desplegar menu

369 - Nicolás Maquiavelo. ¿Por qué?
El desorden histórico, el ocaso del cristianismo y del idealismo renacentista exigen pensar la contingencia, la falta, como un núcleo de la cuestión política, una contingencia que lleva en sí misma la necesidad y es la gran oportunidad para el poder. El efecto- necesidad y sus críticas hilvanan el discurso de la Edad Moderna acerca de sí misma siempre pensando la contradicción como diferencia


El orden político moderno existe a través de la razón política que es la que lo imagina y lo construye, de tal modo que el efecto-necesidad es el que el orden político moderno transmite porque la contingencia no solo genera la exigencia de neutralizarla y crear orden, sino también la de re-inscribir toda la política dentro del horizonte de la necesidad, como escasez natural que obliga al artificio - a la imposición legal y racional por parte del Estado como requisito de ruptura con el pasado y apertura al futuro –

La contingencia es aquí necesidad no-humana, o sea la que se debe remediar dentro de una necesidad que sea la otra cara de la libertad natural del hombre, que es lo mismo que decir el carácter indispensable del orden político artificial

Distintas formas de pensar captan la contingencia como inherente al efecto-necesidad moderno. Desenmascaran lo que se vela y devela en la razón política que se transforma adoptando formas antihumanas de la necesidad con rostro humano donde la contingencia, ya no deformada por el dominio o el poder, adquiere su voz. Por tanto, el efecto-necesidad, inmanente desde siempre al orden político moderno, como su contingencia, se manifiesta en contradicciones y aporías propias de la razón política moderna

Dios, Naturaleza, Contingencia (enemigos de la Libertad, del Artificio y de la Necesidad respectivamente) fueron derrotados por la razón moderna, pero esta no los expulsó del horizonte de la política, sino que antes bien, aun deformados, son parte de él y lo perturban, volviéndolo contradictorio

En los pensadores canónicos resalta la preocupación por hallar en los más variados discursos las formas que reviste la razón política. El Estado, la contingencia, la necesidad y la praxis se superponen de manera inextricable en esta Modernidad aporética (del griego aporía como razonamiento donde aparecen contradicciones o paradojas irresolubles)

Contingencia y necesidad adquieren distintas connotaciones en los pensadores del orden político en cuanto a lo que se relaciona con desafiar la historia como contingencia, como la regularidad de la falta de constantes, cuya única oposición es la virtud. La política virtuosa, según Maquiavelo, consiste en la redirección – diferente de la mediación racional moderna – de la posesión. Se trata de una transformación humana posibilitada por las instituciones

Para comprender esta situación es necesario conocer la teoría maquiaveliana de los “humores”, tanto los del pueblo que no quiere ser dominado como los de los nobles que quieren dominar, y se prevé que no haya lugar para la victoria de uno solo de estos humores, teniendo en cuenta que el pueblo también quiere dominar y proponerse como único principio, pero esta teoría – abonada en lo cuantitativo - no es la del equilibrio y la moderación; para ello se debe subrayar el aspecto cualitativo: ambos humores deben jugarse uno contra el otro mediante un dinamismo conflictivo

Quizá resulte inviable retrotraernos a la Florencia del siglo XV y tratar de desentrañar aun someramente el pensamiento de Maquiavelo. Somos modernos, hiper modernos fatalmente, y leemos lo que los siglos leyeron e interpretaron, pero aún así, resulta fascinante revisitarlo y comprobar con extrañeza como una voz de tan lejos y un tanto postergada nos resulte así de próxima

Los planteos políticos de Maquiavelo aparecen como un desborde histórico que echa luz sobre distintos aspectos de la política actual, que nos interrogan y nos dejan un tanto perplejos ya que siempre se lo ha postergado en una zona vaga e imprecisa, y también juzgado severamente, quizá por ser el primer pensador que logró desenmascarar los constructos ideológicos que suelen camuflar al poder público. No obstante, su pensamiento político tuvo como meta la unidad nacional a través de un Estado nuevo, sin recurrir a formas políticas ya existentes. Abogó por un sistema de leyes para proteger al pueblo de los grandes" y que, a su vez, pudieran estar representadas todas las partes sin disolver el conflicto social

Su acercamiento a la política se realiza desde su fundación. Sintió la necesidad de refundar un Estado “desde abajo” que irrumpa y, por otro lado, donde la práctica política funcione como correlación de fuerzas en la que nunca se agote el conflicto social, sino que sea su motor. Condenará a aquellos que repudian los conflictos sociales por considerarlos perniciosos para la conservación del orden político. Tampoco aceptó el conflicto social como una mera regularidad de los procesos históricos o una crítica moral en pos de los pobres, sino que, a partir de determinar cuáles son esos motores del conflicto social, podía advertir cuáles eran las fuerzas que conformaban el espacio político y su status quo, por eso el papel de las pasiones políticas fue clave como indicador social

Así, a través de la comprensión política de las pasiones, pudo determinar cómo influyen en la conducta humana frente al conflicto social. En la tradición filosófica precedente, las pasiones no tenían estatus ontológico, mientras que con Maquiavelo adquirieron sustancia ontológica conformando el Estado político e interviniendo para que todos tomen partido y reconozcan el carácter cambiante de la realidad. Advirtió, no obstante, que también existen pasiones vaciadas que dan lugar a la corrupción, las pasiones del ocio, y ve en ese modelo contemplativo desligado de la práctica política la fuente de toda corrupción

 

La vida contemplativa va asociada para él a la prosperidad de quien ya no necesita ocupar su tiempo trabajando para subsistir ni tampoco con la vida política, por lo que la abundancia de bienes del rico que hace que se centre exclusivamente en su interés particular dejando de lado el bien común conduce directamente a la corrupción

La política no nace del pacto entre los individuos que ceden su propia libertad natural al monstruo frío del Estado artificial, sino de la institución. La libertad y el poder nacieron juntos - no contrapuestos entre sí como en la política moderna - porque apareció el conflicto entre sus componentes, un conflicto redirigido, no destructivo, no solo para el dominio sino para conservar la libertad, el libre desarrollo de la energía de cada humor y de los ciudadanos en pleno. Así, la pluralidad interior, y no el orden monista, realiza el poder y la libertad política, y esta última no es el moderno derecho natural del individuo, sino que es libertad pública, (o sea, poder), conflictiva emulación y competencia política en un contexto institucional al que todos le son leales, porque a todos deja espacio político concreto, búsqueda de la gloria y la conquista. El libre poder interior se convierte en poder hacia el exterior. Maquiavelo pone énfasis en la libertad, ya que la política es creación, arte, algo inventado que no pertenece al territorio de lo natural, por eso, el Estado es la naturaleza humana pero no es un hecho natural

La violencia es legitimada en determinadas situaciones por el bien común, no el privado, pero, puesto que con sus acciones lo que el gobernante busca son buenos resultados, debe conocer bien el alma humana para abordarla allí donde convenga y si se necesita recurrir al mal se debería disimular para obtener el triunfo y no el desprestigio. O sea, obtener réditos de todo y de cada situación

Su fama de atentar contra la ética lo precede, probablemente por su crudo pragmatismo y por su sinceridad extrema, pero, la famosa reflexión “El fin justifica los medios” no sería una falta contra la moral, ya que es nada menos que la ética de los fines que ha caracterizado la historia de la política hasta fines del siglo XX. Todas las revoluciones y toda la política de los grandes mega relatos ideológicos estuvo inspirada en la ética maquiavélica de los fines. Si el fin era virtuoso, los medios eran secundarios. Hoy esa visión es inadmisible a la luz del día ya que la humanidad se encaminó hacia una sociedad de derechos y límites que implica que tanto el fin como los medios deben ser virtuosos. Los medios deben ser éticos para impedir la irremediable contaminación

Esta reflexión sirve para reconocer que de las mismas circunstancias que enfrenta quien gobierna se deben extraer las premisas necesarias para desenvolverse en un mundo cambiante. Así Maquiavelo demuestra que los hombres se miden con el mundo y actúan sobre él

Sin la guerra, según Maquiavelo, la virtud, tendería a desaparecer dentro de la ciudad, sofocada por la continua presencia de la avaricia, la envidia y las calumnias. La virtud está siempre amenazada y resulta derrotada por la fortuna. Por lo tanto, avaricia y fortuna constituyen la naturaleza - humana y no humana – en cuanto renuente a la plena revalorización política. Y la política (la virtud) se confirma como una variante, una reorientación de la energía insensata de la naturaleza hacia una dirección enteramente mundana (la gloria) una reorientación enérgica y poderosa, y, simultáneamente, frágil e incierta. Sin más, contingente

El encargado de buscar a toda costa el consenso del pueblo, un individuo de extraordinaria virtud, intenta provocar una aceleración, en tiempos de crisis gravísima y excepcional, del proceso histórico y de la sedimentación de las costumbres virtuosas que dan nacimiento a la república

La regeneración de una república corrupta requiere casi siempre la virtud extraordinaria, la extrema fuerza de un individuo, lejos de testimoniar los presuntos automatismos de la anaciclosis – sucesión cíclica de regímenes políticos - muestran que para Maquiavelo importa más la energía de la virtud, de cualquier forma que se la represente, que la forma política que ella adopte

Las consecuencias y la originalidad de este planteamiento del problema político y de esta solución se evidencian claramente si se compara el pensamiento maquiaveliano con el modelo político racionalista moderno

Elude la lógica de establecer un origen puntual de la política (las pasiones y los intereses individuales) y deducir, desde allí, obedeciendo a un deber, una construcción artificial  

Si la Modernidad es la auto justificación de lo finito - teología política en ausencia del fundamento divino – en Maquiavelo hay un finito que se justifica sin elaborar la ausencia de Dios y sin sustituirlo funcionalmente. Un “finito” que es simplemente concreto

Lo interesante de Maquiavelo es esa capacidad de inquietarnos al hablar de una política paralela a la política moderna, con algunos rasgos semejantes pero alternativos en cuanto a la formulación de los problemas y sus soluciones. Nos interroga, y, a la vez, nos cuestiona, porque habla de una política nunca plenamente experimentada, más activa y más libre, también más aporética que la nuestra

Ni un rastro de la política del racionalismo moderno, defensiva y ordenadora, orientada a la protección de la posesión individual y colectiva podemos rastrear en Maquiavelo. No se encuentra la despolitización de la categoría fundamental de la política moderna, la soberanía. Por eso no figura el Estado moderno, el dominio representativo, impersonal de la Ley creado mediante contrato racional por una sociedad de iguales a fin de despolitizar a la misma sociedad y proteger las vidas y propiedades de los individuos. Solo hay un poderoso nexo entre guerra y política, casi única en la historia del pensamiento político. Siente una explícita desconfianza hacia el Estado moderno: sus grandes dimensiones lo tornan un espacio despolitizado y pocos son los actores de la escena política

Estuvo en contra del estado de naturaleza, negando ideológicamente el horror que existe en el origen mismo del Estado ya que el conflicto social es indisoluble en su mismo seno. Y, en consecuencia, afronta la tarea de pensar la violencia del parto del Estado

En Maquiavelo se trasluce otro modo de pensar la política que no tiene que ver con el rostro del poder o su originaria irracionalidad, como una actividad libre, que justamente porque carece de un montaje racionalista elude la dicotomía moderna racional/irracional

Su pensamiento parece haber regresado en esta Modernidad que devora sus propias razones y su propia eficacia, que nos devora. Este retorno no se reduce a una especie de renacimiento del alma para las categorías e instituciones políticas modernas. El núcleo de su pensamiento político – en el cual es central el papel de las virtudes cívicas republicanas, pero más aún el rechazo de la lógica de la política como orden – fue oscurecido por la luz del Estado cuando se hallaba en su cénit. Pero poco le falta para llegar a ser realmente actual. Es un pensamiento trágico, dramático: es el pensamiento de la acción política concreta que no está garantizada por ninguna técnica, es el pensamiento de la contingencia en la contingencia

La no-moderna Modernidad de Maquiavelo está caracterizada por la falta de una teoría de la secularización - marco categorial y horizonte intelectual e histórico de la Modernidad filosófica política - pero por una creciente comprensión filosófica y no teológica de Dios como Absoluto en el mundo. La historia, en Maquiavelo, no está quebrada por la ausencia de Dios como fundamento – una ausencia que justamente inaugura la Modernidad – ni recompuesta por su presencia ausente. No es elaboración del duelo ni representación escénica en el Estado de la ausencia de Dios. Por eso falta en Maquiavelo la moderna teología política, un pensamiento de la representatividad política: que el individuo se represente en la institución pública – el punto central tranquilizador del pensamiento político moderno – es posible por inscribir esa representatividad en el paradigma más general de la representación, o sea, la necesidad de hacer presente en la forma política el orden tradicional ausente en cuanto fundamento de la política. Aquí se cifra su ajenidad al duelo moderno, o sea, la elaboración moderna de la pérdida de Dios, la secularización

La historia según él, es un tiempo no geocéntrico que no es posible secularizar en tiempo antropocéntrico: es esencialmente fortuna, a duras penas marcada por alguna lábil huella de la virtud humana. Hay espacio solo para la religión civil, por tanto, la política está orientada a la acción que se opone, no en nombre del orden, sino de la virtud, a la ceguera de la fortuna

 

Los pensadores de la Antigüedad compartían un mismo espacio y un mismo tiempo carente de pronósticos, de previsión, de teleología. Un presente siempre expuesto a los vaivenes de la fortuna. Por otra parte, las aporías y las contradicciones de la Antigüedad, son también las que dan forma a las aporías de la Modernidad

La razón moderna se caracteriza por la imposibilidad del fundamento, ya que no puede recordar ese otro lugar que le permita renunciar al abismo de su contingencia. Un pensador político de este tiempo reconoce el desafío de lo político y su inmanente contingencia y entre los problemas que halla se encuentran la relación entre religiones y política, el nacimiento del Estado moderno, las transformaciones de las relaciones internacionales y el colonialismo

Sería necesario pensar el Estado Moderno no como una idea transhistórica sino en sus anclajes específicos, históricos, rastreando su génesis concreta en los devenires de la Historia humana

El pensamiento político de esta época oscila entre las ruinas de lo que aún no ha muerto y aquello que no alcanza a surgir. Por tanto, la preocupación constante es cómo subvertir el destino trágico al que nos ha arrojado la razón. En este mundo que hemos ido creando palpita sigilosa la implosión de las contradicciones que iluminan la niebla de la razón sobre aquello que no vemos o que intentamos ocultar. Es imprescindible un espíritu intempestivo que anide en el medio de esas contradicciones

El destino de la Modernidad parece ser la democracia. Ningún pensador ha podido evadirse de la fatalidad de la forma-Estado moderno, desde sus respuestas reaccionarias hasta las constantes disputas entre trascendencia e inmanencia

No hay Aufhebung posible en un mundo que ha sido construido desde sus bases como aporético, contradictorio, reafirmado en sus puntos ciegos. Sin embargo, los puntos de fuga, las abyecciones de la reproductibilidad del sistema, las fluctuaciones de la fortuna y la contingencia sobreviven

La Modernidad tiene aún un algo que decir sobre sí misma

 Maquiavelo nos golpea por sorpresa y nos deja pensando

 

                                  un gran material para pensar 

                                  Contingencia y necesidad en la razón política moderna                                                                                            Carlo Galli

                                                                         

 

Mayo 2021