror de ser - el cansancio de ser – anticipa continuamente los desafíos que deberá padecer el ser humano

El pensamiento del comienzo, del origen, del nacimiento, pretende ser un pensamiento del acontecimiento en un instante, distinto del puro-ahora de la eternidad. Este cansancio levinasiano - la angustia en Ser y Tiempo - será revelador, manifestando de otro modo la carga que nos representa nuestra propia existencia, ese miedo de ser

Este cansancio es un fenómeno anterior a la reflexión, de este modo se le restituye su carácter de acontecimiento y debe ser descubierto en su acontecer, en el acto mismo del pensamiento: asumir su peso. En realidad, el peso que encadena es el propio ser y que, según Lévinas, no se debe a su finitud sino al mismo ser

Según Heidegger, el cansancio de ser - que podríamos asimilar al aburrimiento - era el medio para el encuentro filosófico con el ser, un temple de ánimo propio de quienes viven fragmentados, alejados de su propio ser, de su verdadera identidad, pero

¿no existirá un cansancio de simplemente ser humano, no habrá algo doloroso en el acto de asumirse humano? Lo humano es nuestra esencia irreductible, pero, a veces, la vida parece ausente

Para Heidegger, en el aburrimiento estamos forzados a escuchar, en el sentido de mandato, de exigencia, lo que todo lo auténtico tiene en la existencia, y que, por tanto, guarda relación con la libertad más íntima. Es una experiencia inaprensible, y en ella el vacío se expresa con una homogeneidad tal que el individuo se ve desligado de la “personalidad cotidiana” y del correspondiente apego a las cosas, una experiencia desde la que conoce al mundo de la dualidad estando inmerso en él, una conciencia separatista que despierta de la ilusión del mundo sin dejar de habitarla. Aparecemos en ese aburrimiento que nos deja abandonados en el vacío, apoyados en la nada, abiertos a una clausura, según Agamben. Es la visión de lo trascendente desde el cerco de la experiencia mundana, por ello nunca conduce a la desesperación sin una transformación esencial de él mismo, en la que salta a otro temple de ánimo. Es el aburrimiento existencial que abre todas las posibilidades sin límites de la existencia y que hasta entonces no contemplábamos, Sería una vía para el encuentro con la fuente originaria de la creación

Este cansancio - “lasitud” en Lévinas – en cambio, pone la mira en la existencia misma, es lasitud de todo y de todos, y, sobre todo, lasitud de sí, y se diferencia de todo juicio y de toda actitud teórica. No es más que un rechazo a existir, una abdicación de la existencia misma. El motivo de la lasitud es ese tener que…tomado como un contrato irrescindible

Sin embargo, el rechazo no es posible porque este rechazo irrealizado es, también, una realización de la existencia a la que se está condenado fatalmente, ya que el acontecimiento de nacimiento es también un acontecimiento de muerte

Comenzar a ser es comenzar a tenerse, en plena posesión de sí mismo, es el tomar la carga sobre sí. El ser que comienza está demasiado lleno de sí mismo, uno no es, uno se es, la existencia se curva y se empantana en ella misma

Decir que todo comienza por el cansancio es lo mismo que decir que todo comienza por el estancamiento en sí mismo, el abatimiento de sí mismo bajo su propio peso. Hay una adversidad que surge ya en la fatiga de los primeros esfuerzos del cuerpo, incluso antes de cualquier esfuerzo empírico, pues el tener que ser es lo que cansa…estamos siempre cansados pues el peso es incansable, nos abruma y no se cansa de abrumarnos

Este cansancio y la lasitud se emparentan con el ser-ahí heideggeriano en donde se manifiesta el carácter de carga, pero mientras para Heidegger se trata de una apertura al mundo y de una revelación, para Lévinas la relación con un mundo no es sinónimo de la existencia. Esta es anterior al mundo, así el cansancio reside en la relación consigo mismo y no con el mundo y es factible enmarcarlo en un solipsismo, siendo el lugar donde el solus ipse se da a sí mismo, condenado a ser sí mismo

El cansancio del comienzo funda la tragedia de ser. El presente del cansancio anuncia que para un sujeto solo, el porvenir, un instante virgen, es imposible, sin el Otro. La sujeción al sí mismo reenvía a otra sujeción, la sujeción ética al otro, donde la deuda se revierte en elección

 

El otro, el expresivo estar - allí de la otra persona humana: la impenetrabilidad abierta de esa cara, su reflejo ajeno pero confirmatorio de la nuestra, representa el desafío intelectual y ético de las relaciones del hombre con el hombre y del hombre con lo que Lévinas llama infinitud

Si me mira o no, él me mira

 

Esta es la pregunta por el sentido del ser: no la ontología del entendimiento de ese verbo, sino la ética de su justicia. La pregunta por excelencia es la pregunta de la filosofía: no ¿por qué el ser y no más bien la nada?, sino cómo justificamos ese ser

Salir del ser, ir más allá del ser, es una obra de la libertad. Superar el pensamiento de la identidad por ser un pensamiento de dominación de lo otro y de encadenamiento. La superación del ser y de la ontología acontece como la instauración de una subjetividad ética. La necesidad de evasión y salida permite la posibilidad de liberación del existente respecto de sí, en pos de una exterioridad nunca alcanzable, en la esperanza de una aventura de la diferencia absoluta, de la asimetría radical que significa el rostro del Otro, en cuanto exterioridad y excedencia, siempre inabarcable e inaprensible, posibilidad de un mandato que compromete y exige ir más allá. Una relación ética primordial

Nadie puede quedarse en sí mismo; hay una necesidad de salir de donde se está, romper el encadenamiento más irremisible - que el yo es uno mismo - un imperativo de ponerse en marcha, no para huir, sino para avizorar otros horizontes donde el pensamiento deje de asfixiarse. La humanidad del hombre, la subjetividad, es una responsabilidad por los otros, una vulnerabilidad extrema. El Yo es rehén

No hay que renegar del humanismo con la condición de reconocerlo allí donde es menos mentiroso, nunca en las zonas de la interioridad del poder y de la ley, del orden, de la cultura y de la magnificencia heroica

 

Es necesario pensar el hombre a partir de la responsabilidad más antigua que, apelando siempre hacia afuera, desarregle su interioridad; es necesario pensar el hombre a partir de sí que se pone a pesar suyo en el lugar de todos, sustituto de todos por su misma intercambiabilidad; es necesario pensar al hombre a partir de la condición o de la in-condición de rehén - de rehén de todos los otros que, precisamente otros , no pertenecen al mismo género que yo, porque soy responsable de ellos, sin respaldarme en su responsabilidad frente a mí que les permitiría sustituirme,

Porque aun de sus responsabilidades soy, al fin de cuentas y primeramente responsable – Es por esta responsabilidad suplementaria por la que la subjetividad no es el Yo, sino yo

Pero esta responsabilidad experimentada de la que nadie puede desligarnos eximiéndonos; esta responsabilidad a la cual no podemos hurtarnos – designa la unicidad de lo irreemplazable

La responsabilidad no es un simple atributo de la subjetividad, como si ésta existiese ya en ella misma, antes de la relación ética. La subjetividad no es un para - sí; es para otro. El lazo con el otro no se anuda más que como responsabilidad, y no importa que ésta sea aceptada o rechazada, que se sepa o no cómo asumirla

La expresión que el rostro introduce en el mundo no desafía la debilidad de nuestros poderes sino nuestro poder de poder. El Otro tiene un poder sobre mí desde su no-poder que a su vez me recuerda mi no-poder. Así surge el encuentro de solidaridades

 La esencia original de la expresión y del discurso no reside en la información sobre un mundo interior y oculto, sino que en la expresión radica su llamado. Sin el rostro, el lenguaje ético no sería posible, es la lucha contra toda forma de totalitarismo y barbarie, contra el mal radical

Es necesario considerar que el objeto de la responsabilidad no es únicamente el Otro o la relación que mantengo con él, es la mismísima condición vulnerable de toda la humanidad

Al reducir la alteridad a necesidad, la humanidad del sujeto queda disimulada en una mirada sombría que le hace perder toda fe en lo humano. Es el Otro el que logra sacar al mismo de su aletargamiento mortal

La enunciación de la verdad, reducida a un objetivo y universalizada, hace perder el contacto con la vida de lo humano. La objetividad es la justificación de evidencias en un mundo físico, así la teoría, de antemano, se ha convertido en fundamento para conocerlo - el cognoscente se asimila a lo conocido - esta situación fue llamada por Lévinas “ontología” que reduce lo otro a lo mismo. Lo extranjero del Otro es irreductible a mis pensamientos. El saber original, la esencia crítica del saber, se da como la puesta en cuestión del Mismo por el Otro. Verdad que permite custodiar el secreto de lo humano porque aquel que es animado por esa verdad no busca apoderarse de ella

De esta manera se rescata la presencia viva de una humanidad que sale del anonimato, de su universalidad y desea una paz y una verdad que esté por encima de la victoria de unos y la derrota de otros, inhumanidad palpable en nuestra contemporaneidad bajo el nombre de democracia

Lévinas deconstruye la política a partir de la ética, hace una crítica ética de la política como totalidad en estado de guerra - que ama mostrar esta acción violenta como expresión de una ontología de la luz. La política es la guerra misma. La guerra es solo el rostro puro de la política. Es el estado normal permanente, el modo mismo de operar de la totalidad

El pensamiento levinasiano abre la posibilidad de una pluralidad diferenciada y no una multitud de lo mismo. Así, si la pluralidad es posible, la paz es posible. Por el contrario, con el olvido del Otro irrumpe el caos como un intento de comprender al Otro desde lo Mismo, o sea de reducirlo

 

Hay una prioridad ético - filosófica en su legado, la del Infinito sobre la Totalidad dando voz a los oprimidos, al débil, a la víctima, al extranjero. Por lo tanto, las implicaciones políticas se traducen en ruptura trascendente de toda forma de totalidad, en proteger tanto la interioridad como la exterioridad amenazados por las múltiples formas del totalitarismo, y al hacerlo, recuperar la posibilidad de que esas voces olvidadas se expresen y sean escuchadas. Por tanto, la verdadera relación ética implica una forma de justicia que dista mucho de ser distributiva, ya que se basa en construir un mundo entre-todos. Un mundo justo habitable entre-todos

Lo político no puede olvidar de ninguna manera su dimensión humana, ética, a riesgo de convertirse en una política de los cálculos y del olvido del hombre mismo No hay que alejarse en el tiempo para comprobar cómo se ha olvidado

El principio ético es irreductible porque evita que lo político, la justicia y el estado puedan cerrarse sobre sí mismos

No hay política sin instituciones. Esto implica que la relación ética que fundamenta una forma distinta de la política, va más allá del Mismo y del Otro, por tanto, se requiere introducir la justicia como tercero, instituciones que protejan la pluralidad y la singularidad

Opone la ética a la política: Nadie se sustraerá al control de la responsabilidad de uno por el otro. Esta responsabilidad es anterior a la política e interior a ella misma desde donde se podría instaurar una nueva instancia. La verdadera relación entre los hombres, lo que salva al hombre del peso de ser, del solipsismo, y, sobre todo, del encierro en sí mismo es el cara a cara, la relación sin intermediario frente al rostro del Otro que es el que salva al yo, y por eso la relación intersubjetiva es siempre asimétrica: en ella, el yo logra superar el encadenamiento al ser y al yo. La intersubjetividad asimétrica es el lugar de una trascendencia en la que el sujeto, conservando su estructura de sujeto, tiene la posibilidad de no retornar fatalmente a sí mismo y de ser fecundo

El hombre es un ser que se salva así mismo gracias al Otro, a lo que está más allá del ser y de la identidad, la alteridad. Esta es relación ética por excelencia

 

En el encuentro con un rostro, el otro se da, pero al mismo tiempo se oculta. Esta relación entre los seres cara a cara es la realización del tiempo porque lo propio del tiempo es la imposibilidad de encontrar en el presente el porvenir, ser un nuevo nacimiento, y esto es lo propio de la apertura, de la intersubjetividad

 

Queda flotando una interrogación, cómo erigir este orden, diagramar una cartografía de las intervenciones a favor del Otro - desde una subjetividad capaz de hacerse cargo éticamente de él, y, al mismo tiempo, no privarlo de su alteridad ni perder la propia realidad - y buscar sólidas estrategias  para establecer en la cotidianidad relaciones políticas de acogida, de admisión, y  de consideración y atención por la pluralidad, protegiendo las fragilidades para crear un mundo que todos puedan habitar

 

Tarea nada fácil en este mundo atravesado por el olvido del Otro que consecuentemente condujo a la humanidad también a olvidarse de sí, a negarse a sí misma

 Leer a Lévinas requiere un mar de silencio, tanto es el ruido que habitamos

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Abril 2021