El orden político moderno existe a través de la razón política que es la que lo imagina y lo construye, de tal modo que el efecto-necesidad es el que el orden político moderno transmite porque la contingencia no solo genera la exigencia de neutralizarla y crear orden, sino también la de re-inscribir toda la política dentro del horizonte de la necesidad, como escasez natural que obliga al artificio - a la imposición legal y racional por parte del Estado como requisito de ruptura con el pasado y apertura al futuro –
La
contingencia es aquí necesidad no-humana, o sea la que se debe remediar dentro
de una necesidad que sea la otra cara de la libertad natural del hombre, que es
lo mismo que decir el carácter indispensable del orden político artificial
Distintas
formas de pensar captan la contingencia como inherente al efecto-necesidad
moderno. Desenmascaran lo que se vela y devela en la razón política que se
transforma adoptando formas antihumanas de la necesidad con rostro humano donde
la contingencia, ya no deformada por el dominio o el poder, adquiere su voz.
Por tanto, el efecto-necesidad, inmanente desde siempre al orden político moderno,
como su contingencia, se manifiesta en contradicciones y aporías propias de la
razón política moderna
Dios,
Naturaleza, Contingencia (enemigos de la Libertad, del Artificio y de la Necesidad
respectivamente) fueron derrotados por la razón moderna, pero esta no los
expulsó del horizonte de la política, sino que antes bien, aun deformados, son
parte de él y lo perturban, volviéndolo contradictorio
En los
pensadores canónicos resalta la preocupación por hallar en los más variados
discursos las formas que reviste la razón política. El Estado, la
contingencia, la necesidad y la praxis se superponen de manera inextricable en
esta Modernidad aporética (del griego aporía como razonamiento donde aparecen
contradicciones o paradojas irresolubles)
Contingencia
y necesidad adquieren distintas connotaciones en los pensadores del orden
político en cuanto a lo que se relaciona con desafiar la historia como
contingencia, como la regularidad de la falta de constantes, cuya única
oposición es la virtud. La política virtuosa, según Maquiavelo, consiste
en la redirección
– diferente de la mediación racional moderna – de la posesión. Se trata de una
transformación humana posibilitada por las instituciones
Para comprender
esta situación es necesario conocer la teoría maquiaveliana de los “humores”,
tanto los del pueblo que no quiere ser dominado como los de los nobles que
quieren dominar, y se prevé que no haya lugar para la victoria de uno solo de
estos humores, teniendo en cuenta que el pueblo también quiere dominar y proponerse
como único principio, pero esta teoría – abonada en lo cuantitativo - no es la
del equilibrio y la moderación; para ello se debe subrayar el aspecto
cualitativo: ambos humores deben jugarse uno contra el otro mediante un
dinamismo conflictivo
Quizá resulte inviable retrotraernos a la Florencia del siglo XV y tratar de desentrañar aun someramente el pensamiento de Maquiavelo. Somos modernos, hiper modernos fatalmente, y leemos lo que los siglos leyeron e interpretaron, pero aún así, resulta fascinante revisitarlo y comprobar con extrañeza como una voz de tan lejos y un tanto postergada nos resulte así de próxima
Los
planteos políticos de Maquiavelo aparecen como un desborde histórico que echa
luz sobre distintos aspectos de la política actual, que nos interrogan y nos
dejan un tanto perplejos ya que siempre se lo ha postergado en una zona vaga e
imprecisa, y también juzgado severamente, quizá por ser el primer pensador que
logró desenmascarar los constructos ideológicos que suelen camuflar al poder
público. No obstante, su pensamiento político tuvo como meta la unidad nacional
a través de un Estado nuevo, sin recurrir a formas políticas ya existentes.
Abogó por un sistema de leyes para proteger al pueblo de los grandes" y que, a
su vez, pudieran estar representadas todas las partes sin disolver el conflicto
social
Su
acercamiento a la política se realiza desde su fundación. Sintió la necesidad
de refundar un Estado “desde abajo” que irrumpa y, por otro lado, donde la
práctica política funcione como correlación de fuerzas en la que nunca se agote
el conflicto social, sino que sea su motor. Condenará a aquellos que
repudian los conflictos sociales por considerarlos perniciosos para la
conservación del orden político. Tampoco aceptó el conflicto social como una
mera regularidad de los procesos históricos o una crítica moral en pos de los
pobres, sino que, a partir de determinar cuáles son esos motores del conflicto social, podía
advertir cuáles eran las fuerzas que conformaban el espacio político y su
status quo, por eso el papel de las pasiones políticas fue clave como indicador
social
Así, a
través de la comprensión política de las pasiones, pudo determinar cómo
influyen en la conducta humana frente al conflicto social. En la tradición
filosófica precedente, las pasiones no tenían estatus ontológico, mientras que
con Maquiavelo adquirieron sustancia ontológica conformando el Estado político
e interviniendo para que todos tomen partido y reconozcan el carácter cambiante
de la realidad. Advirtió, no obstante, que también existen pasiones
vaciadas que dan lugar a la corrupción, las pasiones del ocio, y ve en ese
modelo contemplativo desligado de la práctica política la fuente de toda
corrupción
La
vida contemplativa va asociada para él a la prosperidad de quien ya no necesita
ocupar su tiempo trabajando para subsistir ni tampoco con la vida política, por
lo que la abundancia de bienes del rico que hace que se centre exclusivamente
en su interés particular dejando de lado el bien común conduce directamente a
la corrupción
La
política no nace del pacto entre los individuos que ceden su propia libertad
natural al monstruo frío del Estado artificial, sino de la institución.
La libertad y el poder nacieron juntos - no contrapuestos entre sí como en la
política moderna - porque apareció el conflicto entre sus componentes, un
conflicto redirigido, no destructivo, no solo para el dominio sino para
conservar la libertad, el libre desarrollo de la energía de cada humor y de los
ciudadanos en pleno. Así, la pluralidad interior, y no el orden monista, realiza el
poder y la libertad política, y esta última no es el moderno derecho
natural del individuo, sino que es libertad pública, (o sea, poder),
conflictiva emulación y competencia política en un contexto institucional al
que todos le son leales, porque a todos deja espacio político concreto, búsqueda de
la gloria y la conquista. El libre poder interior se convierte en poder
hacia el exterior. Maquiavelo pone énfasis en la libertad, ya que la política
es creación, arte, algo inventado que no pertenece al territorio de lo natural,
por eso, el Estado es la naturaleza humana pero no es un hecho natural
La
violencia es legitimada en determinadas situaciones por el bien común, no el
privado, pero, puesto que con sus acciones lo que el gobernante busca son
buenos resultados, debe conocer bien el alma humana para abordarla allí donde
convenga y si se necesita recurrir al mal se debería disimular para obtener el
triunfo y no el desprestigio. O sea, obtener réditos de todo y de cada
situación
Su
fama de atentar contra la ética lo precede, probablemente por su crudo
pragmatismo y por su sinceridad extrema, pero, la famosa reflexión “El fin
justifica los medios” no sería una falta contra la moral, ya que es nada menos
que la ética de los fines que ha caracterizado la historia de la política hasta
fines del siglo XX. Todas las revoluciones y toda la política de los grandes
mega relatos ideológicos estuvo inspirada en la ética maquiavélica de los
fines. Si el fin era virtuoso, los medios eran secundarios. Hoy esa
visión es inadmisible a la luz del día ya que la humanidad se encaminó hacia una
sociedad de derechos y límites que implica que tanto el fin como los medios
deben ser virtuosos. Los medios deben ser éticos para impedir la irremediable
contaminación
Esta
reflexión sirve para reconocer que de las mismas circunstancias que enfrenta
quien gobierna se deben extraer las premisas necesarias para desenvolverse en
un mundo cambiante. Así Maquiavelo demuestra que los hombres se miden con el mundo y actúan
sobre él
Sin la
guerra, según Maquiavelo, la virtud, tendería a desaparecer dentro de la ciudad,
sofocada por la continua presencia de la avaricia, la envidia y las calumnias. La virtud está
siempre amenazada y resulta derrotada por la fortuna. Por lo tanto,
avaricia y fortuna constituyen la naturaleza - humana y no humana – en cuanto
renuente a la plena revalorización política. Y la política (la virtud) se confirma
como una variante, una reorientación de la energía insensata de la naturaleza
hacia una dirección enteramente mundana (la gloria) una reorientación enérgica
y poderosa, y, simultáneamente, frágil e incierta. Sin más, contingente
El encargado
de buscar a toda costa el consenso del pueblo, un individuo de extraordinaria
virtud, intenta provocar una aceleración, en tiempos de crisis gravísima y
excepcional, del proceso histórico y de la sedimentación de las costumbres
virtuosas que dan nacimiento a la república
La regeneración de una
república corrupta requiere casi siempre la virtud extraordinaria, la extrema
fuerza de un individuo, lejos
de testimoniar los presuntos automatismos de la anaciclosis – sucesión cíclica
de regímenes políticos - muestran que para Maquiavelo importa más la energía de
la virtud, de cualquier forma que se la represente, que la forma política que
ella adopte
Las
consecuencias y la originalidad de este planteamiento del problema político y
de esta solución se evidencian claramente si se compara el pensamiento
maquiaveliano con el modelo político racionalista moderno
Elude
la lógica de establecer un origen puntual de la política (las pasiones y los
intereses individuales) y deducir, desde allí, obedeciendo a un deber, una
construcción artificial
Si la
Modernidad es la auto justificación de lo finito - teología política en ausencia del
fundamento divino – en Maquiavelo hay un finito que se justifica sin
elaborar la ausencia de Dios y sin sustituirlo funcionalmente. Un
“finito” que es simplemente concreto
Lo
interesante de Maquiavelo es esa capacidad de inquietarnos al hablar de una
política paralela a la política moderna, con algunos rasgos semejantes pero
alternativos en cuanto a la formulación de los problemas y sus soluciones. Nos
interroga, y, a la vez, nos cuestiona, porque habla de una política nunca
plenamente experimentada, más activa y más libre, también más aporética que la
nuestra
Ni un
rastro de la política del racionalismo moderno, defensiva y ordenadora,
orientada a la protección de la posesión individual y colectiva podemos
rastrear en Maquiavelo. No se encuentra la despolitización de la categoría
fundamental de la política moderna, la soberanía. Por eso no figura el
Estado moderno, el dominio representativo, impersonal de la Ley creado mediante
contrato racional por una sociedad de iguales a fin de despolitizar a la misma
sociedad y proteger las vidas y propiedades de los individuos. Solo hay
un poderoso nexo entre guerra y política, casi única en la historia del
pensamiento político. Siente una explícita desconfianza hacia el Estado
moderno: sus grandes dimensiones lo tornan un espacio despolitizado y pocos son
los actores de la escena política
Estuvo
en contra del estado de naturaleza, negando ideológicamente el horror que
existe en el origen mismo del Estado ya que el conflicto social es indisoluble
en su mismo seno. Y, en consecuencia, afronta la tarea de pensar la violencia del parto
del Estado
En
Maquiavelo se trasluce otro modo de pensar la política que no tiene que ver
con el rostro del poder o su originaria irracionalidad, como una actividad libre,
que justamente porque carece de un montaje racionalista elude la dicotomía
moderna racional/irracional
Su
pensamiento parece haber regresado en esta Modernidad que devora sus propias
razones y su propia eficacia, que nos devora. Este retorno no se reduce a una
especie de renacimiento del alma para las categorías e instituciones políticas
modernas. El núcleo de su pensamiento político – en el cual es central el papel de
las virtudes cívicas republicanas, pero más aún el rechazo de la lógica de la
política como orden – fue oscurecido por la luz del Estado cuando se
hallaba en su cénit. Pero poco le falta para llegar a ser realmente actual. Es
un pensamiento trágico, dramático: es el pensamiento de la acción política concreta
que no está garantizada por ninguna técnica, es el pensamiento de la
contingencia en la contingencia
La no-moderna
Modernidad de Maquiavelo está caracterizada por la falta de una teoría de la
secularización - marco categorial y horizonte intelectual e histórico de la
Modernidad filosófica política - pero por una creciente comprensión filosófica
y no teológica de Dios como Absoluto en el mundo. La historia, en Maquiavelo,
no está quebrada por la ausencia de Dios como fundamento – una ausencia que
justamente inaugura la Modernidad – ni recompuesta por su presencia ausente. No
es elaboración del duelo ni representación escénica en el Estado de la ausencia
de Dios. Por eso falta en Maquiavelo la moderna teología política, un pensamiento de la
representatividad política: que el individuo se represente en la institución
pública – el punto central tranquilizador del pensamiento político
moderno – es posible por inscribir esa representatividad en el paradigma más
general de la representación, o sea, la necesidad de hacer presente en la forma
política el orden tradicional ausente en cuanto fundamento de la política. Aquí se cifra
su ajenidad al duelo moderno, o sea, la elaboración moderna de la pérdida de
Dios, la secularización
La
historia según él, es un tiempo no geocéntrico que no es posible secularizar en
tiempo antropocéntrico: es esencialmente fortuna, a duras penas marcada por alguna
lábil huella de la virtud humana. Hay espacio solo para la religión
civil, por tanto, la política está orientada a la acción que se opone, no en nombre del
orden, sino de la virtud, a la ceguera de la fortuna
Los
pensadores de la Antigüedad compartían un mismo espacio y un mismo tiempo
carente de pronósticos, de previsión, de teleología. Un presente siempre
expuesto a los vaivenes de la fortuna. Por otra parte, las aporías y las
contradicciones de la Antigüedad, son también las que dan forma a las aporías
de la Modernidad
La
razón moderna se caracteriza por la imposibilidad del fundamento, ya que no
puede recordar ese otro lugar que le permita renunciar al abismo de su
contingencia. Un pensador político de este tiempo reconoce el desafío de lo
político y su inmanente contingencia y entre los problemas que halla se
encuentran la relación entre religiones y política, el nacimiento del Estado
moderno, las transformaciones de las relaciones internacionales y el
colonialismo
Sería necesario
pensar el Estado Moderno no como una idea transhistórica sino en sus anclajes
específicos, históricos, rastreando su génesis concreta en los devenires de la
Historia humana
El
pensamiento político de esta época oscila entre las ruinas de lo que aún no ha
muerto y aquello que no alcanza a surgir. Por tanto, la preocupación constante es cómo
subvertir el destino trágico al que nos ha arrojado la razón. En este
mundo que hemos ido creando palpita sigilosa la implosión de las
contradicciones que iluminan la niebla de la razón sobre aquello que no vemos o
que intentamos ocultar. Es imprescindible un espíritu intempestivo que anide en
el medio de esas contradicciones
El
destino de la Modernidad parece ser la democracia. Ningún pensador ha podido
evadirse de la fatalidad de la forma-Estado moderno, desde sus respuestas
reaccionarias hasta las constantes disputas entre trascendencia e inmanencia
No hay
Aufhebung posible en un mundo que ha sido construido desde sus bases como
aporético, contradictorio, reafirmado en sus puntos ciegos. Sin embargo, los
puntos de fuga, las abyecciones de la reproductibilidad del sistema, las
fluctuaciones de la fortuna y la contingencia sobreviven
La Modernidad tiene aún un algo que decir sobre sí misma
Maquiavelo
nos golpea por sorpresa y nos deja pensando
Contingencia y necesidad en la razón política moderna Carlo Galli
Mayo
2021